La firma del tratado de cooperación entre Perú, Chile, Colombia y México marca un hito importante en la creatividad del regionalismo sudamericano y reafirma la existencia de un bloque de países con orientaciones similares en materia macroeconómica pero también del punto de vista geopolítico. El bloque del Pacifico, cuyas ambiciones son bastante más reducidas que las del Mercosur, procedió a anclar su proyecto a un mundo en el cual Asia se ha convertido ya, a todas luces, en el eje central. A la diferencia del Mercosur, que permanece profundamente enraizado en la cultura Atlántica y que pudo oficiar de puente entre el continente europeo y América Latina durante los últimos 20 años, el eje del Pacifico ha apostado por una integración de su proceso productivo con la evolución de los mercados de Asia Pacifico. Más allá de las importantes diferencias socio-económicas pero también políticas que distinguen a países como Perú, Colombia, México y Chile entre ellos, pero también frente a otros estados emergentes asiáticos, esta asociación se inscribe en un proyecto de construcción dinámico, indefinido pero también impreciso. Convengamos que este eje andino difícilmente podría instrumentalizar un pasado glorioso más allá del océano, como el de la América Atlántica, que fue la cuna del intercambio comercial de masa, de imperios en trashumancia, de navegadores aguerridos y de exilios económicos y culturales significativos. Los países del eje pacifico fueron en cierta medida condenados a ver esas transformaciones desde una posición de espectadores forzados, traicionados por su geografía, que los colocaba allende la cordillera y que los fue progresivamente desplazando a las márgenes de la historia moderna del continente. La inmensidad del Océano Pacifico, la ausencia de vínculos comerciales y culturales con los países de Asia y de Oceanía –hasta un pasado reciente al menos- llevó a que este conjunto de países debiesen de valerse por sí solos y creasen sociedades autorreferentes. A pesar de que gran parte del siglo XX permitió a este conjunto de naciones transitar por avenidas institucionales y sociopolíticas comparables a las de sus vecinos atlánticos, no dejó de acarrear un conjunto importante de frustraciones especificas relacionadas con la incapacidad de acceder al desarrollo, la persistencia endémica de desigualdades sociales y, sobre todo, una débil inserción al continente y al mundo. La violencia de los procesos políticos en este área (violencia de Estado, pero también violencia entre clases sociales) llevó a lo que fueron quizás los episodios más oscuros de la historia sudamericana reciente, entre los cuales figuran la larga dictadura de Pinochet en Chile -17 años-, la guerra civil en Perú durante los años 1990, el conflicto entre Ecuador y Perú en 1996 y la persistente guerra al narcotráfico en Colombia, que hasta el día de hoy no encuentra solución definitiva.La globalización de los 1990, con su lote de reformas de mercado y de democratización alteró en parte este cuadro y permitió que estas sociedades condenadas al aislamiento geográfico pudiesen conectarse con el resto del mundo a través de la puerta quizá más inesperada. El peso creciente de Asia en esta parte del continente a través del Fórum Económico de Asia Pacifico (FEAP) y la APEC pusieron en evidencia un cambio del eje geoestratégico del nuevo milenio y abrieron la posibilidad para que los países de la región pensasen fuera de los esquemas establecidos, lo que habían sido relaciones paternalistas con los Estados Unidos y Europa. Quizá el interés más grande que tenía este esquema de integración era su modestia: lejos de las ambiciones industriales del MERCOSUR –y su laboriosa política automotriz - esta red de acuerdos estaba mayoritariamente destinada a facilitar el intercambio comercial, cualquiera que este fuese y a través de la mayor cantidad de canales disponibles. La apuesta por los servicios y las inversiones directas extranjeras encontraba su aspiración en el modelo de desarrollo de Asia del Sureste que había encontrado su origen en un desarrollo industrial endógeno, pero también en un proceso de desarrollo económico orientado al extranjero a través de los ejes aquí descritos. El modelo de integración del área pacifico ha procedido al día de hoy por un canal similar, que llevó a una rápida expansión de las inversiones extranjeras colombianas y chilenas a lo largo de la región andina, lo que favoreció a su vez la integración de servicios indispensables al desarrollo regional. El rápido desarrollo del sector de la aviación civil es quizá un ejemplo vibrante de esta integración por el mercado, con la expansión de Avianca-Taca y Lan Chile y su proyecto de fusión con la brasileña TAM. Este proceso ha permitido el nexo entre capitales y ciudades secundarias y creado un efecto multiplicador en el sector aeronáutico, pero también portuario, con la multiplicación de operaciones de inversión en los puertos del Callao Iquique y Valparaíso. Otro ejemplo no menos importante ha sido la reciente fusión de las bolsas de valores de Lima con la de Santiago y la de Bogotá, lo que ha permitido, con la adición reciente de México, crear el mercado bursátil más importante de América Latina en términos de cobertura geográfica y de capitalización. Esta iniciativa debería permitir a los países de la región multiplicar a niveles insospechados el nivel de inversión extranjera, teniendo en cuenta el atractivo de los mercados locales y las tasas de crecimiento de los últimos años. La importancia de este proceso es aún más relevante si se tiene en cuenta la orientación resueltamente favorable al libre mercado que ha marcado a este conjunto de países en los últimos veinte años. ¿Puede ser que este sea el camino para un nuevo modelo de integración para el siglo XXI, a diferencia de las experiencias pasadas en la región? Nada es seguro a la fecha, en la medida en que la interdependencia entre la esfera política y económica exige que exista una adecuación entre este desarrollo por el mercado y una convergencia de visiones del desarrollo futuro a nivel político. Y es quizá este el eslabón más débil de esta nueva alianza, en la medida en que las visiones de desarrollo a mediano plazo no están sustentadas en todos los países por coaliciones de actores sociales y políticos estables, como acaba de demostrar el ascenso irresistible de candidatos antisistema en Perú. Asimismo, tanto en países como Ecuador y Chile, la calle desafía a los concesos de la elites políticas y administrativas, y augura vientos de cambio que todavía no han sido plasmados en fuerzas de oposición. La apuesta de esta integración del área Pacifico solo podrá prosperar en la medida en que esta dinámica de cambio llegue al conjunto de los países miembros, lo que plantea a la alianza la obligación de solucionar a través una prosperidad más justa, los problemas endémicos de desigualdad que azotan a los países de la región. *Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). Actualmente es maestro de conferencias de la Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
La ola de incendios que ha asolado a la región de Briansk en los confines meridionales de Rusia, y sus efectos potencialmente devastadores sobre el medio ambiente han reducido a añicos la imagen que el régimen actual se esforzó con mucho esmero de construir durante la ultima década. De forma análoga a la que los latinoamericanos nos encaminamos a celebrar el bicentenario de la independencia de la corona española, quizá no seria poco pertinente proceder en esta sección a un breve análisis de otra conmemoración como ha sido el décimo aniversario de la llegada de Vladimir Putin al poder a fines de 1999. La restauración rusaEn este periodo que muchos observadores han calificado de restauración, Rusia alcanzó niveles de estabilidad inesperados, luego de una década perdida en la que parecía que la desorganización del Estado y su captura por importantes grupos económicos llevarían al gigante euroasiático a una entropía inevitable. La estabilidad política a la cual hacemos referencia, fue acompañada también por niveles de crecimiento económico notables y sin comparación en el resto del mundo desarrollado. El encarecimiento de las materias primas exportadas pero también el despegue de la producción local luego de la crisis económica de 1998 contribuyeron al saneamiento de la situación financiera otrora catastrófica del país, y enardecieron el nacionalismo ruso. La concentración del poder político entre las manos de la Presidencia y de la administración presidencial permitió enfrentar el resquebrajamiento del territorio ruso, y unificar y reforzar buena parte de las funciones federativas. Lanormalización de las relaciones entre el poder político y la sociedad se tradujeron en la creación ex nihilo de partidos políticos importantes y de escala federal, que redujeron los altos niveles de conflicto que habían existido en el pasado entre el poder ejecutivo y las dos cámaras del Congreso. Es indudable que la estabilización del campo político y económico conllevaron réditos inmediatamente perceptibles para la población rusa, tales como el no ver a sus salarios o pensiones devaluadas automáticamente por altos niveles de inflación, el poder hacer planes a mediano plazo, y finalmente, el pertenecer a una economía emergente -y ya no al borde del subdesarrollo. Sin embargo, y como no es infrecuente en la longeva historia de Rusia, estas percepciones de bienestar no tuvieron asidero en una estructura política y económica sustentable, lo que ha comprometido la perennidad de éstas a la vez que pone en jaque el acuerdo tácito que fue suscrito por actores sociales y políticos a comienzos del 2000. ValoraciónSi debiésemos resumirlo a pocas palabras, la ciudadanía rusa aceptó un control político centralizado y férreamente concentrado en la presidencia de la federación, en detrimento de libertades fundamentales indispensables para el funcionamiento del juego democrático. En contrapartida, el Kremlin ofreció a los ciudadanos rusos un Estado capaz de concentrar el monopolio de la violencia legitima, pero también de brindar resultados perceptibles en materia de políticas públicas. Dicho acuerdo tuvo como mérito principal entonces permitir que los ciudadanos rusos viviesen como el resto del mundo -o normalno en sus propios términos- una promesa que Boris Yeltsin no pudo o no supo honrar. La presencia formal del Estado se hizo efectiva con la pacificación manu militari del territorio ruso, la promulgación de nuevos distritos federales y la creación de prefectos nombrados por el Kremlin. Sin embargo, el poder de Moscú no tuvo la capacidad de relevar del cargo a muchos gobernadores que en la practica pudieron gobernar a su antojo a regiones estratégicas como feudos, distribuyendo prebendas y aumentando de manera alarmante los niveles de corrupción (1). Estrechamente relacionada al incumplimiento de la primera condición del acuerdo tácito entre el gobierno y la ciudadanía, la implementación de las políticas públicas ha conocido un importante revés, en la medida en que dependen de la capacidad efectiva del Estado en hacer valer sus decisiones al nivel local. Proyectos de infraestructura de importancia capital, como la autopista Moscú- San Petersburgo, se han visto así retardados indefinidamente, pero este es solo un ejemplo de los muchos que hay al nivel de las otras políticas del Estado en áreas como la seguridad, la salud o la reforma de la administración publica. El dilema rusoEsta normalización, de medias tintas, mas allá de los riesgos que presenta al corto plazo, pospuso el dilema fundacional del Estado ruso, que ha sido el de su identidad y su interés nacional. En efecto, a comienzos de los años 1990, el equipo de reformadores entre los cuales se contaban un grupo de economistas jóvenes y ambiciosos, se planteó las mismas preguntas que el conde Sergo Witte quien, bajo la autoridad del zar Alejandro III, trató de reformar el Estado y fue el artífice de la modernización del imperio a finales del siglo XIX. ¿Debía Rusia aceptar los valores de la modernidad europea y occidental, con una consecuente liberalización de las prácticas sociales y la expansión de las libertades individuales? Y si esta respuesta era afirmativa, ¿debía el poder político sustraerse de la esfera económica y permitir que instituciones -entendidas aquí como conjuntos de reglas perennes- permitiesen a los agentes económicos, incipientes en aquella época, generar riqueza y prosperidad al amparo de interferencias del poder político? Las mismas preguntas fueron las que animaron los debates al interior de la cúpula del poder político a comienzo de los 1990, sin que emergiese una visión clara del proyecto político, lo que en la práctica hizo cohabitar una carta magna extremadamente liberal con un ejercicio del poder con reflejos autoritarios pero débil en su sustancia e incapaz de prevenir la tan temida entropía de la federación. Estas interrogantes a la que hacemos referencia fueron reiteradas durante el primer mandato presidencial de Vladimir Putin (2000-2004) pero no prosperaron: el ambicioso programa de reformas fue rápidamente contrarrestado por reflejos autárquicos que reafirmaron una vez más el carácter eminentemente esquizofrénico de las reformas en Rusia. La llegada de Dimitri Medvedev al poder no alteró esta línea y todo pareciese indicar que la integración a los flujos de la globalización serán duramente negociados, retardando reformas indispensables a la sustentación de Rusia como una potencia emergente a mediano plazo. Es así como el país se encuentra una vez más en una encrucijada, condenado a repetir su historia una y otra vez, a medio camino entre una democracia y un régimen autoritario, entre una economía administrada y sectores liberalizados, entre un Estado centralizado pero segmentado a la vez.(1) Es así como el reporte anual de 2009 de Transparency International le atribuyo a Rusia la nada envidiable 146a posición en un ranking de 180 países examinados, con un empate técnico con países como Ecuador o Camerún. *Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). Actualmente es maestro de conferencias de la Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
Cuando Octavio Paz (1990) definía la posmodernidad como una modernidad más moderna, no hacía sino evidenciar cómo los desafíos propuestos por ella no habían hecho más que agudizarse en el cambio de siglo; la modernidad no desaparecía, sino que su dinámica se hacía más intensa. Consciente de ello, Oliver Kozlarek (2014) revisita en su obra la modernidad y nos invita a pensarla superando los provincianismos de las teorías que han buscado comprenderla. La modernidad no solo se caracterizaría por su humanismo y por la crítica, sino también por la constitución de una conciencia del mundo, es decir, por una conciencia de la dimensión mundial de los asuntos humanos.
Oponiéndose a lo que Pelfini (2013) identifica como un 'cosmopolitismo atlántico', o sea, un cosmopolitismo imposible en tanto generalizador de una trayectoria particular hacia la modernidad como una guía universal para los otros pueblos, Kozlarek (2004) nos propone pensar un cosmopolitismo crítico, es decir, un cosmopolitismo que intenta resituar la pregunta por lo que tenemos en común los seres humanos, sin perder de vista los problemas concretos que la modernidad global impone en los lugares concretos. Ello, al mismo tiempo, concibiéndose como una crítica de lo propio y no como una extensión de un 'alma' inmutable; en otras palabras, un cosmopolitismo que ve lo propio como un todo incompleto y no como una particularidad que deviene absoluto.
La modernidad, desde esta perspectiva, deja de encontrar en la tradición su opuesto. La cuestión más bien es el entendimiento sobre cómo la modernidad se despliega como una experiencia de destrucción de mundos (tradicionales) existentes. La verdadera contradicción de lo moderno no es la tradición, sino el provincianismo. En este punto bien vale preguntarse si se parte del supuesto de que las teorías de la modernización fueron provincianas por el 'imperialismo de lo universal' (Bourdieu, 1999) que portaban en su seno ¿fueron realmente modernas?; en otras palabras, ¿se podría afirmar que las teorías de la modernización fueron antimodernas?
El programa de Kozlarek implica una crítica a la Teoría Crítica, pero también es una alerta a la emergencia de nuevas formas de provincianismo. No se le puede oponer al universalismo occidental la conclusión de que solo puede valer un algo propio, nos dice. Si la crítica de la modernidad debe partir de una conciencia de las diferencias locales, deberemos evitar caer en un relativismo radical que no considere los problemas comunes que remiten a un plano mundial.
En este punto, podemos preguntarnos sobre nuestras teorías y tradiciones de pensamiento y sobre cómo pueden contribuir o han contribuido a una conciencia del mundo o a lo que otros apuntan como una sociología global. En este sentido, Koslarek reconoce en la crítica poscolonial un importante papel correctivo en los debates sobre la modernidad, pero también se niega a igualar modernidad con uno de sus dispositivos: la colonialidad. Además, tal como han señalado autores como José Maurício Domingues (2009), la poscolonialidad en último término se puede comprender como un intento de inversión de la operación eurocéntrica que nos podría llevar a una forma más sofisticada de particularismo.
Kozlarek en sus trabajos rescata de la crítica de Octavio Paz a la modernidad, una fuente inexplorada de imaginación sociológica con claves iluminadoras para un nuevo relacionamiento con el mundo. ¿Pero qué hacer con nuestra propia tradición sociológica sobre la modernidad?
Existen dos posibles recorridos. Por un lado, asumir que en América Latina las ideas de una modernidad distinta no fueron condensadas en una teoría sociológica de la modernidad. Como afirman Chernilo y Mascareño (2005), los obstáculos epistemológicos que nos llevaron a la 'maldición' del pensamiento latinoamericano, de la que nos habla Roitmann (2008), según la cual nuestra trayectoria se concibe como una especie de desvío de lo correctamente moderno, como un punto de fuga inapropiado, que termina por reducir la sociología latinoamericana a una sociología de la incompletud.
Otra opción es asumir que los autores latinoamericanos, más que ver un déficit en nuestra realidad, vieron el déficit en la teoría; con eso tomaron prestados aparatos analíticos de los 'centros', pero también mostraron su limitación y fueron más allá. Así lo hizo Medina Echavarría (CEPAL, 1963) con su concepto de 'porosidad estructural', mostrando que la sociedad tradicional era mucho más adaptativa y dinámica que lo que la teoría weberiana suponía, o Germani (1973) con su 'dualismo estructural', o Gilberto Freyre (1946) con su 'hybris de los trópicos', entre otros.
Sin lugar a dudas, entre nuestros autores hay mucho que se puede rescatar para reconstruir la experiencia de nuestra trayectoria a la modernidad y así contribuir a una imagen más plural y completa de la modernidad actual.
Para Kozlarek, la modernidad debe entenderse como 'totalidad plural y concreta', y no como una unidad abstracta hacia el futuro. Por ello, una teoría de la modernidad comparada debería ocupar el lugar de una teoría normativa-teleológica, para finalmente dar el paso de una modernidad excluyente a una modernidad incluyente. La modernización ya no conduce a una meta universal de todo el proceso civilizatorio.
Pero, si consideramos que la paradoja jamesoniana sigue más vigente que nunca, es decir, continúa siendo más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo, o como la planteaba otro marxista István Mészáros (2007), la cuestión sigue siendo socialismo o barbarie, si tenemos suerte y no destruimos el mundo antes, entonces podríamos preguntarnos si no se hace necesario reintroducir una dimensión proyectiva a nuestros discursos sobre la experiencia moderna. O como, de manera más clara, lo señalaba el propio Martín Hopenhayn (1994) hace algunos años, la crítica a la direccionalidad normativa de la historia de nuestro continente no se debería confundir con el rechazo de toda direccionalidad, por la importancia de imágenes futuras para hacer operativas la crítica a lo propio.
Tal vez, en el propio 'giro humanista' propuesto por Kozlarek encontraremos coordenadas para responder estas interrogantes. Para él, comprender la modernidad en clave humanista implica reconocer la posibilidad de perfeccionar nuestra condición humana a través del concurso de otros seres humanos y mediante la construcción de un mundo común.
Ahora bien, si el discurso de posmodernidad tuvo la virtud de mostrar la autorrevelación crítica de la propia modernidad, o sea, el anuncio de la imposibilidad de mantener ciertos presupuestos que han servido durante mucho tiempo como pilares sólidos del pensamiento y de las prácticas modernas, ¿cómo situar el 'viraje humanista' que Kozlarek nos propone a la luz de la cotidiana revelación de la negación de la propia humanidad en la experiencia de nuestro continente?
La lectura que Oliver Kozlarek realiza de la modernidad tiene tanto de indispensable como de urgente. Hoy, en tiempos de indignación selectiva, cuando la desaparición de 43 jóvenes normalistas en Iguala abre una vez más la herida de no poder responder al '¿dónde están?', el humanismo de Kozlarek nos viene a recordar que las campanas que doblan en estos momentos en México, en realidad, lo hacen por todos nosotros.
Referencias
Bourdieu, P. (1999). Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba.
CEPAL (1963). El desarrollo social de América Latina en la postguerra. Buenos Aires:
CEPAL. Chernilo, D., Mascareño, A. (2005). Universalismo, particularismo y sociedad mundial: obstáculos y perspectivas de la sociología de América Latina. Persona y Sociedad XIX (3), 17-45.
Domingues, J. M. (2009). La modernidad contemporánea en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Freyre, G. (1946). Casa Grande & Senzala, Vols. 1-2. Rio de Janeiro: Livraria José Olympio Editora.
Germani, G. (1973). Política e sociedade numa época de transiçao: Da sociedade tradicional à sociedade de massas. Sao Paulo: Mestre Jou.
Hopenhayn, M. (1994). Ni apocalípticos ni integrados: aventuras de la modernidad en América Latina. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Kozlarek, O. (2004). Teoría y método para una crítica comparada de la modernidad. Nueva Sociedad 194, 38-51. (2014). Modernidad como conciencia del mundo. México D.F.: Siglo XXI Editores.
Mészáros, I. (2007). O desafio e o fardo do tempo histórico. O socialismo no século XXI. Sao Paulo: Boitempo.
Paz, O. (1990). La búsqueda del presente. Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. Disponible en http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1990/ paz-lecture-s.html [diciembre 2014].
Pelfini, A. (2013). Del cosmopolitismo "atlántico" al cosmopolitismo minimalista. La subjetivación de América Latina en una modernidad plural. Devenires XIV (28), 13-38.
Roitman Rosenmann, M. R. (2008). Pensar América Latina. El desarrollo de la sociología latinoamericana. Buenos Aires: Clacso.
Como indicamos en una entrega anterior de Letras Internacionales, el estatuto de la propiedad privada ha sido una obsesión típicamente rusa, cuyos primeros avatares remontan a la época de Iván el Terrible, y se prolongan hasta el día de hoy. La emancipación de los siervos por Alejandro II, los vaivenes de la política bolchevique durante el periodo de la Nueva Política Económica (1921-1928) y la colectivización de la propiedad llevada a cabo con brío por Stalin, demostraron el hondo calado de este problema a lo largo de la historia reciente, así como pusieron en evidencia las contradicciones ideológicas pertinentes al proyecto de desarrollo nacional ruso. La apertura democrática experimentada a partir de la perestroïka (1985) y los importantes procesos de recomposición social y política no evacuaron este problema sino que al contrario, lo colocaron al centro de una controversia entre fuerzas políticas de oposición y de gobierno, hasta transformarlo en un conflicto abierto, del cual el gran perdedor fue la institucionalización de una economía de mercado capitalista. Nos habíamos referido con anterioridad al proceso de privatizaciones de los años 90. Este periodo fue importante ya que hizo converger a estos interrogantes ontológicos que acabamos de describir con necesidades funcionales de Rusia frente a la globalizacion. Si el nuevo estado ruso, plasmado en la Constitución de 1993, pudo brindar la ilusión de ser una nueva página en el capítulo de las democratizaciones de Europa del este, en realidad muchos fueron los procesos de continuidad histórica que sobrevivieron este nuevo cuadro institucional. A pesar de una voluntad inicial de convergencia con las instituciones y equilibrios políticos y territoriales del modelo occidental, la beligerancia –simbólica y real – entre poderes, centro y región, y entre el gobierno y nuevos grupos económicos de los 1990, llevaron a que la adhesión a un proyecto internacionalista dejase el paso a un modelo construido a partir de una continuidad histórica cuyos elementos fundacionales tenían sus raíces en los finales del siglo XIX. Recapitulemos : a la llegada de Vladimir Putin al poder, como primer ministro de la presidencia de Boris Yeltsin en 1999, más del 70% de las empresas publicas se encontraban entre las manos de privados, una nueva institucionalidad protegía a las empresas privadas a través de estatutos jurídicos diversificados, y el mercado disponía de un sistema bancario que sin ser perfecto, aseguraba niveles de liquidez aceptables para el funcionamiento del mercado ruso. Quizá, y más importante aun, existía una nueva clase de empresarios creados ex nihilo, con la disposición de correr riesgos y de enriquecerse, conceptos banales en el Occidente industrializado, pero totalmente nuevos en el caso de Rusia. Sin ser idílica, la configuración formal del mercado ruso de fines de siglo pasado no distaba tanto de otros países emergentes, y era razonable esperar con el paso del tiempo una corrección de las distorsiones creadas por la transición económica, tales como los oligarquías, la concentración de riquezas en manos regionales, la ausencia de reformas sectoriales y temas más globales como la ausencia de inversión en infraestructura publica. El impacto duradero de la crisis de agosto de 1998 aplanó algunas de estas aristas y le permitió al estado ruso recuperar márgenes de maniobra insospechadas. De manera análoga, la crisis y la fase de recuperación inmediata, permitió al presidente Vladimir Putin desarrollar una estrategia de desarrollo económico basado en un retorno a la primacía del Estado.Si esta ultima temática se encontraba ya en boga con el fin de la década más neoliberal de la historia del siglo XX, los fundamentales de la vuelta al Estado fueron sin embargo otros. Algunos de los grandes países emergentes, tales como Brasil o India, empezaban a evaluar el rol del Estado central como una pieza clave en el desarrollo de estrategias industriales integradas, y a estos efectos, generaron una institucionalidad adaptada a estos objetivos, pero fuertemente anclada en grupos estratégicos de la sociedad, tales como las organizaciones patronales y en la pericia de organizaciones tales como la OCDE.Como en el momento de la transición a la economía de mercado a principio de los 1990, el gobierno ruso adoptó una serie de compromisos formales destinados a asegurar que la primacía del Estado estaría destinada exclusivamente a hacer respetar la Constitución –la dictadura de la ley-, y a asegurar que las potencialidades de desarrollo de la economía rusa serían preservadas frente a intereses creados y opuestos a la sociedad. Otra serie de compromisos adoptados parecían encausarse con el camino seguido por sus pares del BRIC, tales como la voluntad reafirmada de entrar en la OMC y renovar asociaciones estratégicas con la Unión Europea y la OTAN. A pesar de lo mencionado, la sustancia de las reformas de Vladimir Putin expandió la esfera de acción del Estado al punto de revocar estos principios. La dictadura de la ley se caracterizó en un medio de expropiación de bienes e industrias estratégicas a favor del Estado o de aliados de este. Es así como importantes grupos petroleros (Lukoil) devinieron la propiedad de aliados del poder, con la excusa de revertir los excesos de los años Yeltsin. Sectores que otrora beneficiaron de una relativa libertad fueron integrados en listas estratégicas que, si bien en la forma aspiraban a generar sinergias, en la práctica pasaron a ser estrechamente supervisadas por interventores del Kremlin que oficiaban en los consejos de dirección. La apertura al input social y extranjero fue progresivamente desvaneciéndose, en la medida en que las relaciones entre el gobierno y organizaciones patronales fueron haciéndose distantes, y la contribución que podrían haber generado los procesos de negociación con organismos internacionales fueron relegados sine die, en la medida en que la economía rusa se recuperaba a grandes trancos. Las tasas de crecimiento del 7% anuales que fueron la tónica de los años Putin permitieron, gracias a las recursos generados por el petróleo, hacer menos urgentes los procesos de integración económica, y blindaron a Rusia de intervenciones humillantes como las del FMI en los años 1990.Al amparo de estas dinámicas, el Estado central efectuó una serie de procesos distributivos que eliminaron cierto grado de virtualidad a la economía rusa –con el control del sistema financiero y la intervención de la Sberbank- y reforzaron el rol de los sectores industriales integrados como el siderúrgico. Teniendo ya a mano a la metalurgia, los hidrocarburos, y contando como aliados a sectores estratégicos como el del armamento, el Kremlin disponía ya a la salida de Putin de una serie de pilares que permitirían pensar nuevas estrategias productivas y generar una planificación a mediano plazo. Claramente, esta configuración se encontraba al opuesto diametral de lo que había sido la relación a la propiedad en los años 1990, donde las empresas publicas privatizadas fueron fuente de poder y control de recursos pero nunca fuente de ingresos y destino de inversiones. ¿Asistimos entonces a una nueva configuración del capitalismo ruso? ¿Ha cambiado la desconfianza visceral del poder a la propiedad privada? Claramente, la voluntad de control y de supervisión del Estado sobre el conjunto de los sectores estratégicos tenía consecuencias más sutiles que las estrictamente económicas, en la medida en que limitaba de una vez por todas la emergencia de un grupo de actores económicos capaces de desafiar un día el poder. La poca penetración del capital internacional en este nuevo proyecto de desarrollo para el siglo XXI ha limitado, asimismo, otras perspectivas relativas a la colaboración entre el mercado y el Estado. ¿Podrá entonces este modelo de desarrollo lograr hacer frente a los desafíos de la década a venir? Responderemos a esta pregunta en la tercera y ultima parte de esta crónica rusa.*Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). Actualmente es maestro de conferencias de la Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
IntroducciónLa democracia y la alternancia son dos conceptos que se complementan en el tiempo. Es decir, no poseen ni pueden poseer un significado analítico estático. En ese marco, definimos democracia como la sucesión de los momentos analíticos A+B+C, donde el momento del ejercicio electoral es B. A es anterior al proceso electoral y C es el momento posterior. A se comprende como el momento donde se construye la igualdad entre todas las partes o personas. C es el momento donde se confirma y consolida el significado de igualdad ya que el proceso electoral acontecido en B supuso la elección de una mayoría que gobierna y una minoría que controla como consecuencia del principio de igualdad establecido en A. Este es el punto analítico central de la construcción de la democracia liberal por oposición a la democracia plebiscitaria: las mayorías y minorías se conforman en B a partir de la sumatoria de partes iguales establecida en A y es ese proceso igualitario (con mayorías y minorías) el cual se consolida en C.Parte I: Democracia ¿Es el ejercicio del voto un momento estático o dinámico en la idea de Democracia? El momento del voto es dinámico porque no se puede entender fuera del proceso anterior y posterior al día de la elección, momentos donde impera el principio de igualdad. Es decir, hay una elección donde quien obtiene, por ejemplo, 60 votos gobierna y quien obtiene 40 votos controla, porque se asume anterior y posteriormente el principio de igualdad. Como mencionamos, A es el momento analítico anterior a la votación, B es el momento de la votación y C es el momento analítico posterior. En nuestra definición la democracia se concibe como A+B+C. La democracia es un proceso donde el ejercicio del voto no tiene sentido político ni analítico por fuera del principio de igualdad en A y C.Así, quien obtiene 60 votos en el momento B gobierna porque en A cada uno de los 60 votantes eran iguales a cada uno de los otros 40. A su vez, la relación analítica entre A y B hace políticamente imposible intentar maniatar en el momento C los derechos de quienes obtuvieron 40. Quienes han construido una mayoría de 60 son iguales a quienes han construido una minoría de 40. No es posible sostener en el momento C que 60 tiene "derecho" a limitar a 40 porque su legitimidad deviene de B. Dado que B no es (cuando sucede) solo B sino A+B, los derechos de 60 y 40 son los mismos en el momento C. (1)Podemos recurrir a un ejemplo contemporáneo en América Latina. En distintos países, se han desarrollado procesos electorales donde los ganadores han aprovechado su victoria electoral en B para intentar modificar en C las reglas de juego. Mas precisamente, han intentando modificar la Constitución, argumentando para ello la legitimidad que les daba obtener la mayoría en el momento B. En países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua, se han sucedido procesos de reforma constitucional que aspiraron y lograron en C introducir modificaciones que buscaban limitar los derechos de las minorías. En parte, esos procesos políticos han sido y son exitosos porque las mayorías han logrado establecer la creencia que el proceso electoral es en la democracia ajeno al principio de igualdad en A y C. Es decir, esas mayorías han logrado tergiversar el principio de igualdad y han establecido que B es capaz de modificar derechos en C porque B es autónomo de A. Es por eso que sistemáticamente se confunde la legitimidad democrática de líderes (como por ejemplo el Presidente de Venezuela Hugo Chávez) valiéndose de sus sucesivos triunfos electorales (en el caso de Chávez, 19 procesos electorales desde 1998 con 18 triunfos y una derrota). Para la versión plebiscitaria de la democracia, son los triunfos electorales los que legitiman a Chávez a implementar cualquier tipo de reformas y serán las hipotéticas derrotas electorales las que le impedirán proseguir su programa. Para esta visión, todo depende de los sucesivos B's. El principio de igualdad en A y C ha quedado perimido o maniatado. La democracia es una construcción estática en un momento electoral B. Los momentos anteriores y posteriores son meros episodios donde se implementan las decisiones tomadas en B. Dado que analítica y políticamente A no posee relevancia, el momento C posterior a la elección no es percibido como un momento donde las minorías tienen los mismos derechos que las mayorías sino, en cambio, es asumido como un momento donde se confirma que mayorías y minorías son distintas (dado que B ha construido para ellos, autónomamente, derechos distintos). Aquello que en B es la sumatoria de partes iguales deviene, en los procesos plebiscitarios-populistas, en un posterior momento C donde la sumatoria de partes iguales se transforma en la existencia de partes con derechos distintos. Esta evidente distorsión de la democracia se ha consolidado.Parte II: Alternancia El papel de la alternancia en la calidad de la democracia se encuentra en parte subestimado. Asumamos una polis con dos expresiones partidarias: A y B. Se ha pensado a la alternancia como un estado de cosas donde A le traspasa el poder a B. Sin embargo, el concepto de alternancia supone mayor complejidad: primero, como mencionamos, la alternancia no es estática sino dinámica. Es decir, no es el mero acto por el cual un presidente de un partido o coalición A le entrega la banda presidencial a un representante de B. En cambio, la alternancia supone un proceso que comienza en un momento donde A y B se enfrentan en elecciones competitivas, continua en la transición (de A a B), prosigue en el ejercicio que A y B hagan tanto del poder como de la oposición y termina cuando B le entregue el poder a otra expresión política (en nuestro ejemplo A, pero solo es relevante que sea no-B. Es decir, puede ser A, C o D). Paso seguido, podemos ver que una versión mas compleja de alternancia supone dos procesos electorales y dos traspasos de mando en un marco de estabilidad. La cuestión de la estabilidad es relevante porque, por ejemplo en América latina, enfrentamos situaciones donde la posibilidad de alcanzar el poder no necesariamente supone la posibilidad de ejercerlo eficientemente.Luego, una adecuada definición de alternancia tiene como condición necesaria el traspaso del poder de A a B, el eficiente ejercicio del poder por parte de B (2) y su posterior traspaso a A. El papel de la eficiencia en el ejercicio del poder es relevante como condición necesaria de una democracia de alta calidad ya que ello supone la existencia de elecciones competitivas y la posibilidad de la oposición de acceder al poder y administrarlo con los atributos suficientes.Es necesario remarcar el papel analítico que supone para la calidad de la democracia el ejercicio de la oposición que hagan alternadamente A y B. Es decir, el papel de la alternancia deviene relevante cuando aceptamos que una democracia de mayor calidad radica tanto en el ejercicio eficiente que se haga del poder como en el ejercicio eficiente que se haga de la oposición por parte de A y B. Este punto ha sido subestimado: cuando hablamos de ejercicio del poder lo hacemos pensando en el uso que de él se hace desde el gobierno y no en el uso que de él se hace desde la oposición. Luego, para que A y B demuestren responsabilidad en el ejercicio del poder deben también demostrar capacidad en el ejercicio de la oposición y, para ello, la alternancia deviene necesaria.Podemos recurrir a 3 ejemplos para pensar en perspectiva comparada. Argentina, Chile y Uruguay han recorrido un período de tiempo prudencial desde la recuperación de la democracia que hace posible la comparación. Argentina recuperó la democracia en 1983, Uruguay en 1985 y Chile en 1990.A partir de la recuperación democrática en 1983 asume la presidencia argentina el radical Raúl Alfonsin, quien no completa su mandato y entrega anticipadamente el poder en julio de 1989 al peronista Carlos Menem. Menem reforma la Constitución en 1994 para hacerse reelegir en 1995 y entregarle el poder en 1999 al radical Fernando de la Rua. Este no termina su mandato y renuncia en la profunda crisis política, económica y social de diciembre de 2001. La Asamblea Legislativa nombra al senador de la Provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde, quien entrega el poder al peronista Néstor Kirchner en 2003. Este le traspasa el poder a su esposa Cristina Fernández de Kirchner en 2007.La principal pregunta que deja la democracia argentina contemporánea no es sobre el fracaso de los distintos procesos sino sobre la imposibilidad de aprender de ellos. 28 años de democracia han sido suficientes para alcanzar consideraciones parciales: los actores políticos no han podido articular mínimos consensos tácitos.Más aún, si se analiza a partir de la descripción analítica anterior, la historia política argentina revela la ausencia de alternancia no sólo desde la recuperación democrática de 1983 sino desde sus inicios constitucionales. Argentina sancionó su Constitución en 1853-60. (3) Los conservadores ganaron sucesivamente las elecciones mediante el fraude desde la presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868) hasta la implementación en 1916 del voto universal, secreto y obligatorio, cuando alcanzara el poder el radical Hipólito Irigoyen. Como mencionamos, una condición necesaria no suficiente para la alternancia es la existencia de elecciones transparentes y competitivas. Eso sucedió en 1916, 1922 y 1928, pero el triunfo perteneció al mismo partido político, la Unión Cívica Radical. Entre 1930 y 1946 gobernaron fraudulentamente distintas alianzas entre militares y civiles. En 1946 llega por primera vez al poder el Coronel Juan Domingo Perón. En 1949 reforma la Constitución para poder ser reelecto en 1952. En 1955 Perón es derrocado y la democracia regresa en 1958 cuando es elegido el radical Arturo Frondizi (el peronismo fue proscrito entre 1955 y 1972).Frondizi fue derrocado en 1962. Se celebraron elecciones en 1963, alcanzando la presidencia el radical Arturo Illia, quien fuera derrocado en 1966. La democracia se recupera en 1973. Asume por pocas semanas el mandatado por Perón, Héctor Campora. En el mismo año asume la fórmula Perón-Perón. El General muere en 1974 y su viuda, Maria Estela Martínez, es derrocada en 1976. Como mencionamos, la democracia se recupera definitivamente en 1983 (4). Como es posible ver, la historia política argentina no posee alternancia. En ningún momento de la historia moderna un partido A, habiendo ganado elecciones libres y competitivas, le traspasa el poder a un partido B, quien, después de gobernar eficientemente, le traspasa el poder a otro partido. Por su parte, ¿Cual ha sido el desempeño de Uruguay en el periodo 1985-2010? Uruguay ha enfrentado dos procesos de alternancia basado en su antiguo bipartidismo y un tercer proceso inconcluso a partir de la nueva configuración partidaria que ha supuesto la aparición de un tercer actor como es la coalición de izquierdas Frente Amplio. Por un lado, tanto la primera transición del gobierno colorado en 1990 como la transición del gobierno blanco en 1995 han sido eficientes. Por otro lado, la aparición de un nuevo actor políticamente relevante como el Frente Amplio ha generado un nuevo marco donde todavía falta concretar dos pasos para la consolidación de la alternancia: traspasarle el poder a un presidente de la oposición y que este termine su mandato eficientemente.Sin embargo, es necesario marcar que la ausencia de alternancia plena en el Uruguay contemporáneo responde a la consolidación de la coalición de izquierdas como el principal factor de poder. Es decir, el interrogante que le queda responder a la sólida democracia uruguaya es cómo el Frente Amplio desempeña el rol opositor después de dejar el poder. Si bien se conoce como se ha desempeñado en la oposición en el periodo 1985-2005, el hipotético rol opositor que le tocará en el futuro se dará en un marco donde habrá ya gobernado por lo menos dos períodos de gobierno obteniendo en ambas ocasiones alrededor del 50% de los votos. (5)A su vez, la experiencia chilena se encuentra en camino de terminar un proceso de alternancia de alta calidad. Desde la recuperación democrática en 1990 se sucedieron 4 gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, una coalición de centro izquierda formada por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Socialista (PS), el Partido Radical (PR) y el Partido por la Democracia (PPD). Los dos primeros gobiernos fueron presididos por los democristianos Patricio Aylwin Azocar (1990-1994) y Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000) y los dos segundos por los líderes socialistas Ricardo Lagos Escobar (2000-2006) y Michelle Bachelet Jeria (2006-2010). Así, podemos ver que primero la alternancia sucedió dentro de los dos partidos principales de la coalición que habían estado históricamente enfrentados (mas dramáticamente, en la caída del gobierno constitucional del socialista Salvador Allende (1970-73) (6).Sin embargo, no es posible pensar la dinámica partidaria acontecida dentro de la Concertación en sus 20 años de gobierno como un proceso de alternancia. En el periodo 1989-2006 se sucedieron 4 elecciones libres y competitivas pero no se ha dado la alternancia. Las elecciones presidenciales de 2009 posibilitaron la llegada por primera vez al poder de la coalición de centro derecha Alianza por Chile (ahora llamada Coalición por el Cambio). Por ende, nuestra definición de alternancia alcanzaría a la notable experiencia chilena cuando la actual coalición le traspasare el poder a un opositor (ello solo sucedería en 2014 si la oposición triunfara en los comicios presidenciales. En el caso de un triunfo de la coalición de centro derecha gobernante, la confirmación de la existencia de alternancia se prolongaría en el tiempo. Nótese que esa hipotética ausencia de alternancia en la experiencia chilena no menoscaba la alta calidad de su democracia, por lo que sería posible encontrar ejemplos donde democracias sin procesos consolidados de alternancia poseen mayor calidad institucional que otras que han completado dicho proceso).Consideraciones finalesA partir de la experiencia contemporánea chilena, podemos ver que la existencia de consensos mínimos incentiva a los electores a pensar racionalmente en votar alternativas dado que el cambio supone menos riesgos. A su vez, esto conlleva que si una alternativa alcanza el poder, es mayor la posibilidad que concluya su mandato exitosamente. Esto genera nuevos incentivos a la posibilidad de la alternancia. Paso seguido, sería posible ligar el círculo virtuoso de la alternancia a la paridad de los resultados electorales. Es decir, en un marco donde se han acordado consensos mínimos, una hipotética paridad electoral no sólo no genera dudas sobre la gobernabilidad sino que incentiva la búsqueda de más acuerdos.Por el contrario, ámbitos políticos como el argentino, donde el recorrido democrático no ha logrado alcanzar consensos mínimos, potencia escenarios electorales donde las partes y los ciudadanos perciben la paridad como un potencial problema para la gobernabilidad. En ese marco, una elección presidencial que suponga un partido A con 45% de los votos y un partido B con 42% genera incertidumbres. En cambio, si A y B hubieran alcanzado en 27 años de democracia, tácita o explícitamente, acuerdos mínimos sobre el funcionamiento de un polis virtuosa, sería posible interpretar que 45% mas 42% del electorado coincide en un conjunto relevante de políticas. En un marco donde los disensos son mas estructurales que los consensos, la democracia enfrenta en el mediano plazo mecanismos que complican un escenario de paridad. Por ejemplo, el federalismo argentino ha contribuido a profundizar los disensos. ¿En que medida ha sido esto causa o consecuencia? Un federalismo de baja calidad (asimétrico y donde las provincias mas pequeñas se encuentran sobre-representadas) ha consolidado un escenario político donde los actores no han sabido cómo construir acuerdos mínimos. Desde esta perspectiva, el federalismo ha contribuido como consecuencia al deterioro institucional argentino. Paso seguido, ¿En que ha contribuido como causa? En el fortalecimiento de la lógica neo-autoritaria que recorre distintas provincias. Esta lógica descansa en la asimetría electoral como virtud: sistemáticamente es posible ver como el partido A supera al partido B por cifras que denotan la existencia de una polis electoralmente no competitiva. A su vez, estas democracias locales asimétricas son sistemáticamente presentadas como expresión de una administración exitosa. Más aún, los actores en pugna no han siquiera buscado articular un argumento contra la consolidación de esta distorsión de la democracia: cuando A obtiene 70% y B 30% no estamos en presencia de un gobierno provincial exitoso sino de una democracia de baja calidad. Como demuestran los procesos electorales en Chile y Uruguay, los gobiernos exitosos no obtienen 70% y ganan por 40 puntos. Dado que parte del éxito de un gobierno es consolidar la diversidad que supone toda sociedad compleja, muchos gobiernos exitosos apenas superan el 40% de los votos, generalmente no alcanzan el 50% y, en distintas experiencias, ganan con una moderada distancia en balotaje. Como mencionamos, parte del éxito de un gobierno es obtener un resultado electoral que refleje tanto su aceptación social como la existencia de una polis compleja y, por lo tanto, plural.Democracia y alternancia son conceptos que adquieren un significado analítico relevante en el tiempo. La democracia construye la igualdad en sucesivos episodios. La alternancia alcanza su significado dentro de la democracia y deviene una condición necesaria no suficiente para la consolidación de una polis de alta calidad. Las experiencias contemporáneas comparadas de Argentina, Chile y Uruguay ayudan a comprender que el tiempo ha generado círculos virtuosos y viciosos del consenso y del disenso donde las democracias aprenden y des-aprenden.(1) La relación analítica entre democracia e igualdad es parte central de la filosofía política clásica. La filosofía política contemporánea ha introducido una variante sofisticada: la relación analítica principal ha pasado a ser entre justicia e igualdad. Las teorías de la democracia han dejado su lugar a las teorías de justicia. La filosofía política contemporánea se podría resumir como un largo dialogo con John Rawls y su Teoría de Justicia. Ver Rawls, John (1971): "A Theory of Justice". Cambridge, Harvard University Press.(2) El eficiente ejercicio del poder no significa necesariamente la existencia de un período de gobierno exitoso pero sí de un período de gobierno no traumático.(3) Se denomina la Constitución de 1853-60 porque fue formalmente sancionada en la ciudad de Santa Fe en 1853 pero la provincia de Buenos Aires (la más poderosa de la Confederación Argentina) se avino a formar parte de la nación en 1860.(4) Ver Botana, Natalio y Ezequiel Gallo (1997): "De la república posible a la república verdadera". Editorial Ariel. Buenos Aires-Argentina. Oszlak, Oscar (1997): "La formación del Estado Argentino. Origen, Progreso y Desarrollo Nacional". Editorial Planeta. Buenos Aires-Argentina. Capítulo 1. Desde otra perspectiva ideología a la de Oszlak, ver Floria, Carlos y Cesar García Belsunce (2009): "Historia de los Argentinos". Editorial El Ateneo. Buenos Aires, Argentina. Un análisis de la Argentina contemporánea puede verse en Novaro, Marcos (2010): "Historia de la Argentina, 1955-2010". Siglo XIX Editores. Buenos Aires-Argentina.(5) Una rigurosa introducción al proceso de renovación en la coalición de izquierdas puede verse en Muir, Rick (2005): "The Long March of the uruguayan left. Ideological and programmatic change in comparative perspective," en Bicentenario. Revista de Historia de Chile y America. Vol 4, Nro 2.(6) La exitosa experiencia chilena ha sido ampliamente estudiada. Por ejemplo, puede verse Walker, Ignacio (1992): "Socialismo y Democracia. Chile y Europa en Perspectiva Comparada". CIEPLAN-Hachette. Santiago-Chile. José Rodríguez Elizondo ha escrito un muy buen ensayo (1995): "Crisis y Renovación de las Izquierdas: De la revolución cubana a Chiapas, pasando por 'el caso chileno'". Editorial Andrés Bello. Santigo-Chile.*Profesor Invitado, Depto. Estudios Internacionales, FACS - Universidad ORT Uruguay.Profesor adjunto de Ciencia Política en la Universidad Abierta Interamericana de Buenos Aires.Master en Filosofía Política, London School of Economics and Political Science.
Con la presente Tesis Doctoral abordamos críticamente la visión ilustrada del indígena de la frontera meridional chilena como marco geográfico y la centuria de la Ilustración como coordenada temporal, especialmente su segunda mitad. Un análisis de sus tres familias básicas que no contempla por razones cronológicas a los picunches o gentes del norte, pero sí a los mapuches –gente de la tierra–, huilliches –gente del sur o sector meridional mapuche– y los pehuenches cordilleranos –gente del pehuén o pino chileno–. Esta división horizontal en razón de su distribución latitudinal se complementa necesariamente con la clásica repartición cuatripartita longitudinal de los butalmapus o distritos indígenas. Así, la frontera araucana, entre el río Bío-Bío y la plaza de Valdivia, se dividía en: costa, llanos, precordillera y la Cordillera propiamente, barrera que no fue obstáculo para unas relaciones fluidas. Además, al sur de la misma se extendía la frontera huilliche, que abarcaba desde el presidio valdiviano hasta Chiloé. Y, por supuesto, los pehuenches, que enseñoreaban ambas vertientes andinas. La naturaleza del estudio parte de un enfoque metodológico multidisciplinar histórico y antropológico, y supone un análisis de media duración del espacio fronterizo, en especial de su actor indígena, que con la Ilustración va a ver revalorizado en su papel. Asimismo, destacamos un aspecto básico transversal a todo el trabajo de aproximación a la realidad fronteriza araucana y hulliche, como es el proceso de cambio cultural, cuando al choque inicial le sucede un sistema complejo de relaciones. El surgimiento de una cultura de frontera se realiza dentro de unos parámetros de comportamiento social relativamente compartidos por ambas comunidades en contacto prolongado. Un proceso de aculturación con fases de aceleración y retroceso, y bidireccional en cuanto a los elementos culturales cedidos y adaptados; aunque sea la cultura hispana la principal donadora. Pretendemos observar si la historia de la frontera chilena es una historia que supera el mero enfrentamiento para convertirse en una frontera dinámica, donde la convergencia de protagonistas colectivos alcanzó en el siglo XVIII una dimensión propia como espacio compartido y nuevo en sus interrelaciones. Comprobar si la nueva fisonomía social y mestizaje de elementos culturales heredados de la implantación hispana y legatarios del habitante nativo, dieron lugar a una sociedad que rompía el ciclo de lucha y se ofrecía mestiza y original. Igualmente, procuramos comprobar si el resultado más significativo del contacto secular fue el conocimiento y la integración de ambas comunidades por encima de conflictos cerrados. Nuestra principal contribución, que matizamos más abajo, va en la línea de reivindicar el espacio fronterizo chileno como un territorio de confluencia e intercambio, superando la visión de choque continuado de una parte de la historiografía más interesada en la consagración de mitos "incuestionables", que ignora la complejidad de un fenómeno mucho más rico y cambiante. Si bien esta corriente interpretativa ya está marcada por la historiografía reciente de la mano de autores como Gertrudis Payás, José Manuel Zavala, Jorge Pinto, Leonardo León, Jaime Valenzuela y Jimena Obregón, entre otros estudiados exhaustivamente en el presente texto, hemos querido profundizar en la misma y analizar el progresivo proceso de secularización de la frontera más allá de los intercambios comerciales y el mestizaje. Aquí radica nuestro aporte más sustancial y personal, mencionado anteriormente. Siguiendo las orientaciones de Guillaume Boccara al respecto y añadiendo al comercio el elemento simbólico, las representaciones culturales, el universo de las mentalidades y los imaginarios colectivos junto a los recursos, semántica y otros elementos de apropiación. El estudio de la frontera nos lleva ineludiblemente a las formas de contacto violentas y pacíficas entre sociedades, y la génesis de una nueva entidad diferenciada. Esta idea cenital de la literatura producida por los estudios fronterizos desde las aportaciones del profesor Sergio Villalobos y sus discípulos ha quedado matizada o, mejor, enriquecida por el análisis de los procesos de interacción étnica, podemos recordar a Rolf Foerster o José Bengoa, por ejemplo. En este sentido, recordamos la clarividente idea de Pinto Rodríguez en relación a los intercambios mutuos, aparte de los circuitos comerciales locales o regionales –incluso de una futura proyección imperial–. Los cambios fueron simultáneos y obedecieron a factores de índole externa e interna. Desde el punto de vista indígena, no solo la resistencia y sus derivaciones contribuyeron a conformar una sociedad fronteriza, sino también las transformaciones operadas en el propio seno del mundo nativo a consecuencia del contacto sostenido en eltiempo con los españoles. El tema es de una gran relevancia y actualidad, objeto de debates y polémicas sobre la inserción en la sociedad chilena, a los cuales no han permanecido ajenos los historiadores, muy al contrario. El conflicto que mantiene el pueblo mapuche con el gobierno chileno arranca de la misma constitución del Estado, así lo hemos contemplado, aunque sucintamente por su contemporaneidad, al hablar de las categorías semánticas y especialmente del debate historiográfico fronterizo, en consecuencia emplazamos al capítulo correspondiente de la primera parte. Las escuelas de estudios fronterizos y de relaciones interétnicas quedan contrastadas en dicho apartado de la Tesis con un estado de la cuestión bibliográfica, así como las soluciones de síntesis más novedosas y actuales. Todos estos valiosos aportes historiográficos y antropológicos enhebran el trabajo y son comentados recurrentemente, pues sin tales cimientos no se podría seguir construyendo una ciencia histórica capaz de explicar y comprender el presente desde la reconstrucción del pasado, según la "Escuela de los Annales" y en palabras de Braudel. De igual manera, al final del trabajo hemos incluido un comentario acerca de las fuentes consultadas, que manifiestan la colaboración interdisciplinar metodológica y cruce de testimonios de naturaleza variada, al cual remitimos para una lectura más amplia y pormenorizada. Tan solo anticipar su diversidad documental y de centros de investigación a lo largo de tres estancias en Chile. Asimismo, en orden a la temporalidad, queremos realizar dos matizaciones previas. En primer lugar, hemos analizado la cuestión mapuche actual someramente allí donde ha sido necesario para comprender el presente desde su raíces históricas, en concreto el reformismo tardío de Carlos III y Carlos IV. En segundo lugar, igualmente analizamos la primera mitad de la centuria ilustrada cuando sirve al conocimiento del periodo tardocolonial, pues aunque somos conscientes del inicio de la política reformadora desde Felipe V, nuestro interés se centra en el marco cronológico finisecular, precisamente donde el vacío historiográfico es mayor o requiere de nuevas interpretaciones de cara al próximo movimiento emancipador. Respecto al indígena, se trata de rescatar la diversidad de sus respuestas frente a la forzada homogeneidad y las valoraciones de los ilustrados que plasmaban esa nueva realidad desde premisas novedosas. Interrogando a los testimonios de españoles y extranjeros sobre sus estrategias de subsistencia, realidad política, estructura social y valores o patrones culturales, podremos captar las continuidades y los cambios de los indígenas y las transformaciones en las visiones de los observadores europeos. Las hipótesis de trabajo planteadas y sujetas a verificación se centran en la nueva situación de la frontera ilustrada. Es decir, si hubo una nueva concepción global fronteriza desde la metrópoli y sus autoridades indianas delegadas tendente a reforzar territorios en movimiento de expansión y el control efectivo de los integrados en la Monarquía Hispánica por temor a las repercusiones de la cambiante política europea. Si quedó ratificado de facto lo consagrado de iure, esto es, la soberanía efectiva sobre la frontera. ¿Pudieron operar factores exógenos como la amenaza real de asentamiento foráneo en puntos clave geoestratégicos de la América española que llevaran al replanteamiento acerca de los "salvajes" o "bárbaros" por los hombres del absolutismo ilustrado? Si fue así, ¿enfocaron la cuestión con métodos propios o se insertaron en la cadena de soluciones heredada frente al fenómeno fronterizo? ¿Se implementaron dispositivos y mecanismos de contenido cultural y fondo político como estrategias novedosas? La frontera del reformismo debe abrirse a otros protagonistas, como los agentes de intermediación, en especial las mujeres. En este sentido nos planteamos cuál fue el verdadero alcance de su papel, olvidado entre el ruido de las armas, al igual que la importancia de los recursos en la apropiación del medio y sus habitantes. Además de verificar esta política oficial intencionada y planificada durante el XVIII, de modo acentuado en su segunda mitad, comprobaremos si pudo obedecer igualmente a la influencia de respuestas locales que condicionaran la dinámica interna y hasta qué grado son posibles los análisis comparativos con otras fronteras indianas. El uso del universo simbólico para la inclusión y su verdadero alcance constituye una hipótesis primordial de nuestro enfoque antropológico. Asimismo, planteamos la nueva visión del "otro" indígena, que por encima de enfrentamientos bélicos los presenta como hombres en última instancia súbditos del rey distante, que es necesario reintegrar por vías de la asimilación cultural a su verdadera condición de vasallos del rey católico. Un acercamiento que supera mitos nacionales consagrados por la historiografía en muchos casos y en proceso de revisión, que deja atrás la idea del indio rebelde y lo contempla como elemento en sí mismo, integrado más o menos según la variedad de respuestas y los tiempos de las mismas. Igualmente, en conclusión lógica de lo anterior, entre los objetivos que perseguimos está contemplar la frontera mucho más allá de la dinámica de enfrentamiento, optando por la concepción de un espacio total e integrador, eso sí, de personalidad propia y diferenciada. Un espacio de confluencias que se abre paso gracias al progresivo entendimiento fruto del conocimiento y de necesidades mutuas. Finalmente, otra hipótesis de trabajo observa la frontera secularizada de finales del siglo XVIII no solo como un proceso de aculturación inicial y posterior transculturación, sino también como un medio aprovechado por los españoles de cara a la movilidad social ascendente. De ahí que el conocimiento sobre el indígena sea objeto de variadas reflexiones que coloquen al nativo como elemento clave del desarrollo regional y camino de la promoción político-administrativa. La reconstrucción del pasado debe cumplir la función social de mejorar el presente, si consideramos que somos lo que fuimos, dicha comprensión retrospectiva sirve para reconocer que seremos lo que somos, de ahí la importancia de reflexionar sobre espacios de encuentro, de mediación intercultural entre europeos y americanos. Partimos de la premisa de que toda historia es historia contemporánea, como Benedetto Croce apuntó. Escribimos y leemos Historia para comprender y mejorar nuestro presente, para adquirir el bagaje suficiente que nos permita hacer frente a los retos de nuestro tiempo, como los desafíos de las migraciones y contactos o la diversidad cultural, por otra parte tan añejos como la dispersión de nuestra especie por el planeta. No es el camino emprendido colocar datos en secuencia por la mera información por sí mismos aportada, sino que la posición que adoptemos ante el pasado y sus relaciones con el presente son vitales para la sociedad entera y no solo para los historiadores, albaceas de la memoria de la experiencia colectiva. Nos preguntamos, siguiendo al maestro Hobsbawm: "¿Qué puede decirnos la historia sobre la sociedad contemporánea?". El contexto económico, político y sociocultural de aquella lejana frontera debe considerarse relativo al punto de vista del observador, por ello adoptamos una perspectiva inclusiva desde la historia social. La historiografía tradicional iberoamericana se caracterizó por fijar la atención en el Estado-nación y su historia broncínea de héroes epónimos fundadores. Hoy en día, ante los retos de la globalización resulta inexcusable una historia regional integradora y comparada, en línea con las nuevas rutas abiertas por la historia atlántica. América ha adoptado una postura crítica como marco intelectual, aceptar las "certezas supuestas" suele ser cómodo, pero resulta muy discutible cuando falta la investigación que acredite dicha certidumbre. Las polémicas, en la raíz americana, avivaron una autocrítica histórica que bien puede transformarse en sano criterio de búsqueda actual, sin llegar a la iconoclasia, pues construimos historia sobre lo preexistente. Al fin y al cabo, "no es la Historia campo de curiosidades (…) En este gran Theatro no se entra à especulaciones infructuosas", sino a interpretar los cambios y permanencias que explican su continua construcción en beneficio personal y social: "asi por lo que mira à su persona, como al gobierno de otros". Los contactos entre pueblos son tan antiguos como la historia misma de la humanidad, sin embargo, aunque mantienen similitudes, también operan divergencias, siempre dentro del proceso general de cambio experimentado, pues "transición es todo en la Historia hasta el punto que puede definirse la Historia como la ciencia de la transición". La frontera es un escenario privilegiado en este sentido y se constituye como un espacio geográfico y cultural de choque y encuentro entre mundos diferentes que interactúan recíprocamente por medio de procesos de aculturación o transculturación. Respecto al primero, entendemos el término como un proceso complejo de contacto cultural, cuyo fruto consiste en la asimilación o recepción por un grupo social de rasgos de otra sociedad mediante la imposición, física o simbólica. Mientras que en relación al segundo, partimos del proceso dibujado por Fernando Ortiz e inspirado por José Martí y la idea de integración cultural, según el cual sería la gradual recepción por un pueblo o grupo social de formas culturales ajenas, que terminan sustituyendo a las propias. Ambas partes resultan modificadas, pues siempre se da algo a cambio de lo que se recibe, en palabras de Bronislaw Malinowski14. En las fronteras chilenas analizadas –araucana, cordillerana y huilliche– se intentó lo primero, pero operó lo segundo. Los préstamos culturales circularon reciproca pero desigualmente entre ambas comunidades. El hecho fronterizo –tanto humano como territorial– puesto ante los procesos globales del tiempo presente puede, sin duda, acometerse con mayores posibilidades de éxito gracias al conocimiento de ámbitos de contacto pasados. La globalización no significa homogeneidad, pues la diversidad etnológica y cultural es patrimonio de todos, pero sí es oportunidad para una mayor solidaridad y cooperación entre pueblos, máxime si mantienen fuertes lazos históricos y afectivos. Por otra parte, permite el análisis crítico sobre la interculturalidad en relación a la colonialidad del poder, aunque no es nuestra intención actual. América es un continente multicultural por obra del mosaico de pueblos que lo habitan con sus respectivas culturas, la mirada no-indígena define desde fuera su realidad, lo cual significa la construcción de un sujeto ajeno a la propia identidad indígena. La identidad étnica es un concepto dinámico que tiene un punto referencial en su propia historia. Una visión lineal impuso el recorrido de "salvajes" a "bárbaros" y de aquí a "vasallos", luego vendrían los "ciudadanos", pero tal recorrido fue dispar en cuanto a una comunicación constructiva entre ambos a pesar de la interacción permanente. El conocimiento mutuo entre españoles y mapuche-araucanos vino de la mano de nuevas relaciones y perspectivas hacia el otro diferente nacidas de la visión reformista, y sirvió de enlace entre unos y otros vía complementariedad o interdependencia. Por otra parte, la naturaleza de la interacción y la ordenación de las relaciones interétnicas deben contemplar la existencia de límites identitarios a las asociaciones y adaptaciones. El interés ilustrado por el indígena y el medio americanos ofrece una abundante posibilidad de consulta documental de múltiples orígenes y con variadas finalidades que describen e interpretan el mundo indígena desde la etnografía y la ecohistoria en larga duración. Nos ha parecido vital partir del cruce de testimonios oficiales y privados –políticos, religiosos y científicos– y de las reflexiones etnológicas así de españoles como de viajeros extranjeros. De igual manera, acudir a archivos americanos y españoles de diferente naturaleza resulta necesario para el conocimiento de diversos tipos documentales. Asimismo, la bibliografía especializada consultada ha permitido establecer el estado de la cuestión y adentrarnos en los debates historiográficos de nuestro enfoque sociocultural. Las interpretaciones acerca del indígena de la frontera sur chilena son variadas, según el cambio de percepción operado con el transcurso del tiempo. Sin duda, en el siglo XVIII las diversas visiones posibles tienen en común el tamiz, en mayor o menor grado, del pensamiento ilustrado. Aunque algunas referencias constituyen fenómenos de continuidad, el cambio aparece no solo en la propia evolución nativa sino también en el resultado de la observación europea. Españoles, criollos y extranjeros no dejaron iguales testimonios acerca de los araucanos, si bien es verdad que los rasgos distintivos básicos son comunes en sus escritos. Las distintas visiones se nos presentan dispares pero no por ello incompatibles; al contrario, son complementarias. No hay oposición entre sus testimonios más allá de los diversos objetivos de cada colectivo. Con el análisis del enfoque que dieron españoles o criollos al aborigen, se podrán observar sus diversos intereses, lo que la frontera y sus habitantes significaban para el español americano y el peninsular. Además, militares, misioneros o pobladores diferirán en sus resultados al partir de premisas variadas; divergencia que se repetirá en las observaciones del hombre que vive en la frontera con respecto al que la contempla desde la lejanía. Pero el acercamiento al indio desde la visión ilustrada quedaría incompleto sin el estudio de los testimonios dejados por los extranjeros que, aunque parten del mismo patrón cultural occidental, resultan también enriquecedores para configurar un esquema interpretativo del mapuche-araucano en el siglo XVIII. Cada grupo fija su atención primordial en un aspecto, por lo que la conjunción de todos conformará una aproximación adecuada al panorama general de la vida indígena y sus relaciones con los demás protagonistas de la frontera chilena del Setecientos. La actuación y visión de todos los agentes fronterizos nos permitirá comprender la dinámica de cambio en el análisis de un espacio físico y cultural que contempla no sólo las potencialidades del medio sino también la incorporación del indio, mediante la aculturación entre otras estrategias, a la sociedad hispánica. No podemos valorar las visiones del indio y su incorporación como vasallos de la mano del reformismo borbónico, sin partir de la dualidad básica del mundo fronterizo, esto es, la relación hispano-indígena. Pero fueron más los agentes histórico-sociales que intervinieron, no sólo los europeos de distintas procedencias y por ende con acervos particulares, sino los propios indígenas, fragmentados en sus respuestas al choque cultural. Así pues, consideramos vital estudiar el mundo amerindio en su diversidad de desarrollos y adaptaciones al medio y de actitudes respecto al hispano-criollo. Tampoco podemos olvidar los actores culturales de intermediación entre ambas comunidades. Para abordar las relaciones entre españoles y nativos partimos de los sistemas de valores de las sociedades en contacto y del marco físico como condicionante en cuanto a la adaptación cultural del hombre al medio. Un medio que merece un estudio en sí mismo junto a los grupos humanos que lo habitaron y las interrelaciones que tejieron con las demás colectividades que confluían en un mismo territorio. Hay que observar la frontera como lugar físico de confluencia y como proceso de cambio cultural. Estudiar si el inicial rechazo evolucionó con el tiempo hacia el contacto humano fluido, el intercambio de elementos culturales y la creación de un espacio resultante de las interacciones continuadas. Además, el tiempo ilustrado resulta óptimo para un balance de las posibles continuidades y cambios, así como para fijar la naturaleza de la evolución del pensamiento respecto al indio "bárbaro" de las fronteras imperiales. A mediados de la centuria ilustrada, Rousseau rescataba en su "Discurso sobre las ciencias y las artes" una idea clásica y a la vez novedosa –que enlazaba con el ideal cosmopolita de la época– sobre la barbarie. De manos de Ovidio recogía: Barbarus hic ego sum, quia non intelligor illis ("Aquí soy un bárbaro porque no me entienden"). La diferencia convertía en extraño a cualquiera en función del posicionamiento o la mirada ajena. La mutua observación entre ilustrados e indígenas nos ofrece las visiones de unos y otros. Recuperada esta percepción más amable y recíproca de la alteridad y el poder, faltaba la segunda premisa para comprender el contexto en lo relativo a la configuración de las fronteras: el pacto. Otro destacado pensador, no en balde estamos en el "Siglo de la Filosofía", aportó su comprensión al respecto: "debe buscarse la paz allí donde pueda encontrarse", tan precisa era la primera ley de naturaleza. Desde Clío, aunque con un enfoque interdisciplinario, podemos acercarnos a esta realidad en transformación, pues "la Historia no solo es una valiosa parte del conocimiento, sino que abre la puerta a muchas otras partes y aporta materiales a la mayoría de las ciencias". El fenómeno de la frontera chilena en el siglo XVIII centra el contenido de nuestra Tesis Doctoral. La naturaleza de este estudio parte de un enfoque interdisciplinario y de un análisis de media duración del proceso fronterizo y sus consecuencias desde una metodología histórica y etnológica. Aplicamos el método etnohistórico a las fuentes documentales en un marco de análisis del hecho fronterizo chileno desde sus orígenes hasta sus resultados más significativos y enriquecedores durante la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el contacto secular entre españoles e indígenas desembocó en una nueva realidad distinta de las anteriores pero fruto de ellas. El encuentro entre sociedades de niveles socioculturales dispares originó la formación de una "frontera" en cuanto espacio físico y proceso cultural. A su vez esta frontera es variada dependiendo del actor fronterizo desde el que se analice, en este sentido los testimonios marcan las distintas visiones del "otro" en base a su situación en el entramado de relaciones. El estudio de la frontera chilena, como objetivo general, se inicia con el análisis global de lo que la frontera ha significado en la historia humana en cuanto espacio de confluencia de realidades y generadora de mitos. Los precedentes peninsulares medievales se prestan especialmente al tratamiento comparativo entre fronteras en cuanto contacto prolongado, pues junto a las convergencias encontramos divergencias que permiten establecer una tipología del fenómeno en el espacio indiano y remarcar la singularidad de las fronteras americanas. Las similitudes y los desencuentros permiten un extenso abanico interpretativo –lato sensu– de respuestas desde la historia y la antropología. La capitanía general chilena estaba circundada al norte por el desierto de Atacama, que la separaba de la matriz peruana, al oeste por el océano Pacífico, al este por la cordillera andina, y al sur por la Araucanía y el archipiélago de Chiloé. Esta región política y natural claramente delimitada era un espacio peculiar en el orden físico y étnico, que ejercía su influencia sobre el imaginario de los españoles asentados en el valle central. La frontera del reino de Chile, desde el río Bío-Bío hasta el archipiélago chilote, constituyó una zona fronteriza –en analogía con las marcas carolingias–, temparana en su problemática y tardía en su resolución. Una frontera inestable, marcada por el medio natural y la posición periférica. Los cronistas y los primeros investigadores han dejado testimonio de la singularidad de un espacio que se resistió a su inclusión en el engranaje de la Monarquía Hispánica en Indias, empresa cargada de dificultades y trabajos, y que originó un mito conformador de la identidad chilena. El debate historiográfico sobre la frontera chilena y sus aborígenes en relación con la zona plenamente hispanizada central y septentrional ha originado posicionamientos diversos que interpretan su evolución histórica de forma dispar. La complejidad viene del cambio y la continuidad en el mundo fronterizo que terminó por originar un fenómeno modificable en el proceso y sujeto a reajustes; además de la imagen fraguada desde el inicio, que se debate entre la realidad y el mito. Los protagonistas que interactuaron en la frontera meridional chilena, objetivo específico de la Tesis junto a los cambios culturales experimentados, tenían diferentes intereses y estrategias, en relación con su cometido y función respecto al "otro" y el territorio. El distinto nivel de complejidad social de cacicazgos y estatalidad se reflejaba en la apropiación de los recursos mediante un menor o mayor grado tecnológico y acumulación excedentaria. Como pueblo nativo y ágrafo, los araucano-mapuches poseían un conocimiento exacto del medio. Además, según la visión coetánea sobre el origen de la desigualdad, los "salvajes" estaban acostumbrados a fatigas, rigores y "forzados a defenderse". Entre españoles e indios el sistema de relaciones fue un continuum, recurrentemente la presencia de europeos amigos o enemigos de la monarquía española aumentaba la complejidad de visiones de la dinámica fronteriza. Los ojos que observaban la cultura aborigen eran múltiples y variados, consecuentemente las formas de mirarla también lo serían. Pero todos dejaron constancia de su capacidad pragmática de adaptación y tránsito de la autarquía al intercambio. En definitiva, la cultura es producto del aprendizaje más que de la herencia, de la asimilación de unos hábitos compartidos por miembros de una misma sociedad que podemos conceptuar paulatinamente de fronteriza en su conjunto. Tras el choque inicial de la conquista los hispanos se establecieron en el valle central, agrícola y ganadero, preocupados por la estabilización más al sur de una frontera conflictiva que escapaba al control efectivo de la hispanización política y cultural. Durante la época de los Austrias y en el tránsito al siglo XVIII, los españoles y criollos, alejados ya de su interés por enlazar con los fundadores hispanos y próximos a reivindicar los orígenes y medio americano como elemento diferenciador, asumieron una nueva actitud hacia el mundo fronterizo. Durante la primera mitad del Setecientos se reestructuró la acción sobre el indígena en base a reforzar la política de "parlamentos", factor de continuidad y proyección. Eran encuentros transfronterizos entre los representantes de ambas comunidades, a la cabeza hispano-criolla iban las autoridades político-militares y eclesiásticas, mientras que los jefes tribales –caciques o loncos– de las parcialidades indígenas encarnaban la autoridad nativa. Los dos interlocutores se hacían acompañar, respectivamente, de un gran número de tropa e indios –capitanejos y mocetones–, que participaban de una ceremonia ritualizada junto a grandes banquetes y ofrendas de regalos que concluían con un articulado que establecía las normas del juego fronterizo y el reconocimiento de vasallaje al monarca español. Con el tiempo, este corpus contractual se convirtió en un estatuto fronterizo que consagraba igualmente la representación mapuche-araucana tras su presentación ante la autoridad hispana delegada en el territorio. Posteriormente, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, la visión ilustrada llevó al descubrimiento científico del indígena, al conocimiento del medio y a una política integradora encaminada a preservar aquellos espacios de la amenaza exterior mediante ideas de asimilación cultural y su control práctico bajo soberanía española. Esta etapa de los dos Carlos es la que ha centrado nuestra atención, respecto al primero las razones son tan obvias como su protagonismo a la cabeza del reformismo borbónico ilustrado. En relación a su hijo, a pesar del pánico de Floridablanca ante la deriva de los sucesos revolucionarios franceses, las reformas tuvieron durante su reinado hasta 1808 cierta posibilidad de implementación y, sobre todo, de comprobación de sus resultados. Además, se trata de periodo relativamente olvidado por la historiografía y que es preciso poner en valor, apremio mayor en Indias. La imagen colectiva del indómito y resistente araucano es fruto del sistema de valores y creencias compartidos por los colonizadores españoles y transmitida a la historiografía posterior, sin olvidar su gran proyección literaria. La visión del "otro" difería de la realidad pues estaba condicionada por el subjetivismo y limitada por la dificultad de percibir una cultura en construcción que, por otra parte, tomaría carta de naturaleza precisamente gracias al observador ajeno. Observaremos en nuestro estudio a los grupos genéricamente englobados bajo la denominación de araucanos por parte de los conquistadores, extrapolando una singularidad a un conjunto de familias étnicas que quedaron arrinconadas al sur del Bío-Bío, en la zona de contacto fronterizo desde la Araucanía hasta la isla grande de Chiloé. Con pautas culturales sedentarias agropecuarias en estadios poco evolucionados y comportamientos que iban del enfrentamiento abierto con los españoles a la alianza o entendimiento, pasando por las actitudes ajustables según la coyuntura. Muy brevemente, estos son los grupos de nuestra atención: huilliches, con cierto desarrollo cultural agrícola y ganadero, además de la pesca en torno al archipiélago chilote, límite frente a los juncos o cuncos. Los mapuches, reacios a la colonización y enemigos de los hispano-criollos, que con el tiempo y por medio de cauces indirectos quedaron englobados en el mundo mestizo de la frontera. Por otra parte, los pehuenches u hombres del pehuén, fruto o piñón de la araucaria con el cual elaboraban una harina base de su alimentación y fácil de transportar en sus desplazamientos por ambas bandas cordilleranas. Asentados en la zona centro-sur y desplazados progresivamente hacia el sur y la Cordillera, eran recolectores y cazadores que atravesaban los Andes en dirección a los grandes espacios rioplatenses donde se les conocía por indios pampa araucanizados. La incorporación del caballo aumentó su área de desplazamiento e incidió en sus pautas nómadas. Se dedicaban a la venta de sal, animales y manufacturas de piel, fueron aliados de los españoles, especial y definitivamente a partir de las campaña de 1770. Otros grupos étnicos menores cualitativa o cuantitativamente son contemplados en relación a los anteriores. En conjunto, unos pueblos de diferente nivel de desarrollo sociocultural y contrastadas respuestas a la presencia española que, progresivamente, fueron uniformándose a ojos extraños por la aceptación del orden colonial cuando no implicándose en su mantenimiento. La percepción ilustrada del indio entre "bárbaro" y "buen salvaje", o los afanes del reformismo borbónico por integrar a estos súbditos díscolos definitivamente, se articuló en varias líneas de actuación: el poblamiento fronterizo, la transición de la guerra defensiva a ofensiva y los mecanismos de asimilación y encuentro dieron dinámica propia a una frontera extrema. Cabe recordar que el pensamiento antropológico de la Ilustración está en el origen de una visión clasificadora de otras sociedades humanas al diferenciarlas y situarlas, en su afán taxonómico, en la historia. Un tercer agente fronterizo en la América meridional englobaría la presencia europea: holandesa, francesa e inglesa fundamentalmente, también de centroeuropeos, situados fuera de la relación bidireccional español-indígena, ambos nominalmente súbditos de la Corona. La percepción europea ilustrada proporciona valiosa información sobre la visión externa de las relaciones y vías de integración, así como de los factores del rechazo, por encima de la impresión de la época centrada en la posible alteración del equilibrio y entendimiento forzado entre españoles e indígenas. Como sabemos, la segunda mitad del XVIII contempló choques reales o temidos entre las potencias europeas en América. Estas fronteras imperiales en expansión propiciaron el encuentro europeo en escenarios americanos, y los cambios o permanencias de soberanía que en el caso chileno quedaron en el pánico defensivo y la asunción de una geopolítica revalorizadora de la frontera por obra de sus potencialidades y de las amenazas políticas. Las relaciones de viajeros extranjeros que no compartían la escala de valores de eclesiásticos y militares españoles o criollos afrontaban la conducta indígena desde otras perspectivas. Su formación científica ilustrada, el espíritu crítico y la desvinculación con el medio social indiano les llevaron a otra valoración complementaria de las interrelaciones. La frontera meridional chilena fue objeto de atención por la metrópoli en una doble vertiente: la problemática doméstica y la amenaza exterior. El control del territorio y el definitivo abandono del statu quo que había permitido en la práctica, parcialmente, el desarrollo en paralelo de ambas comunidades dejaron paso finalmente, merced al contacto continuado, a una nueva realidad en aquel espacio. En segundo lugar, por la urgente defensa del territorio amenazado por los ecos revolucionarios franceses y las ambiciones inglesas de asentamiento, es decir, la proyección americana del juego de relaciones políticas europeas. Por otra parte, actuó como factor endógeno de la sociedad hispanochilena la percepción del mundo fronterizo no solo como un elemento diferenciador, sino como un cauce u oportunidad de servir al rey y cimentar un cursus honorum. La vida militar y la carrera político-administrativo propiciaron la movilidad social ascendente de unos hombres que, con espíritu ilustrado, quisieron reformar y racionalizar las estructuras de gobierno y administración. En repetidas ocasiones el paso por la capitanía general chilena fue fase previa a la promoción al virreinato peruano y momento de aplicación de políticas de infraestructuras y desarrollo regional. La fidelidad jugó un papel importante en aquel distante territorio y se plasmó en imágenes colectivas de lealtad. Volviendo a la realidad fronteriza desde Chile, un aspecto básico es el intercambio cultural entre agentes donadores y receptores en ambas direcciones. Tras el choque, los agentes fronterizos entraron en un largo periodo de contacto que terminó originando con sus múltiples transformaciones un cambio cultural. Una nueva cultura de frontera surgió en base a unos parámetros de comportamiento social compartidos relativamente por indígenas y españoles. El proceso de aculturación, sostenido en el tiempo pero con fases de aceleración y de estancamiento, va más allá de la mera integración del indígena en las pautas socioculturales españolas. Los métodos de los misioneros por asimilar o de los agentes de la administración civil y militar por controlar difieren no sólo por el diferente talante de las órdenes religiosas o de los funcionarios, sino por los momentos de actuación. La frontera era vista también desde la metrópoli. Una visión que podía llegar por los informes de hombres de frontera plasmando sus experiencias y aportando sus remedios, por los miembros de las múltiples expediciones ilustradas preocupados en el avance científico y la conservación del territorio o por las propuestas oficiales de la práctica de gobierno fronterizo. Gobernantes reformistas afrontaron la inclusión de la alteridad y la integración del limes chileno como prioridad, lo que alteraría la visión tradicional del otro e incluso de sí mismos. El estudio del hecho fronterizo chileno implica una gran complejidad metodológica respecto a la investigación a ambos lados del Atlántico y el cruce de testimonios. Asimismo, respecto del establecimiento de unas notas comunes y diferenciadoras que al tiempo que inserten el fenómeno en la casuística indiana y lo singularicen, presenten un análisis dual y paralelo de dos comunidades de desarrollo sociocultural dispar que chocan en un mismo espacio físico, que está vivo, en movimiento y flujo constante por la presión de la cultura donadora y que origina la resistencia de la receptora que merced a los elementos de integración queda asociada a una misma realidad compartida. La variedad de visiones y tiempos en la evolución de las mismas trae consigo la multiplicidad de relaciones que debemos observar y contrastar en sus testimonios. A la información de los españoles y criollos se suma la presencia de agentes externos a los vínculos originarios hispano-indígenas. Además, unos y otros ofrecen una división interna a tenor de sus intereses. Autoridades, militares, misioneros, colonos se relacionaban de distinto modo con el indio según sus objetivos. Incluso un último nivel de complicación lo ofrece la pertenencia a una u otra orden religiosa, al origen del gobernante o a la misión del extranjero. No cabe duda de que los métodos misionales diferían no sólo por la marcha del tiempo, sino por la pertenencia a la orden seráfica o ignaciana, por ejemplo. De igual modo, un gobernante o militar español no percibía el mundo indígena como lo hacía un extranjero, también dependía del tiempo de permanencia y grado de adaptación al país, y diferente visión ofrecía el criollo al peninsular. Por último, está la problemática de la visión del mapuche-araucano acerca del español. Si bien por condicionantes de su desarrollo cultural no contamos con textos directos, sí pretendemos analizar los testimonios indirectos de los misioneros, defensores del indio y compiladores de sus tradiciones, así como de los extranjeros que tomaron nota de su situación, quejas y actitud ante los hispanos. Además, debemos partir desde la percepción del propio pasado, es decir, desde el sistema de valores culturales y de conducta de los grupos que interactuaron en la frontera. Se hace imprescindible una consulta documental contrastada de opiniones diferentes sobre una misma realidad múltiple para intentar reconstruir los valores y patrones socioculturales de la dinámica fronteriza. La documentación archivística oficial ha pasado ya por un primer tamiz de elaboración consciente por el informante que ha transformado la realidad según el destino de la misma e incluso su valoración personal de los hechos; por ello debe filtrarse mediante la interpretación metodológica. Por el contrario, la información primaria que se originó sin fin prefijado, fruto de la interacción sociocultural fronteriza y con la finalidad de canalizar las relaciones entre comunidades, lo que no evita la exégesis, sí posee el valor de una relativa espontaneidad. Con la investigación sobre el indio de la frontera meridional chilena durante el siglo XVIII pretendemos adentrarnos en la realidad nativa por sí misma y en relación con la visión que tuvieron del mundo indígena los ilustrados españoles –peninsulares o americanos– y los europeos. En nuestro análisis utilizamos complementariamente los métodos del historiador y de la antropología, más exactamente la etnohistoria, mediante la consulta de numerosos repositorios archivísticos europeos y americanos y de una amplia bibliografía especializada, producto de la historiografía atlántica. Nuestra idea-clave es "frontera", entendida como marco físico y mental de confluencia de sociedades con niveles socioculturales dispares. Creemos que este concepto aporta una visión global del proceso superadora de mitos historiográficos y análisis compartimentados. Por otra parte, el estudio en secuencia de tiempo medio, permite valorar las continuidades; y lo que es más importante: los cambios. Pasar de una imagen de indio rebelde y de resistencia secular a otra en la que termina integrándose cuando no colaborando con los españoles. Tras un primer choque se establecieron mecanismos de relaciones en ambas direcciones de las que surgió una cultura de frontera que era fruto de la aculturación y del contacto prolongado y pacífico, aunque con episodios bélicos. Además, la historiografía chilena mantiene una visión más centrada en el marco geográfico concreto y en los agentes que actuaron en el mismo. Pensamos que desde una perspectiva mucho más amplia se observa la frontera en toda su dimensión en cuanto a espacio, actores y líneas de investigación, lo que enriquece el estudio histórico del área. Igualmente, la comparación entre fronteras meridionales y septentrionales permite situar en sus justos términos lo común y lo original local. De nuevo la historiografía chilena es reticente a los análisis comparativos indianos, lastre que actúa en la mayoría de los países hispanoamericanos e impide estudios de conjunto. Nuestra proposición contempla la frontera chilena del Setecientos, que ya ha superado el conflicto de centurias precedentes, dejando paso a un nuevo y consolidado sistema de relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Los parlamentos, las fluidas y complementarias relaciones comerciales, y los elementos culturales donados mayoritariamente por los españoles y adoptados por los indígenas, confirman un mundo de intercambios que dejaban atrás la dinámica de enfrentamientos. La sociedad mestiza de frontera, resultante de la confluencia del aporte hispánico y la herencia amerindia, gracias al conocimiento mutuo propició la síntesis de culturas en un espacio fronterizo. Como fenómeno complejo y en evolución, se dieron variadas actitudes indígenas desde la resistencia a la alianza. El mundo mapuche estaba fragmentado y en muchas ocasiones enfrentado. Las valoraciones de los ilustrados reflejan una nueva concepción del indígena y del medio. Las estrategias de subsistencia y las realidades políticas y socioculturales evidencian fenómenos de continuidad y de cambio que van a ser considerados de diferente forma, según los intereses del observador. Las interpretaciones, aun teniendo un común denominador, responden a una rica variedad de testimonios que cruzados fraguan una imagen del indio y una frontera novedosa en relación a siglos anteriores. La obra de misioneros, militares y gobernantes que con un nuevo prisma observaron al araucano, iba encaminada a la evangelización del indio, pero igualmente a su hispanización, entendida como transmisión de pautas de comportamiento social e individual: el sedentarismo que superara el nomadismo, rasgo claramente "bárbaro" a ojos ilustrados; la inclusión de los indígenas como vasallos efectivos de la monarquía y el control territorial soberano frente a la injerencia de potencias rivales. Todo ello configura un marco de nuevas relaciones. Las visiones confluentes de españoles y otros europeos acerca de la vida material y creencias araucanas desde la crítica ilustrada de la realidad, ofrecen además de un balance de recuperación etnográfica, un panorama de las propias creencias por contraposición a las ajenas. De hecho el "otro" sirvió para definir y tomar conciencia del "yo", pues la noción de diferencia o alteridad implica la de mismidad. No obstante, los comportamientos indígenas quedan matizados por el descubrimiento científico del hombre y su entorno, lo que revaloriza su papel y la necesidad de su conocimiento e integración. La visión del "otro" resulta mucho más enriquecedora y novedosa con la Ilustración que la mera observación del indio de frontera desde postulados de conflicto. Pretendemos igualmente observar el estado de la cuestión del hecho fronterizo chileno y su aportación a la conformación de su identidad y mitos nacionales. Una aproximación sin apriorismos condicionantes consagrados por el transcurso del tiempo, los cuales además deben ser matizadas a la luz de los resultados de la investigación histórica y antropológica sobre el papel del indígena en la sociedad colonial. Nuestra principal contribución va en la línea de reivindicar el espacio fronterizo chileno como un territorio de confluencia e intercambio, superada la visión de choque continuado frente a la complejidad de un fenómeno mucho más rico y cambiante. Respecto del indígena, se trata de rescatar la diversidad de sus respuestas y las valoraciones de los ilustrados que plasmaban esa nueva realidad desde premisas novedosas. Interrogando a los testimonios de españoles y extranjeros sobre sus estrategias de subsistencia, realidad política, estructura social y valores o patrones culturales, podremos captar las continuidades y los cambios de los aborígenes. Así como también las transformaciones en las visiones de los observadores europeos. Abordamos el análisis fronterizo desde un enfoque centrado en la existencia de varias fronteras a tenor de su propia evolución y de las distintas visiones de la misma, tan dispares como los intereses y objetivos de militares, civiles, pobladores o misioneros españoles y criollos; las actitudes de indios amigos o enemigos; y las percepciones de ambos por los extranjeros. Por encima de la frontera imaginada, la frontera real fue un proceso de confluencias y aportes variados que permite una clasificación tipológica gracias a su abundante casuística. Las visiones e interpretaciones del fenómeno fronterizo no se oponen, sino que se complementan; aparentemente cada una fija su atención primordial en un aspecto pero entre todas conforman un acercamiento al hecho fronterizo, un intento por vislumbrar sus complejas interrelaciones. Analizar la frontera chilena ilustrada en razón del cambio de percepción de la misma por parte de todos sus agentes puede ayudar a comprender los elementos de continuidad y su dinámica de cambio. Además, un enfoque maximalista de sus protagonistas y espacios puede superar tópicos anclados en una visión reduccionista. La frontera chilena temáticamente se ha circunscrito a la relación hispano-indígena, pero fueron más los agentes histórico-sociales que intervinieron y es necesario contar con sus testimonios; por otra parte, los marginados de la sociedad colonial o los indios amigos de la misma en cuanto agentes culturales de intermediación merecen atención con la finalidad de estudiar los puntos de conexión que terminaron imponiéndose en la vida cotidiana. Examinar el área y el fenómeno fronterizo interpretando su dinámica sociocultural propia partiendo del sistema de valores de las sociedades en contacto y del marco físico como condicionante en cuanto a la adaptación cultural del hombre al medio. Este enfoque nos podrá poner en el camino de la comprensión global de la frontera, física y humana, en cuanto espacio y proceso. Se trata de observar la frontera como territorio y como proceso desde variados puntos de vista, no sólo desde América sino también desde España, con un horizonte que contemple la diversidad indígena y sus respuestas al impacto o choque cultural; así como las relaciones que se establecieron y los resultados de las interacciones. El tiempo ilustrado resulta el más adecuado para hacer balance de las continuidades y de los cambios y fijar la naturaleza de la frontera y sus actores. Además, ese tiempo histórico presenció un intento planificado y general de ocupación de espacios no sólo por motivos internos de la sociedad colonial en articulación con el mundo indígena fronterizo, sino también por la presión de los extranjeros. El interés ilustrado por el indígena y el medio americano ofrece una abundante posibilidad de consulta documental de múltiples orígenes y finalidades que describen e interpretan desde la etnografía o la ecohistoria. Además, durante el siglo de la Ilustración y el reformismo se aplicó una política indiana que interrogaba al otro e instaba a su asimilación, reconocida ya su variedad étnica y en proceso de formación científica de su nueva imagen. La defensa y ocupación de la frontera, la relación directa con el indio y la convicción como instrumento de integración son elementos de una política de frontera ilustrada que en el caso chileno discurre por un pactismo entre comunidades de diferentes niveles socioculturales. A pesar de la supremacía española sobre la indígena en la segunda mitad del siglo XVIII, se busca no sólo el acatamiento de los postulados impuestos en los parlamentos sino también su reconocimiento como medio para solucionar conflictos y lograr la definitiva pacificación. La diplomacia no se desgajó de la acción a sangre y fuego cuando se consideraba necesario, pero sí ocupó un lugar importante en el entramado de relaciones. Posiblemente esta política intencionada y continuada de parlamentos o encuentros, de facto institucionalizada en medio de ceremoniales, reviste importancia no únicamente como paradigma de acercamiento y conocimiento, sino como vía compartida de resolución de conflictos y ejemplo extrapolable a otras fronteras americanas de parecida problemática étnica y espacial. De ahí que el estudio de los mecanismos desplegados en los parlamentos nos resulte una línea de trabajo primordial y base de hipótesis sobre la confirmación o negación de estos instrumentos político-jurídicos como ideas-fuerza para interpretar las relaciones fronterizas. La historia de la frontera chilena bajo el reformismo borbónico es, obviamente, una historia de contactos que se inician con la conquista y que van a tener una larga vida y amplia proyección. Una frontera dinámica que retrocede al empuje cambiante de los colonizadores, donde la confluencia de los protagonistas colectivos fue temprana y rápida para ralentizarse y alcanzar el estancamiento después. Al centrarnos en la etapa de finales del siglo XVIII buscamos el objetivo de interpretar la frontera cuando toma dimensión propia como espacio objeto de atención y adquiere ya unas características que le otorgan una marcada personalidad. ¿Podemos considerar sus parámetros culturales y sociales como herederos de la implantación hispana al tiempo que legatarios de los usos y costumbres de sus habitantes nativos? ¿Se observan elementos de continuidad que ceden ante los factores de integración que paulatinamente se van imponiendo? Los cambios traen en todo caso una nueva sociedad original y mestiza que tiene sus raíces en lo que un día fue un choque y que por obra del contacto prolongado y el progresivo conocimiento del "otro", plasmado en varias visiones, percepciones e interpretaciones, se transforma en un espacio sincrético fruto de un proceso de aculturación; enfoque global que consideramos nuestro verdadero objetivo. Como concepto básico y transversal del marco teórico y metodológico hemos situado la idea de frontera, en cuanto a espacio y proceso al mismo tiempo. Partimos de una introducción conceptual y metodológica acerca de las realidades de frontera y su dinámica, naturaleza y alcance; estableciendo puntos de convergencia y de divergencia en el marco de un tratamiento comparativo entre las fronteras a nivel universal y las fronteras indianas en particular. La teoría de las fronteras centra su atención en la periferia distante y marginal respecto al centro de poder metropolitano, de ahí la diversidad de enfoques según se contemple la frontera desde América o España. En todo caso nos parece que ambos proporcionan una visión complementaria. Como consecuencia de las premisas anteriores, utilizamos el método histórico stricto sensu: planteamiento de objetivos e hipótesis de trabajo, prospección archivística, selección, crítica, análisis e interpretación, para finalmente llegar a unas conclusiones fruto de la investigación que validen o no las hipótesis planteadas; de igual modo contamos complementariamente con los instrumentos de la etnohistoria como método. Establecemos tres tiempos que nos permiten analizar la evolución de la frontera sur chilena, en proximidad creciente Estos se corresponden al choque inicial entre españoles y araucanos, a los primeros contactos relativamente pacíficos y reglamentados, y al cambio cultural operado desde entonces y que desembocó en una nueva realidad. En cuanto al tiempo, se insertan sin delimitaciones precisas en los tres siglos de presencia española. Como ya hemos señalado, el momento histórico privilegiado por nuestra investigación es el siglo XVIII, con especial hincapié en su segunda mitad, por lo que dentro del período colonial la época ilustrada se nos presenta como la más acertada para establecer balances generales, y no sólo por la simple cronología, sino sustancialmente por la transformación de actitudes de los españoles y criollos y de los araucanos. Además, los fenómenos de continuidad y cambio, como hilo conductor de la investigación, muestran sus resultados coincidiendo con los prolegómenos de la Independencia. Respecto al cuerpo de la Tesis Doctoral y su contenido, queda estructurado en dos partes bien delimitadas en tres capítulos cada una, pero con una continuidad tan clara como necesaria: el medio físico y humano junto a las políticas de inclusión. Además, consideramos imprescindible que junto a la introducción y conclusiones figure un glosario de términos araucanos y un apéndice documental e índice gráfico, pues hemos prestado especial atención a las representaciones iconográficas y a la cartografía. Nuestro trabajo se estructura en seis capítulos, si bien el todo es más que la suma de sus partes. En primer lugar abordaremos el marco físico de la frontera meridional pacífico-americana en sus dos escenarios básicos: continental o Araucanía e insular o archipiélago de Chiloé. Poniendo énfasis, según ojos ilustrados, en sus recursos. Seguidamente, los grupos indígenas y sus divisiones internas, así como sus imágenes y representaciones por medio de la indumentaria y el lenguaje. Sin olvidar el contexto conceptual y metodológico acerca de la realidad fronteriza e indígena y su tratamiento por la historiografía chilena que nos introduce en la temática de la identidad y la variedad de corrientes historiográficas y líneas de investigación. Del mito configurador de la nacionalidad al estudio del paulatino roce que generó una realidad nueva alejada de simplificaciones. A continuación, las visiones cercanas y extrañas de la alteridad y los procesos socioculturales de integración frente al rechazo. En el cuarto capítulo, abordamos el cambio en la percepción del indio que de "salvaje" se pretende pase a "vasallo", y los esfuerzos del reformismo ilustrado fronterizo, teórico y práctico, por absorberlo. Todo gracias a una nueva interpretación del "otro" por parte de los misioneros y políticos ilustrados, fruto del pensamiento, las necesidades y los temores a la incursión foránea. La necesidad de su integración efectiva en la Monarquía mediante mecanismos simbólicos y estrategias de asimilación varias, entre las cuales destacamos el papel de las mujeres y agentes de mediación intercultural. También la obra evangelizadora de frontera llevada a cabo por jesuitas y franciscanos que, junto a las poblaciones y los caminos que reorganizan el espacio fronterizo, articulan las relaciones con el indígena. En el panorama de fronteras imperiales en expansión y su nuevo papel en las rivalidades europeas, no se puede soslayar la secularización de la frontera desde finales del siglo XVIII. Por último, la estratégica plaza de Valdivia, como paradigma central entre las dos fronteras septentrional y austral, la proyección transitoria del levantamiento andino tupamarista en la frontera de Concepción y la interacción étnica pactista vía parlamentos, especialmente útil a la hora de confirmar o no hipótesis de trabajo. Finalmente, la selección bibliográfica nos ayuda a entender un tiempo histórico concreto y nos sitúa en el estado de la cuestión. Así pues, respecto a las investigaciones precedentes, partimos de una bibliografía que encuadra el tema en su contexto histórico y nos presenta sus aspectos más amplios y esenciales, para acudir, posteriormente, en busca de una visión más profunda a una bibliografía especializada. Respecto a las fuentes utilizadas corresponden a archivos chilenos, peruanos y españoles, entre otros, en una amplia variedad documental, cruzando documentación de diversa procedencia y que, complementariamente, proporciona la base de este acercamiento a las fronteras chilenas del siglo XVIII tardío. Enfoque interdisciplinar y análisis que se nutre de miradas cruzadas locales, regionales y metropolitanas en íntima conexión con el contexto europeo y americano, siempre en línea con la renovación historiográfica de la denominada historia atlántica. El apartado de las siglas utilizadas en la presente Tesis Doctoral pone de manifiesto la gran variedad de fondos documentales y diversidad de instituciones archivísticas consultadas, casi siempre in situ, ya fuera en España o América. Tales fuentes han permitido profundizar con material inédito en el objeto de nuestra investigación, que continúa abierta y sujeta a crítica. Por último, aportamos una breve selección, pero significativa, de textos en el Apéndice Documental en orden cronológico y un índice de las ilustraciones que apoyan el texto y refuerzan su contenido de modo visual.
Text en anglès i castellà. La consulta íntegra de la tesi, inclos l'article no comunicat públicament per drets d'autor, es pot realitzar prèvia petició a l'Arxiu de la UPC ; The overall aim of the thesis is to encourage the presence of sunlight into indoor spaces. The specific objective is to show that, from the lighting point of view, a good design can harness the solar reflection on the surfaces and increase the overall light level, without provoking the excessive contrast that causes glare. A literature review shows off the value of sunlight. The testimony of professional photographers describes its contribution to the visual interest. The scientific works stress the predilection that users feel in relation to the presence of sunlight, and inform about its healthy effects. People spend more and more time indoors and, therefore, require the introduction of sunlight. Ajourney through the history discovers the works and rules that are exemplary examples of good design. Nevertheless, the current legislation shows gaps when it only faces quantitative aspects (distribution of minimum light levels). The qualitative aspects (linked to the vision of light interest) should be part of the design more often. The challenge implies to be provided with tools to assess the balance of visible light into the spaces. The purpose of the glare formulations is to warn if a light contrast is excessive. The difficulty of its purpose is notable as it intends to assess the perceptive reaction of human vision, partially subjective. The attempts to validate a formulation are numerous. The thesis analyses eight indices of glare and chooses two to be included in an assessment methodology based on the reading of HDR images. The development of a script allows a data-processing succession, using the tools of Radiance, Webhdrtools and Evalglare. The methodology includes the assessment of the impact of different calibration parameters belonging to the camera (centre of bracketing) and those of the calculation instructions (calibration factor and threshold definition of glare source) to ensure the reliability of the calculations under sunlight conditions. The measurements were made in summer, at various scenarios located in two cities. In London, the first case considered a singular office lit thanks to roof and side windows (two façades). The outcome was compared with the perception of users with different nationalities and lighting cultures. Then, two meeting rooms permitted the assessment of the perception of a significant number of visual fields. The different orientation of the rooms (north and south) allowed the comparison of the effects of the solar presence inside or outside. In both cases, two variables were included: the window size and the contribution of the artificial light. In Barcelona, two other meeting rooms were studied, having both deeper solar penetrations due to the west orientation. This feature led to the consideration of the effects of several sunlight control devices: roller shutters, roller screens and vertical slats . Finally, in Barcelona, a final case served to judge a space under new conditions, characterized by an intermediate orientation (southwest) that, according to the time of day toggled the solar presence inside and outside, and a small window ratio in relation to the total facade. The results lead to specific conclusions depending on the type of solar penetration, due to the orientation, and the position that users occupy. Their joint contribution permits to suggest that the glare indexes rarely describe a disturbing or intolerable situation that would complicate a visual task. Therefore, except for the situations where the radiation falls on working surfaces, the design can incorporate the solar presence in the interiors in order to improve the lighting and thermal conditions. ; El objetivo general de la tesis es fomentar la presencia de la luz solar en los espacios interiores. El objetivo específico es demostrar que, desde el punto de vista lumínico, un buen diseño puede aprovechar la reflexión solar en las superficies y aumentar el nivel lumínico general sin que el contraste sea excesivo y cause deslumbramiento. Una revisión bibliográfica pone en valor la luz solar. El testimonio de fotógrafos profesionales describe su contribución en el interés visual. Los trabajos científicos destacan la predilección que sienten los usuarios por la presencia de la luz solar e informa de sus efectos saludables. Los individuos pasan cada vez más horas en espacios interiores y, por tanto, requieren la introducción de la luz solar. Un recorrido por la historia descubre obras y normas que son muestras ejemplares de buen diseño. Pese a ello, la legislación actual muestra carencias cuando únicamente afronta aspectos cuantitativos (reparto de niveles lumínicos mínimos). Los aspectos cualitativos (interés vinculado a la visión de la luz) deberían formar parte del diseño más a menudo. El reto implica dotarse de herramientas de evaluación del equilibrio de la luz visible en los espacios. El propósito de las fórmulas de deslumbramiento es advertir si un contraste lumínico es excesivo. La dificultad de su propósito es notable ya que pretenden evaluar la reacción perceptiva de la visión, parcialmente subjetiva. Las tentativas para validar una formulación son numerosas. La tesis analiza ocho índices de deslumbramiento y escoge dos para introducirlos en una metodología de evaluación basada en la lectura de imágenes HDR. El desarrollo de un script permite encadenar procedimientos informáticos que aprovechan herramientas de Radiance, Webhdrtool y Evalglare. La metodología incluye la valoración de la repercusión de diferentes parámetros de calibración propios de la cámara (centro del horquillado) y de las instrucciones de cálculo (factor de calibración y umbral de definición de la fuente deslumbramiento) para garantizar la fiabilidad de los cá lculos en condiciones de luz solar. Las mediciones sucedieron en verano, en escenarios diversos ubicados en dos ciudades. En Londres, el primer caso consideró una oficina singular, con luz cenital y lateral (dos fachadas). La obtención de resultados fue comparada con la percepción de unos usuarios de nacionalidades y culturas lumínicas distintas. A continuación, dos salas de reunión permitieron evaluar la percepción de un notable número de campos visuales. La distinta orientación de las salas (norte y sur) permitió comparar los efectos de la presencia solar en el interior o en el exterior. En ambos casos, dos variables fueron incorporadas: el tamaño de ventana y la contribución de la luz artificial. En Barcelona, dos otras salas de reunión fueron estudiadas, ambas con penetraciones solares más profundas a causa de la orientación oeste. Esta particularidad dio lugar a la consideración de los efectos de diferentes dispositivos de control de la luz solar: persianas o cortinas enrollables y lamas verticales. Finalmente, en Barcelona, un último caso sirvió para juzgar un espacio con condiciones distintas a las anteriores, caracterizado por una orientación intermedia (suroeste), que según la hora del día compaginaba la presencia solar en el interior y en el exterior, y por una proporción de ventana pequeña en relación a la totalidad de la fachada pequeña. Los resultados dan lugar a conclusiones específicas en función del tipo de penetración solar según las orientaciones y de la posición que ocupan los usuarios. Su contribución conjunta permite afirmar que los índices de deslumbramiento describen situaciones molestas o perturbadoras para una tarea visual en muy pocas ocasiones. Por tanto, exceptuando las situaciones en que la radiación incide sobre las superficies de trabajo, el diseño puede incorporar la presencia solar en los interiores con el fin de contribuir lumínicamente o térmicamente. ; Postprint (published version)
Poco se habla en el extranjero de las grietas persistentes del dinamismo económico chileno, que hasta hace poco había beneficiado de títulos imaginativos como milagro, jaguares y otras apelaciones quizá más serias –aunque no tanto- tales como la de pertenecer al club de los países ricos de la OCDE. Muchas de estas apelaciones son anecdóticas, y harán sonreír a más de un país de la región que conocieron fenómenos similares –el milagro de los generales brasileños en los 70, la década argentina de los 90- y que luego vieron estas ilusiones desvanecerse de forma precipitada. La verdad es que la sociedad chilena ha vivido durante muchos años en una autocomplacencia relativa al modelo heredado del régimen Pinochet y perpetuado en sus fundamentos por las coaliciones de centro-izquierda de la Concertación. El modelo chileno fue caracterizado –y celebrado- por una estabilidad y crecimiento casi constantes de los indicadores sociales y de riqueza, tales como el PIB, la inflación, el nivel de deuda y la reducción drástica de las tasas de pobreza extrema. La expansión de las políticas sociales de un Estado que había sido jibarizado por los Chicago Boys a principios de los ochenta, permitió mejorar las condiciones de vida de los quintiles más necesitados de una población que a la salida de la dictadura contaba con 40% de pobres. Quizá el caso más emblemático de la acción social de los gobiernos de centro-izquierda, en la medida en que se refería a la integridad del ser humano, fue la instauración del plan AUGE (Salud) que instauró una cobertura médica obligatoria y gratuita de un pool de 300 enfermedades graves, algo inédito y en franca oposición a los fundamentales del modelo de la dictadura. La multiplicación de programas de acceso a la vivienda, el mejoramiento de la cobertura de prestaciones sociales varias y la instauración de programas de pensiones mínimas para los sectores más desfavorecidos de la población, tales como indigentes y amas de casa, fueron las ultimas adiciones de un sistema que se quería cada vez más alejado de la ortodoxia económica neo- monetarista y que velaba porque el Estado conservase una capacidad de intervención en el desarrollo del modelo capitalista local. Este panorama extremadamente favorable del país en relación a sus vecinos ha permitido a los chilenos acariciar un desarrollo económico estadístico, pronosticado para el 2018: por ese entonces, el país habrá de alcanzar el nivel de riqueza per cápita de los países mediterráneos de la UE. Esta realidad de las cifras económicas ha contribuido a la propagación de una euforia colectiva que ha sido sabiamente orquestada por medios escritos y electrónicos vinculados a los círculos políticos y económicos que se beneficiaron en estos últimos treinta años de la bonanzaaquí mencionada. La instauración de un servicio de promoción de Chile en el extranjero, en ciudades emblemáticas como Buenos Aires, Nueva York y Paris y la reorganización anunciada del servicio diplomático, postergada por más de dos décadas, se han inscrito en esta dinámica expansiva. El último episodio de esta tirada de buenas nuevas fue el rescate de los 33 mineros, con un presidente itinerante por el mundo en condiciones insuperables.Esta historia oficial repetida a voces y celebrada en el extranjero no nos permite, sin embargo, entender la abrupta caída de popularidad y legitimidad de la clase política en su conjunto, ni la hipermovilización de actores sociales en todos los frentes en el transcurso de este último año –ecologistas, estudiantes, profesores y sindicatos de trabajadores- en un país que se había caracterizado históricamente por su afección al orden, y en estas últimas décadas, por un consenso en torno a la autoridad incontestada de las instituciones. Una contra-historia de movilizaciones sociales de este periodo que acabamos de describir y su rol en la denuncia de las grietas profundas del sistema de desarrollo chileno debería entonces arrojar luces sobre los vicios estructurales que han minado la gobernabilidad de la presidencia de Sebastián Piñera. Lo que comenzó como una manifestación más de la federación de estudiantes universitarios públicos (CONFECH) se propagó al conjunto de los actores de la enseñanza superior, para luego llegar a los secundarios, profesorado, y asociaciones de padres. Este conjunto heteróclito de actores denunció un secreto a voces, es decir, la profunda injusticia del sistema educativo chileno, con altos costos económicos y un acceso muy asimétrico a la educación de calidad. A diferencia de los años 1960, en los cuales la educación superior chilena era exigente en sus estándares pero limitada en su llegada al conjunto de la sociedad, la liberalización de la educación superior iniciada por José Piñera, ministro de educación de Pinochet y hermano ofuscado del presidente actual, multiplicó varias veces la oferta educativa. Ésta se convirtió en un negocio lucrativo y generó una serie de instituciones catalogadas de universidades de pizarrón, en las cuales proliferaron carreras con y sin acreditación, sin control de los efectivos y con una pobre adecuación de los currículos académicos a las necesidades sociales y económicas del mercado. El resultado de treinta años de aplicación de este modelo es un acceso a la educación para un segmento importante de la población que vio cumplido su sueño de promoción por el cartón, pero que no accedió por ello a una promoción social real basada en condiciones laborales mejoradas y en un estatuto social superior al de partida. Es así como proliferaron ingenieros comerciales, periodistas y abogados, provenientes de nuevas clases medias endeudadas por el extenso –y controvertido- sistema de crédito al consumo chileno (2), que se vieron en la imposibilidad de obtener salarios acordes con su profesión, y que vinieron a engrosar las filas de los profesionales mal pagados o trabajando en labores indirectamente o simplemente no relacionadas a su profesión. La revocación pura y simple de las bases del modelo ha sido el caballo de batalla de esta coalición heterogénea y sin precedentes de actores, que exige una educación universitaria pública, gratuita y de calidad. Lejos de los debates teóricos respecto al costo efectivo de la educación –incluso las sociedades escandinavas hacen pagar ésta indirectamente a través de una canasta impositiva más amplia- las demandas tuvieron éxito y apoyo ciudadano masivo en la medida en que apelaban al sentido común. Estas mostraron la incapacidad de los gobiernos sucesivos de quebrar con el molde ideológico que imposibilitaba una mayor conciencia de las demandas de la ciudadanía y, en el ámbito económico, una redistribución del ingreso indispensable para las ambiciones de desarrollo chilenas. El caso de la educación ha sido un avatar más de otras demandas ciudadanas tales como el medio ambiente, que fue sacrificado de manera metódica por el régimen Pinochet, y que constituye quizá uno de los aspectos menos conocidos en el extranjero de la herencia autoritaria. El desarrollo urbano caótico de los ochenta y noventa, la deforestación del bosque nativo en las regiones más australes del país y la ausencia de estándares internacionales de contaminación fueron así partes constitutivas de la realidad con la cual debieron cohabitar los ciudadanos del país durante décadas. Esta situación llegó sin embargo a un punto de quiebre con la oposición a grandes proyectos hidroeléctricos (HydroAysén), pero también con la multiplicación de demandas ciudadanas en relación a la gestión de los espacios públicos en Santiago y regiones. Otro capítulo importante de este despertar ciudadano ha sido la cuestión del crédito al consumo, que ha constituido un instrumento de desarrollo particularmente perverso, en la medida en que penalizó a los consumidores limitando las atribuciones de los entes reguladores y multiplicando las condiciones abusivas en dirección de los clientes de las mayores casas comerciales del país. Independientemente del tema del que hablemos, lo importante de estas movilizaciones ha sido el vehicular un temario ya no de país en aras al desarrollo, pero el de una sociedad desarrollada y empoderada. El acceso del país a la OCDE en enero del 2010 generó, en este sentido, un nuevo nivel de exigencia al comparar el país con los estándares de este grupo selecto de países. El gobierno actual ciertamente no es el único responsable de esta acumulación de frustraciones a nivel de la ciudadanía – la Concertación ha sido tanto o más culpable- pero ha sido incompetente en su incapacidad para apreciar los condicionantes de esta crisis. Esto se ha debido en gran parte a la composición de los equipos políticos y técnicos, muchos de ellos con intereses creados en los sectores afectados por estas controversias, pero asimismo a una matriz ideológica heredada de think tanks comprometidos con la herencia autoritaria y en cuya composición han participado antiguos funcionarios del régimen Pinochet. La participación activa del centro Libertad y Desarrollo ha sido en este sentido clave a la hora de evaluar y proponer soluciones a estas inquietudes ciudadanas, pero estas han sido saldadas por un fracaso rotundo y el alejamiento progresivo de sus representantes en el gobierno. Sebastián Piñera ha sido ciertamente responsable de la composición de sus equipos, así como de perpetuar esta visión maniqueista entre Estado y Mercado. Pero lo ha sido menos de llevar una coalición de partidos de derechas desorganizada e ideológicamente comprometida con los años militares. Frente a estas presiones centrifugas y centrípetas. ¿qué opciones quedan para una salida airosa de este conflicto? Por lo pronto la calle y los grupos movilizados tienen todas las de ganar, con la caída del equipo de gobierno y la multiplicación de tensiones en su seno, que de hecho marcan un profundo quiebre generacional entre los políticos de los años de luchas políticas históricas y otra generación simplemente comprometida con que el país acceda a un desarrollo razonable y equilibrado, lo que en el caso chileno no es mucho pedir.(1) Titulo de la campana publicitaria del gobierno chileno para la promoción del país en el extranjero.(2) A principios del mes de junio de 2011 la Contraloria chilena puso en evidencia en un informe exhaustivo las deficiencias y delitos asociados a la promoción del crédito de una de las mayores casas de consumo y crédito del país, La Polar. *Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). Actualmente es maestro de conferencias de la Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
La importancia estratégica de la concertación social en la política económica de la Junta de Andalucía ha sido creciente. El VI Acuerdo de Concertación Social, último ejecutado en su integridad, comprometió para 2005-2008 una inversión pública, contabilizada en fase de obligaciones reconocidas, de 11.509,41 millones de euros, el 45,40% del total de gasto consolidado de inversión de los presupues tos iniciales de la Junta de Andalucía para ese periodo. La estabilidad y recurrencia de la concertación social ha definido la trayectoria de la economía y de la sociedad andaluza en los últimos treinta años. Sus actores, gobierno regional, organización empresarial y sindicatos más representativos, han compartido la convicción de que el proceso ha procurado paz social, modernidad y desarrollo. La misma Unión Europea (UE) ha propuesto el "partenariado social" andaluz como ejemplo para conseguir una aplicación más eficaz de los fondos estructurales y de cohesión en otras regiones relativamente atrasadas. Ciertas evidencias, señaladas por algunos autores y centros de estudios económicos, han revelado, sin embargo, la tenaz persistencia de carencias relativas en renta, crecimiento, productividad y, sobre todo, empleo. Pasado el segundo semestre de 2008, cuando se redactó el proyecto que dio inicio a esta tesis doctoral, la rápida y extraordinaria destrucción de riqueza y puestos de trabajo confirmó las predicciones pesimistas y las debilidades de la economía andaluza. A pesar de que el fenómeno principia prácticamente con el establecimiento del Estatuto de Autonomía, a la altura de 2008 no existía ningún análisis sistemático del proceso de concertación andaluz, y sí sólo algunos estudios realizados desde la óptica del Derecho del Trabajo y documentos críticos de un grupo de estudios económicos. Las carencias existentes respecto a la descripción y análisis del fenómeno no eran cubiertas por las comisiones de seguimiento ni los respectivos informes de ejecución de los pactos, que no iban mucho más allá de las proclamas de una bondad tautológica. La ausencia de evaluación viene a justificar la conveniencia y oportunidad de la presente tesis doctoral. La cronología seleccionada, el periodo que transcurre entre 1983 y 2008, responde a unos criterios perfectamente definidos. En 1983 el gobierno autonómico decidió impulsar un tipo de "planificación democrática" (concertada), que debía contar con el concurso de las organizaciones de trabajo y capital más representativas en la Comunidad Autónoma y el respaldo del Consejo Andaluz de Relaciones Laborales, creado ese mismo año. La fecha final, 2008, corresponde al último acuerdo de concertación celebrado y ejecutado por completo, el VI pacto tripartito, en vigor desde 2005. El período que abarca esta investigación se ha desglosado, para un análisis más ajustado, en dos etapas que presentan rasgos diferenciados. En el transcurso de los años 1983-1992 la Junta de Andalucía celebró, por separado, diversos acuerdos bipartitos con la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), por un lado, y con la Unión General de Trabajadores de Andalucía (UGT-A) y Comisiones Obreras de Andalucía (CC OO-A), por otro. En un segundo momento, entre 1993-2008, comenzaron a suscribirse pactos tripartitos (gobierno, organización empresarial y sindicatos) que, en virtud de su importancia, contaron con una financiación y repercusiones políticas y económicas crecientes. El análisis de los acuerdos sociales, cuya finalidad fundamental era mejorar el bienestar y garantizar el desarrollo de la región, ha requerido el examen de los resultados económicos y "socioeconómicos". No se oculta la dificultad de aislar el impacto de los acuerdos sociales de la influencia ejercida por otros factores relativos al crecimiento, por la inclusión de la economía andaluza en el contexto global y por la coyuntura que esa inclusión le impone. Para intentar soslayar esas dificultades procederemos, por un lado, a comparar la situación de la economía andaluza con la española al inicio y al final del proceso de concertación y, por otro, a contrastarla con la de otras regiones que presentan rasgos disímiles en el ámbito de los acuerdos sociales como Extremadura y País Vasco. La evolución de sus resultados económicos y económico-sociales con respecto a los promedios del Estado a lo largo de la cronología propuesta ha permitido establecer un punto de partida (1983), sin concertación social, y otro de llegada (2008), sí afectado por el proceso. Un planteamiento que permite apreciar si los "acuerdos sociales" (concertación) han contribuido a reducir o no las distancias con respecto al promedio de España. Se podría objetar, de nuevo, que otros elementos institucionales como, por ejemplo, la asunción progresiva de competencias del Estado central también habrían influido y tampoco sería posible discernir en qué medida. Sin embargo, el avance o retroceso de la región con respecto al promedio nacional en los indicadores básicos de desarrollo económico y social advertiría del grado de eficacia relativa de la política económica desarrollada, influida de manera significativa y creciente por la concertación social. El hecho de que Extremadura y País Vasco no contaran con el mismo grado de institucionalización en sus pactos regionales ha permitido establecer un contraste fundamental. Así, los resultados serán analizados en una región de alta institucionalización, Andalucía, con respecto a una comunidad de institucionalización media (menor) y desarrollo económico y social inicial similar, Extremadura; y a otra con un grado de acuerdos sociales todavía más bajo y un estándar de desarrollo originario (1983) superior. En un ámbito institucional (formal) coincidente, al tratarse de regiones insertas en el mismo Estado, bajo una unidad política y económica básica y un marco de relaciones laborales común, los acuerdos sociales pueden proyectarse como una distinción significativa. Puede argüirse que, en el caso del País Vasco, el concierto económico supone una diferencia institucional clave para explicar las diferencias interregionales, pero sus antecedentes se remontan al siglo XIX y, lo más importante, el actual modelo data de 1981, aunque ha sufrido modificaciones posteriores. Es decir, que durante los años ochenta esta singularidad ya operaba y se ha mantenido estable en el tiempo. Para lograr discernir con mayor claridad el impacto de la concertación social, se trazaron una serie de objetivos secundarios. El primero de ellos, integrar el tema de estudio en un ámbito conceptual que le fuera propio para, a continuación, establecer la relación de los pactos sociales con la política económica general desarrollada en Andalucía y con otras planificaciones que ya tenían lugar en la región. Política económica, a su vez, supeditada a la nacional y, a partir de 1986, a las políticas comunes de la Comunidad Económica Europea (CEE), luego UE. El análisis del proceso ha demandado examinar con precisión a sus protagonistas, agentes sociales y gobierno, tanto como los incentivos que han motivado su participación y los beneficios obtenidos. En último término, se ha pretendido un análisis institucional que determine el grado de relevancia y coordinación del proceso con otras instituciones (formales e informales). Nos hemos propuesto comprender el nivel de "complementariedad institucional" de la concertación social, es decir, si encaja o resulta contraproducente con otras instituciones económicas y sociales, pues el grado de complementariedad y coherencia institucional compromete su nivel de eficacia. La definición de estos objetivos se ha realizado a través de una serie de cuestiones e hipótesis de partida. Pese a ser una práctica que fue calificada como "pionera" por sus actores -única se llegó a decir- ¿era una propuesta realmente singular en sentido estricto? ¿Podrían inscribirse los pactos andaluces dentro de un contexto más amplio? En este sentido, ha resultado muy oportuno relacionar la evolución del diálogo social regional con el nacional, pues Andalucía no ha sido la única región que ha celebrado pactos corporatistas. En Andalucía, como en el resto de España, no existía la cultura de negociación entre capital y trabajo que se desarrolló en Europa occidental muy particularmente desde 1950. Así, una de las primeras tareas pasaba necesariamente por determinar las raíces de los acuerdos sociales en la región y el contexto histórico en que tuvieron lugar. El ingreso de España en la CEE conllevó la asunción de la política de desarrollo regional europea, controlada de un modo creciente por los Consejos Europeos y la Comisión. Las directrices emanadas de Bruselas hubieron de ser integradas en la política económica regional y, en consecuencia, en los pactos sociales. Por tanto, nos hemos planteado cómo la política regional europea ha afectado el contenido de los acuerdos y, en sentido contrario, la influencia de éstos sobre los planes de desarrollo regional, enviados a Madrid y a Bruselas para su aprobación. La concertación social, según la teoría neocorporatista (o neocorporativa) formulada en el decenio de 1970, es un proceso coadyuvado por la debilidad relativa de los actores implicados (incluido el Gobierno), y por la presencia en el poder de ejecutivos de izquierda o centro-izquierda. En este sentido, la gran eclosión de los pactos sociales durante los años setenta se relacionó con la crisis económica que interrumpió veinte años de crecimiento y prosperidad sostenidos. Las consecuencias no tardaron en dejarse sentir para los sindicatos, tachados de inflacionistas e ineficientes, que sufrieron una pérdida considerable de afiliación debido al paro masivo. Las organizaciones empresariales acusaron igualmente la recesión al perder asociados por cierre de actividad. Los gobiernos se enfrentaron al desgaste continuo que suponía una coyuntura adversa que se prolongaba en el tiempo y una evidente fragilidad, en el caso de que no disponer de sólidas mayorías. Los fracasos cosechados y la difusión de políticas a favor de la oferta, orientadas a la desregulación y la flexibilidad, parecieron dar por concluidos los pactos sociales. Sin embargo, ¿qué factores determinaron el regreso de la concertación social a partir de la segunda mitad de la década de 1980? Podrían haber sido, entre otros elementos, las propias exigencias de cambio para conseguir una mayor competitividad las que impulsaran la firma de nuevos acuerdos, especialmente en aquellos países donde los sindicatos retuvieron cierta fuerza y/o existieron gobiernos proclives, dada su tendencia ideológica o bien su falta de fortaleza. El diálogo social fructífero, institución que se regulaba por acuerdos políticos y sociales, se dispuso justamente para otorgar un mayor protagonismo al mercado. Con todo, debe comprobarse si, tal como nos planteábamos inicialmente, el resultado ofrecido por estos pactos no ha sido tan drástico como en los países en los que los gobiernos adoptaron medidas liberalizadoras de manera unilateral. Según la hipótesis de partida los pactos sociales andaluces, iniciados en la década de 1980, debían estar alejados de los posicionamientos "tradicionales keynesianos" corporatistas. Si se atiende únicamente al desarrollo histórico de los acuerdos realizados en Andalucía, cabría subrayar la presencia de una "sociedad pactada", con un alto grado de consenso y cooperación. Pero ¿los trabajadores y las empresas andaluzas realmente han respondido a ese perfil? En realidad, la concertación social debía servir para introducir elementos de coordinación (cooperación) económica, aunque las medidas adoptadas fueran justamente del lado de la oferta (empresa). Con las orientaciones y condicionantes descritos, nos propusimos explorar la complementariedad institucional de los pactos sociales con otro tipo de normas (formales e informales) involucradas en el desarrollo económico y el bienestar. Este análisis ha de aportar una información ajustada y relevante acerca de la idoneidad, centralidad y eficacia de la concertación social en Andalucía. Si los acuerdos generales de concertación son capaces de integrarse social y económicamente en un territorio determinado, deben favorecer un comportamiento de coordinación general. Pero, como ha señalado M. Regini, es de importancia capital conocer qué se acuerda, si son políticas concretas o, por el contrario, promesas genéricas, señales, símbolos compartidos de recíproco reconocimiento y legitimación entre los firmantes. El método de trabajo utilizado es el propio del estudio de la historia y las instituciones económicas, aunque incorpora otras herramientas de análisis de las ciencias jurídicas, la economía, la sociología y la politología. El planteamiento elegido compagina perspectivas deductivas e inductivas, las primeras a partir de las teorías consultadas y las segundas del análisis de los hechos históricos concretos. Más instrumentalmente, se ha recurrido al análisis institucional y cuantitativo, que ha sido tratado, cuando así ha sido requerido, en perspectiva comparada con las regiones de Extremadura, País Vasco y el conjunto de España, tal como se ha indicado. La concertación social ha adquirido un grado de institucionalización formal creciente. El primer Estatuto de Autonomía ya sancionó la adopción de una política de planificación económica, que podía resultar absolutamente compatible con el juego corporatista entre agentes sociales y gobierno. Sin embargo, el nuevo Estatuto de Autonomía de 2007 le ha otorgado rango institucional dentro de la Administración regional al destacarlo como objetivo básico de la Comunidad Autónoma (artículo 10, 20º). El nuevo institucionalismo considera a las instituciones (formales e informales) y su complementariedad como determinantes para el desempeño económico de los territorios. Para que se muestren eficaces, los tipos de acuerdos formales tripartitos de cooperación suscritos a alto nivel deben complementarse con otra clase de prácticas (formales e informales) que se muestren en la misma sintonía. Cuando estas últimas no resultan convergentes, deben cambiarse. Para estimar si han sido predominantes las fórmulas cooperativas y de coordinación en la economía andaluza se ha atendido a cuatro grupos de indicadores. En el primero, se analizan la existencia del diálogo social (la periodicidad e importancia de los pactos), el contenido de los acuerdos (con la limitación derivada de la Administración autonómica en los que se desarrollan) y el grado de cumplimiento y satisfacción de los agentes sociales. En el segundo, la negociación colectiva y el alcance de la misma, y la intensidad de penetración de los sindicatos en las empresas, así como la rotación laboral (contratación temporal respecto a indefinida). En el siguiente, se trata el nivel de afiliación sindical y su progresión, especialmente en las centrales más representativas. En el último, la representatividad de la organización empresarial, así como las redes y uniones de empresas. El análisis comparado ha sido esencial para establecer el grado de homogeneidad de la política de desarrollo europea, de notable influencia en la política económica regional y, en consecuencia, en la concertación social. El contraste, en esta ocasión, se ha establecido con la región de Apulia para definir el grado de similitud en las líneas de acción aprobadas. Esta región del sur de Italia guarda suficientes semejanzas con Andalucía como para establecer una comparación, un sector primario relativamente hipertrofiado, problemas en la industria, servicios predominantes de bajo valor añadido e insuficiente inversión en I+D. Pero, al mismo tiempo, evidencia diferencias económicas e institucionales relevantes. El tejido empresarial posee una naturaleza sectorial distinta, el turismo tiene menos peso y las tasas de desempleo y temporalidad son más reducidas. El grado de autogobierno es menor y la participación de los agentes sociales también es claramente inferior. Divergencias que deberían exigir propuestas de desarrollo singulares. Una alta coincidencia en los planes de desarrollo de ambas regiones apuntaría hacia la uniformidad en la aplicación de la política de desarrollo común y el control exógeno de la misma. Hemos tratado el grado de representación y representatividad de las organizaciones de capital y trabajo en perspectiva comparada. En este punto, además, recurrimos a la noción de capital social, definido como la confianza que posee una sociedad en sí misma y en sus expectativas sociales y económicas, para determinar si los acuerdos consiguieron irradiar los compromisos establecidos hacia abajo, a un nivel micro. Es más, el mayor grado de recurrencia, estabilidad e institucionalización de los mismos en Andalucía debía haber coadyuvado un aumento de esta magnitud, superior al registrado por otras regiones del Estado. El trabajo cuantitativo, por su parte, se ha centrado en el tratamiento comparado de los resultados (evolución de indicadores) de los elementos económicos y sociales sobre los que han incidido con persistencia los pactos sociales, el tejido empresarial, el empleo y las relaciones laborales con las dos regiones de referencia indicadas y con la media de España. El contenido de la tesis se ha estructurado en torno a dos partes diferenciadas con tres capítulos cada una. La primera se centra en el enfoque teórico y los antecedentes remotos y próximos del proceso. La segunda, se ocupa del estudio de la concertación social andaluza en sí misma. El primero de los capítulos aborda una aproximación a las teorías políticas, económicas y sociales relevantes sobre el objeto de estudio. Desde las primeras formulaciones corporativas de sesgo antidemocrático a las nociones de gobernanza y democracia asociativa, se han analizado los tipos de "gobierno político", con un especial interés en las fórmulas libres (democráticas) de corporativismo y en el reverdecer del fenómeno denominado "neocorporativismo" o "neocorporatismo" con motivo de la crisis del modelo keynesiano-fordista de producción. En el ámbito económico, se han considerado tanto las corrientes de pensamiento que se han mostrado a favor de la intervención y regulación económica y, particularmente, de su vertiente pactada con agentes sociales y económicos, como las que se han opuesto y se oponen. Finalmente, en las relaciones sociales se ha indagado en las propuestas teóricas relacionadas con los grupos de interés y las relaciones entre el individuo (representado) y la entidad representante (o los dirigentes y el aparato burocrático), sobre todo en el ámbito sindical. Los dos últimos capítulos de la primera parte han considerado especialmente el caso español, por resultar obviamente relevante para establecer los antecedentes y marcos contextuales exigidos para abordar con posterioridad el proceso andaluz. Los últimos epígrafes correspondientes al tercero se centran especialmente en la CEE y la UE como promotoras de un nuevo tipo de pactos sociales a nivel estatal y regional. La segunda parte se inicia con el capítulo 4, que analiza a los firmantes de los pactos, así como las causas y consecuencias de su participación, y la construcción política e institucional de la concertación social en Andalucía. En el enfoque adoptado sobresale la perspectiva de intercambio político entre los agentes sociales y el Gobierno. El estudio de los planteamientos sociales y económicos del Ejecutivo ha permitido establecer cómo y por qué se producen los cambios de rumbo desde planteamientos de desarrollo endógeno a exógeno, y la adopción del discurso de la promoción de la modernización y el emprendimiento. Al no producirse cambio de color al frente de la Administración regional, salvo la suma del Partido Andalucista en legislaturas contadas, estos cambios y reformulaciones han podido ser apreciados con mayor claridad. El siguiente capítulo se ocupa del ámbito económico de actuación de la concertación social y de la política económica "concertada" aplicada en ese marco de acción. Después del análisis de la situación y evolución de la economía regional, se realiza un análisis de los ingresos y gastos presupuestarios, con particular detenimiento en las inversiones, que ha servido para dilucidar las prioridades políticas acometidas. A continuación se estudia el impacto de las políticas de desarrollo de la UE y su dotación de fondos en la política económica andaluza y la concertación social. En último término, se expone la concertación social como instrumento coordinador de la planificación económica y de desarrollo de la Comunidad Autónoma Andaluza. El capítulo 6 ha valorado los resultados obtenidos en función de los grandes objetivos planteados en los diferentes acuerdos. Se ha partido del análisis de los informes de ejecución de los acuerdos de concertación social y se completado el estudio con el examen del tejido empresarial, el empleo y relaciones laborales, todo ello en perspectiva comparada. El Archivo del Parlamento de Andalucía, en su Diario de Sesiones del Pleno y de las Comisiones, el Archivo Histórico de CC OO-A y el Archivo Histórico de UGT-A han constituido el grueso de las fuentes primarias que han servido para analizar a los protagonistas de los acuerdos y las líneas políticas generales que se han adoptado. La CEA, que no dispone de Archivo Histórico, sólo ha permitido la consulta de los anuarios que publican (1983-2008). Esta información se ha completado con la realización de entrevistas orales a tres dirigentes (uno por cada agente social) con experiencia directa en las negociaciones. Las fuentes hemerográficas, con la consulta de diarios con líneas editoriales bien dispares, El País y ABC de Sevilla, ha provisto a la investigación de indicaciones significativas acerca del contexto de los intereses políticos en liza entre las partes y otras entidades no firmantes, pero afectadas de algún modo (negativamente) por los acuerdos. El examen de las diferentes planificaciones generales, planes de desarrollo regional y acuerdos de concertación, a través de los respectivos documentos editados, ha posibilitado extraer la evolución de las políticas públicas desarrolladas, cuyo consenso social ha ido incrementándose. La documentación del Programa Operativo Regionale de Apulia de los dos últimos periodos financieros de los fondos estructurales ha permitido la comparación de las políticas de desarrollo en esta región con Andalucía. A través de la publicación de los informes de ejecución del tercer al sexto acuerdo de la Comisión General de Seguimiento, 1999-2008, hemos conocido el impacto alcanzado por las medidas suscritas sobre el conjunto de la economía regional según los propios protagonistas de los pactos, aunque las cifras ofrecidas no cuentan con ninguna indicación de procedencia o estudio. Además, debe indicarse que ni los dos primeros acuerdos tripartitos ni los bipartitos celebrados hasta 1992 han contado con ningún instrumento público de seguimiento y/o valoración. El estudio de la aplicación presupuestaria inicial de la Junta de Andalucía (presupuesto iniciales) ha contribuido a confirmar, de manera cuantitativa, la importancia de las diferentes políticas que se han impulsado. La información necesaria para realizar la valoración de los resultados alcanzados por la concertación social se ha completado con fuentes estadísticas, en las que se han utilizado, relacionado y elaborado, en su caso, bases de datos y series del Instituto Nacional de Estadística, el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, la Oficina Europea de Estadísticas y de los Ministerios de Trabajo y de Industria y Comercio.
La importancia estratégica de la concertación social en la política económica de la Junta de Andalucía ha sido creciente. El VI Acuerdo de Concertación Social, último ejecutado en su integridad, comprometió para 2005-2008 una inversión pública, contabilizada en fase de obligaciones reconocidas, de 11.509,41 millones de euros, el 45,40% del total de gasto consolidado de inversión de los presupuestos iniciales de la Junta de Andalucía para ese periodo. La estabilidad y recurrencia de la concertación social ha definido la trayectoria de la economía y de la sociedad andaluza en los últimos treinta años. Sus actores, gobierno regional, organización empresarial y sindicatos más representativos, han compartido la convicción de que el proceso ha procurado paz social, modernidad y desarrollo. La misma Unión Europea (UE) ha propuesto el "partenariado social" andaluz como ejemplo para conseguir una aplicación más eficaz de los fondos estructurales y de cohesión en otras regiones relativamente atrasadas. Ciertas evidencias, señaladas por algunos autores y centros de estudios económicos, han revelado, sin embargo, la tenaz persistencia de carencias relativas en renta, crecimiento, productividad y, sobre todo, empleo. Pasado el segundo semestre de 2008, cuando se redactó el proyecto que dio inicio a esta tesis doctoral, la rápida y extraordinaria destrucción de riqueza y puestos de trabajo confirmó las predicciones pesimistas y las debilidades de la economía andaluza. A pesar de que el fenómeno principia prácticamente con el establecimiento del Estatuto de Autonomía, a la altura de 2008 no existía ningún análisis sistemático del proceso de concertación andaluz, y sí sólo algunos estudios realizados desde la óptica del Derecho del Trabajo y documentos críticos de un grupo de estudios económicos. Las carencias existentes respecto a la descripción y análisis del fenómeno no eran cubiertas por las comisiones de seguimiento ni los respectivos informes de ejecución de los pactos, que no iban mucho más allá de las proclamas de una bondad tautológica. La ausencia de evaluación viene a justificar la conveniencia y oportunidad de la presente tesis doctoral. La cronología seleccionada, el periodo que transcurre entre 1983 y 2008, responde a unos criterios perfectamente definidos. En 1983 el gobierno autonómico decidió impulsar un tipo de "planificación democrática" (concertada), que debía contar con el concurso de las organizaciones de trabajo y capital más representativas en la Comunidad Autónoma y el respaldo del Consejo Andaluz de Relaciones Laborales, creado ese mismo año. La fecha final, 2008, corresponde al último acuerdo de concertación celebrado y ejecutado por completo, el VI pacto tripartito, en vigor desde 2005. El período que abarca esta investigación se ha desglosado, para un análisis más ajustado, en dos etapas que presentan rasgos diferenciados. En el transcurso de los años 1983-1992 la Junta de Andalucía celebró, por separado, diversos acuerdos bipartitos con la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), por un lado, y con la Unión General de Trabajadores de Andalucía (UGT-A) y Comisiones Obreras de Andalucía (CC OO-A), por otro. En un segundo momento, entre 1993-2008, comenzaron a suscribirse pactos tripartitos (gobierno, organización empresarial y sindicatos) que, en virtud de su importancia, contaron con una financiación y repercusiones políticas y económicas crecientes. El análisis de los acuerdos sociales, cuya finalidad fundamental era mejorar el bienestar y garantizar el desarrollo de la región, ha requerido el examen de los resultados económicos y "socioeconómicos". No se oculta la dificultad de aislar el impacto de los acuerdos sociales de la influencia ejercida por otros factores relativos al crecimiento, por la inclusión de la economía andaluza en el contexto global y por la coyuntura que esa inclusión le impone. Para intentar soslayar esas dificultades procederemos, por un lado, a comparar la situación de la economía andaluza con la española al inicio y al final del proceso de concertación y, por otro, a contrastarla con la de otras regiones que presentan rasgos disímiles en el ámbito de los acuerdos sociales como Extremadura y País Vasco. La evolución de sus resultados económicos y económico-sociales con respecto a los promedios del Estado a lo largo de la cronología propuesta ha permitido establecer un punto de partida (1983), sin concertación social, y otro de llegada (2008), sí afectado por el proceso. Un planteamiento que permite apreciar si los "acuerdos sociales" (concertación) han contribuido a reducir o no las distancias con respecto al promedio de España. Se podría objetar, de nuevo, que otros elementos institucionales como, por ejemplo, la asunción progresiva de competencias del Estado central también habrían influido y tampoco sería posible discernir en qué medida. Sin embargo, el avance o retroceso de la región con respecto al promedio nacional en los indicadores básicos de desarrollo económico y social advertiría del grado de eficacia relativa de la política económica desarrollada, influida de manera significativa y creciente por la concertación social. El hecho de que Extremadura y País Vasco no contaran con el mismo grado de institucionalización en sus pactos regionales ha permitido establecer un contraste fundamental. Así, los resultados serán analizados en una región de alta institucionalización, Andalucía, con respecto a una comunidad de institucionalización media (menor) y desarrollo económico y social inicial similar, Extremadura; y a otra con un grado de acuerdos sociales todavía más bajo y un estándar de desarrollo originario (1983) superior. En un ámbito institucional (formal) coincidente, al tratarse de regiones insertas en el mismo Estado, bajo una unidad política y económica básica y un marco de relaciones laborales común, los acuerdos sociales pueden proyectarse como una distinción significativa. Puede argüirse que, en el caso del País Vasco, el concierto económico supone una diferencia institucional clave para explicar las diferencias interregionales, pero sus antecedentes se remontan al siglo XIX y, lo más importante, el actual modelo data de 1981, aunque ha sufrido modificaciones posteriores. Es decir, que durante los años ochenta esta singularidad ya operaba y se ha mantenido estable en el tiempo. Para lograr discernir con mayor claridad el impacto de la concertación social, se trazaron una serie de objetivos secundarios. El primero de ellos, integrar el tema de estudio en un ámbito conceptual que le fuera propio para, a continuación, establecer la relación de los pactos sociales con la política económica general desarrollada en Andalucía y con otras planificaciones que ya tenían lugar en la región. Política económica, a su vez, supeditada a la nacional y, a partir de 1986, a las políticas comunes de la Comunidad Económica Europea (CEE), luego UE. El análisis del proceso ha demandado examinar con precisión a sus protagonistas, agentes sociales y gobierno, tanto como los incentivos que han motivado su participación y los beneficios obtenidos. En último término, se ha pretendido un análisis institucional que determine el grado de relevancia y coordinación del proceso con otras instituciones (formales e informales). Nos hemos propuesto comprender el nivel de "complementariedad institucional" de la concertación social, es decir, si encaja o resulta contraproducente con otras instituciones económicas y sociales, pues el grado de complementariedad y coherencia institucional compromete su nivel de eficacia. La definición de estos objetivos se ha realizado a través de una serie de cuestiones e hipótesis de partida. Pese a ser una práctica que fue calificada como "pionera" por sus actores -única se llegó a decir- ¿era una propuesta realmente singular en sentido estricto? ¿Podrían inscribirse los pactos andaluces dentro de un contexto más amplio? En este sentido, ha resultado muy oportuno relacionar la evolución del diálogo social regional con el nacional, pues Andalucía no ha sido la única región que ha celebrado pactos corporatistas. En Andalucía, como en el resto de España, no existía la cultura de negociación entre capital y trabajo que se desarrolló en Europa occidental muy particularmente desde 1950. Así, una de las primeras tareas pasaba necesariamente por determinar las raíces de los acuerdos sociales en la región y el contexto histórico en que tuvieron lugar. El ingreso de España en la CEE conllevó la asunción de la política de desarrollo regional europea, controlada de un modo creciente por los Consejos Europeos y la Comisión. Las directrices emanadas de Bruselas hubieron de ser integradas en la política económica regional y, en consecuencia, en los pactos sociales. Por tanto, nos hemos planteado cómo la política regional europea ha afectado el contenido de los acuerdos y, en sentido contrario, la influencia de éstos sobre los planes de desarrollo regional, enviados a Madrid y a Bruselas para su aprobación. La concertación social, según la teoría neocorporatista (o neocorporativa) formulada en el decenio de 1970, es un proceso coadyuvado por la debilidad relativa de los actores implicados (incluido el Gobierno), y por la presencia en el poder de ejecutivos de izquierda o centro-izquierda. En este sentido, la gran eclosión de los pactos sociales durante los años setenta se relacionó con la crisis económica que interrumpió veinte años de crecimiento y prosperidad sostenidos. Las consecuencias no tardaron en dejarse sentir para los sindicatos, tachados de inflacionistas e ineficientes, que sufrieron una pérdida considerable de afiliación debido al paro masivo. Las organizaciones empresariales acusaron igualmente la recesión al perder asociados por cierre de actividad. Los gobiernos se enfrentaron al desgaste continuo que suponía una coyuntura adversa que se prolongaba en el tiempo y una evidente fragilidad, en el caso de que no disponer de sólidas mayorías. Los fracasos cosechados y la difusión de políticas a favor de la oferta, orientadas a la desregulación y la flexibilidad, parecieron dar por concluidos los pactos sociales. Sin embargo, ¿qué factores determinaron el regreso de la concertación social a partir de la segunda mitad de la década de 1980? Podrían haber sido, entre otros elementos, las propias exigencias de cambio para conseguir una mayor competitividad las que impulsaran la firma de nuevos acuerdos, especialmente en aquellos países donde los sindicatos retuvieron cierta fuerza y/o existieron gobiernos proclives, dada su tendencia ideológica o bien su falta de fortaleza. El diálogo social fructífero, institución que se regulaba por acuerdos políticos y sociales, se dispuso justamente para otorgar un mayor protagonismo al mercado. Con todo, debe comprobarse si, tal como nos planteábamos inicialmente, el resultado ofrecido por estos pactos no ha sido tan drástico como en los países en los que los gobiernos adoptaron medidas liberalizadoras de manera unilateral. Según la hipótesis de partida los pactos sociales andaluces, iniciados en la década de 1980, debían estar alejados de los posicionamientos "tradicionales keynesianos" corporatistas. Si se atiende únicamente al desarrollo histórico de los acuerdos realizados en Andalucía, cabría subrayar la presencia de una "sociedad pactada", con un alto grado de consenso y cooperación. Pero ¿los trabajadores y las empresas andaluzas realmente han respondido a ese perfil? En realidad, la concertación social debía servir para introducir elementos de coordinación (cooperación) económica, aunque las medidas adoptadas fueran justamente del lado de la oferta (empresa). Con las orientaciones y condicionantes descritos, nos propusimos explorar la complementariedad institucional de los pactos sociales con otro tipo de normas (formales e informales) involucradas en el desarrollo económico y el bienestar. Este análisis ha de aportar una información ajustada y relevante acerca de la idoneidad, centralidad y eficacia de la concertación social en Andalucía. Si los acuerdos generales de concertación son capaces de integrarse social y económicamente en un territorio determinado, deben favorecer un comportamiento de coordinación general. Pero, como ha señalado M. Regini, es de importancia capital conocer qué se acuerda, si son políticas concretas o, por el contrario, promesas genéricas, señales, símbolos compartidos de recíproco reconocimiento y legitimación entre los firmantes. El método de trabajo utilizado es el propio del estudio de la historia y las instituciones económicas, aunque incorpora otras herramientas de análisis de las ciencias jurídicas, la economía, la sociología y la politología. El planteamiento elegido compagina perspectivas deductivas e inductivas, las primeras a partir de las teorías consultadas y las segundas del análisis de los hechos históricos concretos. Más instrumentalmente, se ha recurrido al análisis institucional y cuantitativo, que ha sido tratado, cuando así ha sido requerido, en perspectiva comparada con las regiones de Extremadura, País Vasco y el conjunto de España, tal como se ha indicado. La concertación social ha adquirido un grado de institucionalización formal creciente. El primer Estatuto de Autonomía ya sancionó la adopción de una política de planificación económica, que podía resultar absolutamente compatible con el juego corporatista entre agentes sociales y gobierno. Sin embargo, el nuevo Estatuto de Autonomía de 2007 le ha otorgado rango institucional dentro de la Administración regional al destacarlo como objetivo básico de la Comunidad Autónoma (artículo 10, 20º). El nuevo institucionalismo considera a las instituciones (formales e informales) y su complementariedad como determinantes para el desempeño económico de los territorios. Para que se muestren eficaces, los tipos de acuerdos formales tripartitos de cooperación suscritos a alto nivel deben complementarse con otra clase de prácticas (formales e informales) que se muestren en la misma sintonía. Cuando estas últimas no resultan convergentes, deben cambiarse. Para estimar si han sido predominantes las fórmulas cooperativas y de coordinación en la economía andaluza se ha atendido a cuatro grupos de indicadores. En el primero, se analizan la existencia del diálogo social (la periodicidad e importancia de los pactos), el contenido de los acuerdos (con la limitación derivada de la Administración autonómica en los que se desarrollan) y el grado de cumplimiento y satisfacción de los agentes sociales. En el segundo, la negociación colectiva y el alcance de la misma, y la intensidad de penetración de los sindicatos en las empresas, así como la rotación laboral (contratación temporal respecto a indefinida). En el siguiente, se trata el nivel de afiliación sindical y su progresión, especialmente en las centrales más representativas. En el último, la representatividad de la organización empresarial, así como las redes y uniones de empresas. El análisis comparado ha sido esencial para establecer el grado de homogeneidad de la política de desarrollo europea, de notable influencia en la política económica regional y, en consecuencia, en la concertación social. El contraste, en esta ocasión, se ha establecido con la región de Apulia para definir el grado de similitud en las líneas de acción aprobadas. Esta región del sur de Italia guarda suficientes semejanzas con Andalucía como para establecer una comparación, un sector primario relativamente hipertrofiado, problemas en la industria, servicios predominantes de bajo valor añadido e insuficiente inversión en I+D. Pero, al mismo tiempo, evidencia diferencias económicas e institucionales relevantes. El tejido empresarial posee una naturaleza sectorial distinta, el turismo tiene menos peso y las tasas de desempleo y temporalidad son más reducidas. El grado de autogobierno es menor y la participación de los agentes sociales también es claramente inferior. Divergencias que deberían exigir propuestas de desarrollo singulares. Una alta coincidencia en los planes de desarrollo de ambas regiones apuntaría hacia la uniformidad en la aplicación de la política de desarrollo común y el control exógeno de la misma. Hemos tratado el grado de representación y representatividad de las organizaciones de capital y trabajo en perspectiva comparada. En este punto, además, recurrimos a la noción de capital social, definido como la confianza que posee una sociedad en sí misma y en sus expectativas sociales y económicas, para determinar si los acuerdos consiguieron irradiar los compromisos establecidos hacia abajo, a un nivel micro. Es más, el mayor grado de recurrencia, estabilidad e institucionalización de los mismos en Andalucía debía haber coadyuvado un aumento de esta magnitud, superior al registrado por otras regiones del Estado. El trabajo cuantitativo, por su parte, se ha centrado en el tratamiento comparado de los resultados (evolución de indicadores) de los elementos económicos y sociales sobre los que han incidido con persistencia los pactos sociales, el tejido empresarial, el empleo y las relaciones laborales con las dos regiones de referencia indicadas y con la media de España. El contenido de la tesis se ha estructurado en torno a dos partes diferenciadas con tres capítulos cada una. La primera se centra en el enfoque teórico y los antecedentes remotos y próximos del proceso. La segunda, se ocupa del estudio de la concertación social andaluza en sí misma. El primero de los capítulos aborda una aproximación a las teorías políticas, económicas y sociales relevantes sobre el objeto de estudio. Desde las primeras formulaciones corporativas de sesgo antidemocrático a las nociones de gobernanza y democracia asociativa, se han analizado los tipos de "gobierno político", con un especial interés en las fórmulas libres (democráticas) de corporativismo y en el reverdecer del fenómeno denominado "neocorporativismo" o "neocorporatismo" con motivo de la crisis del modelo keynesiano-fordista de producción. En el ámbito económico, se han considerado tanto las corrientes de pensamiento que se han mostrado a favor de la intervención y regulación económica y, particularmente, de su vertiente pactada con agentes sociales y económicos, como las que se han opuesto y se oponen. Finalmente, en las relaciones sociales se ha indagado en las propuestas teóricas relacionadas con los grupos de interés y las relaciones entre el individuo (representado) y la entidad representante (o los dirigentes y el aparato burocrático), sobre todo en el ámbito sindical. Los dos últimos capítulos de la primera parte han considerado especialmente el caso español, por resultar obviamente relevante para establecer los antecedentes y marcos contextuales exigidos para abordar con posterioridad el proceso andaluz. Los últimos epígrafes correspondientes al tercero se centran especialmente en la CEE y la UE como promotoras de un nuevo tipo de pactos sociales a nivel estatal y regional. La segunda parte se inicia con el capítulo 4, que analiza a los firmantes de los pactos, así como las causas y consecuencias de su participación, y la construcción política e institucional de la concertación social en Andalucía. En el enfoque adoptado sobresale la perspectiva de intercambio político entre los agentes sociales y el Gobierno. El estudio de los planteamientos sociales y económicos del Ejecutivo ha permitido establecer cómo y por qué se producen los cambios de rumbo desde planteamientos de desarrollo endógeno a exógeno, y la adopción del discurso de la promoción de la modernización y el emprendimiento. Al no producirse cambio de color al frente de la Administración regional, salvo la suma del Partido Andalucista en legislaturas contadas, estos cambios y reformulaciones han podido ser apreciados con mayor claridad. El siguiente capítulo se ocupa del ámbito económico de actuación de la concertación social y de la política económica "concertada" aplicada en ese marco de acción. Después del análisis de la situación y evolución de la economía regional, se realiza un análisis de los ingresos y gastos presupuestarios, con particular detenimiento en las inversiones, que ha servido para dilucidar las prioridades políticas acometidas. A continuación se estudia el impacto de las políticas de desarrollo de la UE y su dotación de fondos en la política económica andaluza y la concertación social. En último término, se expone la concertación social como instrumento coordinador de la planificación económica y de desarrollo de la Comunidad Autónoma Andaluza. El capítulo 6 ha valorado los resultados obtenidos en función de los grandes objetivos planteados en los diferentes acuerdos. Se ha partido del análisis de los informes de ejecución de los acuerdos de concertación social y se completado el estudio con el examen del tejido empresarial, el empleo y relaciones laborales, todo ello en perspectiva comparada. El Archivo del Parlamento de Andalucía, en su Diario de Sesiones del Pleno y de las Comisiones, el Archivo Histórico de CC OO-A y el Archivo Histórico de UGT-A han constituido el grueso de las fuentes primarias que han servido para analizar a los protagonistas de los acuerdos y las líneas políticas generales que se han adoptado. La CEA, que no dispone de Archivo Histórico, sólo ha permitido la consulta de los anuarios que publican (1983-2008). Esta información se ha completado con la realización de entrevistas orales a tres dirigentes (uno por cada agente social) con experiencia directa en las negociaciones. Las fuentes hemerográficas, con la consulta de diarios con líneas editoriales bien dispares, El País y ABC de Sevilla, ha provisto a la investigación de indicaciones significativas acerca del contexto de los intereses políticos en liza entre las partes y otras entidades no firmantes, pero afectadas de algún modo (negativamente) por los acuerdos. El examen de las diferentes planificaciones generales, planes de desarrollo regional y acuerdos de concertación, a través de los respectivos documentos editados, ha posibilitado extraer la evolución de las políticas públicas desarrolladas, cuyo consenso social ha ido incrementándose. La documentación del Programa Operativo Regionale de Apulia de los dos últimos periodos financieros de los fondos estructurales ha permitido la comparación de las políticas de desarrollo en esta región con Andalucía. A través de la publicación de los informes de ejecución del tercer al sexto acuerdo de la Comisión General de Seguimiento, 1999-2008, hemos conocido el impacto alcanzado por las medidas suscritas sobre el conjunto de la economía regional según los propios protagonistas de los pactos, aunque las cifras ofrecidas no cuentan con ninguna indicación de procedencia o estudio. Además, debe indicarse que ni los dos primeros acuerdos tripartitos ni los bipartitos celebrados hasta 1992 han contado con ningún instrumento público de seguimiento y/o valoración. El estudio de la aplicación presupuestaria inicial de la Junta de Andalucía (presupuesto iniciales) ha contribuido a confirmar, de manera cuantitativa, la importancia de las diferentes políticas que se han impulsado. La información necesaria para realizar la valoración de los resultados alcanzados por la concertación social se ha completado con fuentes estadísticas, en las que se han utilizado, relacionado y elaborado, en su caso, bases de datos y series del Instituto Nacional de Estadística, el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, la Oficina Europea de Estadísticas y de los Ministerios de Trabajo y de Industria y Comercio.
Una de las consecuencias menos abordadas por los medios internacionales, y que casi ha pasado desapercibida a la luz de las importantes reconfiguraciones geopolíticas en el mundo árabe, ha sido la revisión de la política árabe y del medio-oriente de Rusia. El desconocimiento que prima en Occidente en relación a esta importante dinámica de la región se explica tanto por el rol ambiguo que han jugado las autoridades del Kremlin, alimentado por la indecisión respecto al rumbo a seguir, así como la omnipresencia de una perspectiva occidental en estos procesos de rápida recomposición de los sistemas políticos en el Magreb y el Mashrek. Sin embargo, el rol real y potencial que podría jugar Rusia en la estabilización y orientación comercial de estos países no deja de ser significativo, dado un pasado de colaboración militar, política y cultural con numerosos regímenes de la región. Asimismo, el abandono progresivo de un rol de superpotencia militar a favor de otro más cercano al de un país emergente cercano de las preocupaciones de los nuevos gigantes del Sur (Brasil, India, China, África del Sur) ha suavizado la imagen del gigante ruso y conducido a una apreciación distinta de su papel en la arena internacional. Mencionemos, de partida, que el mundo árabe, lejos de ser una realidad abstracta para las autoridades del MID ruso, fue, durante largas décadas, un terreno privilegiado de cooperación técnica y científica, que permitió a las autoridades soviéticas expandir su influencia de manera continua. El fin del orden colonial en los 50 y 60, el antagonismo con las antiguas potencias occidentales favorecidos por movimientos de corte marxista nacionalistas (como los de Bourgiba o Nasser) fueron un terreno fértil a partir del cual una importante colaboración técnica, especialmente en el campo industrial y energético, permitió a toda una generación de profesionales formarse en las mejores universidades rusas, a la vez que confirió a muchos cuadros del PCUS un conocimiento de primera mano de la región. La represión e instalación de regímenes autoritarios en muchos de los países de la región, con el concurso beneplácito de los Estados Unidos y Europa, fue progresivamente limitando el campo de acción de las autoridades soviéticas, obligándoles a compartir en los 1980 una hegemonía de corte ideológico, como en el caso de Egipto. El resquebrajamiento y progresivo desmantelamiento de la URSS en 1991 asestó un golpe de gracia a este conjunto de relaciones con el mundo árabe, en parte debido a la incapacidad del Estado ruso por brindar condiciones tan favorables como en la época soviética – se acabaron así los acuerdos particularmente generosos o el trueque, ampliamente utilizados entonces, a favor de intercambios en moneda dura -. Otra de las razones no menos importantes, fue la crisis sistémica del Estado y la economía rusa que durante una década no cesó de retraerse y que perjudicó al comercio exterior, limitando su extensión geográfica y reduciendo las capacidades operativas de los ministerios respectivos en materia de misiones comerciales y personal consular. Intervino en este proceso, sin embargo, una decisión deliberada por parte del gobierno de Boris Yeltsin de no confrontar con los nuevos socios de Rusia –i.e. la Unión Europea y los Estados Unidos- manteniendo así los vínculos comerciales con países "molestos" tales como Irak, Siria y Sudán, dentro de límites aceptables. Esta orientación permitió sin duda a las autoridades rusas contar con el beneplácito de las potencias del mundo occidental y beneficiarse de un tratamiento preferencial; es así como las autoridades del Kremlin lograron hacer entrar a Rusia en el selecto grupo del G8 en 1997 y suavizaron en parte las exigencias occidentales respecto a las reformas de mercado en los programas de ajuste del FMI. Sin embargo, cabe destacar que a pesar de este repliegue comercial, las autoridades rusas nunca cesaron de estar presentes en el mundo árabe, con una red de acuerdos comerciales en los cuales el componente militar era predominante. Esta situación no derivaba de una voluntad beligerante de Rusiastricto sensu, sino de la preponderancia del consorcio militar-industrial en la matriz exportadora rusa. En un escenario de desorganización y recomposición de la industria rusa, el consorcio militar industrial (compuesto entre otros por la MIG Corporation y Rosoboronexport) conoció una relativa estabilidad que le permitió continuar la exportación de productos desarrollados por la ingeniería soviética, como los aviones MIG o la industria de armamento ligera, o incluso, desarrollar asociaciones estratégicas con socios no tradicionales de la historia rusa tales como Israel. Esta última asociación ha conocido en la última década un desarrollo fulgurante que ha sido favorecido por un proceso de emigración masivo de comunidades rusas hacia Israel así como por un desarrollo tecnológico conjunto en materias de armamento y energía. Si la importancia relativa de esta colaboración podría haber aparecido como problemática a los ojos de las lealtades geopolíticas regionales con el mundo árabe, las autoridades del Kremlin se han encargado de sortear este escollo desolidarizando la retórica gubernamental –eminentemente pro-árabe y favorable a las autoridades palestinas del Fatah- de estas vibrantes relaciones comerciales. Esta estrategia ha sido fuertemente condicionada por una contracción del mercado accesible a las exportaciones de armamento ruso, que le ha dejado poca latitud fuera de su terreno de acción natural – como las antiguas repúblicas soviéticas y China- con algunas excepciones latinoamericanas tales como Venezuela y en una menor medida Ecuador. El mercado árabe ha constituido entonces un salvavidas indispensable a la supervivencia de esta industria en Rusia, aunque no ha sido sin riesgos, ya que a pesar que representa un porcentaje importante de las exportaciones de armamento (15 al 30 % según las estimaciones deRosoboronexport (1)), estas se han visto amenazadas en los mercados más competitivos, tales como Arabia Saudita, por poderosos consorcios europeos o norteamericanos.El otro eje de las relaciones económicas rusas en dirección del mundo árabe ha sido el energético, en el que se destacan acuerdos de integración de mercados a partir de los consorcios de Estado más importantes, tales como el gigante energético Gazprom. Rusia ha sido un actor clave en el mundo árabe en el desarrollo de refinerías de costo intermedio así como en la construcción de oleoductos para exportar el recurso hacia mercados occidentales. Las colaboraciones con Argelia, Libia –donde un importante contrato de expansión de la capacidad productiva local quedó en punto muerto-, pero también con Egipto, han conocido una expansión continua, traduciéndose en la construcción de gasoductos que conectaran el gas egipcio con los mercados libaneses y sirios. Finalmente, el área atómica le ha permitido a RosAtom, el consorcio estatal ruso, proveer con transferencias de tecnología de enriquecimiento de uranio a la región, sin obviar a países calificados por Estados Unidos como perteneciente al eje del mal, tales como Irán y Siria. Si las exportaciones de centrales térmicas y atómicas de primera y segunda generación han sido formalmente destinadas a un uso civil, en el caso de la central atómica de Bushehr (2) la colaboración rusa con las autoridades iraníes ha puesto en duda la dimensión estrictamente comercial de este tipo de acuerdos, repercutiendo negativamente en la política exterior rusa con destino de Occidente. La ola de revoluciones en el mundo árabe ha abierto una página de incertidumbre en el desarrollo de estos ejes de la política exterior aquí mencionados. Por una parte, la posible –aunque nada segura- apertura democrática de países como Túnez, Egipto o Siria, conlleva el riesgo de una revisión de las condiciones en las cuales estos regímenes autoritarios atribuyeron concesiones, lo que podría abrir una caja de pandora indispensable para la ciudadanía local, pero que podría igualmente ser altamente embarazosa para las autoridades de Moscú. Más allá de estas revisiones, el Kremlin corre un riesgo real –aunque hasta ahora minimizado en la retórica gubernamental- de perder su ascendente frente a las nuevas potencias liberadoras, tal como fue el caso después de la guerra de Irak. En un plano más estratégico, un cambio de régimen en muchos de estos países podría tensar las relaciones con Israel, y obligar al Kremlin a tomar un partido sin ambigüedades en relación al conflicto arabo-israelí. ¿Pueden las autoridades rusas revertir estas tendencias? Si muchas de las variables no serán despejadas en el corto plazo, algunos ajustes de rango intermedio pueden contribuir a reducir la incertidumbre en relación a lo que viene. Estos ajustes deben entonces orientarse a una restructuración de los equipos de expertos del medio oriente, favoreciendo a Institutos con perspectivas globales y menos marcadas por la herencia soviética tales como el MGIMO que había formado a primeros ministros tales como Evgueni Primakov, expertos en el mundo árabe. De un modo más global, es importante que el Kremlin se decida de una vez por todas a llevar a cabo las transformaciones en el área del comercio exterior, arrastradas por más de una década: esto debería permitir a sus socios distinguir mejor la posición de los consorcios estatales o privados de los intereses geopolíticos de Moscú, muy a menudo opacos. Por último, en un mundo en donde la globalización entre países emergentes es ya una dinámica poderosa, cabe que Moscú se pregunte si es capaz de establecer relaciones comerciales sobre una base de bilateralidad real, lo que conlleva apertura de sectores rusos a las inversiones provenientes de estos países, o bien si destina a estos un trato cordial, pero como lo ha sido en estas últimas décadas, marcado por un fuerte paternalismo.(1) Consultar http://www.bigness.ru/articles/2011-02-22/vpk/122158/(2) Cabe mencionar sin embargo que la colaboración con Irán en relación a esta central empezó ya en el año 1974. *Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). Actualmente es maestro de conferencias de la Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
En una de las campañas electorales mas parejas de la historia de este país, Barak Obama y John McCain se enfrentaron el viernes pasado en lo que fue el primero en una serie de cuatro debates presidenciales.El contexto no podía haber sido mas surrealista. En un gesto impulsivo que tomó a todos por sorpresa e irritó a muchos, dentro y fuera de su partido, el día anterior McCain había anunciado la suspensión de su campaña electoral para volar a Washington y colaborar en las negociaciones entre la Casa Blanca y el Congreso para implementar el Plan de Rescate del sistema financiero propuesto por Hank Paulson, el Secretario del Tesoro (equivalente al Ministro de Finanzas).McCain también había propuesto el aplazamiento del debate presidencial, pero Obama, posiblemente con la Universidad de Mississippi, la Comisión de Debates Presidenciales y los medios de comunicación de su lado, lo había rechazado. A último momento, el presidente Bush invitó a ambos a participar en la sesión de negociaciones en la Casa Blanca del jueves que debería haber resultado en el anuncio de un acuerdo sobre el Plan de Rescate. Sin embargo, esto no pudo ser. Aparentemente, los Republicanos de la Cámara de Representantes, a diferencia de la mayoría de Senadores Republicanos, no estaban de acuerdo con el Plan, y usaron esta ocasión, con McCain presente, para anunciarlo.Todavía no queda bien claro cual era la intención exacta de McCain, pero no quedó claro porqué razones trató de mezclar intenciones políticas electorales con la resolución de la crisis financiera, de la cual no había sido parte, ya que ni pertenece a los comités pertinentes en el Senado, ni sabe del tema. Nada menos que el Wall Street Journal, uno de los periódicos más conservadores, lo acusó de usar la crisis financiera para generar atención, ganar puntos políticos y dominar los titulares con su activismo inusitado. Fue una acción populista que no le generó las ganancias esperadas, y McCain cambió de táctica otra vez, anunciando el viernes de mañana que sí participaría en el debate. Tal fue el marco de fondo para el debate, y las correspondientes expectativas que originó, eran que el candidato se vería cansado y con poco ánimo al presentarse esa noche en "Old Miss", ante los millones de espectadores que lo mirarían por televisión alrededor del mundo. Sin embargo, John McCain tuvo un buen debate, no perdió ni el hilo ni los estribos, y atacó a Obama con habilidad, poniendo al demócrata a la defensiva más de una vez. Las encuestas más tarde dieron como ganador del debate a Obama, si bien por un margen pequeño.No está claro si ese resultado no fue más el producto de la semana entera que había tenido una secuencia desastrosa para McCain. Primero, en un aviso publicado por la campaña Obama, se le habia visto afirmando, sólo una semana antes de la crisis de Wall Street, que los "pilares de la economía estaban sólidos". Una vez que su error fue expuesto, su reacción fue salir con los puños en alto acusando primero a Obama y a los Demócratas por la crisis y, finalmente, a todo Washington exigiendo la dimisión de Christopher Cox, jefe de la Security and Exchange Commission, la agencia ejecutiva que supervisa Wall Street, y aun de Hank Paulson. Esto cayó mal en todos los frentes: para cambiar otra vez los titulares negativos, McCain decidiría irse para Washington en su papel de salvador. Cuando eso tampoco funcionó a su favor, se unió al debate a último momento.El primer debate tenía como tema la política externa pero, como era de esperarse, el moderador Jim Lehrer (The Newshour, PBS) dedicó la primera parte a la economía. Obama explicó con frases precisas y claras cuál era su posición con respecto al Plan de Rescate. Lo importante, dijo, era devolver la liquidez y la confianza a los mercados. Pero la legislación tendría que incluir elementos de protección a los contribuyentes (ya que se iba a financiar con ingresos tributarios), asistencia a los propietarios de viviendas con dificultades para pagar sus préstamos hipotecarios, y con límites en la compensación de los Jefes Ejecutivos responsables de las instituciones en quiebra. McCain no respondió directamente, sino que viró rápidamente hacia su tema favorito en lo que hace a la economía: un ataque a las estipulaciones para la asignación de fondos de proyectos clientelistas ("pork barrel earmarks") que favorecen a uno u otro estado y que en los legisladores comúnmente agregan a los proyectos de ley como condición de darles su aprobación. Si bien Obama insistió mas de una vez que la suma correspondiente a esas asignaciones era ínfima (18 mil millones el año pasado), comparada con los setecientos mil millones de dólares del Plan de Rescate, y que, por lo tanto, éste ultimo era el tema a discutir, no hubo caso. McCain insistió en argumentar sobre temas menores y en acusar a su contrincante de ser un "liberal" que trata de solucionar todos los problemas con más gastos y más impuestos para los contribuyentes. Así, el debate sobre la economía fue descarrilado hacia el tema preferido de McCain y las aportaciones de trascendencia fueron casi nulas.El debate cobró más interés y energía cuando se discutieron temas de política externa. Si bien Obama no tuvo grandes oportunidades de destacarse, quedaron claras las diferencias filosóficas y de estilo entre los dos candidatos. Una vez más, fue evidente que McCain domina el tema, pero que prefiere la guerra a la diplomacia. Obama pasó el test de Comandante en Jefe, desplegando conocimientos y cordura, pero no se defendió suficientemente cuando McCain lo acusó de no haber apoyado el último aumento de tropas a fines del 2007 en Irak, el cual, según McCain, ha determinado la paz en el área y la victoria para Estados Unidos. Obama señaló qu,no obstante lo que esté pasando ahora, ya hace cinco años que comenzó la guerra, Estados Unidos ha perdido cuatro mil vidas, sigue gastando diez mil millones por mes en Iraq, y no ha avanzado en la verdadera guerra contra el terrorismo que es la que se está librando en Afganistán. Pero podría haber sido más terminante, y no lo fue. Como comentó Maureen Dowd del New York Times, la posición de McCain, quien apoyó la guerra en Irak y previó una victoria rápida con mínima pérdida de vida, es equivalente a la del pirómano que se congratula a si mismo por haber apagado el incendio que ayudó a causar. De todas formas, tanto Bob Woodward que acaba de terminar su cuarto libro (La Guerra Interna) sobre Irak, como el General Petraeus que comandó el aumento de tropas, se niegan hoy por hoy a usar la palabra " victoria" y advierten que la situación en Irak sigue siendo sumamente precaria y la paz frágil. Por lo tanto, es posible que el tema resurja en las próximas semanas. En resumen, si bien el debate no tuvo momentos memorables, ambos candidatos tuvieron sus pequeños triunfos y ambos demostraron tener estatura presidencial.Mas allá de la probable desilusión que un debate un tanto opaco tuvo sobre el electorado, para el observador político está surgiendo "gestalt" fascinante, que se manifiesta en el ambiente enrarecido, casi surrealista, que se vive hoy en este país.Tomemos nota: no solamente existe la posibilidad de que un candidato bi-racial de 47 años gane la presidencia de los Estados Unidos, o que una mujer sin trayectoria política sea elegida vicepresidente de un hombre de 72 años, sino que le ha tocado al partido Republicano tomar medidas para rescatar la economía que muchos han llamado Socialistas. El término "Socialismo" en este país tiene todavía hoy, connotaciones negativas de proporciones casi bíblicas. Representa la encarnación del Mal en el gobierno de un país. Y que se le aplique al Plan de Rescate que el gobierno conservador va a implementar para rescatar al Capitalismo de Wall Street, es una distorsión tan grande que resulta muy difícil de explicar a los extranjeros, pero que tiene un potencial político populista enorme en este país, y que está siendo explotado por la rama más derechista del partido Republicano.Así fue cómo, en este contexto de "mundo bizarro", el Plan, concebido por Hank Paulson, Secretario del Tesoro del gobierno Republicano, y hasta hace dos años, Jefe Ejecutivo de Goldman Sachs (una de las instituciones que el plan tendrá que rescatar), tuvo el apoyo de los Demócratas y de algunos Republicanos en el Congreso, pero fue al principio rechazado por los Republicanos de la Cámara Baja, en total rebeldía contra su propio partido.Si a esto le sumamos el hecho de que en los últimos ocho años de dominio Republicano se ha producido la expansión más grande del gobierno desde la Segunda Guerra Mundial, indudablemente debemos concluir que lo que está sucediendo es un cambio paradigmático en la ideología conservadora. Ya no es más la histórica ideología de gobierno limitado de John Locke y Adam Smith, sino un nuevo Leviatán al mejor estilo Hobbesiano, con algunas características del "1984" de George Orwell: un nuevo y poderoso movimiento que quiere usar al gobierno como instrumento del Capitalismo, en lo doméstico y también en lo internacional, que se arriesga a violar la sacrosanta Constitución, espiando a sus propios ciudadanos y torturando a los prisioneros de guerra, con el fin de proteger la seguridad y los intereses nacionales. Si bien ya tuvimos en los años setenta una breve sinopsis de esta ideología Neo-conservadora en el gobierno de Richard Nixon, George W Bush y Dick Cheney la han perfeccionado y amplificado en gran forma. La gran interrogante es cómo gobernaría el presidente McCain, una vez elegido. ¿Sería fiel a la retórica populista del candidato McCain, procediendo a reducir el rol del gobierno a un mínimo? ¿O continuaría en el mismo curso trazado por este gobierno? A juzgar por sus ideas intervencionistas y bélicas en política externa, esta última alternativa parece la más probable. Senior Lecturer, Department of Political Science and Geography Director, ODU Model United Nations Program Old Dominion University, Norfolk, Virginia
1.- Introducción El escritor francés Alexis de Tocqueville merece el lugar destacado que tiene entre los teóricos políticos del siglo XIX. Autor de diversos textos, fue "La Democracia en América", publicado en 1840, la obra que, en parte por su notable calidad y en parte por ser históricamente oportuna, dio a Tocqueville una amplia notoriedad, incluso más allá de los estrechos círculos académicos. No es para menos. En ella, Tocqueville ofrece uno de los estudios más extensivos, profundos e intelectualmente afinados que se hayan escritos sobre el funcionamiento de la democracia en los Estados Unidos. De hecho, tan atinado resultó ser su estudio que muchas de las características que Tocqueville describió de la democracia norteamericana son plenamente reconocibles en los Estados Unidos contemporáneo.El hecho de que haya logrado retratar a la democracia norteamericana con tanta exactitud cobra su real dimensión en la medida en que tomamos en cuenta el particular contexto en el que el autor escribió.En ese sentido, es de recordar que mientras Estados Unidos había optado tempranamente por la democracia y el republicanismo, Europa todavía se debatía entre la Revolución y el Ancien Régime. En el Viejo Continente, la democracia, más allá de algunos casos contados y algunos efímeros ensayos, como el holandés, era un régimen político que se conocía y se estudiaba básicamente en el papel. Y ello es peculiarmente cierto sobre todo a partir de la Ilustración que, en el marco de su enciclopedia y de su compromiso político con la igualdad y libertad, había impulsado un gran número de estudios sobre las distintas formas de gobierno, especialmente sobre la democracia. Aunque para el siglo XVIII la preocupación intelectual por la democracia era de una envergadura jamás vista, el problema de cómo éste régimen político, que en la historia de la humanidad había sido bastante excepcional y que sólo había florecido plenamente en Atenas, podía adaptarse a la Europa de la época, con lo que ésta tenía de plural y compleja, era un misterio con el que sólo los filósofos más radicales del Iluminismo, como los Diderot, los d'Holbach, los Reynal o los Helvétius, se animaron a especular.En ese contexto, y a tan sólo unas pocas décadas después del Iluminismo, se daba la oportunidad inédita y privilegiada de dejar el papel a un lado y estudiar el funcionamiento de un régimen democrático de "carne y hueso", instalado en plena Modernidad. En efecto, del otro lado del Atlántico, los Estados Unidos se convertían en el primer país en la historia moderna en optar por la democracia republicana como régimen político. La independencia estadounidense era para ilustrados y liberales ése hijo esperado, como el que la Francia revolucionaria había soñado ser y no había podido concretar, y al que, por ello mismo, debía seguirse de cerca y con especial atención.Pero el peculiar caso americano no despertaba expectativa sólo del lado de los revolucionarios, liberales e ilustrados. También lo hacía del lado de los anti-democráticos y abogados del Antiguo Régimen. Tanto para sus defensores como para sus detractores, la experiencia democrática de los Estados Unidos era una suerte de ensayo de laboratorio que ayudaría a despejar todas las dudas acerca de los males y las bondades, las virtudes y los vicios de la democracia como régimen político universal.En ese marco, Tocqueville se propondrá escribir una obra con el cometido de arrojar luz sobre las ventajas y desventajas de ese régimen. La obra de Tocqueville estará imbuida de un espíritu de expectativa e incertidumbre, de entusiasmo y escepticismo en la medida en que, como señalásemos, la democracia era un régimen conocido solamente ya fuera en la teoría o a través de experiencias bien remotas en el tiempo. Es así que se volcará a explorar la ingeniería institucional de la democracia, sus tensiones internas, su impacto y relación con la sociedad civil y, haciendo un ejercicio temprano de política comparada, la contrastará con el Antiguo Régimen.Es de recibo señalar que, dado el origen francés del autor, la obra se piensa desde y para la problemática francesa de la época, que aún tenía un porvenir incierto. Lo que quiere presentar Tocqueville es una "radiografía" de la democracia estadounidense que aporte sensatez y respaldo empírico a la encendida discusión política que estaba teniendo lugar en su propia tierra.2.- Los "puntos de partida" socio-históricos de NorteaméricaEn general, "La Democracia en América" presenta un fuerte tono legalista. En tanto aristócrata liberal, la preocupación de Tocqueville está dominada por analizar el arreglo institucional y jurídico de la democracia norteamericana; una preocupación que seguramente heredó del influyente "Espíritu de las leyes" de Montesquieu. Es así que Tocqueville dedica una buena parte de su obra al estudio de las instituciones, su diseño y articulación con los otros organismos, su funcionamiento interno, sus competencias y su interacción con la sociedad civil. De particular interés le resultaba a Tocqueville el estudio de las instituciones federales, dado que el federalismo a la americana era un fenómeno totalmente nuevo para la concepción jurídica de la época. Esta deconstrucción y análisis legalista de las instituciones quizás sea de las partes más teóricas del libro y puede resultar un poco densa para quien no esté familiarizado con el vocabulario técnico.Desde el inicio, Tocqueville deja en claro que, como el título mismo de su texto lo indica, realizará el estudio, no de cualquier democracia, sino de una democracia en particular: la democracia en América. El hecho de reconocer que la democracia tiene un modo de ser específico en los Estados Unidos, revela que, de alguna forma y al menos en esta primera parte de su texto, el autor es consciente de que más allá de que la democracia es un régimen de alcance universal, como toda creación humana, también está ligada a la constitución cultural e histórica de un pueblo o de una nación en particular. Dicho de otro modo: para Tocqueville, atendiendo a la fisonomía cultural del pueblo americano, los males o bondades de la democracia americana no tienen por qué ser los males o bondades de la democracia en sí o viceversa. De allí que, primeramente, el autor se avoque a rastrear los principios culturales y económicos que caracterizaron a las trece colonias originarias y su impacto sobre la constitución política estadounidense, una vez alcanzada la independencia de Inglaterra y de la concreción de la Federación.Como dice Tocqueville, el pueblo norteamericano tenía para el investigador político y social una ventaja fundamental: "América es el único país que ha permitido asistir al desarrollo natural y tranquilo de una sociedad, y en el que se ha podido precisar la influencia del punto de partida en el futuro de los Estados". Aunque señala muchos más, aquí veremos tres de esos "puntos de partida" histórico-sociales de Norteamérica que, a juicio de Tocqueville, marcarán su desarrollo político de forma considerable. La esclavitudPara Tocqueville, en los Estados Unidos existen dos "brotes" sociales distintos que pautaron la evolución de ése país: uno en el Norte y otro en el Sur. La variable que determinará una diferencia notoria entre esas dos regiones, en términos políticos, culturales y económicos, es, nada menos, que la introducción de la esclavitud.La esclavitud fue introducida tempranamente en el Estado de Virginia, primera colonia inglesa fundada en 1607. En un principio, ella servía a la vertiginosa búsqueda de oro y plata impulsada por varios países europeos que procuraban enriquecerse de esa manera. Así, el afán de lucro rápido, y no un principio abstracto o ideal, marcó desde el inicio el carácter del Sur. A ello debe sumarse que ésos emigrantes eran más bien gente aventurera, con poca educación y de escasos recursos.Con la introducción de la esclavitud, argumenta Tocqueville, se generó entre los habitantes del Sur ocio y un desdén por el trabajo en aquellos hombres que se descansan en el trabajo del otro, apagando la inteligencia y generando, en contrapartida, ignorancia y orgullo. El resultado natural de ello es la gestación de una cultura de carácter más conservador en política, puesto que tenderá a bregar por ése status quo que le favorece, y obviamente de menor empuje económico; algo que, valga decir, caracterizará no sólo a Virginia sino a la mayoría de los Estados del sur, que compartieron con ésta más o menos las mismas características.Algo completamente diferente, empero, sucedió en el Norte, sobre todo con la colonia de Nueva Inglaterra. Allí, en contraste con el Sur, los emigrantes provenían de clases acomodadas y bien educadas. No era la necesidad lo que los obligaba a cruzar el Atlántico, sino que era, en palabras de Tocqueville, "el triunfo de una idea", de un ideal religioso y/o político, su principal motivación. Quería crear un nuevo mundo. De ese modo, y aunque con el mismo "background" británico que en el Sur, el Norte tomará un curso distinto en la medida en que optará por afiliarse al liberalismo y abolir la esclavitud rápidamente, ahorrándose así todos los males vinculados a ella.Estas dos culturas distintas engendradas en el seno de la nación norteamericana son las que sin duda estarán detrás de la guerra civil de 1861. La educaciónUn segundo punto de partida en la historia americana es el de la educación. Precisamente porque en su mayoría los habitantes de la nación habían emigrado de su país de origen por razones económicas, Tocqueville advierte que en América predomina un nivel socio-económico medio-bajo o bajo. Dado que la necesidad económica pauta su vida, los ciudadanos de América se caracterizan por lanzarse tempranamente al estudio del primer oficio que les sea económicamente más redituable. En América, no se estudia porque se busca el desarrollo intelectual; es más, el concepto mismo es bastante raro entre los americanos, sino, antes bien, porque se quiere progresar materialmente. Del mismo modo, cuando lo que se elige no es un oficio, sino una ciencia, se elegirá aquella que haya demostrado tener una mayor utilidad. En ese sentido, dirá Tocqueville, que en ese país norteño "Se elige una ciencia como se elige un oficio".En América, dice Tocqueville, las personas, al contrario de lo que sucede en Europa, se dedican al estudio desde temprano, con la esperanza de lograr el ascenso social mediante el dominio de una profesión. En consecuencia, apunta Tocqueville, durante los años de estudio, los estudiantes son muy jóvenes y cuando llegan a la madurez, y con ella al tiempo libre, el interés por el conocimiento, así como el mismo entrenamiento intelectual requerido para ello, se extinguen o enfrían. Es así, dirá Tocqueville, que en los Estados Unidos impera un nivel de conocimientos medios.Quizás, y aquí nos apartamos explícitamente del texto, sea ése tiempo ocioso el que esté detrás de la emergencia de una gigantesca industria del entretenimiento que, tanto en los Estados Unidos como en otros países, se ha logrado constituir en un sector considerable de la economía contemporánea. Sin embargo, y más allá de ello, tal vez más alarmante, advierte Tocqueville, sea el hecho de que ésa situación genera que el conocimiento no sea visto como un placer en sí mismo, que alimenta el espíritu y posibilita el desarrollo personal, sino como un instrumento, siempre supeditado a algún otro fin último y superior.Precisamente aquí, y permítasenos el excurso, Tocqueville está atestiguando el nacimiento de un fenómeno que verá su desarrollo pleno para las postrimerías del siglo XX. En la medida en que se masifica y se alía con la industria, la ciencia, poco a poco, se va deslindando del ideal racional-humanista construido por el Renacimiento y reforzado por "Las Luces" y comienza a legitimarse a partir de su rendimiento práctico, es decir, en tanto productora de conocimientos aplicables. Esto evidencia un proceso por el cual el conocimiento se subordina exclusivamente a la acumulación económica; algo que remembra lo que el filósofo posmoderno Jean-François Lyotard conceptualizó como "principio de performatividad". Seguramente haya sido esa condición social y económica humilde la que favoreció la prematura aparición en los Estados Unidos de los primeros síntomas de esa nueva "ciencia posmoderna" que, hay que señalar, no será patrimonio exclusivo de ése país sino del Occidente entero y más allá. La religiónNinguna descripción sobre los orígenes de los Estados Unidos estaría completa sin hacer referencia al punto de partida religioso. En ese respecto, Tocqueville señala que la religión en América atraviesa todos los sectores de la sociedad, moldeándola.La primera cosa que sorprende a Tocqueville con respecto a la religión, es el hecho de que el cristianismo (si es que se puede hablar de "el" cristianismo) de Estados Unidos es aliado natural de la libertad y de la igualdad, exactamente lo contrario de lo que sucede en la Europa continental. Según Tocqueville, dos son elementos que contribuyen a ello.En primer lugar, el autor explica que ese gusto por la libertad e igualdad que caracteriza a la religión en América procede en parte de un "trauma histórico". En efecto, los colonos que ocuparon el territorio norteamericano eran principalmente personas que habían sufrido confiscaciones y persecuciones por temas religiosos en su madre patria, ya fuera Escocia, Inglaterra o inclusive Francia. Esa mala experiencia que vivieron en sus países natales imprimió en esos colonos fundadores de Estados Unidos una desconfianza con el Estado y, más genéricamente, contra todo poder no sometido a mecanismos de contralor. Ello se traducirá en una cultura que concentrará sus esfuerzos en prescindir del poder gubernamental, que será especialmente recelosa con la propiedad privada y que instrumentará un arreglo institucional con miras a reducir el ratio de acción del Estado al mínimo indispensable.En segundo lugar, que el cristianismo de América sea solidario con la libertad e igualdad responde también al hecho de que en la propia doctrina religiosa habitan elementos favorables a dichos principios. En efecto, como pone de relieve Tocqueville, en esa región del planeta, la religión no es simplemente una doctrina que regula la vida espiritual de quien a ella adhiere; es mucho más. Para Tocqueville, entraña también determinadas consecuencias políticas, en tanto defiende a capa y espada la noción de individuo, de contrato social y de respeto por los derechos y deberes de aquellos que lo consignan. Oportunamente recuerda el famoso episodio de 1620 en donde los emigrantes, en su mayoría puritanos, recién llegados a tierras norteamericanas, deciden hacer un acta, a modo de "primera constitución", mediante la cual se comprometen, ante sí mismos y ante Dios, a constituirse como una sociedad política, procurando respeto y sumisión por la ley y los magistrados.Más aún, Tocqueville remarca que "El puritanismo […] en muchos puntos se identificaba con las teorías democráticas y republicanas más radicales." Ello se explica porque, entre otras cosas, éste favorecía la idea de que la fuente ulterior del poder de los gobernantes radica en la voluntad popular, más que en una delegación divina directa. A su vez, el puritanismo predicaba que ese poder debía ser depositado a representantes, elegidos mediante un sistema electivo. A propósito, Tocqueville destaca cómo para la mitad del siglo XVII en el pequeño y religioso Estado de Connecticut es constatable el espíritu democrático y republicano. Allí no sólo son los representantes de los ciudadanos quienes formulan las leyes, sino que los ciudadanos son absolutamente todos, no un grupo simbólico y privilegiado como sucedía en Grecia. Del mismo modo, apunta como principios básicos como la intervención del pueblo en los asuntos públicos, la responsabilidad de los gobernantes y la libertad individual, que los europeos no incorporarán sino hasta muy tarde, ya estaban contemplados en las leyes de Nueva Inglaterra. Es así, dice Tocqueville, como "[…] aunque en otros lugares se hicieron a menudo la guerra, vinieron, en América, a incorporarse en cierto modo el uno al otro y a combinarse maravillosamente. Me refiero al genio religioso y al genio de la libertad."Este peculiar complicidad que la religión establece con la política, favoreciendo la democracia y la república no es menor, puesto que Tocqueville, en el fondo, lo que nos está diciendo es que, en América, no fue tanto un análisis racional, como promulgó la Ilustración, acerca de cuál es la mejor forma de gobierno, el que determinó a la democracia como el mejor régimen sino más bien el "instinto" religioso del pueblo norteamericano.Más allá de ello, Tocqueville identifica en la sociedad norteamericana otra característica distintiva. Por su génesis religiosa, dice, los ciudadanos americanos, sea consciente o inconscientemente, prefieren dejar el gobierno de la sociedad en manos de la sociedad y de la cultura más que en las del gobierno propiamente dicho. Tocqueville habla de que existe en América una especie de reflejo auto-organizativo que busca regular a la sociedad desde adentro mismo y que tiende a excluir la intervención del Estado. Es cierto que en América hubo y hay leyes absurdas y tiránicas, dice Tocqueville, pero también es verdad que a menudo las leyes sociales, esas que no tiene el poder público detrás, son mucho más severas. Es así que al individuo se le da mucha latitud jurídica, con leyes que tal vez no gobiernan más allá de lo necesario, pero muy poca latitud cultural. La sociedad, a través de numerosas y más variadas organizaciones, busca cuidar que los individuos no traspasen los estrechos límites de lo que se ha establecido como lo justo. En otras palabras: es por medio de una moral rígida y poco tolerante, de inobjetable raíz puritana, entonces, que la sociedad logra auto-regularse y garantizar su independencia del poder político.Estudiados los "puntos de partida" socio-históricos de la sociedad norteamericana y su relación con la democracia, en el próximo número nos enfocaremos a abordar el peculiar análisis que Tocqueville hace de la igualdad democrática, sus pros y sus contras, su articulación con el Estado y la sociedad y sus consecuencias para la libertad y los derechos individuales. Sobre el autorProfesor Depto. de Estudios Internacionales.FACS. Universidad ORT Uruguay.
La meta de esta investigación es intentar entender la relación entre las políticas públicas de memoria que delimitan y recrean los ex CCDTyE La Perla y Campo de la Ribera como espacios para la memoria y la producción de sentidos y conocimientos que circulan en sus entornos vecinales más próximos acerca del terrorismo de Estado y de estos sitios en particular. Nos interesa reconocer la proximidad y/o la distancia entre las representaciones desplegadas desde los sitios de la memoria respecto a las memorias locales, y la recepción, los usos y las resignificaciones de las políticas de memoria de estos sitios por parte de los vecinos.Para ello combinamos diversas técnicas de recolección de datos propias de la metodológica cualitativa, examinamos un amplio corpus de fuentes y analizamos de forma comparada ambos espacios de memoria con sus respectivos entornos urbanos. Los casos han sido seleccionados debido a su importancia en el sistema represivo provincial, su relevancia dentro de las políticas públicas de memoria en la provincia, y su cercanía y vínculos con entornos vecinales que existían como tales desde los funcionamientos de los centros clandestinos. La proximidad geográfica de los vecinos, que en una buena proporción fueron contemporáneos a los hechos de violencia política, habilitó percepciones particulares de los funcionamientos de los ex CCDTyE y de las prácticas de desaparición forzada de personas. Esta investigación se compone de cuatro capítulos. El primero expone una contextualización histórica del ejercicio del terrorismo de Estado y examina la constitución de Campo de La Ribera y La Perla como CCDTyE. El segundo reconstruye principalmente los procesos de lucha por los cuales se reconfiguraron como sitios de memoria, interpelando los contextos políticos y sociales en los que acontecieron. El tercero analiza las prácticas institucionales de uso, apropiación, (re)presentación del pasado reciente y vinculación con los entornos urbanos. El cuarto aborda las memorias locales sobre el terrorismo de Estado, los sentidos y las representaciones que le otorgan a los sitios los vecinos, y las posibilidades de intervención de las políticas desplegadas desde los sitios de memoria en esos trabajos de memoria.La investigación evidencia en primer lugar, que los procesos de memorialización y transformación de esos ex CCDTyE en lugares de memorias y los perfiles adoptados fueron diferentes. En esas definiciones intervinieron las diferencias de cada lugar en relación a los roles ocupados durante el terrorismo de Estado, sus usos en democracia, los intereses y esfuerzos que suscitaron para los Organismos de Derechos Humanos, las características socio-demográficas de los entornos en los que están emplazados, los presupuestos económicos, equipos de trabajo asignados y lo que entendieron las conducciones de cada sitio sobre lo que debía hacerse allí. Por otra parte, es posible establecer similitudes y diferencias entre las construcciones de sentido sobre el terrorismo de Estado en los entornos urbanos de Campo de la Ribera y La Perla. Pese a las diferencias en las condiciones materiales de ambos entornos vecinales, resultan recurrentes las construcciones de sentido permeadas por los supuestos de la teoría de los dos demonios. Las diferencias principales guardan relación con las posibilidades o no de marcar la especificidad del terrorismo de Estado y en la manera en que esas memorias se enlazan con el presente y con otros hechos memorables de los grupos estudiados. Además, verificamos profundas distancias entre las representaciones de los vecinos y las narraciones de los espacios de memoria, mostrando las dificultades y desafíos de construcción de memorias y sentidos colectivos.En segundo lugar, son diferentes las relaciones establecidas entre los sitios y las comunidades aledañas. El sitio de Campo de la Ribera está emplazado en el seno de barrios y villas con agudos problemas sociales y económicos y apostó a desarrollar una política de memoria que acentúa la promoción de derechos para lograr el acercamiento de vecinos e instituciones y a partir de allí trabajar lentamente en la resignificación de la historia del sitio y del pasado allí representado. Por su parte, las relaciones entre el espacio de La Perla y Malagueño fueron hasta el momento muy acotadas, excepto con las instituciones educativas. Aún así algunos grupos de la localidad parecen aceptar participar de un conjunto de instancias de intercambio que hablan de una incipiente ruptura de la espacialidad naturalizada del ex CCDTyE y la construcción de otros sentidos, al punto que los mismos vecinos interpelan e interrogan a sus pares, promueven otras evocaciones y aportan información que permite conocer el pasado del lugar.En tercer lugar, la investigación concluye que los sentidos asignados a ambos ex centros clandestinos y actuales sitios de memoria y las conceptualizaciones del pasado reciente no necesariamente se articulan en una misma dirección, mostrando que las representaciones generales o conceptualizaciones arraigadas sobre lo que sucedió durante el terrorismo de Estado son aún poco permeables a la prácticas instituciones que se desarrollan hasta el momento desde los sitios de memoria. La tesis postula entonces pensar la noción de ?territorios de memoria? de forma no lineal, descartando que la proximidad geográfica per se habilite tanto el conocimiento como una representación acabada del sistema de desaparición, sus responsables y víctimas. En cambio, comprueba que intervienen dimensiones simbólicas cognitivas, afectivas y políticas-ideológicas mediando la relación entre los conocimientos y sentidos del pasado, las representaciones de los sitios de memoria y las posibilidades de apropiarse de sus sentidos por parte de los entornos vecinales. ; The aim of this research is to try to understand the relationship between the public politics of memory that shape and recreate the former Clandestine Detention, Torture and Extermination Centers La Perla and Campo de la Ribera as sites of memory and the creation of meanings and knowledge in their surrounding environments as regards state terrorism and these particular sites. We are interested in recognizing the proximity and/or distance between the representations built from the sites of memory regarding the local memories, and the reception, uses and resignifications of the politics of memory of these sites by the neighbors. To do this, we combined different data collection techniques typical of the qualitative research, analyzed a vast corpus of sources and looked at both sites of memory in a comparative way taking their respective urban environments into account. The cases were selected based on their importance in the provincial repressive system, their relevance within the public politics of memory in the province, and their closeness and links with the surrounding environments that existed as such during the operation of these clandestine centers. The geographical proximity of the neighbors, most of them contemporaneous with the acts of political violence, enabled particular perceptions of the operation of the former Clandestine Detention, Torture and Extermination Centers and the practices of forced disappearance of persons. This research is composed of four chapters. The first chapter presents a historical contextualization of State terrorism and examines how Campo de La Ribera and La Perla became Clandestine Detention, Torture and Extermination Centers. The second chapter mainly reconstructs the processes of struggle by which these Centers were reconfigured as sites of memory, challenging the political and social contexts in which they occurred. The third chapter analyzes the institutional practices of use, appropriation, (re)presentation of the recent past and linkage with the urban environments. The fourth chapter deals with the local memories about State terrorism, the meanings and representations given to the sites by neighbors, and the possibilities of intervention of the politics created from the sites of memory into those works of memory. Firstly, the research shows that the processes of memorialization and transformation of these former Clandestine Detention, Torture and Extermination Centers into sites of memory and the profiles adopted were different. In these definitions, we used the differences of each site as regards their roles during State terrorism, their uses in democracy, the interests and efforts that they provoked for Human Rights Bodies, the socio-demographic characteristics of the environments in which they are located, the budgets, the assigned work teams and what the leading teams of each site understood should be done. On the other hand, it is possible to establish similarities and differences between the constructions of meaning as regards State terrorism in the urban environments of Campo de la Ribera and La Perla Centers. In spite of the differences in the material conditions of both neighborhood environments, the constructions of meaning permeated by the assumptions of the two demons theory are recurring. The main differences are related to the possibilities to determine the specificity of State terrorism, or not, and to how these memories are linked to the present and other memorable events of the groups studied. We also confirmed deep differences between the representations of the neighbors and the narratives of the sites of memory, showing the difficulties and challenges of creating collective memories and meanings. Secondly, the relationships established between the sites and the surrounding communities are different. Campo de la Ribera is located in an area of neighborhoods and slums with severe social and economic problems. The aim of the site is to develop a politics of memory that highlights the promotion of rights to bring neighbors and institutions closer and from that point, to work with the resignification of the history of the site and the past it represents. On the other hand, the relationships between La Perla and Campo de La Ribera Centers were until now very limited, except as regards the relationship with educational institutions. Nonetheless, some local groups seem to agree to participate in a set of exchange instances that reflect an incipient rupture of the naturalized spatiality of the former Clandestine Detention, Torture and Extermination Centers and the construction of other meanings, to the point that neighbors themselves question and challenge their peers, promote other evocations and provide information that allows us to know the past of the site. Thirdly, the research concludes that the meanings assigned to both former clandestine centers and current sites of memory, as well as the conceptualizations of the recent past, do not necessarily articulate in the same direction, which shows that general representations or conceptualizations rooted in what happened during State terrorism are still little permeable to the institutional practices developed so far in the sites of memory. The thesis suggests thinking of the notion of "territories of memory" in a non-linear form, dismissing the idea that geographic proximity per se enables both knowledge and a robust representation of the system of disappearance of persons, their perpetrators and the victims. Conversely, it shows that cognitive, affective and political-ideological symbolic dimensions interact to mediate the relationship between knowledge and the meanings of the past, the representations of sites of memory and the possibility that neighborhood environments make these meanings their own. ; Fil: Garbero, Vanesa. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales; Argentina. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina
Esta tesis doctoral investiga la imagen exterior de España proyectada en el periodismo turístico y de viajes desde 1970 hasta 2015. En el desarrollo de la investigación, se ha seleccionado y analizado de manera sistemática, exhaustiva y comparada uno de los principales medios representativos de ese tipo de periodismo a nivel internacional y que forma parte esencial de lo que han venido a llamarse "geografías populares", como son las revistas de contenido geográfico dirigidas al gran público. En este sentido, la investigación planteada no pretende ni desdeñar la importancia de otros medios representativos de este género periodístico, tales como las guías de viaje, sitios web o canales de televisión especializados, ni las interfaces tecnológicas en las que en un plano más general se desarrollan las geografías culturales (véase Aguilar, 2014, Kinsley, 2015). En concreto, la tesis centra su atención en las revistas que para el período considerado han tenido mayor alcance y difusión en los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, tres países de especial relevancia para la política y el mercado turísticos españoles. Para el caso estadounidense se estudia el National Geographic Traveler en comparación con su revista matriz, el National Geographic Magazine1, para el británico The Geographical Magazine y para el francés la revista GEO en su edición francesa. Estas revistas se denominarán en adelante de la siguiente forma: National Geographic Magazine como NGM, National Geographic Traveler como NGT y The Geographical Magazine como TGM (aunque en la actualidad se llama Geographical, en esta investigación el acrónimo se ha planteado a partir del nombre inicial). Finalmente, la revista francesa GEO será identificada sin acrónimo, es decir, como GEO. Las revistas de geografía popular, así como otros medios análogos, surgieron al amparo de la creciente generalización social del fenómeno turístico, contribuyendo poderosamente a modelar la imagen pública de la geografía en sus respectivos países y, de manera más amplia, la forma de percibir el mundo, sus culturas y paisajes por parte de sus numerosos lectores. La gran mayoría de las revistas de geografía popular se inspiran en buena parte en el modelo seguido por el NGM, el ejemplo más conocido y difundido, así como el principal referente internacional desde hace más de un siglo, tanto en el campo del fotoperiodismo, como en el de la divulgación científica de carácter geográfico. El NGM y NGT se publican en los Estados Unidos desde 1888 y 1984, respectivamente. Sendas revistas se editan por la National Geographic Society (en adelante, NGS), cuya sede se encuentra en Washington D.C. Por su parte, el TGM (que desde 1988 pasó a llamarse Geographical), se publica en el Reino Unido desde su fundación en 1935 y se encuentra amparado por la Royal Geographical Society (en adelante, RGS), cuya sede se localiza en el barrio londinense de Kensington. Por último, la versión francesa de GEO se crea en 1979, aunque esta publicación se funda en Alemania tres años antes. Al contrario que los casos anteriores, GEO no cuenta con el respaldo de ninguna sociedad geográfica francesa. La presente tesis doctoral analiza las imágenes y representaciones de España que se han transmitido a través de las revistas de geografía popular señaladas, todas ellas de periodicidad mensual o bimensual. El análisis se focaliza en la retórica textual y visual sobre España comunicada fundamentalmente a través de textos y fotografías, pero también de mapas y gráficos. En sintonía con otros trabajos previos sobre este tipo de publicaciones (por ejemplo, García Álvarez et al., 2013 y García Álvarez y Marías, 2013), este estudio se realiza con dos objetivos fundamentales. De un lado, para contribuir al conocimiento del periodismo turístico y de viajes, así como al enriquecimiento de la historia de la geografía de carácter popular o divulgativo. Esta última ha sido mucho menos estudiada tradicionalmente que la llamada geografía académica y, sin embargo, ha sido notablemente más influyente que la anterior en la conformación de la imagen púbica de la disciplina geográfica en ciertos aspectos y territorios. De otro lado, y tanto o más importante que el anterior, para ampliar el conocimiento de la imagen reciente de España y de los españoles en el extranjero, particularmente en los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. Esta es una cuestión sin duda relevante a la hora de considerar y comprender determinadas visiones y estereotipos con consecuencias significativas en los terrenos ideológico, cultural, económico, e incluso geopolítico. Asimismo, la imagen exterior, geográfica y viajera de un país no solo refleja las ideas, los intereses y las percepciones dominantes en cada momento, sino que también influye significativamente en las actitudes ejercidas sobre ese país en el exterior. La tesis doctoral indaga en los procesos de continuidad y ruptura de los imaginarios exteriores sobre España en las citadas revistas desde una perspectiva geográfica. Es decir, analizando la génesis, pervivencia y evolución de estereotipos acerca de los paisajes, tradiciones y tipos humanos españoles a través de la mirada del extranjero. Estos estereotipos que atraen el interés del visitante, cuanto más simplistas, han resultado más efectivos. Aunque no son falsos sino incompletos, los estereotipos pueden actuar como reclamos de la industria turística, pero también dar lugar a simplificaciones y distorsiones que, por lo general, estigmatizan o idealizan en exceso a una determinada sociedad. En el terreno aplicado, y en especial en relación con la política turística, este tipo de investigación puede ser importante porque el conocimiento de las imágenes, tanto negativas como positivas, que sobre España mantienen los medios extranjeros, posibilita generar nuevas estrategias de posicionamiento en los mercados, sin dejar por ello de respetar plenamente la proyección y divulgación de la cultura española y de revalorizar los atractivos turísticos del país. En definitiva, ampliar el estudio de las perspectivas desde las cuales se imagina y se percibe España desde el exterior incrementa la confianza del país en determinadas esferas, como el ámbito político y económico, así como posibles flujos de inversiones extranjeras. ; This Ph.D. dissertation studies the external image of Spain depicted in the touristic and travel journalism from 1970 to 2015. In the course of the research, one of the most representative examples of that kind of journalism internationally has been systematically, exhaustively, and comparatively analyzed. That is to say, the so-called "popular geographies" magazines, which mainly target a general audience. In this regard, this research does not intend to discard the undoubted relevance of other representative examples within this journalist genre, such as travel guides, websites, or television channels specialized in travels, nor does it with respect to other generalist interfaces developing or reinforcing the so-called "cultural geographies" (see Aguilar, 2014, Kinsley, 2015). More specifically, this doctoral thesis focuses on those far-reaching magazines with a great diffusion within the period considered in the USA, UK, and France, three countries of special relevance for the Spanish tourist market and policy. As for the USA, the National Geographic Traveler is studied in comparison to its parent 20 magazine, the National Geographic Magazine2, while The Geographical Magazine and GEO are respectively examined for the case of UK and France. Hereafter, these magazines will be referred as follows: National Geographic Magazine as NGM, National Geographic Traveler as NGT, and The Geographical Magazine as TGM (though its current name is Geographical, this study uses the acronym raised from the original name). Finally, the French magazine, GEO, will be identified without any acronym as GEO. The popular geographical magazines, as well as other similar mass media, emerged in the frame of an increasing socialization or democratization of the tourism phenomenon, contributing this way to shape the public image of Geography respectively in each country and, more broadly, influencing the way many readers view and understand the world, its cultures, and environments. The majority of the popular geographical magazines were largely inspired in the model followed by the NGM, the best known and most divulgated, as well as the most prominent international reference for more than a century, both in the field of photojournalism and in the scientific dissemination of geography. The NGM and the NGT have been published in the USA since 1888 and 1984 respectively to nowadays. Both magazines have always been edited by the National Geographic Society (henceforth, NGS), whose headquarters are based in Washington D.C. For its part, the TGM (which came to be called Geographical since 1988), has been published in the UK since its foundation in 1935 and is operating under the umbrella of the Royal Geographical Society (hereafter, RGS), whose headquarters are located in the London neighborhood of Kensington. Finally, the French version of GEO was created in 1979, although this magazine had already been launched in Germany three years before. Contrary to the previous cases, GEO has never had the support of any French geographical society. In this regard, this doctoral thesis examines the images and representations of Spain transmitted through the aforementioned popular geographical magazines, all of them with a monthly or bimonthly frequency. The analysis focuses on the textual and visual rhetoric on Spain transmitted through texts and pictures, but also through maps and graphics. In line with previous papers on this topic (for instance, García Álvarez et al., 2013 and García Álvarez and Marías, 2013), this study seeks to fulfill two main objectives. Firstly, contributing to gaining an understanding of tourism and travel journalism, as well as enriching the history of the popular geography. The latter has traditionally been much less studied than academic geography and, nonetheless, it has exerted a greater impact than the scholarly one on the public image of geography in some respects, societies, and territories. Secondly, and equally important than the first point, enhancing the knowledge of Spain and the Spaniards recent image in the USA, the UK and France. This is an undoubtedly important question to address when it comes to considering, and better understanding, certain views and stereotypes that greatly influence the ideological, cultural, economic, and even geopolitical realm. Additionally, the outer geographical and travel images of a given country not only reflect the dominant ideas, interests, and perceptions in a specific moment, but they also influence the attitudes and policies toward that country from abroad. This research also goes deep into the processes of rupture and continuity of the Spanish external imaginary. That is to say, analyzing the genesis, the continued existence, and the evolution of those stereotypes concerning the Spanish environments, traditions, and human types through foreign viewpoints. The simpler the stereotypes for attracting the visitor's interest are, the more effective they proved to be. Although not false, but incomplete, these stereotypes might operate as tourist appeals, but they might also lead to simplifications and distortions that excessively stigmatize or idealize a given society. Furthermore, in the applied field, and specially in relation to the tourist policy, this research could be important because an accurate knowledge of both the positive and negative images about Spain conveyed by foreign mass media enables to assess and design new positioning strategies within the markets. At the same time, while fully respecting the Spanish culture projection and outreach, it also might help to revalue the tourism attractions of the country. In summary, by broadening the scope of analysis of the foreign perspectives from where Spain is imagined and perceived this research could increase the country's confidence in the political and the economic realm, as well as to pave the way for attracting future fluxes of foreign investments. ; Programa de Doctorado en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid ; Presidente: Nicolás Ortega Cantero.- Secretario: Guillermo Morales Matos.- Vocal: João Carlos Dos Santos García