L'immigrazione straniera in Italia
In: Polis: ricerche e studi su società e politica in Italia, Band 13, Heft 2, S. 318-320
ISSN: 1120-9488
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In: Polis: ricerche e studi su società e politica in Italia, Band 13, Heft 2, S. 318-320
ISSN: 1120-9488
In: Polis: ricerche e studi su società e politica in Italia, Band 12, Heft 3, S. 503-517
ISSN: 1120-9488
In: Polis: ricerche e studi su società e politica in Italia, Band 10, Heft 2, S. 303-307
ISSN: 1120-9488
En la enorme mayoría de los países con sistemas democráticos y liberales (independientemente de que sean republicanos o no), el acto eleccionario por medio del cual se eligen aquellos que integrarán diversas instancias de gobierno, constituye un momento privilegiado de la vida política.En el caso de Italia, eso sigue siendo así. Sin embargo, una buena parte de los observadores internacionales se preguntan cómo es posible que la ciudadanía italiana siga participando electoralmente, una y otra vez, y a veces hasta con cierto entusiasmo, cuando desde el fin de la Segunda Guerra mundial se han sucedido 62 gobiernos en 57 años. Es decir, en ese período, Italia ha elegido más de un gobierno por año.Marc Lazar, Profesor de la "Libera Universitá Internazionale degli Studi Sociali Guido Carli" de Roma y de "Sciences Po" de Paris publicó hace ya dos años un libro cuyo título era por demás explícito: "Italia a la deriva". En él se enumeran alguno de los múltiples problemas que la aquejan históricamente: el atraso del "mezzogiorno", la persistencia de la influencia de la Mafia, una ley electoral barroca que complica la formación de mayorías parlamentarias estables, la ineficiencia crónica de los servicios públicos y, en especial, el atraso significativo que la enseñanza superior y la investigación científica han ido acumulando en estas últimas décadas.Pero, aunque la enorme mayoría de los 47 millones de electores tienen fuertes dudas de que estos problemas se arreglen mediante esta elección, lo cierto es que el domingo y lunes pasados, los italianos eligieron una composición política del Parlamento y del Senado que permite asegurar que el conservador Silvio Berlusconi será designado Primer Ministro. Esta reaparición de Berlusconi ocurre luego de una breve experiencia de centro izquierda de Romano Prodi que no llegó a cumplir dos años de duración. El triunfo de Berlusconi fue contundente: con el 46.5% en la Cámara de Diputados obtiene una sólida mayoría que, además, seguramente reconfirmará en el Senado una vez que el conteo final de votos del extranjero esté concluido. Las bases parlamentarias de su gobierno parecen aseguradas.Sin embargo, el retorno de Berlusconi difícilmente puede ser considerado como una promesa de grandes novedades. En realidad, si algo había mostrado tendencia a cambiar, era su contrincante de centro izquierda, Walter Veltroni. Éste, sacando las conclusiones del fracaso de Prodi, creó un nuevo Partido Demócrata que dejó de lado la multitud de pequeños partidos de izquierda y extrema izquierda que habían envenenado la gestión del gobierno anterior. Veltroni, exitoso alcalde de Roma, con un perfil moderado, conciliador y "buonista", cultivó durante toda la campaña un discurso que oscilaba entre el de Tony Blair y el de Barack Obama y declaró querer "…un partido demócrata a la italiana pero estilo americano…". Aunque derrotado en las elecciones, al menos logró parte de su objetivo: "Nos hemos presentado sin alianzas, corriendo un riesgo, para hacer un favor a la democracia", declaró Veltroni y, en efecto, eliminando el modelo de coalición aisló a pequeños partidos como el Comunista, el Socialista, los Verdes o Refundación Comunista que, al no obtener al menos 4% de representación en el Parlamento y al menos 8% en el Senado, estarán por primera vez en muchos años fuera del Legislativo.El ganador, en cambio, poco de nuevo parece tener que ofrecer si no es un discurso menos estridente y lo que parece ser una genuina preocupación por los tres grandes problemas que tendrá que enfrentar. En primer lugar hay en curso una crisis financiera internacional que, dada su persistencia y probable profundidad, golpeará a una economía italiana en una situación interna muy precaria. La baja productividad de grandes sectores de la economía y la fortaleza del euro frenan el crecimiento, y plantean serios problemas salariales a los jóvenes, a grandes sectores de trabajadores poco calificados y a jubilados y pensionistas. Pero quizás el tercer problema sea el más difícil de superar: Berlusconi, con su estilo carismático, imprevisible e incluso provocador fue instaurando, desde su primer gobierno en 1994, un clima de tensión y polarización política que ya Italia no parece estar dispuesta a admitir. Quizás por eso el Berlusconi de esta elección haya sido un candidato bastante más sobrio, discreto y respetuoso que el que fuese en sus anteriores campañas y períodos de gobierno.En cualquier caso, frente a los problemas financieros y económicos acuciantes, el Berlusconi que, presentándose como un campeón del liberalismo, en realidad en sus anteriores gobiernos llevó a cabo un "liberalismo colbertista", ya no podrá librarse a ese juego de espejos. El urgente relanzamiento de la economía requiere medidas de ajuste y un rigor presupuestal que no admite medias tintas. Y, en esas condiciones, la pregunta de rigor es la de saber si, desde el punto de vista político, este nuevo gobierno Berlusconi no reencontrará los mismos obstáculos con los que tropezó el anterior gobierno de centro-izquierda. ¿Hasta dónde el nuevo partido de Berlusconi, el "Pueblo de la Libertad", será capaz de disciplinar a fuerzas como la "Liga del Norte" (que dobló su representación parlamentaria) o la derechista "Alianza Nacional" que, en gran medida, están en la base de su triunfo?De replantearse, ahora en el campo conservador, el escenario que derrotó a Prodi, el nuevo gobierno tendrá, probablemente, la vida breve. *Catedrático de Ciencia PolíticaDepto de Estudios Internacionales.FACS – ORT - Uruguay
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Il bicameralismo italiano è, come affermava Meuccio Ruini già nel 1958, un esempio abbastanza raro di «due Camere a quasi doppione»; due rami del medesimo organo del tutto identici, tali da poterli considerare l'uno il duplicato dell'altro, aventi gli stessi poteri, le stesse funzioni e la medesima base di rappresentanza. In realtà, più che parlare di rarità (come appunto faceva Ruini), sarebbe preferibile parlare di unicità, essendo il nostro un assetto bicamerale caratterizzato da tutta una serie di elementi non riscontrabili in nessun altro Paese europeo ed extraeuropeo. Nel panorama comparatistico è facile riscontrare orientamenti del tutto contrapposti da quello adottato in Italia, di cui due sono in assoluto i prevalenti: il modello monocamerale da un lato, il modello caratterizzato da profonde distinzioni tra i due rami del Parlamento (o sotto l'aspetto costitutivo o sotto l'aspetto funzionale) dall'altro. Se guardiamo alla realtà europea, vediamo difatti che dei 28 paesi che oggi compongono l'Unione Europea almeno la meta dispone di un Parlamento monocamerale; l'altra metà si avvale invece di una seconda Camera. Tra i tredici Stati europei che accolgono un Parlamento bicamerale (Francia, Italia, Polonia, Regno Unito, Spagna, Austria, Belgio, Irlanda, Paesi Bassi, Repubblica Ceca, Slovenia, Germania, Romania), però, solamente cinque prevedono che la Camera alta debba essere composta da personalità elette direttamente dai cittadini; tra questi cinque, poi, soltanto in Polonia e Romania si può dire che la seconda Camera abbia dei poteri legislativi rilevanti. L'Italia rimane perciò l'unica realtà europea ad avere un sistema parlamentare in cui il Senato risulta del tutto indifferenziato rispetto alla Camera bassa, poiché anch'esso eletto direttamente dai cittadini e poiché esercitante le medesime funzioni previste per l'altra Aula: partecipa al procedimento legislativo, delibera sulla fiducia al governo, istituisce commissioni d'inchiesta e prende parte alle funzioni di controllo, consultive ed elettive. Risulta quindi davvero molto interessante poter studiare ed approfondire il funzionamento e le problematiche afferenti il nostro «bicameralismo paritario e perfetto», un istituto tipicamente e puramente italiano, nato ben 66 anni fa dall'incontro tra la sapienza dei più grandi costituzionalisti e il compromesso tra le diverse idee espresse dai partiti politici di allora. Tra l'altro l'assetto indifferenziato del Parlamento nostrano ha sempre appassionato gli esperti di diritto costituzionale, ed è stato altresì fonte ed ispirazione per ampi e numerosi dibattiti, specie per ciò che concerne l'opportunità di una sua revisione, sia sul fronte della rappresentatività della Camera alta (e quindi sulla sua composizione), sia sul fronte delle sue funzioni e dei suoi rapporti con l'Esecutivo. A bene vedere, la riforma del sistema bicamerale è sicuramente tra i temi più discussi durante tutta la storia della Repubblica, ancor più del voto segreto, della responsabilità ministeriale e delle autonomie locali, ovvero tra tutte quelle classiche questioni che hanno da sempre fortemente impegnato i lavori delle le Aule parlamentari; non a caso nella presente trattazione il tema della riforma assume una rilevanza di primo piano, dalla quale, in verità, è impossibile prescindere. Si ricorda poi che le soluzioni che sono stata avanzate nel corso di tanti anni con l'intento di superare il bicameralismo paritario e simmetrico hanno cercato di razionalizzare il sistema parlamentare mediante una gamma molto ampia di ipotesi, capace di spaziare dalla semplice revisione della simmetria (ma non del carattere paritario) delle due Aule, fino a modelli di Senato federale, in grado di trasformare la Camera alta del Parlamento in un organo rappresentativo delle autonomie e al contempo capace di completare il progetto di decentramento iniziato con l'approvazione della legge costituzionale 3/2001. Tuttavia, fino ad oggi nessuno dei tanti disegni di legge presentati è stato in grado di passare il vaglio dei entrambi le Camere e della volontà popolare (è il caso della riforma approvata nella XIV legislatura ma che ebbe esito negativo a seguito del referendum confermativo), e pertanto non è stato possibile ridisegnare la struttura dell'assetto bicamerale italiano come da molti auspicato. Comunque sia, nonostante i molteplici fallimenti della classe politica e dei Governi che hanno tentato il ridimensionamento costituzionale del nostro Parlamento, la discussione sulla riforma del bicameralismo non ha dato cenno di scemare, ed i disegni di legge per la sua revisione hanno continuato ad essere presentati, tant'è vero che Camera e Senato ne stanno attualmente esaminando uno: quello firmato dal Presidente del Consiglio Matteo Renzi e del Ministro per le riforme costituzionale Maria Elena Boschi. Al momento il disegno di legge costituzionale è stato licenziato in prima lettura dal Senato della Repubblica, ma la strada per la sua approvazione finale è ancora lunga oltre che incerta, specie per un Governo la cui maggioranza si basa su larghe intese e l'argomento oggetto di discussione è il complesso e spinoso tema del bicameralismo, ove gli orientamenti dottrinali e politici non sono mai riusciti a comporsi, ma al contrario si son confermati estremamente diversificati, proprio come nel lontano 1948.
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In: Religioni e società anno 36, 101 (settembre/dicembre 2021)
In: Informe anual sobre el racismo en el estado español, Band 15
In: Affari esteri: rivista trimestrale, Band 40, Heft 160, S. 875-876
ISSN: 0001-964X
In: Biblioteca della libertà: bdl, Band 38, Heft 172, S. 139-145
ISSN: 0006-1654