A propósito de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson, Sociología en el espejo. Ensayistas, científicos sociales y críticos literarios en Brasil y en la Argentina (1930-1970), Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 272 pp. El libro de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson es el resultado de un proyecto académico a escala transnacional. Su aparición denota, por un lado, la preponderancia que la historia de la sociología ha ganado en países como Brasil y Argentina, especialmente en espacios como la Universidad de San Pablo y el Centro de Historia Intelectual dependiente de la Universidad Nacional de Quilmes. Por otro lado, y aún más significativo, Sociología en el espejo revela las relaciones que estas instituciones y sus equipos han mantenido de un tiempo a esta parte, a raíz de celebrar numerosos encuentros, reuniones, jornadas y congresos. Una buena muestra de ello puede ser advertida en la participación de ambos autores en una obra central para el estudio de la vida cultural e intelectual de la región como es Historia de los intelectuales en América Latina dirigida por Carlos Altamirano. Allí, mientras Blanco resumía la trayectoria de la sociología empírica asociada a la labor de Gino Germani en la Argentina, Jackson delineaba su devenir en el país vecino, en particular en ciudades como Río de Janeiro y San Pablo. En ambos casos, la tarea era reconstruir el derrotero, logros y vaivenes que condicionaron a la sociología desde su fundación en el ámbito académico a mediados del siglo XX, a partir de una mirada ajena a las batallas que esta misma disciplina supo generar y afrontar para instalarse como autoridad de legitimidad intelectual. En efecto, la sociología no sólo está escribiendo su propia historia a partir del trabajo de jóvenes profesionales formados en ella —tal como también advierte Sergio Miceli en el sustancioso prólogo que acompaña a la edición—, sino que para ello utiliza herramientas, autores y enfoques forjados en su interior. En el caso de Blanco y Jackson, esa narración es afrontada apelando a los elementos que brinda la sociología de la cultura —sin por ello dejar de lado la historia intelectual— pero sobre todo el método comparativo. Precisamente, es la asunción de esta perspectiva uno de los aspectos novedosos y centrales del libro, visible en cada una de las tres partes que lo conforman y en sus consideraciones finales. La primera parte, es un claro ejemplo de este afán comparativo que sus autores asumen desde y como un principio. La cuestión que preocupara tanto a Blanco como a Jackson es analizar de qué manera los "científicos sociales" —denominación que en particular refiere a un espectro de ese espacio: los sociólogos— pudieron imponerse en el mundo intelectual en Argentina y Brasil entre fines de la década de 1950 y principios de los años sesenta. En esa historia, nodal es comprender los múltiples frentes y condiciones sociales, culturales y políticas que los sociólogos afrontaron en sus innumerables luchas contra la tradición intelectual dominante en ambos países como era el ensayismo abocado —en especial desde los años treinta— a explicar la formación, devenir y crisis de las identidades nacionales. Sin embargo, a poco de andar los caminos transitados por cada nación revelan más diferencias que similitudes. Mientras que en la Argentina ese enfrentamiento fue de menor intensidad, en Brasil la afinidad temática e interpretativa que existió entre el ensayismo y la sociología implicó una mayor disputa en pos de imponer nuevos parámetros de legitimidad intelectual. En cambio, en la margen occidental del Río de la Plata, la preponderancia del ensayo de tipo histórico-político por sobre la vertiente positivista, configuró una producción discursiva alejada de la historia y la sociología. Los casos de Eduardo Mallea, Raúl Scalabrini Ortiz y Ezequiel Martínez Estrada, además de la revista Sur, son ejemplos acabados de la amplia difusión y consagración que este tipo de género gozó entre las élites culturales argentinas y en buena parte del expansivo mercado cultural durante los años treinta y cuarenta. A contramano de este proceso, en Brasil el mayor peso de la novela de interpretación social retrasó la aparición y fortalecimiento del ensayismo, aunque en éste último prontamente revelaría una significativa fuerza de la mano de escritores como Gilberto Freyre, Sérgio Buarque de Holanda y Caio Prado Junior, todos formados y ligados a la vida universitaria y dotados de los instrumentos y procedimientos analíticos —el rigor de la base empírica y la apelación a figuras como Simmel o Boas entre otros aspectos— provenientes de su paso por este espacio. De esta manera, y aunque el trabajo no ahonde demasiado en términos de esta producción discursiva, la sociología en Brasil tuvo que afrontar una dura batalla para imponerse frente a literatos y ensayistas respecto a la Argentina. Aquí, en cambio, la vida intelectual estuvo dominada por un género y escritores que gozaban de una escasa inserción en la vida académica, hecho observable en la puesta en forma de su producción escrita carente de alquimia alguna con la historia y la sociología. Asimismo, que tal proceso haya sido exitoso en ámbitos como la Universidad de San Pablo y Buenos Aires se explica, por último, debido a los sustanciosos recursos materiales, políticos y simbólicos que contaban los sociólogos a fines de los años cincuenta. Precisamente, analizar cómo la sociología pudo imponerse en términos institucionales en ambos países es el objetivo que se aborda en la segunda parte. Si bien lo que allí —en términos comparativos tanto con su primera como tercera parte— se alcanza es una menor novedad, ya que buena parte de lo que enuncian los autores había sido desarrollado en trabajos anteriores, se encuentra allí, sin embargo, un significativo aporte al estudio de la institucionalización de la sociología desde una perspectiva comparativa. Una comparación que, en rigor, adquiere una dimensión espacial aun más específica y precisa al privilegiar un marco más citadino —Buenos Aires, San Pablo y Río de Janeiro— que regional o nacional. En efecto, los emprendimientos que llevaron a la sociología a convertirse en la estrella de la renovación científica e intelectual, se vinculó a tres dimensiones que afectaron específicamente a estas ciudades: una dinámica social vinculada con la inmigración y sus efectos democratizadores de las estructuras educativas y ámbitos dominados hasta mediados del siglo XX por las élites; una rápida modernización en la enseñanza y la investigación universitaria y, por último, en la profesionalización de la vida académica. De todo ello, se desprenden dos periodizaciones posibles que enmarcan a cada caso en particular. Si, por un lado, en el país vecino la sociología afrontó una secuencia de fundación, expansión y especialización entre la Revolución de 1930 y el golpe de Estado de 1964, en la Argentina, por el contrario, se combinaron casi en un mismo tiempo más bien fases de fundación, retracción y recuperación. El surgimiento de figuras y líderes intelectuales como Florestan Fernándes y Gino Germani, acaso sean los mejores ejemplos a la hora de considerar y evaluar las transformaciones señaladas aunque asumiendo contextos y perfiles disímiles. Fernándes, a diferencia de Germani, fue producto exclusivo del sistema universitario paulista iniciado en los años treinta, ajeno a toda cuestión política y autónoma en el diseño de una agenda de investigación. En tanto, la biografía del ítalo-argentino revela de qué manera no sólo la moderna sociología debió afrontar su lucha contra la tradición anterior —reconocida en el grupo liderado por Alfredo Poviña— y la dependencia de disciplinas como la historia o el derecho, sino que tanto el tema de investigación de Germani —los efectos de la inmigración y la modernización— como su acceso a los principales resortes político-académicos y recursos económicos dependió en buena medida de su posición antiperonista y su apoyo a la política de "desperonización" iniciada con el golpe de Estado de 1955. Ahora bien, si el éxito de la empresa de la sociología en el ámbito universitario y en la forma en cómo estableció una nueva forma de legitimidad intelectual, según los autores, ha sido por demás evidente, menos lo ha sido observar sus efectos en zonas ajenas, como es la de la crítica literaria. La renovación que tanto en Argentina como en Brasil se produjo en esta disciplina, fue posible no sólo por el exitoso modelo de científico social que propiciaban Fernándes y Germani sino también por el surgimiento de un movimiento generacional, intelectual e institucional. Al estudio de este proceso, tomando para ello a las figuras de Antonio Candido y Adolfo Prieto, está abocada la tercera parte. Condicionados y a su vez actores decisivos de este acto de renovación que afectó para siempre la labor de la crítica literaria, tanto Candido como Prieto, conforman el reflejo de una acción que tendió a establecer un nuevo status "científico" para la disciplina, y así desplazar a las antiguas y tradicionales camadas que hasta ese momento dominaban ese espacio. Y aunque el reconocimiento alcanzado por Candido en el espacio cultural brasilero se constata en la repercusión que alcanzó su obra en el medio —sobre todo en revistas y libros—, en el caso de Prieto esto es difícilmente homologable, debido a la preponderancia y el éxito que adquirió la empresa liderada por David Viñas, por lo menos hasta principios de la década de 1980. Por último, si bien resulta por lo menos llamativa esta incursión por la historia de la crítica literaria, en vez de optar por continuar indagando en torno al rol desempeñado por la sociología en los tan cambiantes y complejos años sesenta y setenta, es probable que lo señalado logre explicarse gracias a que a través de su tratamiento, lo que buscan los autores es constatar los logros cosechados por la sociología en la vida intelectual de ambos países. Pero también, y en especial a través de la figura de Prieto, lo que el estudio de su figura deja entrever es el límite que esta empresa tuvo que afrontar en su búsqueda por renovar las herramientas de análisis y la teoría de la crítica literaria, hecho que se advierte en la pregnancia y legitimidad que, como revela el caso del grupo Contorno, todavía gozaba la idea de hacer confluir al crítico con el novelista, el ensayista y el político. Martín Ribadero(IEALC/ UBA-CONICET)
This is a study about South-South cooperation, or the recent (re)intensification of cooperation initiatives between countries from the so-called global South. It contributes to the effort of documenting and understanding this emerging phenomenon by dwelling on the case of technical cooperation in tropical agriculture between Brazil and the African continent. Drawing on ethnographic and other kinds of data collected in Brazil, Mali, Burkina Faso and Ghana, it looks at some of the modalities of cooperation - in particular, capacity-building trainings and technology adaptation and transfer - that have been offered by Brazil's national agricultural research institute, Embrapa, to its counterparts in Africa during the last half-decade. Fundamentally inspired by Marilyn Strathern's analytics of relationality, this dissertation looks at South-South cooperation between Brazil and Africa as the formation of new socio-technical assemblages across the Southern Atlantic, regarded as a process characterized by an intensive work of context-making. I describe this as an ethnographic experiment in looking at emerging interfaces that bring together various domains, most notably in development cooperation and technology transfer. The first interface approached by this dissertation is the one that constitutes South-South cooperation as such, by means of its claims to difference vis-à-vis Northern development aid. These claims are assessed in Chapter 1 in terms of two domains historically privileged by the anthropological literature on international development: global politics, and organizations. Inspired by postcolonial perspectives that complicate simplistic renditions of the North-South divide, I chart a possible genealogy of South-South cooperation from the situated standpoint of Brazil, focusing on its discursive principles on the one hand, and on its hemispheric and domestic politics on the other; and describe Brazilian cooperation in terms of its emerging organizational architecture and dynamics. The chapter concludes by foregrounding South-South cooperation's ambivalent historical constitution within a global apparatus built under Northern hegemony, suggesting that the practical enactment of some of its principles stems less from a coherent, alternative policy apparatus than from its very organizational "fragility" relatively to Northern aid.I then move on to Brazil-Africa relations, to look in Chapter 2 at Brazilian cooperation's official discourse on Africa, uniquely based on claims to similarity and sharedness that are particularly emphatic when it comes to the domain of culture. A look at history indicates that this discursive emphasis has, for at least fifty years, eclipsed other vital dimensions of Brazil-Africa relations. Based on my ethnographic experience, I argue that this discourse does not find an easy counterpart in the practice of contemporary cooperation initiatives either. The chapter traces the origins of this special interest in culture to Gilberto Freyre's racial harmony ideology (itself a postcolonial rendition of Franz Boas' culturalism), and proposes the notion of nation-building Orientalism to characterize a view on Africa that, even though not inaugurated by Freyre, was taken by him to new heights. Inspired by classic and contemporary postcolonial literature, I argue that this view is fundamentally characterized by an interplay between domestic concerns (in this case, with the place of African descendants in Brazilian nationhood) and Brazil's own historical sense of subalternity vis-à-vis European and U.S. hegemony. As one zooms in further on the scale of technical cooperation in agriculture, this concern with culture recedes to the background, giving way to considerations centered on shared natural environments and (peripheral) agricultural development. Chapter 3 focuses on one of Embrapa's technical cooperation modalities, capacity-building, to suggest how Brazilian cooperantes' reach to their African counterparts can be best characterized as being based on demonstration rather than intervention. More than actually transferring technology or knowledge, I argue that this mode of engagement aims at making a context for relations between Brazil(ians) and Africa(ns) where these were largely unprecedented, and where organizational and financial resources are limited relatively to those available to Northern donors. The two final chapters take a closer look at one of the emerging assemblages conjured up by the recent South-South cooperation wave: Embrapa's Cotton-4 Project with Mali, Burkina Faso, Benin, and Chad. They tell story of the project's early beginnings in Brazil's cotton dispute with the U.S. at the World Trade Organization during the mid-2000's, map out the new organizational assemblage that formed around the project, and describe how the project framed, and proposed to address, the problem of low cotton productivities in West Africa by adapting and transferring a package of Embrapa technologies made up of three components: no-till, integrated pest management, and plant breeding. Here, I draw on STS works on technology transfer based on Bruno Latour's actor-network theory to provide an account of technology transfer as the co-production between technology and context. I elaborate however on avenues little explored by the literature: in particular, the actors' scaling operations and the socio-technical controls they exercise differentially across contexts that are perceived less in terms of difference than in terms of an asymmetry between capacities. Based on my observations of this project's ongoing technology adaptation and transfer efforts, I conclude with a situated discussion about Brazilian South-South cooperation's potential for robustness.
A priori, buscamos descrever brevemente o contexto político-social e econômico brasileiro em que a obra a ser resenhada foi pensada e redigida, a fim de qualificar e destacar a importância deste trabalho enquanto referência atual, efetiva e fundamental ao enriquecimento dos diálogos acadêmicos daqueles pensadores que se preocupam em adotar uma postura epistemológica crítica com relação ao panorama observado e vivido no Brasil. Para tanto, compreendemos que, enquanto ordem e regime social simbólico e pragmático, o fascismo pode coexistir com o a democracia - quando este último termo é desconstruído e desconectado de sua base epistemológica - e, além disso, é apropriado pelos agentes das políticas liberais. Desta feita, em vez sacrificar e prostrar a democracia aos interesses e exigências do capitalismo global de maneira objetiva, este conceito é trivializado e subjugado diuturnamente - nas esferas políticas, na mídia e, até mesmo, na academia -, até o ponto em que este não se faz mais socialmente necessário e/ou compreensível em sua plenitude e, por fim, acaba sendo convertida exclusivamente aos desígnios do mainstream. Assim sendo, adentramos em um período histórico em que as sociedades podem ser híbridas, ou seja: politicamente democráticas (forma) e socialmente fascistas (conteúdo), frente às demandas e especificidades do mercado e seus operadores (SANTOS e MENEZES, 2009). Tal qual ocorre no Brasil contemporaneamente (TIBURI, 2015; SEVERIANO e DÓRIA, 2015). De fronte ao cenário supracitado, a obra intitulada: "A tolice da inteligência brasileira - ou como o País se deixa manipular pela elite" (272 págs.), teve sua primeira edição publicada pela Editora Leya, em 2015 e, fora escrita pelo professor e pesquisador: Jessé José Freire de Souza (Universidade Federal Fluminense). Este que possui graduação em Direito; mestrado e doutorado em Sociologia; três pós-doutorados e uma livre docência; escreveu e organizou 23 livros e mais de 100 artigos e capítulos de livros em diversas línguas, sobre temas diretamente ligados as áreas da teoria social, pensamento social brasileiro e estudos teórico/empíricos acerca da desigualdade das classes sociais no Brasil contemporâneo - e, que até o momento da ascensão e institucionalização do "novo governo" -, ocupava o cargo de Presidente do Ipea: Instituo de Pesquisa Econômica Aplicada. Com este livro organizado em quatro partes e dezesseis capítulos - para além do prefácio -, a partir de um encadeamento escalar e cronológico impecável, Souza (2015), descreve, examina e conforma ideias e argumentos críticos que podem nos explicar a partir de uma abordagem teórica e histórica, as reais contradições que envolvem o Brasil e, de que forma classes sociais inteiras são feitas de tolas para que a reprodução de privilégios injustos sejam mantidos inalterados na condução dos rumos do Estado, suas instituições e suas das dinâmicas política, social e econômica, em proveito das elites - políticas e econômicas - instauradas no País. No prefácio da obra, o próprio autor desnuda os traços simbólicos e pragmáticos que a sociedade brasileira enfrenta ao longo da vida de maneira acrítica e compassiva, demostrando como se fundamentam e se alastram - de maneira livre - a ideologia e os interesses dos mais ricos do Brasil (1%), em detrimento da exploração do trabalho do restante da população (os 99% restantes). E, além disso, como o domínio das estruturas de poder, da informação e da inteligência, monopolizaram os recursos que deveriam ser de todos e, por conseguinte, abrem caminho para o empreendimento de uma violência simbólica, que permite a edificação de uma das sociedades mais desiguais e perversas do planeta (SOUZA, 2015). Já na primeira parte do livro, em seis capítulos, Souza (2015), disserta acerca da construção e fundamentação do ideário social brasileiro por parte de expoentes da História, da Antropologia e da Sociologia nacional, tais como: Gilberto Freyre, Roberto DaMatta, Sérgio Buarque de Hollanda e Raymundo Faoro - dentre outros -, questionando academicamente, de maneira clara e objetiva, quais são os contextos e os objetivos inconfessáveis dos referidos autores em erigir e, difundir reflexões pseudocríticas em que a sociedade brasileira é retratada por meio de argumentos ardilosos, em que há uma sistemática repetição das banalidades e axiomas de um senso comum permeado de preconceitos arraigados ao patrimonialismo historicamente vigente no controle do Estado brasileiro. Elucidando esta exposição, é impreterível se utilizar do próprio vocábulo de Souza (2015, p. 90): Nosso liberalismo hegemônico, na esfera pública, na grande imprensa conservador e, em boa parte do debate acadêmico é, certamente, uma das intepretações liberais mais mesquinhas, redutoras e superficiais que existe em escala planetária. Se fossemos completamente sinceros, teríamos de dizer que essa interpretação nada mais é, hoje em dia, que pura "violência simbólica", sem nenhum aporte interpretativo efetivo e sem qualquer compromisso, seja com a verdade, seja com a dor e o sofrimento que ainda marcam, de modo insofismável, a maior parte da população brasileira. Também nesta parte do livro, Souza (2015), discute com seriedade, quais são as bases teórico-metodológicas e, além disso, quais são as perspectivas políticas, ideológicas e epistemológicas dos referidos autores - liberais conservadores -, acerca da formação e da organização da sociedade brasileira. Estabelecendo valorosos argumentos que situam nossas realidades antropológicas, institucionais e econômicas a mesma altura de qualquer outra sociedade humana e/ou país - tanto em pontos positivos, quanto em negativos. Reforçando suas ponderações sobre o quadro supracitado, mas, especificamente sobre a conjuntura atual no Brasil, Souza (2015, p. 11) indica que: Daí ser fundamental compreender como intelectuais e especialistas distorcem o mundo para tornar todo tipo de privilégio injusto em privilégio merecido (...). (...) Não basta aos endinheirados controlar todos os grandes jornais e redes de TV para legitimar seus próprios interesses. Hoje em dia esses interesses precisam ser justificados de modo que pareçam razoáveis a fim de convencer os que são feitos de tolos por essas falsas justificações. (...) criando uma ciência para seus interesses, como de fato construíram para o Brasil. Por conseguinte, na segunda parte do texto, em três matérias, Souza (2015), centra seus questionamentos e reflexões no aporte exclusivamente economicista da dimensão simbólica do capitalismo contemporâneo e, de que maneira esta abordagem se desdobra de maneira inequívoca, sobre o cotidiano da humanidade e - em especial -, dos brasileiros. Indicando como a partir desta perspectiva, todo comportamento individual/social passa a ser induzido e traduzido por meio de estímulos econômicos, tendo, deste modo, todas as qualidades humanas reduzidas ao potencial das quantidades de "coisas úteis" a serem consumidas. Nesse sentido, o autor do livro traça uma linha de pensamento em que desenvolve uma complexa narrativa em que observa e descreve como esta abordagem economicista - ao longo do tempo -, naturaliza as deformações, distorções e injustiças sociais que acometem o Brasil e como, por conseguinte, estas são secundarizadas nos discursos e nas práticas dos indivíduos, das instituições e dos governos. Criando e recriando um cenário de racismo de classe e, em igual medida, estabelecendo que todo mal - político, administrativo e econômico - é derivado da corrupção instalada - exclusivamente -, no Estado. Ignorando e negando as responsabilidades da classe burguesa e da iniciativa privada para formatação e reforço deste drástico panorama em que vivemos. Ainda no segundo segmento de seu livro, Souza (2015), traz consigo os argumentos e a construção teórica de Florestan Fernandes e, por sua vez, os questiona de maneira franca. Levantando dúvidas sobre a generalização e validade das ponderações e adágios feitos por Fernandes acerca das realidade e totalidade dos estigmas referentes e inerentes à sociedade brasileira. Por sua vez, na terceira fração de seu livro, em quatro tópicos, Souza (2015), discute como o alinhamento espontâneo a uma ideologia opressiva a diversidade brasileira, acaba por enviesar - até mesmo - as perspectivas e análises acadêmicas sobre a situação do Brasil. Visto como é grande a capacidade de dominação ideológica, os debates científicos passam a ser colonizados em seus próprios termos e conceitos, impedindo os pensadores de perceber as diferenças na estruturação dos argumentos sobre as análises e julgamentos do contexto social brasileiro. Além disso, o autor ainda descreve como esta perspectiva estreita afeta - em igual medida -, o cotidiano da população, uma vez que se estabelece uma forte influência e presença dos ideais capitalistas que fundamentam hierarquias valorativas e segregativas, a partir de mecanismos ocultos e opacos, que por fim, buscam ativamente estabelecer uma violência simbólica - naturalizada - no contato entre os extratos sociais, conformando um quadro de estamento socioeconômico e cultural internamente no País. Especificamente, em escala internacional, Souza (2015), indica que: apesar de não ser verdade. A compreensão, a construção e o reforço do status quo das sociedades avançadas e a submissão das periféricas, acabam por prosseguir sob a mesma lógica de dominação ideológica intrínseca as sociedades locais, uma vez que existe uma série de pressupostos não explicitados que acabam por viciar os exames sobre as estruturas e normas de funcionamento qualitativamente distintas em relação à formação - social, econômica, cultural, religiosa, etc. -, de cada Estado. Criando e reproduzindo perniciosos argumentos políticos, midiáticos e pseudocientíficos que baseiam e reforçam e perpetuam a condição econômica e moral de cada Estado - evidentemente, a partir de uma perspectiva exclusivamente Ocidental, Eurocêntrica e/ou em prol de países como os Estados Unidos, que subjugam e corroem as potencialidades de países de fora deste eixo, tais como o Brasil, por exemplo. Idealizando um cenário que passa a ser inatingível frente aos "oportunos" condicionantes e prerrogativas inatos a cada país, segundo este ponto de vista. Diante desta paisagem em tela, Souza (2015, p. 171), adverte: Essa dificuldade se reproduz na consideração apenas do aspecto "material" do capitalismo, que se expandiu praticamente para todas as partes do globo, e no amesquinhamento da dimensão simbólica à dimensão, quase sempre eivada de "violência simbólica", da "cultura nacional" ou do "mito nacional". Como a cultura nacional reflete, pelo menos em grande medida - com dizia com razão o Marx da ideologia alemã -, os interesses particulares das classes dominantes transformados em interesses de todo corpo social, estamos confrontando com a distorção da realidade quanto com sua fragmentação e redução ao elemento "material" na dimensão da comparação entre sociedades". Na quarta e derradeira parte desta obra, Souza (2015), estabelece suas reflexões acerca de três importantes tópicos: I) sobre a cegueira do debate brasileiro sobre as classes sociais e a pobreza do debate político; II) as manifestações de junho (2013) e a cegueira política das classes; III) o golpismo de ontem e de hoje: considerações sobre o momento atual. Sobre o item I, é relevante destacar que a união entre economicismo e culturalismo conservador turva a análise e plena compreensão sobre como se dá a estruturação social, que implica a consideração de capitais que não se restringem ao econômico, mas, sobretudo, a forma velada como as classes sociais são produzidas e reproduzidas historicamente no Brasil. Souza (2015, p. 236): (...) as classes do privilégio não dispõem apenas dos capitais adequados para vencer na disputa social por recursos escassos, possuem também a "crença em si mesmo", produto de uma autoconfiança de classe, tão necessária para enfrentar todas as inevitáveis intempéries (...) e, poder usufruir do "reconhecimento social" dos outros como algo tão natural quanto respirar. As classes populares, ao contrário, não dispõem de nenhum dos privilégios de nascimento das classes média e alta. A socialização familiar é muitas vezes disruptiva, a escola é pior e muitas vezes consegue incutir com sucesso insegurança na própria capacidade, os exemplos bem-sucedidos na família são muito mais escassos, quando existentes, quase todos necessitam trabalhar muito cedo e não dispõem de tempo para os estudos, o alcoolismo, fruto do desespero com a vida, ou o abuso sexual sistemático, são também "sobrerrepresentados" nas classes populares. E, por conseguinte, como esta situação avassaladora é ignorada sistematicamente pelas esferas políticas e, principalmente, pela mídia - que naturaliza estas pré-condições e, partem delas, para estabelecer suas interpretações e considerações -, ao longo do tempo, vão sendo apresentados casos de corrupção no Estado, crises de representação e no sistema político e, crises econômicas por conta do "descontrole" dos gastos do governo. Entretanto, em hipótese alguma, o problema de fundo é abordado de maneira clara e objetiva: o abismo socioeconômico dentre os estratos sociais do Brasil, com suas causas, suas consequências e, principalmente, sobre as formas de mitigação deste horizonte. A propósito do item II, Souza (2015), versa acerca da grande fraude encampada e reforçada pela mídia golpista com relação às manifestações de junho de 2013, em que a impressão a ser reforçada ao mundo todo, é a de que o Estado brasileiro é o vilão e a sociedade local - engajada, politizada, patriota e classe média/alta -, é o mocinho desta história de conto de fadas para adultos ingênuos e infantilizados. Entretanto, quem - por fim -, ganhou muito com as reivindicações que clamavam pelo fim da corrupção e pela mudança nos rumos da economia e política da nação, fora justamente às forças mais liberais conservadoras do País - justamente, o monstro a ser combatido. Com a propagação - via redes sociais da internet e, os chamados e apelos intermitentes da mídia - a instauração deste exercício de "democracia" e "participação popular", ao longo de todo território nacional, a classe média acabou por distorcer as demandas sociais legitimas e, garantiu na pauta de reivindicações das manifestações, a exclusividade de seus interesses - ocultando de maneira inconfessável -, seus privilégios injustos e excludentes. Desta forma, este segmento social privilegiado garante de sobremaneira uma boa imagem, reforçando seus direitos a obter prestígio, reconhecimento e melhores salários e, além disso, a culpar as vítimas, de um processo social que torna invisível a injustiça - a exploração, a miséria e o sofrimento diário -, como se fosse possível escolher esta condição de pobreza e humilhação. Souza (2015, p. 241), ainda completa sua reflexão indicando que: (...) o fato de que a dominação social no Brasil se enfeita de outros atributos que não existem em outros lugares. Aqui, afinal, é o País em que a classe média "tira onda" de revolucionária, de agente de mudança e de lutadora por um "Brasil melhor". Entretanto, o insucesso desta ardilosa campanha se deu com o resultado inegável das eleições presidenciais de 2014 - vencidas de maneira legítima e democrática pelo partido da situação. Todavia, este momento histórico, se consolidou como sendo o estopim da indignação das classes políticas conservadoras que lograram, inclusive, persuadir e contaminar parte importante das classes trabalhadoras ascendentes com seu discurso draconiano, incensadas pela mídia, que a cada dia apresentava um novo escândalo do "Petrolão", envolvendo - exclusivamente e seletivamente - agentes do governo. A solução, segundo os operadores e intelectuais do apartheid conservador, é o enlace lascivo aos desígnios do capital e do mercado, com efusivos elogios as práticas da gestão enxuta, do Estado mínimo, do superávit primário, da "racionalização" dos gastos públicos, etc. Este panorama aliado à ausência crônica de debates sérios sobre a realidade brasileira, seja na academia, nos espaços públicos, na esfera política ou na mídia, torna um País tão rico e diverso como é o Brasil, com sua grande população, em uma multidão de tolos manipulados e incapazes de perceber os quais são os perigos que os assolam. Essa é uma cegueira que condena milhares de pessoas a uma vida indigna e, em igual medida, sentencia toda sua sociedade a uma reflexão amesquinhada e a uma vida apequenada em todas as suas dimensões (SOUZA, 2015). Acerca do capítulo III, Souza (2015), anota suas reflexões críticas a respeito da edificação - pari passu - do impeachment (golpe), sofrido pela presidenta eleita democraticamente pela maioria dos cidadãos brasileiros votantes - ao seu segundo mandato consecutivo: Dilma Roussef. O autor ainda destaca que ao longo de todo ano de 2015 - e, parte de 2016 -, a presidenta, sua equipe de governo e figuras de prestigio e relevância política do Partido dos Trabalhadores (PT), tais como o ex-presidente: Luiz Inácio "Lula" da Silva, foram violentamente e covardemente agredidos pela mídia e pela oposição - historicamente -, territorializada no Congresso Nacional. Sob suas exclusivas responsabilidades, todo o cômputo relativo à corrupção da esfera política brasileira foram-lhes arbitrariamente atribuídas, sem qualquer oportunidade de defesa pública e/ou jurídica. Neste caso, para além da seletividade e parcialidade que todo este maligno processo fora retratado e conduzido, com a finalidade de denegrir a reputação e, principalmente, a ideologia do PT e, dos demais partidos de "esquerda" no Brasil. Ainda se logra - a todo custo - incinerar a imagem, a representatividade e o carisma de "Lula", de forma a inviabilizar sua candidatura - e, possível reeleição - nas próximas eleições presidenciais de 2018. Adicionalmente, Souza (2015), ainda destaca que, esta crise política criada e manipulada midiaticamente é mais uma comprovação empírica dos argumentos listados em seu livro: o tema da corrupção só pode ser utilizado para enganar e manipular a população, visto como sua definição e aplicação são arbitrárias, sendo utilizado de acordo com o interesse de quem o utiliza como forma de ataque. Nesse sentido, o "moralismo" relativo à classe média no Brasil sempre foi extremamente seletivo e antidemocrático ao mesmo tempo. Sua seletividade implica em ver o mal sempre fora de si e, nunca em suas ações cotidianas de exploração e, seu caráter antidemocrático ficou evidentemente estampado nas manifestações dos "coxinhas politizados" - ocorridas ao longo de 2015/16 -, em que a pauta de reivindicação refletia apenas uma virtude idealizada mas, que fora apresentada por meio de brados retumbantes como sendo uma vontade geral, que se erigia como "apoio popular" aos interesses das elites conservadoras do País - uma perspectiva reducionista do problema e, ainda por cima, uma ilusão autoritária que traveste de "ordem e progresso" uma caminhada acelerada em direção ao fascismo (SOUZA, 2015). Neste aspecto, a imprensa se estabeleceu como player fundamental, posto que legitimou e glorificou o assalto ao princípio basal da soberania do voto popular em um regime dito como sendo: democrático e representativo. De tal modo, Souza (2015, p 259), lembra que: O jogo da pseudodemocracia moderna brasileira se armou: aproveitando o moralismo de fachada dos setores médios, baseados no ressentimento contra os de cima (sempre corruptos, especialmente no Estado) e o ódio contra os de baixo, destinado a ser astuciosamente insuflado sempre que a imprensa, "neutra como o dinheiro", visse seus interesses na ordem para poucos de algum modo ameaçado. Todavia, em comparação com o golpe de 1964 e a instauração do regime militar no Brasil, poucos vêm - ou, preferem não ver - a similaridade. Uma vez que as discussões atuais estão presas à conjuntura, são pobres de referencial teórico metodológico e, sobretudo, se seguem sem qualquer perspectiva histórica. Entretanto, Souza (2015), observa que a única mutação realmente efetiva ocorrida neste processo contemporâneo em relação ao do passado próximo, é a figura instituída como sendo o bastião da moralidade, da ordem, da eficiência e do direito, do herói justiceiro que trabalha incansavelmente como guardião da ordem, para incorporar os anseios gerais da sociedade sobre o mal, perfazendo suas ações em um nível acima daqueles conquistados pelos agentes da esfera política contaminada do Brasil. Os candidatos perfeitos para ocupar o hiato deixado pelos militares - por conta de sua truculência e, em igual medida, dos atos de corrupção -, vêm ao mundo, derivado do aparato dos órgãos de controle do governo e do judiciário criados pela Constituição de 1988, tais como: Polícia Federal (PF); Ministério Público (MP); Tribunal de Contas da União ( TCU), que recrutam e abrigam seus quadros, prioritariamente, nas fileiras da classe média conservadora e moralista (SEVERIANO e DÓRIA, 2015; SOUZA, 2015). Em seu último parágrafo, Souza (2015, p. 261), reflete e considera que: Mudam-se as vestes e as fantasias, "moderniza-se" o golpe, substitui-se o argumento das armas pelo argumento "pseudo-jurídico", amplia-se a aparência de "neutralidade", sai de cena a baioneta e entra no palco da ópera bufa a toga arrogante e arcaica do operador jurídico, mas preserva-se o principal: quem continua mandando de verdade em toda a encenação do teatro de marionetes são os mesmo 1% que controlam a riqueza, o poder e instrumentalizam a informação a seu bel-prazer. Os outros 99% ou são manipulados diretamente, com a classe média "coxinha", ou assistem de longe, bestializados, a um espetáculo o qual, como sempre, vão ter que pagar sem participar do banquete. Por fim, esta é uma obra excepcional, que subsidia de sobremaneira a compreensão crítica da composição da sociedade brasileira e, em igual medida, descreve e analisa os fundamentos históricos e conceituais da atual crise política nacional - e, por conseguinte: o golpe. Por sua vez, este livro deve ser lido com avidez e estudado com atenção e, só posteriormente, colocado a descansar na estante, bem ao lado de importantes autores e pensadores - clássicos e contemporâneos -, desta classe literária (ciência social crítica) e opção epistemológica. E, cabe destacar que este livro versa sobre um cenário contemporâneo e, extremamente, tangível. Desta forma, as reflexões contidas nele podem e devem ser utilizadas como sendo fonte para reconstrução da realidade a partir de pensamentos e intervenções inteligentes e equilibradas no cenário brasileiro (SOUZA, 2015).