El patrimonio natural y cultural de América tiene una particular significación a nivel mundial. Es el último continente en ser poblado por la Humanidad. Por miles de años estuvo alejado de las influencias del resto del mundo hasta que la conquista y colonización europea, iniciada hace cinco siglos, alteró radicalmente su entorno natural y cultural.El patrimonio americano comienza a ser valorado como factor de desarrollo, no solo en el campo de las identidades, de la cultura y del turismo, sino también de la construcción, de la producción y el medioambiente. Nuevas áreas del patrimonio son exploradas superando las visiones tradicionales que destacaban solo las ciudades prehispánicas, coloniales y los monumentos aislados. Estos procesos de reconocimiento y valoración del patrimonio llevan décadas y la diversidad de situaciones es grande entre los países y al interior de cada uno de ellos. La hipótesis principal que impulsa esta investigación es demostrar que el desarrollo del concepto de patrimonio en Chile ha sido impulsado y controlado desde el Estado y desde las elites que han administrado su poder, siendo esta última relación uno de los factores fundamentales en la formación de la nación chilena y de su identidad cultural oficial, la cual sólo en las últimas décadas se abre a reconocer su propia diversidad debido a los procesos de democratización y globalización, impulsados tanto desde el exterior como de las propias comunidades que integran el país. En el desarrollo de esta investigación se analiza que tan certera es esta aseveración. El territorio actual de Chile es de una gran diversidad geográfica, histórica y cultural. Sus primeros habitantes llegan hace por lo menos 14.000 años y desde entonces se formaron distintas identidades culturales. El siglo XVI marca una ruptura profunda de este proceso debido a la conquista hispana, la cual implica la desaparición de varias culturas nativas y el mestizaje durante el período colonial y republicano hasta la actualidad con las recientes migraciones. La emancipación de Chile de la corona española a comienzos del siglo XIX lleva a los hacendadospatriotas al poder y a la formación de un estado republicano inspirado en los ideales de la revolución francesa y la ilustración, con el respaldo de las potencias internacionales interesadas en la apertura del comercio y en el declive del poder colonial de España. El Estado republicano XIX es controlado por la aristocracia criolla mediatizado por una sociedad mestiza en formación, con extensos territorios todavía en poder de pueblos indígenas, identidades culturales regionales no integradas a un ideal de nación y con asentamientos rurales muy dispersos, secularmente fragmentados y con fronteras políticas difusas con las otras repúblicas americanas que nacieron en la Independencia. En este contexto historiadores chilenos como Mario Góngora (1981) y más recientes como Luis Mizón (2001) han llevado a concluir que el Estado republicano fue el principal formador de la nación chilena y de su identidad cultural. Esta investigación pretende analizar cuál ha sido el rol del patrimonio en este proceso, cómo el Estado controlado por la élite económica e intelectual, tanto conservadora como liberal, impuso su ideal de país durante el siglo XIX, estableciendo símbolos de identidad unitaria, pretendiendo anular la diversidad cultural existente y educando a la población con un sentido nacionalista integrador fiel al Estado. También se estudia en este trabajo el desarrollo de las instituciones fundacionales del patrimonio y de la legislación que sientan las bases de la selección de los bienes culturales que serían meritorios de ser reconocidos como símbolos de la nacionalidad emergente y que deberían ser conservados para la posteridad. Así mismo se buscó comprender las contradicciones existentes en este proceso, tanto en su etapa formativa del siglo XIX, como en su consolidación en el siglo XX y su decadencia a finales de dicho siglo, para despertar con nuevos bríos a comienzos del siglo XXI con un sello más amplio, participativo, popular y crítico de las decisiones de la autoridad estatal y vinculado a los conflictos económicos y políticos. Cuáles han sido los actores y factores de estos procesos, cuáles son las tendencias actuales que nos permiten avizorar el futuro del patrimonio y su rol en la sociedad actual, son también parte de este desafío intelectual. El estudio histórico de las diversas fuentes documentales y las entrevistas a los actores institucionales nos revelarán datos y visiones no registradas y analizadas sistemáticamente hasta ahora. Especial preocupación tendremos de estudiar los silencios y lagunas de la historia del patrimonio en Chile, por qué las autoridades, con la anuencia de los grupos de poder, privilegiaron determinados bienes en desmedro de otros y cómo se han tratado desde el punto patrimonial los hechos dramáticos que recientemente ha vivido nuestra sociedad en las últimas cuatro décadas y cómo algunos hechos y procesos de gran relevancia e impacto tienden a ser olvidados y transformados en la memoria colectiva. En las sociedades contemporáneas el patrimonio ha cobrado una importancia creciente. Si bien en el pasado, la protección del patrimonio junto con la instalación de monumentos conmemorativos, eran facultades controladas casi exclusivamente por el Estado, constituyéndose en dispositivos culturales fundamentales en la construcción y reproducción de la identidad nacional, en la actualidad se aprecia de manera sostenida, como las comunidades locales reclaman para ellas ese derecho de decidir lo que es patrimonial y cómo administrarlo. En el desarrollo de esta investigación sobre el patrimonio y la identidad cultural de Chile hemos analizado la evolución de estos conceptos y su relación con los de Estado y Nación. Para ello ha sido fundamental describir los procesos de formación de la sociedad chilena a través de su historia, reconociendo sus orígenes, momentos de síntesis, su diversidad cultural y sus contradicciones. La búsqueda de documentación original en archivos nos permitió descubrir aspectos desconocidos de la gestación de la Ley de Monumentos Nacionales de Chile, como también entender mejor el rol del Estado y la apropiación por parte de la sociedad de las diferentes funciones del patrimonio, tanto en sus aspectos formativos de una identidad nacional como de las identidades culturales de las diferentes comunidades que existen en el país. Nuestra investigación nos llevó a analizar gran cantidad de documentos históricos, algunos de ellos inéditos, como también el trabajo interpretativo realizado por arquitectos, historiadores, arqueólogos y antropólogos. Un primer esfuerzo fue dedicado a la comprensión y definición de los conceptos de cultura, identidad, estado y nación, los cuales tienen connotaciones diferentes según el marco teórico que los explique. La segunda tarea fue identificar la evolución de las identidades culturales que ha tenido Chile y la que oficialmente ha construido el Estado nacional. El tercer desafío fue comprender el rol que el patrimonio en tales procesos para finalmente proponer nuestra visión del problema que estudiamos. Al respecto coincidimos en el papel central que ha tenido el Estado en la formación de la nacionalidad chilena, pero advertimos que tal proceso ha sido condicionado, desde sus inicios, por las contradicciones culturales y el mestizaje de poblaciones de diversos orígenes. Las elites gobernantes impusieron su visión de mundo, primero en el período colonial y después en la república, estando en permanente tensión con las distintas identidades culturales, tanto las originarias de los pueblos indígenas, como las que se formaron debido al mestizaje cultural y racial, que se produjo a lo largo de los siglos en los territorios que pretendía administrar el Estado, las cuales reclamaron siempre mayores espacios de autonomía cultural y política, enfrentándose al concepto de Estado Nacional construido en los últimos doscientos años. Durante el siglo XX la sociedad fue haciéndose más compleja, demostrando el Estado ser el mejor instrumento de su unidad política y cultural, cuya administración ha sido disputada tanto por la oligarquía como por los estratos medios y populares emergentes.La modernización de la sociedad durante el siglo XX ha sido profunda en determinados aspectos. El Estado y los grupos mayoritarios de la sociedad han debido reconocer la diversidad cultural originaria y regional que el país tiene, cuyas comunidades exigen mayores cuotas de poder de decisión local e incluso autonomía, cuestión no imaginada hace cien años atrás. En lo cultural la mayor parte de la sociedad es en la actualidad más abierta y permisiva a las diferencias que ayer. En este contexto la noción de patrimonio es radicalmente distinta de la existente hace 50 años, incorporando distintos bienes y territorios culturales, con una comprensión más holística vinculados a los modos de vida actuales que se ven amenazados por la globalización. El aumento de la conciencia sobre el valor del patrimonio incidió en un crecimiento de las demandas sociales para otorgar protección oficial a diversos bienes culturales y sitios patrimoniales. Los proyectos nacionales de identificación, conservación, restauración y puesta en valor del patrimonio Cultural en Chilepartieron hace algunas décadas. A finales de los 90 dos hechos posibilitan un cambio en la atención del Estado frente al patrimonio: la postulación de Chile de varios Sitios como Patrimonio Mundial y la celebración del Día del Patrimonio Cultural. Las situaciones anteriores motivaron una mayor exposición de los problemas de conservación del patrimonio nacional. En este contexto podemos decir que la identidad cultural de la sociedad chilena impulsada desde el Estado nacional está, una vez más, en un punto de inflexión en su largo proceso de construcción histórica. Después de una larga apertura, experimentación e influencia de los modelos impuestos por la globalización, se manifiesta en la sociedad cierto malestar e incertidumbre, pero también se constatan acciones decididas hacia la construcción de modos de vida que le permitan reencontrarse con su propia historia y diversidad. Las influencias externas han sido gravitantes en los modelos a seguir, pero el contrapunto ineludible para la identidad cultural chilena y que su patrimonio refleja será su origen mestizo y su referente dual de oposición entre lo hispano y lo indígena. Ambos referentes han tenido matices contradictorios, tanto positivos y negativos, en razón de sucesos y momentos históricos, odiados y respetados, reconocidos y negados. Por una parte se inserta en la identidad cultural chilena, en su memoria histórica y patrimonio, donde debe admitir su origen mestizo, pero por otro lado permite rescatar, reconocer y valorar, no sin contradicciones, la resistencia heroica de las comunidades mapuches por mantener su propia identidad, la cual cobra cada vez más fuerza, reclamando su autonomía de la identidad chilena formada a través del tiempo. Por tanto, la identidad chilena formada desde el Estado nacional con una ideología unitaria, va a adquirir formas regionales particulares cada vez más poderosas con el tiempo, que el patrimonio cultural local avala, cuyos procesos tienen siglos de formación desde la Colonia e incluso antes, las cuales van a determinar la necesidad de construir una organización política del Estado diferente a la actual siendo el patrimonio un componente vital para ello.
Un nuevo poder "duro".La polémica con respecto a la nacionalización de YPF-REPSOL en Argentina ha puesto sobre el tapete el tema de las inversiones españolas en América Latina. En los últimos veinte años, se comenzó a notar un fenómeno inédito en los movimientos que saltaban al otro lado del Atlántico. España había sido juzgada por las personas que se establecían en América Latina. El retrato tradicional era el de inmigrantes hambrientos de las regiones más desfavorecidas de España ("gallegos"), combinado con el de religiosos que cubrían las carencias de la beneficencia pública. Después de la Guerra Civil española, este dúo se transformó en trío con la incorporación de los refugiados políticos, quienes fueron recibidos muy generosamente en diversos países, sobre todo México (el mejor negocio de Lázaro Cárdenas), Argentina y Chile. Todavía hoy se reconoce la humana acogida que recibieron y los servicios que los propios refugiados republicanos donaron profesionalmente a los países receptores.Esa llegada resulta simbólica de la todavía notable relación entre España e Iberoamérica. La clave de la facilidad con que se alude a la existencia de un sustrato detrás de la política es que el renacimiento de la relación tras la rotura de los vínculos entre España y América Latina no se debe a la actuación de la España "oficial" en cada una de las naciones americanas, a través del papel de sus élites políticas. El vínculo fue recuperado por la emigración española que se aposentó en todos los países. En un postrero incidente en Cuba y Puerto Rico, la reanudación de la relación fue dirigida por la España "real", por delante de la "oficial", que no tuvo más remedio, junto a la Cuba "oficial", que ir a remolque. Así se explica el mantenimiento de un nivel de relación sólido y natural entre España y Cuba, a pesar de los cambios drásticos de régimen en ambos países. La novedad reciente es que los nuevos visitantes no son funcionarios, conquistadores o refugiados, sino que han llegado en "business", en vuelos transcontinentales. En la aduana, en lugar de esconder comidas y bebidas típicas, trajeron documentos de compraventa de negocios. Algunas parcelas de la economía terminaron en el cambio de siglo prácticamente monopolizadas por las inversiones españolas en América Latina. La telefonía, la banca y las prospecciones petrolíferas son los sectores de mayor espectacularidad de la presencia española en América. Son también mediáticos por excelencia, porque afectan a la existencia diaria. Naturalmente, errores cometidos por una minoría y la agresividad en ejecuciones de los planes revertieron en la producción de una etiqueta de perfil negativo. Los "nuevos conquistadores" habían regresado.Para la perspectiva española, las cifras demuestran el "buen negocio" de la apuesta por América Latina. La banca, las compañías de telefonía y energía reconocieron al principio de la presente década que recibieron entre el 35 y el 50% de sus beneficios precisamente en Latinoamérica. Esas compañías se convirtieron en verdaderamente "multinacionales" en el subcontinente latinoamericano. No se predice que vayan a abandonar esa importante cabeza de playa, aunque las dificultades económicas hagan descender el volumen de sus operaciones. La positiva imagen de España A pesar de las fricciones, como la de ahora en Argentina, por otro lado, la consideración de la percepción que los latinoamericanos tienen de España es una tarea fascinante y ardua, por una combinación de motivos. La imagen que se cree se tiene de España en América Latina está sujeta al estereotipo repetido en las recientes generaciones y a la manipulación de un número de políticos prestos a aprovechar los temidos centenarios que periódicamente se ciernen sobre el objeto de análisis. Además, al tradicional y polémico eje de comentario (idealización de la "Madre Patria" y el impacto de secuelas del legado colonial), otros detalles novedosos se han agregado al complejo de análisis.Por un lado, se destaca el hecho insólito de una emigración inversa, que ha replicado en los recientes años la pauta histórica de inmigración española en América Latina, no solamente tras la independencia sino con mayor furia en pleno siglo XX. Por otro, surge el fenómeno de las inversiones, que revierten la concepción de la identificación de los españoles de antaño.Para lograr un retrato global y actualizado de la imagen de España hay básicamente dos opciones. La primera es la reiteración de creencias sostenidas durante décadas, que no dejan de ser acertadas por su veteranía. España sigue siendo la cuna anímica, en su acepción cultural, libre de las vacías declaraciones. Supera holgadamente el papel de Portugal para Brasil.En segundo lugar, los estudios recientes del Eurobarómetro, otros sondeos, y la intuición de viajeros, muestran que la imagen de España en América Latina es altamente positiva. Se detecta que un alto porcentaje (más del 70%) de los ciudadanos de América Latina posee una buena opinión de España. En contraste, solamente el 12% tiene una actitud negativa. En términos comparativos de connotaciones geopolíticas, España es la nación que recibe la valoración más alta, superando a la Unión Europea, Estados Unidos y China. Casi un tercio de la población latinoamericana cree que España es el país que posee la mejor democracia en Europa, detalle insólito hace apenas unas pocas décadas. A pesar de las esporádicos confrontaciones verbales entre dirigentes latinoamericanos (Chávez, Kirchner, Castro), más de dos tercios de los latinoamericanos juzgan como buenas las relaciones de sus países con España.Los datos demográficos hablan por sí solos: España es el segundo destino preferido para la emigración de los latinoamericanos, solamente superado por Estados Unidos. Nada tiene de extrañar, por lo tanto, que el 60% crea que las relaciones con España son extremadamente importantes para el desarrollo económico de su país. El debate sobre el polémico sector de las inversiones españolas se resuelve a favor de España: la mitad de los encuestados juzga esa novedosa actuación española como positiva; solamente 18% cree que la experiencia ha sido negativa. Detalle curioso (y ciertamente injusto) es que los latinoamericanos esperarían de las inversiones españolas un perfil más altruista, que no se exigiría de las norteamericanas y las europeas. En cierta manera, la actividad económica se vería como una extensión de la ayuda al desarrollo española, que por otra parte es desconocida por los que no la reciben directamente. Cuando se penetra en el terreno dominado por las ideologías, las inclinaciones políticas y la coyuntura del momento, la indagación adquiere perfiles más complejos. Así, por ejemplo, se confirma la percepción de observadores políticos que detecta fácilmente que la imagen de España ha experimentado mejoras sustanciales. Pero también hay signos de polarización. Así, por ejemplo, al desaparecer las generaciones inmigradas, los sectores de izquierda están dominados por jóvenes proclives a un discurso antiespañol impelido por las recriminaciones anticoloniales. En contraste, los sectores más conservadores se revelan como más pro-españoles. Esta dicotomía se entrelaza con el contraste entre una actitud más crítica hacia el legado español en los países de mayoría indígena (Bolivia) con los que todavía tienen la huella de la inmigración española (Argentina), presente en sus familias.También existe una hiriente ambivalencia interna en las comunidades productoras de emigración hacia España. Por un lado, son conscientes del positivo impacto de las remesas enviadas por los emigrantes a sus familias. Por otro, se sienten decepcionados y defraudados por las medidas restrictivas ante la crisis económica.Pero, confirmando las percepciones de simples ciudadanos y fomentadas por los dirigentes políticos y culturales, cualquier estudio refleja que una abrumadora mayoría de los latinoamericanos se siente muy orgullosa de compartir la lengua y la cultura con los españoles. Es el resultado de la tenaz compenetración entre las élites literarias latinoamericanas y españolas, conscientes de ser usuarias del mismo capital.Está por ver si la crisis desatada por la nacionalización de YPF hará variar sustancialmente la tónica general de la percepción de España en América Latina. Habrá que examinar con cuidado los sondeos que se hagan a corto plazo, en Argentina y en el resto de América Latina, y se sostienen a mediano término. Mientras tanto, también habrá que observar los movimientos de los propios dirigentes latinoamericanos (como va a ser el caso de Cristina Kirchner) para auscultar la opinión pública y explotarla para sus beneficios electorales.
La incorporación de las y los estudiantes de pregrado como participes protagónicos en el quehacer investigativo vinculado a la academia, es una de las iniciativas que puede proporcionar mayor templanza a su proceso formativo, requiriendo que apliquen sus aprendizajes en torno al desarrollo de actividades que estén a la altura de los estándares de calidad demandados por una comunidad científica afín. Tal incorporación puede verse canalizada a través del ofrecimiento de financiamiento por parte de sus respectivas Facultades y Departamentos, para que ejecuten proyectos como investigadores responsables, en un marco de requisitos y logros esperados acordes con la etapa formativa en que se encuentran. Es en este entendido que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, ha promovido desde hace ya diez versiones, el Concurso de Investigadores Jóvenes (CIJ), dirigido a equipos interdisciplinarios de estudiantes de pregrado de sus distintas carreras impartidas, para que, tutelados por uno de sus profesores, emprendan este desafío académico en pos de contribuir al estado del arte de las ciencias sociales del país.
La capacidad investigativa de un o una cientista social, resulta de la metódica construcción de una relación virtuosa entre experimentaciones y aprendizajes, que demanda la puesta en práctica de un acervo de conocimientos y habilidades adquiridos durante la etapa universitaria, la que se tornará tanto más fructífera cuanto más nutrido haya sido tal acervo. En este punto, aquellas iniciativas que buscan involucrar tempranamente a estudiantes con la investigación académica cobran su aporte más valioso, buscando en última instancia traducirse en réditos para una sociedad cada vez más demandante de profesionales capaces de abordar sus crecientemente complejas dinámicas sociales.
El presente número especial de Revista Persona y Sociedad está abocado a exponer una selección de trabajos que sintetizan los resultados obtenidos de la ejecución de proyectos de investigación financiados por el concurso mencionado. Esta iniciativa surge, por un lado, del interés puesto por las y los estudiantes y su cuerpo académico, de poner en valor su labor investigativa colaborativa en la forma de un escrito científico divulgable entre pares, y por otro, de la receptividad y entusiasmo puesto por el cuerpo Editorial de esta revista en torno a editar y publicar los resultados de dicha labor, entendiéndolos como un portafolio de artículos que ponen de relieve una labor académica en que las y los estudiantes son protagonistas. Concretamente, a continuación son presentadas seis contribuciones, que reflejan las inquietudes e intereses investigativos gestados en sus jóvenes autores y autoras a lo largo de su trayectoria formativa en el aula, girando en torno al estudio de temáticas tan relevantes y contingentes para nuestra sociedad como aquellas vinculadas a los derechos humanos; abordados en cada caso, desde diversas perspectivas y con distintos acentos.
Es así como el número parte exponiendo dos trabajos relacionados con los derechos de infantes y adolescentes. El primero (Tapia et al. 2020), centra su atención en la vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes mapuches expuestos a un entorno de violencia suscitada por la represión ejercida hacia las reivindicaciones territoriales de su pueblo, situándose en un entorno socioespacial tan contingente para la realidad nacional como lo es el inscrito por la comuna de Tirúa, en la Región del Bíobio, Chile, históricamente marcado por esas tensiones territoriales. El segundo (Boza et al. 2020) en tanto, se vincula a los derechos de los y las infantes desde una temática sensible y relativamente poco estudiada en el contexto nacional como lo es la maternidad en reclusión y las complejas relaciones formales e informales suscitadas en torno al cuidado materno en dicho contexto, tomando como estudio de caso la Unidad Materno-Infantil del Centro Penitenciario Femenino San Joaquín, en Santiago de Chile.
En el trabajo de Tapia et al. (2020), son analizadas las diferencias que exhibe la violencia dirigida a niños, niñas y adolescentes entre la población mapuche y aquella no indígena, partiendo por formalizar y operacionalizar el concepto de violencia y sus distintas manifestaciones. Mediante entrevistas y datos estadísticos, sus autores/as consignan una importante vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes mapuches de la comuna en estudio, reflejada en su mayor experimentación de situaciones de violencia que aquellos que no lo son, la cual además muestra preocupantes rasgos de naturalización y de diferencias de género en desmedro de la mujer. En el trabajo de Boza et al. (2020), la atención es puesta en comprender los roles y prácticas de cuidado maternal que se dan en el recinto penitenciario que conforma el estudio de caso. A partir de entrevistas realizadas a mujeres madres que habitaban el penal con sus hijos/as y a funcionarias de Gendarmería y del jardín infantil que funciona en su interior, sus autores/as destacan la especial relación materno-filiar culposa que experimentan las reclusas, discutiendo la serie de elementos que limitan su ejercicio de la maternidad y enfatizando los variados mecanismos de cuidado de los infantes que surgen a partir de relaciones de solidaridad entre ellas y las funcionarias, todo lo cual contribuye a dar forma a la noción eje del trabajo de "arreglos de cuidado".
Los dos trabajos siguientes siguen como hilo conductor la temática de los derechos humanos, pero esta vez desde la represión y violencia política ejercida por parte del Estado chileno durante la dictadura cívico-militar (1973-1990), enfocándose específicamente en los lugares de memoria y su valor simbólico y significancia para la sociedad chilena. Es así como Haro et al. (2020), discuten los elementos materiales y simbólicos que conforman al Memorial Paine, ubicado en la Región Metropolitana de Chile y erigido en 2002 como recordatorio de los detenidos desaparecidos y ejecutados en esa comuna durante la dictadura militar, buscando comprenderlo desde los propios agentes que lo construyen. Sus autores/as parten por reconstruir el contexto que originó el memorial, para luego articular una discusión de éste como lugar de memoria y sitio de relación simbólica, distinguiéndolo de su dimensión histórica y subrayando su potencialidad pedagógica. Mediante la observación de las visitas guiadas que se realizan en el lugar, la conformación de grupos focales y la aplicación de entrevistas, el trabajo discute la construcción narrativa del memorial a partir de la experiencia educativa de la visita y su vinculación con el medio, destacando su propuesta pedagógica en cuanto a construir una narrativa que pretende revelar la verdad y vida de las personas recordadas en ese espacio, reforzando la noción de protección de los derechos humanos.
El siguiente trabajo de Álamos et al. (2020), explora el devenir de espacios del centro cívico de la ciudad de Santiago que fueron empleados como centros clandestinos de detención y/o tortura. A partir de la definición y clasificación de los espacios empleados como centros de detención y tortura, las/os autoras/es rescatan la narrativa de estos espacios como lugares de memoria través de su catastro geoterritorial y el análisis de la situación actual de sus fachadas; entendidas por ellas/os como un indicador de su rol rememorativo en la sociedad. El trabajo destaca que, de todos los lugares catastrados, la gran mayoría no muestra ningún rasgo físico que lo destaque como lugar de memoria, evidenciando diferentes estados de olvido de tal significado (ya sea por abandono, reconversión o destrucción de sus fachadas), permitiendo concluir no sólo acerca de la pérdida de la función rememorativa y humanizadora de estos espacios, sino además sobre las tensiones entre recordar y olvidar que ello expresa de la sociedad.
Un penúltimo artículo (Moraga et al. 2020) gira esta vez en torno a los derechos de las mujeres, examinando la participación, empoderamiento e influencia local de las organizaciones de mujeres en el caso de la comuna de Recoleta, Santiago de Chile, poniendo énfasis en sus percepciones y las de los actores involucrados a ellas. Mediante muestras estructuradas, entrevistas y grupos focales, las autoras parten por destacar la gestión municipal de la comuna que ha llevado a propiciar la integración efectiva de las mujeres en procesos participativos y de toma de decisiones locales, materializados en organizaciones comunales como centros de madres, clubes de adultos, asociaciones de emprendedoras y juntas de vecinos con alta participación de mujeres, que las autoras ponen en valor como una expresión de gobernabilidad inclusiva y democrática. No obstante, a la vez destacan la percepción de la mujer como una figura secundaria dentro de la política formal, lo que es ratificado por su baja participación política y de poder, destacando la necesidad de crear espacios comunales para su mayor expresión política, bajo una institucionalidad que potencie la perspectiva y conciencia de género.
Por último, en una línea distinta aunque no menos relevante, el trabajo de Magnani et al. (2020) se centra en los efectos de la expansión urbana de la ciudad de Santiago sobre los espacios perirurales circundantes, abordando las percepciones e imaginarios de éstos a partir del estudio de caso de la comuna de Colina, otrora eminentemente rural y en la actualidad considerada por los/as autores/as un caso paradigmático de fragmentación urbana. El trabajo comienza por identificar y describir los procesos de fragmentación socioespacial que han afectado a la comuna producto de su urbanización y conectividad con la ciudad, con el consecuentemente asentamiento de nuevos residentes y cambios en los estilos de vida. Mediante entrevistas a vecinos de diferentes subsectores de la comuna y mapeos colectivos, el trabajo explora los cambios en el significado del habitar la comuna, identificando y analizando una fragmentación tanto identitaria como sectorial entre sus nuevos y antiguos residentes, resultante de diversos proyectos urbanos llevados a cabo en la comuna (construcción de cárceles, así como de viviendas social y de alto ingreso), lo que además se ha traducido en problemas de acceso a servicios y movilización en su interior.
Es esta última contribución la que cierra este número especial de Persona y Sociedad, que confiamos en que sea un aporte al conocimiento y a la investigación de las ciencias sociales chilena, invitando desde ya muy cordialmente al lector a disfrutar y valorar los esfuerzos provenientes desde los jóvenes investigadores que forja la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado y que con todo mérito, aquí exponen la concreción de sus logros.
A propósito de interés de las humanidades por el estudio del pasado, sin aparente finalidad práctica, reflexionaba Erwin Panofsky ¿Qué por qué habríamos de interesarnos por el pasado? La respuesta es… porque nos interesamos por la realidad. Nada existe menos real que el presente. Para poder captar la realidad tenemos que distanciarnos del presente. En este sentido, creemos en la vigencia y utilidad de la investigación de carácter historiográfico en nuestro ámbito docente, y en consecuencia nos sentimos identificados con el profesor Montes Serrano cuando afirma que "La praxis docente necesariamente ha de enmarcarse en una labor investigadora de doble dirección: el progreso de la propia disciplina y el retorno a los orígenes, para asentar las bases conceptuales y culturales que soporten el desarrollo futuro. Este retorno a los orígenes siempre ha supuesto la búsqueda -más o menos consciente- de una garantía de renovación, de una posible guía hacia el futuro; implica repensar lo que se hace habitualmente, en un intento de renovar la validez de las acciones o principios especulativos de uso cotidiano". Al igual que se ha hecho en otras materias, también constituye una línea de investigación propia del Área de Conocimiento al que pertenezco el trazar la visión historiográfica de nuestras disciplinas, en concreto, de la representación del terreno. Como afirma el profesor San Antonio Gómez "La investigación para la representación gráfica del territorio no sólo debe encaminarse hacia su progreso futuro con el desarrollo de los GIS, sino también hacia sus orígenes históricos". Efectivamente, la implantación de las llamadas nuevas tecnologías en las disciplinas relacionadas con la representación de la superficie terrestre ha acaparado la mayor parte de los esfuerzos en el ámbito investigador, quedando relegados a un segundo plano los estudios sobre la historia de la representación territorial, sus orígenes y evolución, así como los métodos e instrumentos utilizados en el pasado. Consciente de las limitaciones de una tesis y de las mías propias, entiendo que para centrar este trabajo se hace necesario acotar el tema tanto geográfica como cronológicamente. No se trata de hacer este estudio desde un punto de vista cartográfico genérico, en donde lógicamente habría que remontarse a la larga tradición en el Mediterráneo, en lo referente a las cartas que realizaron los cosmógrafos en Sevilla; o a las imágenes que las culturas prehispánicas plasmaron en sus códices, para las representaciones de factura indígena. Decidimos por tanto centrar nuestro estudio en Mesoamérica (espacio) y durante el siglo XVI (tiempo). Las razones de esta acotación se basan, por un lado, en la forma en que se llevo a cabo la Conquista, desde el Caribe como cabeza de puente hacia Centroamérica, y desde allí hacia el norte y el sur del continente. Esto supuso que durante el siglo XVI la producción de mapas y planos que conllevo el proceso de colonización procediera mayoritariamente de estos territorios, coincidentes con lo que posteriormente se denomino Mesoamérica, que comprende los actuales México, Guatemala, parte de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y el sur de los Estados Unidos. Sin embargo, la acotación espacial en ningún momento deberá impedir que se deje de estudiar algún documento de interés para la investigación. Así por ejemplo, si hay un mapa en donde se representa una región del Amazonas o un plano de una fortaleza en el norte de La Florida o en La Habana, cuyo análisis se considere relevante para nuestros fines, esos documentos sin duda seran incluidos en el corpus a estudiar. La acotación temporal, además de necesaria en cualquier trabajo de este tipo, aquí está justificada al ser precisamente durante el primer siglo de la Colonia cuando se realiza la producción de mapas y planos en los que podemos rastrear los métodos empíricos utilizados para su medición, levantamiento y representación. Anteriormente apenas transcurren ocho años desde el Descubrimiento hasta el fin de siglo, y después –a partir del siglo XVII- las representaciones planimetrías en Hispanoamérica poseen ya, prácticamente, todas las características de las que se realizan en Europa, desapareciendo las influencias autóctonas que se mezclaron, en distinto grado, con las occidentales durante todo el siglo XVI. Ciñéndonos a los inicios de la época colonial española, son tres los estamentos que están realizando levantamientos planimétricos en este tiempo, los cosmógrafos de la Casa de la Contratación, los funcionarios locales de la administración indiana y los ingenieros reales: 1. Los primeros, cuyo título oficial era "cosmógrafo de hacer cartas de navegar y fabricar instrumentos", no se encontraban en ultramar, sino en Sevilla. Se encargaban principalmente de las cartas de navegación, acopiando la información geográfica e hidrográfica obtenida por los pilotos, que los cartógrafos vertían en el padrón real, modelo del que se sacaban las copias para el uso de descubridores y navegantes. Para poder realizar su labor, utilizaban cartas, planos, bocetos y apuntes trazados por los pilotos en sus viajes y que entregaban a su regreso en la Casa de la Contratación. Por tanto iban elaborando la imagen del Nuevo Mundo en cuanto a la definición de su contorno costero. La representación de la "tierra adentro" será precisamente la empresa encargada a los segundos intervinientes. 2. La necesidad de conocer y representar con precisión los nuevos territorios bajo el imperativo de su control y delimitación, así como lograr un mayor conocimiento de la disponibilidad de los recursos que ofrecían, llevo a que, el 25 de mayo del año 1577, Felipe II dictase una real cedula para que se enviase a América una "Instrucción y Memoria" para ser contestada por los oficiales de la Corona, principalmente los corregidores y alcaldes mayores. El objetivo de este cuestionario de 50 preguntas era conocer más sobre los territorios de ultramar. Las respuestas, mejor conocidas como Relaciones Geográficas de Indias, constituyen el mayor cuerpo de fuentes originales de la América española para el siglo XVI. Este conocimiento pormenorizado de los nuevos territorios también implicaba una descripción física de los mismos. Así, en varias preguntas del cuestionario se pedía, según los casos, la realización de mapas geográficos, planos de las poblaciones, delineación de las costas e islas, etc. Aunque los encargados de responder a la Instrucción eran los oficiales de la Corona, la elaboración de mapas y planos –pinturas como se conocían entones- tuvo que encomendarse también a dibujantes indígenas, dada la escasez de mano de obra cualificada para estas tareas durante el primer siglo de la Colonia. 3. Los ingenieros reales estaban designados por el rey para atender a las fortificaciones y edificios administrativos en todo el imperio. Algunos eran traídos de otros países, particularmente de Italia, pero otros eran producto de la rica tradición en la elaboración de mapas surgida en la España del siglo XVI. "Estas imágenes del Nuevo Mundo fueron suficientemente exactas para permitir a los monarcas españoles tomar decisiones sobre los sitios y la protección de las grandes bases militares, particularmente aquellas necesarias para proteger anualmente a las flotas. Cartógrafos como Cristóbal de Rojas y Juan Bautista Antonelli permitieron a la Corona hacer el máximo uso de sus escasos recursos". Los mapas y planos de los ingenieros Reales, dibujados de acuerdo con los principios desarrollados en la Italia del siglo XVI, no tenían nada que ver con las representaciones realizadas en las pinturas que acompañaban a las Relaciones Geográficas, en las que, debido a la mezcla de técnicas indígenas prehispánicas y europeas, se produjo una cartografía sincrética diferente a todo lo que se había realizado hasta ese momento. En muchos de los documentos gráficos que estos ingenieros elaboraron para la construcción de obras públicas civiles y militares también encontramos ejemplos de cómo representaron el terreno donde estas se emplazaban. La Corona española empleo un número importante de arquitectos militares e ingenieros en la construcción y mantenimiento de fortificaciones en todo el imperio, pero sobre todo en América. Estos hombres realizaban reconocimientos sobre el terreno, elaboraban informes y proponían proyectos de nuevas obras o reforma de las ya existentes, como consecuencia de lo cual, trazaban planos que eran enviados a España para su conocimiento y aprobación, de los que sobreviven un número considerable. Se ha articulado la tesis en dos partes, cada una dividida en tres capítulos, acompañada de la presente Introducción, las Conclusiones y las Fuentes Documentales. A continuación se expone someramente el contenido de cada capítulo, la relación de archivos y bibliotecas en las que se encuentran los documentos que constituyen el corpus sometido a estudio, así como los fondos bibliográficos consultados. Lógicamente, en un trabajo de estas características, las figuras (bocetos, mapas, planos,… dibujos en definitiva) que acompañan al texto escrito en absoluto tienen un carácter ornamental, ni siquiera una misión ilustrativa; más bien al contrario en su mayoría, constituyen el propio objeto de estudio. - En la primera parte del trabajo, como cuestión previa introductoria antes de abordar la representación territorial en Hispanoamérica en el siglo XVI, nos ha parecido procedente dirigir una mirada hacia los orígenes históricos de la representación del territorio, desde sus inicios hasta la época en la que centramos el objetivo principal de nuestro trabajo, que abarca todo el siglo XVI. Se ha tratado de seguir, a través del tiempo, el proceso de la representación del territorio y su relieve en las distintas civilizaciones, sobre todo del ámbito occidental, y por tanto antecedentes directos de la europea en general y la española en particular; incidiendo en aquellos conceptos eminentemente gráficos, que influyen en la representación del entorno natural. En esta revisión se ha verificado como el proceso para representar el terreno y su relieve ha seguido una evolución desde unos convencionalismos gráficos empíricos. "…mostrando cómo los mecanismos que intervienen en la representación gráfica están fundamentalmente basados, de hecho, en toda una serie de convenciones prácticas y de fórmulas o recetas de oficio paulatinamente perfeccionadas y codificadas por la experiencia" Esta primera parte se ha dividido en tres capítulos. ▪ En el Capítulo I, "Desde los orígenes hasta el descubrimiento de América" se repasa la representación del territorio desde los orígenes, con la aparición de los primeros mapas, hasta el descubrimiento de América. Revisaremos la forma en que "veían" la tierra, o sus territorios, los pueblos primitivos, las civilizaciones antiguas, el mundo clásico (civilizaciones griega y romana), la Edad Media (mapas T en O, mundo árabe y portulanos), para concluir con la representación en el Renacimiento, antes del descubrimiento del Nuevo Mundo. ▪ En el Capítulo II, "La representación del territorio en la era de los descubrimientos", se continua la revisión iniciada en el primero desde donde este termina hasta principios del siglo XVII. Veremos la revolución cartográfica que suponen los grandes descubrimientos, los más importantes centros de producción de mapas: la Casa de la Contratación de Sevilla, la de Indias de Lisboa, la escuela francesa en Dieppe y la de los Países Bajos. Por último, se realiza un recorrido por la cartografía nacional y regional de los principales reinos europeos. ▪ Finaliza esta primera parte con el Capítulo III, "Técnicas de levantamiento y representación del territorio en Europa", donde, tras exponer los principales sistemas y métodos de levantamiento, aun vigentes, se ofrece una panorámica del estado de la ciencia de la "mensura" en la Europa renacentista, como antecedente directo de los métodos que pudieron ser importados al Nuevo Mundo. Se ha realizado un análisis de los sistemas y métodos de medición y levantamiento de mapas y planos a través de los principales tratados sobre la materia, tanto de la rica tradición renacentista europea como de la española, en la que hemos tenido la satisfacción de encontrar magníficos ejemplos de tratados cuyo rigor científico en unos casos y vertiente practica en otros, nada tienen que envidiar a los de los más afamados eruditos alemanes, flamencos o italianos. - La segunda parte, "Representación gráfica en Hispanoamérica en el siglo XVI", afronta el objetivo principal de la tesis, la representación del territorio circunscrita a Hispanoamérica durante el siglo XVI. Se analizan los diferentes tipos de representaciones que se realizaron a raíz del descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo, según los distintos agentes que intervinieron en su realización. A su vez se divide en tres capítulos. ▪ En el Capítulo IV, "Representación del territorio", tras una introducción sobre el proyecto cartográfico de Felipe II, se realiza un recorrido por los diferentes modos de representación del territorio en Mesoamérica durante el primer siglo de la Colonia, desde los antecedentes de tradición indígena prehispánica, hasta los mapas y planos que realizaron los pintores autóctonos o tlacuilos para la Corona española, así como un grupo funcionarios de la administración indiana, en el magno proyecto que significaron las Relaciones Geográficas de Indias; pasando por los mapas del Nuevo Mundo que realizaron los cosmógrafos de la Casa de la Contratación en Sevilla. En estas formas de representar el territorio subyacen en su concepción, toma de datos y elaboración, una dualidad entre empirismo y ciencia, siendo este uno de los criterios de clasificación que se han utilizado. Siguiendo la metodología propuesta, se realiza un estudio individualizado de cada mapa o plano de la muestra, con criterios objetivos. En primer lugar, se parte de una contextualización histórica de cada uno, a continuación, se realiza un examen grafico del plano como tal y, por último, un análisis geométrico tendente a su transcripción y obtención de conclusiones en cuanto los métodos utilizados para la representación del territorio, sobre todo las características graficas, los mecanismos y los recursos empleados en la realización de estos documentos. Siempre que este lo ha permitido, se ha tratado de abordar la conceptualización del lenguaje grafico y el contenido simbolizador del mismo. ▪ El Capítulo V, "La representación del territorio en los proyectos de ingeniería", completa el estudio realizado en el capitulo anterior, estudiando los mapas y planos que se hicieron a raíz de las obras de ingeniería y arquitectura militar en América, que necesitaban de la expresión de superficies extensas para su intervención. Estos documentos estaban dibujados de acuerdo con los principios desarrollados en la Italia del siglo XVI, y por tanto fuera de la cualquier influencia de la tradición pictórica prehispánica. Estas imágenes del Nuevo Mundo fueron suficientemente exactas para permitir a los monarcas españoles tomar decisiones sobre los sitios y la protección de las grandes bases, particularmente aquellas necesarias para dar cobijo anualmente a las "flotas" de Indias. Sin embargo, no se ha realizado un estudio sobre las obras de ingeniería, ni siquiera desde el punto de vista historiográfico, pues sería apartarnos del motivo principal de este trabajo. Se han tratado una serie de obras y sus artífices, pero desde la óptica de su representación grafica en general y de la que del territorio se hace en ellas, en particular. ▪ En el Capítulo VI, "Técnicas de levantamiento y representación del territorio en América", se han tratado de descifrar los métodos, técnicas e instrumentos que se emplearon en la realización de las representaciones del territorio que fueron estudiadas en los capítulos IV y V. Desde el punto de vista de su manufactura, este extenso corpus es de origen diverso: cartas náuticas, mapamundis y planisferios realizados por los cosmógrafos de la Casa de la Contratación, mapas y planos regionales y locales realizados, unos por autores españoles y otros por dibujantes indígenas y, finalmente, los mapas y planos que hicieron los ingenieros y arquitectos militares al servicio de la Corona. Por tanto se rastrean y estudian los métodos utilizados para su realización en cada uno de estos grupos, partiéndose de una primera división en científicos y empíricos. No obstante, dentro de cada uno de estos grupos ha sido necesario distinguir otras categorías al objeto de poder llevar a cabo su correcto análisis. Respecto a las fuentes documentales consultadas, gran parte de ellas son dibujos, mapas, planos y tratados de gran valor bibliográfico e histórico. En esta fase de la investigación nos hemos encontrado con dificultades inherentes a la localización de los fondos y del acceso a los mismos. Es evidente que la lectura de un mapa de gran formato, no resulta fácil si no se consulta directamente el original debido a las limitaciones que impone el manejo de copias reducidas o la escasa resolución cuando se trata de formatos digitales. Aunque desde hace anos se vienen realizando importantes esfuerzos por parte de las administraciones para digitalizar los fondos cartográficos y documentales de los principales archivos, tanto españoles como extranjeros, la tarea es ardua y supone afrontar multitud de problemas derivados de la variedad de formatos, de técnicas y del estado de conservación de los documentos cartográficos, que se suman a los propios de su localización, ya que es frecuente que los planos y mapas estén incluidos en legajos o carpetas y que su existencia en muchos casos se desconozca. El corpus cartográfico documental recopilado para la elaboración de la tesis se encuentra disperso, en su mayoría, por los siguientes archivos y bibliotecas españoles: Archivo General de Indias. Sevilla. AGI. Real Academia de la Historia. Madrid. RAH. Archivo General de Simancas. Valladolid. AGS. Biblioteca Nacional. Madrid. BNE. Archivo de la Casa de Alba. Palacio de Liria. Madrid. Museo Naval. Madrid. Museo Maritimo. Barcelona. Observatorio de la Marina. San Fernando (Cádiz). Servicio Histórico Militar. Madrid. Real Biblioteca de El Escorial. Madrid. Biblioteca Central de la Universidad de Sevilla. Fondo Antiguo y Archivo Histórico. Biblioteca de la Universidad de Valencia. Asimismo, en el extranjero se han consultado numerosos fondos que, cuando ha sido posible, se han examinado presencialmente y en otros se ha tenido que realizar a través de los procedimientos que establecen las distintas instituciones para la consulta bibliográfica o archivística a distancia (fotocopia, microfilm, diapositiva, fotografía o escaneado): Benson Latín América Collection, Universidad de Texas. Austin (USA). BLAC. Archivo General de la Nación. Ciudad de México (México). AGN. Biblioteca Nacional de Francia. Paris (Francia). BNF. Biblioteca Nacional de Viena. Viena (Austria). Biblioteca Laurenciana. Florencia (Italia). Biblioteca Apostólica Vaticana. Roma (Italia). Biblioteca Oliveriana. Pesaro (Italia). Biblioteca del Congreso. Washington (USA). Biblioteca Herzog August. Wolfenbuttel (Alemania). Biblioteca Palafoxiana. Puebla (México). Biblioteca Real de Copenhague. Copenhague (Dinamarca). Biblioteca Digital de Múnich. Múnich (Alemania). Real Biblioteca de Turin. Turin (Italia). Biblioteca Nacional Marciana. Venecia (Italia). Archivo de los marqueses de Castiglione. Mantua (Italia). Archivos Históricos de Guadalajara y Jalisco. (México). Galería Uffizi, Florencia (Italia). The John Carter Brown Library. Providence (USA). The Hispanic Society of America. Nueva York (USA). The Royal Library at Windsor. Londres (Reino Unido). Bodleian Library. Oxford (Reino Unido). The British Library Borrad. Londres (Reino Unido). The Newberry Library. Chicago (USA). Liverpool Museum. Liverpool (Reino Unido). Museo Histórico de la Baja Sajonia. Hannover (Alemania). Instituto y Museo de Historia de la Ciencia. Florencia (Italia). En cuanto a la amplia bibliografía utilizada a lo largo de la investigación, esta se ha ordenado según tres grupos que comprenden las fases en las que se ha ido desarrollando el trabajo, desde los conceptos generales hasta aquellos temas concretos o particulares, finalizando con una relación de los tratados consultados y utilizados como fuente: a. General: se agrupan en esta categoría las obras que aportan una visión genérica al problema de la expresión y representación grafica, y que han servido para fundamentar conceptualmente el discurso; así como aquellas que tratan de la Historia en general, de la historia del Arte y de la historia de la Cartografía. También se incluyen textos que tratan específicamente sobre los métodos y procedimientos históricos de levantamiento y representación del terreno, fuera del ámbito americano. b. Especifica: contiene aquellos textos que abordan la Historia en general, y la de la Cartografía en particular; relacionadas con el descubrimiento y colonización de América. También encontramos textos que inciden en los distintos métodos y técnicas de levantamiento y representación del territorio hispanoamericano durante el siglo XVI. Asimismo incluimos en esta categoría obras que tratan sobre el arte, la arquitectura y el urbanismo en América durante el periodo estudiado. c. Obras monográficas: que están mas directamente relacionadas con el estudio de un documento cartográfico concreto o bien un conjunto de ellos afines y que forman un corpus más o menos homogéneo. Salvo algunas excepciones, por lo general estas obras están enfocadas desde una óptica historiográfica, siendo uno de los objetivos de la tesis realizar el estudio de los documentos cartográficos atendiendo a los mecanismos gráficos de su representación, con especial hincapié en aquellos relativos a la expresión del relieve del terreno. d. Tratados: Ha sido necesario consultar una cantidad importante de tratados, tanto de la época en la que se centra el estudio (siglo XVI), como de fechas anteriores. Aunque en su mayoría tratan de los procedimientos de medición y levantamiento territorial que se desarrollaron y difundieron por Europa en el Renacimiento, también se han consultado obras dedicadas a otras disciplinas como geografía, astronomía, náutica, fortificaciones, etc. Aunque a veces puede resultar incomodo para la lectura, se ha procurado, en todo momento, fundamentar el hilo argumental con referencias bibliográficas, a pie de página, de los autores de los que nos sentimos más deudores en cuanto a las ideas que fluyen a lo largo de las páginas de este trabajo. Hemos intentado dejar patente la concepción de una tesis eminentemente grafica, pero no solo la cantidad de información grafica ha sido el objetivo principal, lo es, por el contrario, la selección y calidad de la misma, así como su sistematización y clasificación. Por último, señalar que un trabajo de investigación de estas características, se sabe que tiene un comienzo y ha de tener un final, pero en sus conclusiones la tesis no es concluyente, el ámbito en el que nace y está inmersa continúa abierto. No se trata por tanto de un producto acabado, cada ejemplo de los estudiados expone ante nosotros un universo propio, rico y complejo donde transcurren tantas sugerencias como son posibles. En ese sentido, esta investigación es en el fondo una provocación para que otras continúen.
La moneda en su papel de "pregonera", transmisora de ideas y conceptos mediante el uso de la imagen. Es esta la faceta de la Numismática la que nos hemos planteado aplicar, estudiar y conocer en el ámbito de uno de los talleres monetarios hispanos más atractivos durante la dinastía de los Julio-Claudio: la ceca de Caesar Augusta. Ciertamente, pocas oficinas provinciales han legado grabados sobre el metal los repertorios iconográficos que nos transmiten las monedas cesaraugustanas a base de un rico elenco de imágenes, tanto en su número como en su variedad, y siempre dispuestos a ofrecernos sorprendentes matices si nos acercamos hasta ellos desde la óptica adecuada, formulando los planteamientos apropiados y desde una precisa metodología de trabajo. Esta, desde la década de los años sesenta del pasado siglo, aparece dominada por los planteamientos teóricos que propone la semiología en tanto que la moneda, como una realidad material más de la Antigüedad, contiene signos ligados a un significante, a unas circunstancias reales y a uno o más significados codificados a partir de un contexto cultural determinado. Un mensaje que, no lo olvidemos, debe ser descodificado en relación al contexto en el que ha sido emitido y, por supuesto, desde la intención determinada del emisor, aunque teniendo en cuenta la posible significación polisémica de una misma imagen si se operan cambios sustanciales en las circunstancias de su recepción o bien en la realidad social que la ha generado. Se trata, en definitiva, de superar los análisis formalistas y funcionalistas como de manera insistente han demandado autores como Paul Zanker, aunque para otros como Fabiola Salcedo, el gesto y la actitud de la imagen, o lo que tradicionalmente los historiadores del arte han venido denominando como el estilo, también son indicadores que no deben descartarse por contribuir, y no poco, a clarificar el mensaje desde el análisis de la forma. Superadas pues las corrientes positivistas, en parte gracias a la escuela materialista italiana y de la psicología del estilo de raíz kantiana liderada por Wilhelm Worringer en colaboración con la iconología, en la actualidad prima una postura que aboga por entender a una determinada obra como portadora y transmisora de ideas y conceptos y, en nuestro caso, también de mensajes propagandísticos, en sus contextos históricos y culturales. Los canales utilizados en la Antigüedad como soportes de mensajes propagandísticos fueron múltiples y variados. Como todo lo anterior, así lo ha referido Elena Castillo para los programas escultóricos estatales y para la arquitectura principalmente pero, sobre todo, y haciéndose eco de las tesis de otros autores como Jean-Pierre Bost, Andrew Wallace-Hadrill u Olivier Hekster, de manera especial para la moneda, el medio de difusión más eficaz utilizado en el mundo helenístico y romano capaz de propagar a lo largo y ancho del Imperio las ideas ligadas al poder emanadas desde la familia imperial. Cabe preguntarse, en primer lugar, quién fue la autoridad emisora de las prolíficas emisiones cesaraugustanas y la respuesta, al menos en el estado actual de nuestros conocimientos, se encuentra en el senado local y en sus magistrados, los duumuiri, que fueron los que casi siempre, mediante la nominación de sus nombres, refrendaron las acuñaciones. El hecho de que las emisiones no fueran continuas ni regulares en el tiempo, hizo innecesaria la existencia de una magistratura específica a diferencia de lo que ocurría en Roma, donde la tarea estaba encomendada a los tresuiri monetales. Por ello, y en nuestro caso, son los más altos cargos de la administración local los encargados de controlar las emisiones, algunas de ellas costeadas por ellos mismos, y como eficaz modo de propaganda para las élites ciudadanas. Probablemente, fue también a estos magistrados a los que les cupo la responsabilidad de la elección de los repertorios iconográficos que iban a figurar sobre cada uno de los bronces puestos en circulación, claro está que con una finalidad, pero no siempre fácil de determinar. En efecto, si la elección de las imágenes se produjo a instancias de los magistrados locales y no desde el centro del poder estatal resulta obligatorio interrogarse sobre si nos encontramos verdaderamente ante tipos propagandísticos sobre un soporte donde inmortalizar el exempla de comportamiento cívico en tanto que buena parte de los prototipos iconográficos se localizan previamente en las estatales, para las que sí existe una mayor certeza sobre la forma en la que se seleccionaban sus tipos a partir de autores como Richard Jones, Barbara Levick, Carol Humphrey Vivian Sutherland o Andrew Wallace-Hadrill. No solo eso, como afirma Elena Castillo, los miembros de la domus Augusta fomentaron la circulación de nuevos prototipos escultóricos cuando se produjeron cambios políticos relevantes, mientras que los gobernadores provinciales y los comitentes privados los reprodujeron en los lugares públicos de las ciudades con objeto de medrar en la escala social. A este respecto, Caesar Augusta también demostró una gran sensibilidad y versatilidad a la hora de adecuarse a las distintas coyunturas históricas que jalonaron los gobiernos de Augusto, Tiberio y Calígula, pues en los tres reinados, frente a una aparente línea continuista en el plano iconográfico de sus monedas, lo cierto es que se desarrollaron tres programas propagandísticos cívicos completamente distintos en cada uno de ellos, un hecho nunca lo suficientemente remarcado, pero siempre bajo la influencia y dependencia de la propaganda que, de manera contemporánea, estaba siendo desplegada y recibida fundamentalmente desde las cecas de Lugdunum y Roma. En otro orden de cosas, y una vez planteadas las incógnitas sobre la autoridad emisora de las monedas cívicas, también debemos interrogarnos sobre a quién y el qué estaban representando ese amplio repertorio de imágenes que formaban parte de un complejo engranaje simbólico que facilitaba la creación de identidades, bien comunitarias pero también de estatus concretos, reforzadas además por los códigos lingüísticos y sistemas gráficos que las acompañaban. Dicho de otro modo, si la iconografía estaba publicitando la imagen que Caesar Augusta tenía de sí misma o si se trataba, en cambio, de la imagen que la clase dirigente querían dar de sí misma, habida cuenta del papel protagonista desempeñado por las élites provinciales en la adopción del modelo urbanístico romano y en la introducción de ideas y signos externos del modo de vida romano con la clara intención de resaltar su pertenencia al Imperio. La diferencia entre una y otra cuestión no resulta banal, mucho menos si tenemos en cuenta el testimonio de Estrabón que nos habla de una sociedad heterogénea en la que convivieron tanto la población foránea como la comunidad indígena preexistente. A este respecto, para Pere Pau Ripollès la mayoritaria adopción del retrato imperial de las cecas hispanas para ilustrar los anverso monetales supuso que solo contaran con los reversos para grabar las imágenes que tuvieran una significación más localista, propia y, en ocasiones, hasta exclusiva y particular. Se trataba, en última instancia, tal y como ha referido Manuel Martín Bueno para el caso de la acuñaciones cívicas de la Tarraconense, de unos mensajes enunciados desde las ciudades emisoras en los reversos monetales al servicio del proyecto político como evidente foco de romanidad, a la par que servían a las clases dirigentes de instrumento de promoción y de auto representación, tanto de cara al interior como al exterior. Por último, debemos referir el debate existente en torno a la efectividad de la moneda como medio propagandístico ya que no es aceptada por todos los investigadores, o no al menos con una misma importancia. Así es, desde hace ya algunos años que se viene cuestionando la relevancia que tradicionalmente se le había conferido como potente medio de difusión de determinados valores ideológicos y a la eficacia comunicativa de las imágenes monetales que, en opinión de autores como Michael Crawford o Richard Jones, resultaron bastante limitados en contraposición de las posturas de Carol Humphrey Vivian Sutherland. Distinto es, en cambio, el matiz que proporciona Francisco Beltrán, pues aunque minimiza el impacto propagandístico de la moneda, de manera particular la provincial, reconoce el evidente interés que las imágenes contenidas en ella pudieron suscitar entre los habitantes de la entidad emisora e, incluso, entre las de los núcleos de población vecinos, al menos en el primer momento de ser acuñadas. En cambio, autores como José María Blázquez o Bernabé Ramírez destacan el importante papel de la moneda en la difusión del culto dinástico imperial como armazón del mismo Estado e institución política que fomentaba la cohesión social y el desarrollo de las ciudades, hasta el punto que el segundo de ellos afirmó que fue el Estado imperial quien puso en marcha un poderosísimo aparato de propaganda creado ex novo con una base fundamental en las acuñaciones monetarias. Elena Castillo, por su parte, refiere que el canal de comunicación de masas más importante en el mundo helenístico y romano fue el de las monedas, en cuyo soporte se daban a conocer distintos mensajes que, por su propia funcionalidad, eran difundidos de manera mucho más rápida. En esta misma dirección se manifiesta también Isabel Rodà, autora que reconoce que el papel de las monedas a este respecto fue, incluso, más importante que el de la epigrafía o la estatuaria, o Juan Antonio Mellado en cuanto a la efectividad de la propaganda monetal en la presentación pública de los herederos designados al solio imperial, una temática que retomó posteriormente José María de Francisco Olmos. Aunque sobre este debate vamos a volver en numerosas ocasiones a lo largo de estas tesis, por lo que a nosotros respecta queremos dejar claro, desde el principio, nuestra consideración de la moneda como un potente vehículo de propaganda oficial que mediante sus imágenes y epígrafes expresó y comunicó valores, ideas y conceptos que resultaban propios de la comunidad cesaraugustana. El planteamiento metodológico de esta tesis no se ha limitado solamente al estudio del documento monetal en general y de su iconografía en particular. Al contrario, siempre hemos creído necesario determinar el momento de creación de cada una de las imágenes, establecer bajo qué circunstancias históricas se crearon y cuáles fueron las que facilitaron su difusión, permanencia, evolución y, en algunos casos, también el de su sustitución definitiva por otras. Para esta empresa, resulta fundamental integrar todos los componentes que podemos tener a nuestro alcance, tanto las fuentes primarias como las secundarias: el material epigráfico, escultórico, arquitectónico, arqueológico, bibliográfico e historiográfico, pues todo este conjunto contribuye de manera más activa a determinar el significado del contexto social, político, religioso y cultural que generó el uso de una determinada iconografía y no de otra. De esta forma si, como hemos venido avanzado, la moneda fue y es portadora y transmisora de ideas y conceptos en sus contextos históricos y culturales, hemos creído conveniente dedicar el segundo capítulo, tras la presente introducción, a la predecesora de Caesar Augusta, la ciudad sedetana de Salduie referida por Plinio el Viejo como Saldubia. Aquí exponemos el intenso debate que existió hasta los años ochenta del pasado siglo con respecto a su ubicación bajo el solar zaragozano o bien en enclaves próximos. La ciudad, sin embargo, no parece cobrar cierto protagonismo en el escenario histórico hasta finales del siglo II a.C. como centro de reclutamiento de la turma Salluitana referida en el Bronce de Ascoli del 89 a.C., dos años antes de que el pretor Cayo Valerio Flaco sancionara la resolución de los magistrados de Contrebia Belaisca en lo concerniente a un pleito entre los salluienses y los allauonenses en relación a una canalización de aguas que los primeros realizaron en tierras de la Ciuitas Sosinestana, así como por la apertura de un taller monetal en el tránsito del siglo II y I a.C. con una única emisión conocida de unidades y mitades con el rótulo saltuie, de metrología semiuncial y de poco volumen de acuñación. El tercer capítulo se encuentra dedicado en su totalidad a Caesar Augusta, especialmente a las circunstancias históricas que hicieron posible su fundación como colonia inmune adscrita a la tribu Aniense para los veteranos licenciados de las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina tras el final del conflicto cántabro y, por supuesto, a la revisión bibliográfica del tema que mayor controversia continúa planteando en el día de hoy en los estudios referentes a la colonia: el de su fecha fundacional que nosotros situamos en el año 18 a.C., coincidiendo con la presencia en el territorio de Marco Vipsanio Agripa, encargado de la reorganización política de Hispania. Estrechamente relacionado con lo anterior se encuentra también su identificación con la uncertain mint I, emisora de abundantes áureos y denarios batidos bajo Augusto entre los años 19-18 a.C. destinados a acometer el licenciamiento de veteranos legionarios y el pago de sus servicios, el traslado de las tropas al limes germánico y a la realización de las necesarias obras de ingeniería viaria. Se traza a continuación el desarrollo histórico de la colonia hasta la Antigüedad Tardía y no hasta el reinado de Claudio cuando cesaron sus emisiones. Para ello hemos recurrido a las fuentes literarias de Plinio el Viejo, Pomponio Mela, Estrabón, Ptolomeo, el Itinerario de Antonino, Cipriano de Cartago, las actas del Concilio de Elvira o Prudencio entre otros autores. En segundo lugar a las epigráficas, con referencias a todas las inscripciones que conforman el escaso corpus epigráfico de Caesar Augusta y otras aparecidas en diversos lugares, principalmente en Tárraco, la capital provincial y, por último, a las arqueológicas, porque las sucesivas campañas llevadas a cabo en los últimos años en el subsuelo zaragozano han sacado a la luz importantes vestigios de su arquitectura oficial, con ejemplos tan significativos como los complejos forenses; distintas infraestructuras hidráulicas y comerciales; el teatro dentro de los edificios de espectáculos o las termas públicas como espacios de recreación. Para todos ellos se incluyen los restos de la cultura material más significativos, con especial mención a los grupos estatuarios vinculados tanto al foro como al teatro. Avanzamos ya en este momento que la colonia romana se revela concebida y planificada desde sus orígenes con todas sus infraestructuras, pero reservando amplias zonas donde edificar en un futuro sus importantes espacios públicos. El proceso de monumentalización aconteció de manera más intensa durante el reinado de Tiberio, momento en el que el programa iconográfico de la ceca se modificó con respecto al desarrollado durante el de su antecesor, abogando ahora por unos tipos iconográficos centrados en la propaganda dinástica y en un incipiente culto imperial. La aparición entonces de figuraciones de templos y estatuas no solo respondieron a un fuerte orgullo cívico, sino también la intensa promoción edilicia que se estaba experimentando de manera paralela en la colonia. Seguidamente nos hacemos eco de la administración local y conventual de Caesar Augusta, donde el documento numismático adquiere una importancia de primer orden teniendo en cuenta los exiguos epígrafes conservados. Este nos ofrece la amplia nómina de los duumuiri, así como las únicas referencias conocidas de las tres ocasiones en las que el ordo Caesaraugustanum ofreció el duunvirato a cuatro miembros de la domus imperial: Germánico y sus tres hijos varones, los césares Nerón, Druso, y Cayo, el futuro Calígula, así como la identidad de algunos de los praefecti en los que estas destacadas figuras delegaron. Una vez precisado el marco geográfico e histórico en el que se desarrollaron las acuñaciones provinciales de la ciudad, el cuarto capítulo se dedica a la revisión historiográfica de su ceca, desde la obra de Antonio Agustín, Diálogos de las medallas, inscripciones y otras antigüedades editada en 1587, hasta los trabajos más recientes, conformando de esta manera un proceso evolutivo con el que pretendemos clarificar cómo se desarrolló el conocimiento de la oficina provincial desde diversas ópticas y vertientes; desde la naturaleza de las emisiones y los magistrados que nos documentan; las distintas propuestas cronológicas para buena parte de ellas; el funcionamiento del taller; un exhaustivo catálogo de todos los epígrafes monetales con referencias a sus paralelos en la amonedación estatal y su difusión en otros talleres provinciales. A continuación, acometemos un estado de la cuestión sobre los estudios iconográficos de la ceca, grueso de esta tesis doctoral, con especial mención a los retratos imperiales y a los tipos iconográficos de los reversos los que, en líneas generales, pueden englobarse en tres grandes bloques temáticos constituidos por los tipos fundacionales, los religiosos y aquellos otros relacionados con la propaganda dinástica y el culto imperial, aunque todos ellos se complementaron y solaparon indisolublemente en su trayectoria monetaria. En este mismo capítulo realizamos al final algunas apreciaciones en torno a los valores emitidos, los estudios de cuños y diversas evaluaciones con respecto a la circulación monetaria, tema ligado al de la funcionalidad del taller y, por lo tanto, clave en la compresión del fenómeno que pretendemos abordar por determinar la identidad de los destinatarios de las monedas cesaraugustanas y, por extensión, también los de sus mensajes. El capítulo quinto se enfoca al análisis de los anversos monetales como lugar de homenaje político a Augusto, sus sucesores y en general a los miembros de la domus Augusta mediante la figuración de sus respectivos retratos, posiblemente el símbolo más representativo de la amonedación de época imperial. Tras profundizar en el debate existente sobre las razones de su adopción, bien como un homenaje político voluntario de las cecas siguiendo la línea de las imágenes personales de las emisiones del Segundo Triunvirato, o por razones más funcionales como las de dotar a la moneda provincial de una garantía visual de autoridad que facilitase su función económica y reforzase su circulación y aceptación, nos adentramos individualmente en cada uno de ellos, analizando su representatividad en el contexto general, su orientación, la presencia o no de la característica láurea sobre las sienes de los emperadores, los valores a los que quedaron reservados, las leyendas a ellos vinculados y sus características y evoluciones estilísticas más sobresalientes con objeto de fijar paralelos iconográficos con la moneda imperial y, por supuesto, también a los modelos más en boga en aquellos momentos. Pero tan importantes como la omnipresencia del retrato sobre los bronces cesaraugustanos se revelan los casos excepcionales en los que este no fue representado. Sobre todos ellos también nos detenemos de manera especial, habiéndonos sido posible fijar esta tendencia a partir de la anualidad del 4-3 a.C., siempre de manera circunstancial, generalmente en valores de múltiplos de unas emisiones cuya iconografía general denota un interés conmemorativo fundacional, al menos en los casos que se produjeron con Augusto y Tiberio, aunque bajo el gobierno de este último acontecimientos religiosos trascedentes en la vida de la colonia, que bien pudieron corresponderse con el de la inauguración de algunos de sus templos, derivaron en la sustitución de la efigie por otro tipo de composiciones que se consideraron más apropiadas. Queda puesto de manifiesto que el primer gran programa cívico propagandístico de Caesar Augusta fue el fundacional, el de la plasmación visual de sus orígenes como el elemento más representativo de su romanidad al que dedicamos el capítulo sexto en su conjunto. Con la escena ritual de la yunta anunció que su sagrado nacimiento se había producido emulando al de Roma; con un amplio elenco de signa militaria recordó con orgullo su raíz militar; y con la inclusión de los instrumentos sacerdotales del lituus y simpulum junto al retrato de Augusto que su origen había estado protagonizado por los mismos auspicios y por los mismos dioses presentes en los gloriosos orígenes míticos del pueblo romano. A nuestro modo de ver, la proliferación de este tipo de imágenes solo puede ser entendida en el marco del nuevo uso que el Principado dio al mito fundacional de Roma como mito propio del Estado, por el que la figura de Rómulo terminó por consagrarse en el exemplum del princeps mediante una serie de imágenes que, si bien no resultaban desconocidas, adquirieron en este contexto nuevas e interesantes connotaciones, además de por la política de fundaciones coloniales y el asentamiento en ellas de veteranos legionarios verificada por Augusto. Por esta razón, los primeros epígrafes de este capítulo sexto están dedicados al mito fundacional de Roma, su plasmación en la moneda republicana en momentos muy determinados de su historia, su servicio a la exaltación mítica del Principado y el proceso evolutivo por el que Augusto terminó por ser tipificado como un nuevo Rómulo. Tras ello, la metodología que hemos seguido para analizar cada uno de los emblemas que hemos considerado fundacionales ha sido siempre la misma en todos ellos: el estudio de sus antecedentes en la amonedación republicana caso de que existan; la fijación de prototipos en la moneda imperial; su desarrollo tanto en las acuñaciones cívicas hispanas como en general en todas las provinciales; los motivos que justifican su presencia en estos talleres; las distintas tipologías adoptadas; su representatividad y evolución en los diferentes marcos geográficos y cronológicos en los que se desarrollaron; su relación o no con la condición jurídica de los centros emisores o los elementos iconográficos que se vincularon a ellos con la finalidad de complementar su significación y, por lo tanto, precisar lo máximo posible la que verdaderamente tuvo en Caesar Augusta. Hemos dedicado el capítulo séptimo al segundo bloque iconográfico que parece estar presidido en los primeros años de Tiberio por el emblema religioso del toro mitrado, que solo reapareció de manera circunstancial en la última emisión tiberiana. La imagen nunca formó parte de las emisiones que se centraron más detenidamente en la sucesión dinástica o el culto imperial, tampoco en aquellas otras de las que fueron magistrados honoríficos los césares, hijos de Germánico, Nerón, Druso y Cayo, las que honraron a Livia como Iulia Augusta ni las que incluyeron representaciones de templos y estatuas, argumentos que nos parecen lo bastante sólidos para justificar nuestra decisión de no incluirlo dentro del capítulo siguiente, dedicado a la propaganda dinástica y el culto imperial, y dedicarle, en cambio, uno propio. La historiografía especializada siempre ha insistido en que la presencia del toro como tipo iconográfico de la Numismática hispana en general y de la tarraconense en particular fue muy abundante, aunque también siga resultando en la actualidad uno de los más complejos de definir e interpretar. Sin embargo, el que en líneas generales haya sido estudiado globalizando todas las modalidades que ofrece el animal bajo el término genérico de "toro", omitiendo o minusvalorando las diferencias tipológicas de cada una de las cecas, ha tenido como consecuencia el que haya pasado desapercibido por completo un hecho histórico que consideramos de suma relevancia, pues el nacimiento del toro mitrado como emblema cívico monetal nació en Caesar Augusta y en el marco particular sobre el que se desarrolló, hacia el 7 d.C., la magistratura honorífica de Germánico. Tras el planteamiento de toda esta problemática que concierne al toro hemos seguido la misma metodología que la aplicada a los tipos fundacionales. El estudio de la presencia del animal en la amonedación republicana e imperial bajo múltiples tipologías, y el de su adopción, desarrollo y representatividad en los contextos provinciales nos ha permitido comprobar que los talleres hispanos se sintieron muy proclives a las representaciones de bóvidos pero no bajo el reinado de Tiberio, como de manera frecuente se afirma, posiblemente por la apertura entonces de nuevos talleres como los de Osicerda, Graccurris, Cascantum o Clunia que hicieron un uso reiterado del mismo, sino con mayor peso bajo Augusto gracias a las fecundas emisiones de la colonia Lepida-Celsa, como primera ceca hispana en representarlo, y del municipio de Calagurris, pero muy mermadas en su actividad productiva a partir de la muerte de Augusto. El capítulo octavo se centra en el tercer gran bloque iconográfico publicitado por las acuñaciones cesaraugustanas, esto es el de la propaganda dinástica y el culto imperial. Esta temática alcanzó su momento de mayor representatividad bajo el mando del emperador Tiberio, coincidiendo con ese cambio del programa propagandístico de la ceca al que nos venimos refiriendo y en el que la gloria de los orígenes, de tanto predicamento en la amonedación del periodo anterior, parece quedar ahora arrinconada. Cierto es que esta tendencia comienza a corroborase ya a finales del reinado de Augusto, cuando Germánico aceptó el desempeño de una magistratura mientras la colonia se hizo eco de los cambios a los que el princeps se vio obligado a realizar en la línea trazada de la sucesión dinástica. Sin embargo, fue con Tiberio cuando el apego y devoción de Caesar Augusta hacia la figura del emperador reinante y a la de su propia domus se intensificaron de manera extraordinaria en el lenguaje de unas imágenes variadas en su tipología y ricas en contenidos ideológicos, a las que como en los grupos anteriores también nos hemos aproximado intentando determinar los modelos, su presencia en el monetario provincial y las circunstancias históricas que, tanto a nivel local como general, facilitaron su nacimiento, difusión, permanencia u olvido. Un nuevo cambio de mentalidades constatamos de forma clara en el transcurso del mandato de Calígula, y precisamente por ello no solo resultó necesario recurrir a nuevas imágenes hasta entonces desconocidas, sino también recuperar otras olvidadas mientras se postergaron otras que no se adaptaban plenamente a los nuevos propósitos. En el primer grupo se circunscriben las más augusteas, mientras que en el segundo se encuentran las tiberianas. De esta manera, volvió a presidir el programa propagandístico de la ceca la yunta fundacional, la misma imagen vinculada a Augusto pero que ahora, sin embargo, adquirió matices nuevos que modificaron y readaptaron los mensajes a unos contextos históricos distintos a los que la generaron. No se trataba tanto de glorificar la génesis de la colonia como la de vincularla a Calígula como nueva cabeza del Imperio por medio de Marco Vipsanio Agripa, Germánico, Agripina la Mayor y el Diuus Augustus, presentes a consecuencia de la propaganda familiar elaborada desde Roma en su papel de legitimación dinástica. Por otro lado, somos conscientes que no todos los autores elevan a la categoría de emblemas cívicos propios a los tipos epigráficos y toponímicos, pero la reiteración del acrónimo y el uso que del mismo hizo Caesar Augusta parecen demostrar todo lo contrario. A lo largo del capítulo noveno esbozamos las líneas maestras que rigieron su evolución tanto en el contexto local como en el de otras cecas hispanas, desde su papel secundario en los últimos años del Principado de Augusto a su progresiva revalorización con Tiberio por la influencia que creemos que en este punto ejerció el taller de Tárraco, en un proceso que finalizó en las últimas emisiones tiberianas, con su independencia como tipo monetal con entidad propia, y que siguió manteniendo con Calígula. Tras las preceptivas conclusiones el trabajo prosigue con el capítulo dedicado a la bibliografía consultada que, por comodidad, hemos optado por subdividirla en cuatro sectores. En el primero se reúnen las abreviaturas utilizadas a lo largo del texto de los principales catálogos numismáticos y obras de referencia más importantes, para las revistas científicas se siguen las del L'Année Philologique. En el segundo recogemos las ediciones críticas y traducciones de las que nos hemos servido para las alusiones a los textos de los autores clásicos que, en todo momento, son citados según se recogen en la cuarta edición del Oxford Classical Dictionary. El tercer apartado lo hemos reservado para la bibliografía general, y el cuarto para las páginas webs consultadas. Asimismo, queremos dejar constancia que a lo largo del texto hemos optado por el uso indistinto de nombres latinos o de su castellanización, una combinación o alternancia que aligera la lectura y evita el uso excesivo de la letra itálica, así como el criterio de los latinistas modernos en el uso de la u y v en los documentos, letreros epigráficos y numismáticos. La tesis finaliza con una amplia gama de colecciones de tablas y mapas que dan cuenta de la difusión en el contexto general de las acuñaciones provinciales de los mismos emblemas cívicos utilizados por Caesar Augusta, razón por la cual no hemos incluido mapas -pero sí tablas- en los casos en los que una determinada tipología solo se documente en nuestra ciudad. Todo ello ha servido para conformar estas páginas en las que hemos pretendido acercarnos, por medio de la iconografía monetal, a la forma en que los cesaraugustanos se vieron a sí mismos y cómo quisieron que su colonia fuera reconocida desde el exterior. Gracias al lituus con el que los augures interpretaron la voluntad divina sobre la nueva fundación; a la yunta que arañó sus límites; a los signa militaria que guiaron a los colonos de las tres legiones fundadoras a su nuevo asentamiento en la margen derecha del Ebro; a los templos y grupos escultóricos que se levantaron en el foro y espacios públicos como signos inequívocos de prestigio, de su condición urbana y de adhesión fervorosa al centro del poder, o a los miembros de la domus Augusta que aceptaron magistraturas honoríficas y/o fueron representados en el monetario, Caesar Augusta, inmersa en el amanecer de los nuevos tiempos y conocedora de ser "la ciudad de Augusto", se alzó como referente de la gloria y del poder de Roma que, propiciado por un nuevo Rómulo la creó y convirtió en lo que Aulo Gelio definió durante el reinado de Marco Aurelio en quasi effigies paruae simulacraque de Roma.