Las perspectivas económicas y políticas de América Latina para 2011 son favorables. Crecimiento y estabilidad política parecen asegurados, pero hay algunos riesgos en el horizonte. Este ARI repasa las perspectivas económicas y políticas de América Latina para el año 2011. Tras explorar las fortalezas del cuadro macroeconómico general, se analizan los riesgos que la guerra de divisas, la inflación y el boom de precios de materias primas, energía y alimentos podrían suponer para algunos países. El análisis se completa identificando los principales acontecimientos políticos que tendrán lugar en 2011 y sus posibles implicaciones.
Este ARI estudia la intensidad y el compromiso de las relaciones entre EEUU y América Latina, con especial hincapié en el primer año de presidencia de Barack Obama. Si la Administración Bush fue acusada de abandonar su "patio trasero" tras los atentados del 11-S, a pesar de unos prometedores comienzos que apuntaban a una estrecha relación con América Latina, Barack Obama parece más preocupado por la economía y Afganistán que por el hemisferio sur. Sin embargo, algunas acciones y varios proyectos podrían dar un impulso a una relación que no hay que olvidar es bidireccional. Los Estados latinoamericanos deben también aportar su parte de responsabilidad si quieren revitalizar la relación, de la que ambos saldrían beneficiados.
La crítica situación política, institucional, étnica y social que vive Bolivia, agravada por la convocatoria de referéndum para aprobar un régimen autonómico en varias regiones, puede generar una preocupante inestabilidad regional. En los últimos meses, distintas voces, que van desde los gobiernos amigos de Evo Morales hasta la OEA, han alertado sobre la crítica situación de Bolivia y sobre la posible desmembración del país. Algunos incluso han llegado a alertar sobre sus posibles consecuencias para la región. De desatarse un enfrentamiento interno en el país, Brasil y Argentina podrían verse directamente afectados, y Chile y Perú también sufrirían sus consecuencias. Al mismo tiempo, Venezuela y EEUU ven con preocupación el devenir y el recrudecimiento de los acontecimientos internos.
Este ARI analiza los motivos de Irán para intensificar su presencia en América Latina en los últimos dos años de la mano del presidente venezolano, Hugo Chávez. Irán busca aliados diplomáticos que apoyen su política exterior de potencia regional, especialmente en lo relativo a su programa de enriquecimiento de uranio, y ha apostado por una presencia activa en América Latina. Venezuela y Cuba son sus principales apoyos e importantes introductores en la región. Teherán ha reforzado sus lazos con Bolivia y Nicaragua, dos países situados en la órbita bolivariana. Al mismo tiempo, Venezuela se ha convertido en un importante aliado en la OPEP y otros foros internacionales, comenzando por la ONU y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Su presencia en la región ha comenzado a inquietar a EEUU y a algunos países latinoamericanos por sus posibles conexiones con algunas actividades terroristas, siendo el atentado de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en 1994 la evidencia más señalada.
En los dos últimos años algunos países latinoamericanos, con Venezuela a la cabeza, han incrementado sensiblemente el gasto militar. Este hecho ha llevado a plantear la pregunta de si estamos frente a un proceso de rearme y una eventual carrera armamentística o sólo se trata de la renovación de unos equipos obsoletos. En determinados casos, como Chile o la propia Venezuela, estamos frente a proyectos muy ambiciosos de modernos equipos militares. Pese a ello, algunos analistas y observadores han mostrado su temor de que pueda tratarse de los primeros pasos en lo que podría ser una verdadera carrera armamentística en la región. Por otra parte, también llama la atención que ciertos gobiernos vinculados con la izquierda continental, que siempre se reivindicó como antimilitarista y abogó por la reducción de los presupuestos militares, sean hoy los que estén a la cabeza de estos movimientos.
Brasil ha asumido una política exterior propia en América Latina que en ocasiones ha colisionado con la nueva Administración norteamericana. ¿En qué punto se encuentran las relaciones entre Brasil y EEUU? ¿Puede Brasil erigirse en líder de América del Sur y saltar a la escena global? "La búsqueda de la paz y la estabilidad", así como el respeto a los derechos humanos y la defensa de la diversidad y la libertad de elección de los ciudadanos, son algunos principios básicos invocados por Brasil en las vertientes interior y exterior de su acción política. En este sentido, el Brasil de Lula da Silva se ha ganado el respeto y la credibilidad del sistema internacional. Tras la buena impresión inicial causada por Obama, al prometer en la V Cumbre de las Américas de abril de 2009 forjar "una alianza de iguales" con los vecinos latinoamericanos, y pese a la mutua admiración expresada por los presidentes Obama y Lula, las relaciones entre Brasil y EEUU han sufrido algunos desencuentros en asuntos centrales, algunos no limitados al ámbito hemisférico: el golpe de estado en Honduras, las bases militares en Colombia, la gira latinoamericana del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad y la Cumbre de Copenhague. Por otra parte, Lula parece sentirse más cómodo con el francés Nicolás Sarkozy que con Obama a la hora de sellar alianzas estratégicas en diversos ámbitos. En los últimos tiempos Brasil se ha proyectado como un actor global (global player) con una política exterior independiente que busca alcanzar cada vez más influencia tanto en el ámbito regional como internacional. Pero muchas de sus decisiones han sido controvertidas y han comprometido su credibilidad. Este ARI revisa la política exterior brasileña en su relación con EEUU ante los acontecimientos más relevantes del último año, para tratar de esclarecer el punto en el que se encuentran las relaciones bilaterales y su repercusión tanto en la región como en el proyecto brasileño de convertirse en un destacado actor global.
La V Cumbre de las Américas permitió a EEUU volver a dialogar con América Latina. Durante ella, Washington buscó establecer una relación "entre iguales", coherente con la idea de Barack Obama de pasar de una política "para" América Latina a otra "con" América Latina. El discurso bolivariano y el protagonismo del presidente Chávez quedaron eclipsados por un Obama dispuesto a dialogar con todos y a reconducir las relaciones con Cuba. La V Cumbre de las Américas, celebrada en Puerto España, Trinidad y Tobago, del 17 al 19 de abril pasados, sesionó bajo el lema "Asegurar el futuro de nuestro ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la seguridad energética y el medio ambiente". A ella acudieron los 34 jefes de Estado y de Gobierno del continente americano –todos salvo Cuba, expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962– para discutir teóricamente asuntos relativos a la energía, la seguridad ciudadana y el desarrollo sostenible de la región. Sin embargo, los temas que mayor interés suscitaron fueron la crisis financiera y económica mundial –aunque en menor medida de lo que a priori cabría esperar–, la situación de Haití y, muy especialmente, la cuestión cubana, convertida en el centro de todas las agendas. En los meses previos a la Cumbre, Cuba se perfilaba como un tema muy sensible para la práctica totalidad de los líderes latinoamericanos, como se demostró en las cumbres de Costa do Sauípe, Brasil, en diciembre de 2008. Adelantándose a los acontecimientos, y sabiendo que algunos presidentes latinoamericanos estaban dispuestos a hacer de Cuba un tema de confrontación, o al menos una causa común, la Casa Blanca adoptó algunas medidas para descomprimir la situación. El 13 de abril se anunció el levantamiento de todas las restricciones para viajar a Cuba, lo que completaba el anuncio anterior, votado por el Congreso como acompañamiento a la ley de presupuestos, para relajar las limitaciones de los viajes de los cubano-americanos y el dinero que podían gastar en Cuba. De este modo se desactivaron algunos conflictos, dando lugar a una Cumbre tranquila y respetuosa en la que abundaron las sonrisas y los apretones de manos con Barack Obama –incluso por los líderes de los países del ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América)–, lo que permitió profundizar en el anuncio del inicio de una nueva etapa, caracterizada por una relación entre iguales. La Declaración final fue suscrita únicamente por el presidente anfitrión, Peter Manning, en nombre de todos los participantes, ante las reticencias de los países del ALBA a firmar el documento previamente consensuado. Pese a ello, el encuentro puede ser valorado como un éxito de las diplomacias estadounidense y, en menor medida, brasileña.
La política exterior de Ecuador, enmarcada en el "gobierno de la Revolución Ciudadana" de Rafael Correa, es complemento del proyecto de "Patria, altiva, digna y soberana". Así, ha adoptado una serie de posiciones y alianzas basadas "en la defensa de la soberanía y la integración regional", algunas muy controvertidas y de un marcado carácter ideológico, que han comprometido la imagen internacional del país. Tres años después de la llegada de Rafael Correa y su Movimiento Alianza País al poder, tres cancilleres han pasado por el Ministerio de Relaciones Exteriores. El último, Fander Falconí, de un perfil más académico y con un cierto sesgo ideológico, tiene la confianza presidencial –fue fundador de Alianza País– para reestructurar los mecanismos de designación de los diplomáticos. La política exterior está básicamente dirigida por Correa, con su estilo personal de gobierno, y se trata de que Exteriores la acompañe y no la dificulte. La búsqueda de la confrontación se ha convertido en una constante de su gestión, tanto nacional como internacional. A esto se suma cierta cercanía con las posiciones de Venezuela y Bolivia, el deterioro de la relación con Colombia y EEUU, el acercamiento a Irán y Rusia, y la adopción de decisiones controvertidas en materia de deuda e inversión extranjera, que han complicado la relación con socios fundamentales como EEUU, Brasil y España.