De Indios "Bárbaros" a Vasallos en la Frontera Meridional Chilena Durante el Reformismo Borbónico
Con la presente Tesis Doctoral abordamos críticamente la visión ilustrada del indígena de la frontera meridional chilena como marco geográfico y la centuria de la Ilustración como coordenada temporal, especialmente su segunda mitad. Un análisis de sus tres familias básicas que no contempla por razones cronológicas a los picunches o gentes del norte, pero sí a los mapuches –gente de la tierra–, huilliches –gente del sur o sector meridional mapuche– y los pehuenches cordilleranos –gente del pehuén o pino chileno–. Esta división horizontal en razón de su distribución latitudinal se complementa necesariamente con la clásica repartición cuatripartita longitudinal de los butalmapus o distritos indígenas. Así, la frontera araucana, entre el río Bío-Bío y la plaza de Valdivia, se dividía en: costa, llanos, precordillera y la Cordillera propiamente, barrera que no fue obstáculo para unas relaciones fluidas. Además, al sur de la misma se extendía la frontera huilliche, que abarcaba desde el presidio valdiviano hasta Chiloé. Y, por supuesto, los pehuenches, que enseñoreaban ambas vertientes andinas. La naturaleza del estudio parte de un enfoque metodológico multidisciplinar histórico y antropológico, y supone un análisis de media duración del espacio fronterizo, en especial de su actor indígena, que con la Ilustración va a ver revalorizado en su papel. Asimismo, destacamos un aspecto básico transversal a todo el trabajo de aproximación a la realidad fronteriza araucana y hulliche, como es el proceso de cambio cultural, cuando al choque inicial le sucede un sistema complejo de relaciones. El surgimiento de una cultura de frontera se realiza dentro de unos parámetros de comportamiento social relativamente compartidos por ambas comunidades en contacto prolongado. Un proceso de aculturación con fases de aceleración y retroceso, y bidireccional en cuanto a los elementos culturales cedidos y adaptados; aunque sea la cultura hispana la principal donadora. Pretendemos observar si la historia de la frontera chilena es una historia que supera el mero enfrentamiento para convertirse en una frontera dinámica, donde la convergencia de protagonistas colectivos alcanzó en el siglo XVIII una dimensión propia como espacio compartido y nuevo en sus interrelaciones. Comprobar si la nueva fisonomía social y mestizaje de elementos culturales heredados de la implantación hispana y legatarios del habitante nativo, dieron lugar a una sociedad que rompía el ciclo de lucha y se ofrecía mestiza y original. Igualmente, procuramos comprobar si el resultado más significativo del contacto secular fue el conocimiento y la integración de ambas comunidades por encima de conflictos cerrados. Nuestra principal contribución, que matizamos más abajo, va en la línea de reivindicar el espacio fronterizo chileno como un territorio de confluencia e intercambio, superando la visión de choque continuado de una parte de la historiografía más interesada en la consagración de mitos "incuestionables", que ignora la complejidad de un fenómeno mucho más rico y cambiante. Si bien esta corriente interpretativa ya está marcada por la historiografía reciente de la mano de autores como Gertrudis Payás, José Manuel Zavala, Jorge Pinto, Leonardo León, Jaime Valenzuela y Jimena Obregón, entre otros estudiados exhaustivamente en el presente texto, hemos querido profundizar en la misma y analizar el progresivo proceso de secularización de la frontera más allá de los intercambios comerciales y el mestizaje. Aquí radica nuestro aporte más sustancial y personal, mencionado anteriormente. Siguiendo las orientaciones de Guillaume Boccara al respecto y añadiendo al comercio el elemento simbólico, las representaciones culturales, el universo de las mentalidades y los imaginarios colectivos junto a los recursos, semántica y otros elementos de apropiación. El estudio de la frontera nos lleva ineludiblemente a las formas de contacto violentas y pacíficas entre sociedades, y la génesis de una nueva entidad diferenciada. Esta idea cenital de la literatura producida por los estudios fronterizos desde las aportaciones del profesor Sergio Villalobos y sus discípulos ha quedado matizada o, mejor, enriquecida por el análisis de los procesos de interacción étnica, podemos recordar a Rolf Foerster o José Bengoa, por ejemplo. En este sentido, recordamos la clarividente idea de Pinto Rodríguez en relación a los intercambios mutuos, aparte de los circuitos comerciales locales o regionales –incluso de una futura proyección imperial–. Los cambios fueron simultáneos y obedecieron a factores de índole externa e interna. Desde el punto de vista indígena, no solo la resistencia y sus derivaciones contribuyeron a conformar una sociedad fronteriza, sino también las transformaciones operadas en el propio seno del mundo nativo a consecuencia del contacto sostenido en eltiempo con los españoles. El tema es de una gran relevancia y actualidad, objeto de debates y polémicas sobre la inserción en la sociedad chilena, a los cuales no han permanecido ajenos los historiadores, muy al contrario. El conflicto que mantiene el pueblo mapuche con el gobierno chileno arranca de la misma constitución del Estado, así lo hemos contemplado, aunque sucintamente por su contemporaneidad, al hablar de las categorías semánticas y especialmente del debate historiográfico fronterizo, en consecuencia emplazamos al capítulo correspondiente de la primera parte. Las escuelas de estudios fronterizos y de relaciones interétnicas quedan contrastadas en dicho apartado de la Tesis con un estado de la cuestión bibliográfica, así como las soluciones de síntesis más novedosas y actuales. Todos estos valiosos aportes historiográficos y antropológicos enhebran el trabajo y son comentados recurrentemente, pues sin tales cimientos no se podría seguir construyendo una ciencia histórica capaz de explicar y comprender el presente desde la reconstrucción del pasado, según la "Escuela de los Annales" y en palabras de Braudel. De igual manera, al final del trabajo hemos incluido un comentario acerca de las fuentes consultadas, que manifiestan la colaboración interdisciplinar metodológica y cruce de testimonios de naturaleza variada, al cual remitimos para una lectura más amplia y pormenorizada. Tan solo anticipar su diversidad documental y de centros de investigación a lo largo de tres estancias en Chile. Asimismo, en orden a la temporalidad, queremos realizar dos matizaciones previas. En primer lugar, hemos analizado la cuestión mapuche actual someramente allí donde ha sido necesario para comprender el presente desde su raíces históricas, en concreto el reformismo tardío de Carlos III y Carlos IV. En segundo lugar, igualmente analizamos la primera mitad de la centuria ilustrada cuando sirve al conocimiento del periodo tardocolonial, pues aunque somos conscientes del inicio de la política reformadora desde Felipe V, nuestro interés se centra en el marco cronológico finisecular, precisamente donde el vacío historiográfico es mayor o requiere de nuevas interpretaciones de cara al próximo movimiento emancipador. Respecto al indígena, se trata de rescatar la diversidad de sus respuestas frente a la forzada homogeneidad y las valoraciones de los ilustrados que plasmaban esa nueva realidad desde premisas novedosas. Interrogando a los testimonios de españoles y extranjeros sobre sus estrategias de subsistencia, realidad política, estructura social y valores o patrones culturales, podremos captar las continuidades y los cambios de los indígenas y las transformaciones en las visiones de los observadores europeos. Las hipótesis de trabajo planteadas y sujetas a verificación se centran en la nueva situación de la frontera ilustrada. Es decir, si hubo una nueva concepción global fronteriza desde la metrópoli y sus autoridades indianas delegadas tendente a reforzar territorios en movimiento de expansión y el control efectivo de los integrados en la Monarquía Hispánica por temor a las repercusiones de la cambiante política europea. Si quedó ratificado de facto lo consagrado de iure, esto es, la soberanía efectiva sobre la frontera. ¿Pudieron operar factores exógenos como la amenaza real de asentamiento foráneo en puntos clave geoestratégicos de la América española que llevaran al replanteamiento acerca de los "salvajes" o "bárbaros" por los hombres del absolutismo ilustrado? Si fue así, ¿enfocaron la cuestión con métodos propios o se insertaron en la cadena de soluciones heredada frente al fenómeno fronterizo? ¿Se implementaron dispositivos y mecanismos de contenido cultural y fondo político como estrategias novedosas? La frontera del reformismo debe abrirse a otros protagonistas, como los agentes de intermediación, en especial las mujeres. En este sentido nos planteamos cuál fue el verdadero alcance de su papel, olvidado entre el ruido de las armas, al igual que la importancia de los recursos en la apropiación del medio y sus habitantes. Además de verificar esta política oficial intencionada y planificada durante el XVIII, de modo acentuado en su segunda mitad, comprobaremos si pudo obedecer igualmente a la influencia de respuestas locales que condicionaran la dinámica interna y hasta qué grado son posibles los análisis comparativos con otras fronteras indianas. El uso del universo simbólico para la inclusión y su verdadero alcance constituye una hipótesis primordial de nuestro enfoque antropológico. Asimismo, planteamos la nueva visión del "otro" indígena, que por encima de enfrentamientos bélicos los presenta como hombres en última instancia súbditos del rey distante, que es necesario reintegrar por vías de la asimilación cultural a su verdadera condición de vasallos del rey católico. Un acercamiento que supera mitos nacionales consagrados por la historiografía en muchos casos y en proceso de revisión, que deja atrás la idea del indio rebelde y lo contempla como elemento en sí mismo, integrado más o menos según la variedad de respuestas y los tiempos de las mismas. Igualmente, en conclusión lógica de lo anterior, entre los objetivos que perseguimos está contemplar la frontera mucho más allá de la dinámica de enfrentamiento, optando por la concepción de un espacio total e integrador, eso sí, de personalidad propia y diferenciada. Un espacio de confluencias que se abre paso gracias al progresivo entendimiento fruto del conocimiento y de necesidades mutuas. Finalmente, otra hipótesis de trabajo observa la frontera secularizada de finales del siglo XVIII no solo como un proceso de aculturación inicial y posterior transculturación, sino también como un medio aprovechado por los españoles de cara a la movilidad social ascendente. De ahí que el conocimiento sobre el indígena sea objeto de variadas reflexiones que coloquen al nativo como elemento clave del desarrollo regional y camino de la promoción político-administrativa. La reconstrucción del pasado debe cumplir la función social de mejorar el presente, si consideramos que somos lo que fuimos, dicha comprensión retrospectiva sirve para reconocer que seremos lo que somos, de ahí la importancia de reflexionar sobre espacios de encuentro, de mediación intercultural entre europeos y americanos. Partimos de la premisa de que toda historia es historia contemporánea, como Benedetto Croce apuntó. Escribimos y leemos Historia para comprender y mejorar nuestro presente, para adquirir el bagaje suficiente que nos permita hacer frente a los retos de nuestro tiempo, como los desafíos de las migraciones y contactos o la diversidad cultural, por otra parte tan añejos como la dispersión de nuestra especie por el planeta. No es el camino emprendido colocar datos en secuencia por la mera información por sí mismos aportada, sino que la posición que adoptemos ante el pasado y sus relaciones con el presente son vitales para la sociedad entera y no solo para los historiadores, albaceas de la memoria de la experiencia colectiva. Nos preguntamos, siguiendo al maestro Hobsbawm: "¿Qué puede decirnos la historia sobre la sociedad contemporánea?". El contexto económico, político y sociocultural de aquella lejana frontera debe considerarse relativo al punto de vista del observador, por ello adoptamos una perspectiva inclusiva desde la historia social. La historiografía tradicional iberoamericana se caracterizó por fijar la atención en el Estado-nación y su historia broncínea de héroes epónimos fundadores. Hoy en día, ante los retos de la globalización resulta inexcusable una historia regional integradora y comparada, en línea con las nuevas rutas abiertas por la historia atlántica. América ha adoptado una postura crítica como marco intelectual, aceptar las "certezas supuestas" suele ser cómodo, pero resulta muy discutible cuando falta la investigación que acredite dicha certidumbre. Las polémicas, en la raíz americana, avivaron una autocrítica histórica que bien puede transformarse en sano criterio de búsqueda actual, sin llegar a la iconoclasia, pues construimos historia sobre lo preexistente. Al fin y al cabo, "no es la Historia campo de curiosidades (…) En este gran Theatro no se entra à especulaciones infructuosas", sino a interpretar los cambios y permanencias que explican su continua construcción en beneficio personal y social: "asi por lo que mira à su persona, como al gobierno de otros". Los contactos entre pueblos son tan antiguos como la historia misma de la humanidad, sin embargo, aunque mantienen similitudes, también operan divergencias, siempre dentro del proceso general de cambio experimentado, pues "transición es todo en la Historia hasta el punto que puede definirse la Historia como la ciencia de la transición". La frontera es un escenario privilegiado en este sentido y se constituye como un espacio geográfico y cultural de choque y encuentro entre mundos diferentes que interactúan recíprocamente por medio de procesos de aculturación o transculturación. Respecto al primero, entendemos el término como un proceso complejo de contacto cultural, cuyo fruto consiste en la asimilación o recepción por un grupo social de rasgos de otra sociedad mediante la imposición, física o simbólica. Mientras que en relación al segundo, partimos del proceso dibujado por Fernando Ortiz e inspirado por José Martí y la idea de integración cultural, según el cual sería la gradual recepción por un pueblo o grupo social de formas culturales ajenas, que terminan sustituyendo a las propias. Ambas partes resultan modificadas, pues siempre se da algo a cambio de lo que se recibe, en palabras de Bronislaw Malinowski14. En las fronteras chilenas analizadas –araucana, cordillerana y huilliche– se intentó lo primero, pero operó lo segundo. Los préstamos culturales circularon reciproca pero desigualmente entre ambas comunidades. El hecho fronterizo –tanto humano como territorial– puesto ante los procesos globales del tiempo presente puede, sin duda, acometerse con mayores posibilidades de éxito gracias al conocimiento de ámbitos de contacto pasados. La globalización no significa homogeneidad, pues la diversidad etnológica y cultural es patrimonio de todos, pero sí es oportunidad para una mayor solidaridad y cooperación entre pueblos, máxime si mantienen fuertes lazos históricos y afectivos. Por otra parte, permite el análisis crítico sobre la interculturalidad en relación a la colonialidad del poder, aunque no es nuestra intención actual. América es un continente multicultural por obra del mosaico de pueblos que lo habitan con sus respectivas culturas, la mirada no-indígena define desde fuera su realidad, lo cual significa la construcción de un sujeto ajeno a la propia identidad indígena. La identidad étnica es un concepto dinámico que tiene un punto referencial en su propia historia. Una visión lineal impuso el recorrido de "salvajes" a "bárbaros" y de aquí a "vasallos", luego vendrían los "ciudadanos", pero tal recorrido fue dispar en cuanto a una comunicación constructiva entre ambos a pesar de la interacción permanente. El conocimiento mutuo entre españoles y mapuche-araucanos vino de la mano de nuevas relaciones y perspectivas hacia el otro diferente nacidas de la visión reformista, y sirvió de enlace entre unos y otros vía complementariedad o interdependencia. Por otra parte, la naturaleza de la interacción y la ordenación de las relaciones interétnicas deben contemplar la existencia de límites identitarios a las asociaciones y adaptaciones. El interés ilustrado por el indígena y el medio americanos ofrece una abundante posibilidad de consulta documental de múltiples orígenes y con variadas finalidades que describen e interpretan el mundo indígena desde la etnografía y la ecohistoria en larga duración. Nos ha parecido vital partir del cruce de testimonios oficiales y privados –políticos, religiosos y científicos– y de las reflexiones etnológicas así de españoles como de viajeros extranjeros. De igual manera, acudir a archivos americanos y españoles de diferente naturaleza resulta necesario para el conocimiento de diversos tipos documentales. Asimismo, la bibliografía especializada consultada ha permitido establecer el estado de la cuestión y adentrarnos en los debates historiográficos de nuestro enfoque sociocultural. Las interpretaciones acerca del indígena de la frontera sur chilena son variadas, según el cambio de percepción operado con el transcurso del tiempo. Sin duda, en el siglo XVIII las diversas visiones posibles tienen en común el tamiz, en mayor o menor grado, del pensamiento ilustrado. Aunque algunas referencias constituyen fenómenos de continuidad, el cambio aparece no solo en la propia evolución nativa sino también en el resultado de la observación europea. Españoles, criollos y extranjeros no dejaron iguales testimonios acerca de los araucanos, si bien es verdad que los rasgos distintivos básicos son comunes en sus escritos. Las distintas visiones se nos presentan dispares pero no por ello incompatibles; al contrario, son complementarias. No hay oposición entre sus testimonios más allá de los diversos objetivos de cada colectivo. Con el análisis del enfoque que dieron españoles o criollos al aborigen, se podrán observar sus diversos intereses, lo que la frontera y sus habitantes significaban para el español americano y el peninsular. Además, militares, misioneros o pobladores diferirán en sus resultados al partir de premisas variadas; divergencia que se repetirá en las observaciones del hombre que vive en la frontera con respecto al que la contempla desde la lejanía. Pero el acercamiento al indio desde la visión ilustrada quedaría incompleto sin el estudio de los testimonios dejados por los extranjeros que, aunque parten del mismo patrón cultural occidental, resultan también enriquecedores para configurar un esquema interpretativo del mapuche-araucano en el siglo XVIII. Cada grupo fija su atención primordial en un aspecto, por lo que la conjunción de todos conformará una aproximación adecuada al panorama general de la vida indígena y sus relaciones con los demás protagonistas de la frontera chilena del Setecientos. La actuación y visión de todos los agentes fronterizos nos permitirá comprender la dinámica de cambio en el análisis de un espacio físico y cultural que contempla no sólo las potencialidades del medio sino también la incorporación del indio, mediante la aculturación entre otras estrategias, a la sociedad hispánica. No podemos valorar las visiones del indio y su incorporación como vasallos de la mano del reformismo borbónico, sin partir de la dualidad básica del mundo fronterizo, esto es, la relación hispano-indígena. Pero fueron más los agentes histórico-sociales que intervinieron, no sólo los europeos de distintas procedencias y por ende con acervos particulares, sino los propios indígenas, fragmentados en sus respuestas al choque cultural. Así pues, consideramos vital estudiar el mundo amerindio en su diversidad de desarrollos y adaptaciones al medio y de actitudes respecto al hispano-criollo. Tampoco podemos olvidar los actores culturales de intermediación entre ambas comunidades. Para abordar las relaciones entre españoles y nativos partimos de los sistemas de valores de las sociedades en contacto y del marco físico como condicionante en cuanto a la adaptación cultural del hombre al medio. Un medio que merece un estudio en sí mismo junto a los grupos humanos que lo habitaron y las interrelaciones que tejieron con las demás colectividades que confluían en un mismo territorio. Hay que observar la frontera como lugar físico de confluencia y como proceso de cambio cultural. Estudiar si el inicial rechazo evolucionó con el tiempo hacia el contacto humano fluido, el intercambio de elementos culturales y la creación de un espacio resultante de las interacciones continuadas. Además, el tiempo ilustrado resulta óptimo para un balance de las posibles continuidades y cambios, así como para fijar la naturaleza de la evolución del pensamiento respecto al indio "bárbaro" de las fronteras imperiales. A mediados de la centuria ilustrada, Rousseau rescataba en su "Discurso sobre las ciencias y las artes" una idea clásica y a la vez novedosa –que enlazaba con el ideal cosmopolita de la época– sobre la barbarie. De manos de Ovidio recogía: Barbarus hic ego sum, quia non intelligor illis ("Aquí soy un bárbaro porque no me entienden"). La diferencia convertía en extraño a cualquiera en función del posicionamiento o la mirada ajena. La mutua observación entre ilustrados e indígenas nos ofrece las visiones de unos y otros. Recuperada esta percepción más amable y recíproca de la alteridad y el poder, faltaba la segunda premisa para comprender el contexto en lo relativo a la configuración de las fronteras: el pacto. Otro destacado pensador, no en balde estamos en el "Siglo de la Filosofía", aportó su comprensión al respecto: "debe buscarse la paz allí donde pueda encontrarse", tan precisa era la primera ley de naturaleza. Desde Clío, aunque con un enfoque interdisciplinario, podemos acercarnos a esta realidad en transformación, pues "la Historia no solo es una valiosa parte del conocimiento, sino que abre la puerta a muchas otras partes y aporta materiales a la mayoría de las ciencias". El fenómeno de la frontera chilena en el siglo XVIII centra el contenido de nuestra Tesis Doctoral. La naturaleza de este estudio parte de un enfoque interdisciplinario y de un análisis de media duración del proceso fronterizo y sus consecuencias desde una metodología histórica y etnológica. Aplicamos el método etnohistórico a las fuentes documentales en un marco de análisis del hecho fronterizo chileno desde sus orígenes hasta sus resultados más significativos y enriquecedores durante la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el contacto secular entre españoles e indígenas desembocó en una nueva realidad distinta de las anteriores pero fruto de ellas. El encuentro entre sociedades de niveles socioculturales dispares originó la formación de una "frontera" en cuanto espacio físico y proceso cultural. A su vez esta frontera es variada dependiendo del actor fronterizo desde el que se analice, en este sentido los testimonios marcan las distintas visiones del "otro" en base a su situación en el entramado de relaciones. El estudio de la frontera chilena, como objetivo general, se inicia con el análisis global de lo que la frontera ha significado en la historia humana en cuanto espacio de confluencia de realidades y generadora de mitos. Los precedentes peninsulares medievales se prestan especialmente al tratamiento comparativo entre fronteras en cuanto contacto prolongado, pues junto a las convergencias encontramos divergencias que permiten establecer una tipología del fenómeno en el espacio indiano y remarcar la singularidad de las fronteras americanas. Las similitudes y los desencuentros permiten un extenso abanico interpretativo –lato sensu– de respuestas desde la historia y la antropología. La capitanía general chilena estaba circundada al norte por el desierto de Atacama, que la separaba de la matriz peruana, al oeste por el océano Pacífico, al este por la cordillera andina, y al sur por la Araucanía y el archipiélago de Chiloé. Esta región política y natural claramente delimitada era un espacio peculiar en el orden físico y étnico, que ejercía su influencia sobre el imaginario de los españoles asentados en el valle central. La frontera del reino de Chile, desde el río Bío-Bío hasta el archipiélago chilote, constituyó una zona fronteriza –en analogía con las marcas carolingias–, temparana en su problemática y tardía en su resolución. Una frontera inestable, marcada por el medio natural y la posición periférica. Los cronistas y los primeros investigadores han dejado testimonio de la singularidad de un espacio que se resistió a su inclusión en el engranaje de la Monarquía Hispánica en Indias, empresa cargada de dificultades y trabajos, y que originó un mito conformador de la identidad chilena. El debate historiográfico sobre la frontera chilena y sus aborígenes en relación con la zona plenamente hispanizada central y septentrional ha originado posicionamientos diversos que interpretan su evolución histórica de forma dispar. La complejidad viene del cambio y la continuidad en el mundo fronterizo que terminó por originar un fenómeno modificable en el proceso y sujeto a reajustes; además de la imagen fraguada desde el inicio, que se debate entre la realidad y el mito. Los protagonistas que interactuaron en la frontera meridional chilena, objetivo específico de la Tesis junto a los cambios culturales experimentados, tenían diferentes intereses y estrategias, en relación con su cometido y función respecto al "otro" y el territorio. El distinto nivel de complejidad social de cacicazgos y estatalidad se reflejaba en la apropiación de los recursos mediante un menor o mayor grado tecnológico y acumulación excedentaria. Como pueblo nativo y ágrafo, los araucano-mapuches poseían un conocimiento exacto del medio. Además, según la visión coetánea sobre el origen de la desigualdad, los "salvajes" estaban acostumbrados a fatigas, rigores y "forzados a defenderse". Entre españoles e indios el sistema de relaciones fue un continuum, recurrentemente la presencia de europeos amigos o enemigos de la monarquía española aumentaba la complejidad de visiones de la dinámica fronteriza. Los ojos que observaban la cultura aborigen eran múltiples y variados, consecuentemente las formas de mirarla también lo serían. Pero todos dejaron constancia de su capacidad pragmática de adaptación y tránsito de la autarquía al intercambio. En definitiva, la cultura es producto del aprendizaje más que de la herencia, de la asimilación de unos hábitos compartidos por miembros de una misma sociedad que podemos conceptuar paulatinamente de fronteriza en su conjunto. Tras el choque inicial de la conquista los hispanos se establecieron en el valle central, agrícola y ganadero, preocupados por la estabilización más al sur de una frontera conflictiva que escapaba al control efectivo de la hispanización política y cultural. Durante la época de los Austrias y en el tránsito al siglo XVIII, los españoles y criollos, alejados ya de su interés por enlazar con los fundadores hispanos y próximos a reivindicar los orígenes y medio americano como elemento diferenciador, asumieron una nueva actitud hacia el mundo fronterizo. Durante la primera mitad del Setecientos se reestructuró la acción sobre el indígena en base a reforzar la política de "parlamentos", factor de continuidad y proyección. Eran encuentros transfronterizos entre los representantes de ambas comunidades, a la cabeza hispano-criolla iban las autoridades político-militares y eclesiásticas, mientras que los jefes tribales –caciques o loncos– de las parcialidades indígenas encarnaban la autoridad nativa. Los dos interlocutores se hacían acompañar, respectivamente, de un gran número de tropa e indios –capitanejos y mocetones–, que participaban de una ceremonia ritualizada junto a grandes banquetes y ofrendas de regalos que concluían con un articulado que establecía las normas del juego fronterizo y el reconocimiento de vasallaje al monarca español. Con el tiempo, este corpus contractual se convirtió en un estatuto fronterizo que consagraba igualmente la representación mapuche-araucana tras su presentación ante la autoridad hispana delegada en el territorio. Posteriormente, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, la visión ilustrada llevó al descubrimiento científico del indígena, al conocimiento del medio y a una política integradora encaminada a preservar aquellos espacios de la amenaza exterior mediante ideas de asimilación cultural y su control práctico bajo soberanía española. Esta etapa de los dos Carlos es la que ha centrado nuestra atención, respecto al primero las razones son tan obvias como su protagonismo a la cabeza del reformismo borbónico ilustrado. En relación a su hijo, a pesar del pánico de Floridablanca ante la deriva de los sucesos revolucionarios franceses, las reformas tuvieron durante su reinado hasta 1808 cierta posibilidad de implementación y, sobre todo, de comprobación de sus resultados. Además, se trata de periodo relativamente olvidado por la historiografía y que es preciso poner en valor, apremio mayor en Indias. La imagen colectiva del indómito y resistente araucano es fruto del sistema de valores y creencias compartidos por los colonizadores españoles y transmitida a la historiografía posterior, sin olvidar su gran proyección literaria. La visión del "otro" difería de la realidad pues estaba condicionada por el subjetivismo y limitada por la dificultad de percibir una cultura en construcción que, por otra parte, tomaría carta de naturaleza precisamente gracias al observador ajeno. Observaremos en nuestro estudio a los grupos genéricamente englobados bajo la denominación de araucanos por parte de los conquistadores, extrapolando una singularidad a un conjunto de familias étnicas que quedaron arrinconadas al sur del Bío-Bío, en la zona de contacto fronterizo desde la Araucanía hasta la isla grande de Chiloé. Con pautas culturales sedentarias agropecuarias en estadios poco evolucionados y comportamientos que iban del enfrentamiento abierto con los españoles a la alianza o entendimiento, pasando por las actitudes ajustables según la coyuntura. Muy brevemente, estos son los grupos de nuestra atención: huilliches, con cierto desarrollo cultural agrícola y ganadero, además de la pesca en torno al archipiélago chilote, límite frente a los juncos o cuncos. Los mapuches, reacios a la colonización y enemigos de los hispano-criollos, que con el tiempo y por medio de cauces indirectos quedaron englobados en el mundo mestizo de la frontera. Por otra parte, los pehuenches u hombres del pehuén, fruto o piñón de la araucaria con el cual elaboraban una harina base de su alimentación y fácil de transportar en sus desplazamientos por ambas bandas cordilleranas. Asentados en la zona centro-sur y desplazados progresivamente hacia el sur y la Cordillera, eran recolectores y cazadores que atravesaban los Andes en dirección a los grandes espacios rioplatenses donde se les conocía por indios pampa araucanizados. La incorporación del caballo aumentó su área de desplazamiento e incidió en sus pautas nómadas. Se dedicaban a la venta de sal, animales y manufacturas de piel, fueron aliados de los españoles, especial y definitivamente a partir de las campaña de 1770. Otros grupos étnicos menores cualitativa o cuantitativamente son contemplados en relación a los anteriores. En conjunto, unos pueblos de diferente nivel de desarrollo sociocultural y contrastadas respuestas a la presencia española que, progresivamente, fueron uniformándose a ojos extraños por la aceptación del orden colonial cuando no implicándose en su mantenimiento. La percepción ilustrada del indio entre "bárbaro" y "buen salvaje", o los afanes del reformismo borbónico por integrar a estos súbditos díscolos definitivamente, se articuló en varias líneas de actuación: el poblamiento fronterizo, la transición de la guerra defensiva a ofensiva y los mecanismos de asimilación y encuentro dieron dinámica propia a una frontera extrema. Cabe recordar que el pensamiento antropológico de la Ilustración está en el origen de una visión clasificadora de otras sociedades humanas al diferenciarlas y situarlas, en su afán taxonómico, en la historia. Un tercer agente fronterizo en la América meridional englobaría la presencia europea: holandesa, francesa e inglesa fundamentalmente, también de centroeuropeos, situados fuera de la relación bidireccional español-indígena, ambos nominalmente súbditos de la Corona. La percepción europea ilustrada proporciona valiosa información sobre la visión externa de las relaciones y vías de integración, así como de los factores del rechazo, por encima de la impresión de la época centrada en la posible alteración del equilibrio y entendimiento forzado entre españoles e indígenas. Como sabemos, la segunda mitad del XVIII contempló choques reales o temidos entre las potencias europeas en América. Estas fronteras imperiales en expansión propiciaron el encuentro europeo en escenarios americanos, y los cambios o permanencias de soberanía que en el caso chileno quedaron en el pánico defensivo y la asunción de una geopolítica revalorizadora de la frontera por obra de sus potencialidades y de las amenazas políticas. Las relaciones de viajeros extranjeros que no compartían la escala de valores de eclesiásticos y militares españoles o criollos afrontaban la conducta indígena desde otras perspectivas. Su formación científica ilustrada, el espíritu crítico y la desvinculación con el medio social indiano les llevaron a otra valoración complementaria de las interrelaciones. La frontera meridional chilena fue objeto de atención por la metrópoli en una doble vertiente: la problemática doméstica y la amenaza exterior. El control del territorio y el definitivo abandono del statu quo que había permitido en la práctica, parcialmente, el desarrollo en paralelo de ambas comunidades dejaron paso finalmente, merced al contacto continuado, a una nueva realidad en aquel espacio. En segundo lugar, por la urgente defensa del territorio amenazado por los ecos revolucionarios franceses y las ambiciones inglesas de asentamiento, es decir, la proyección americana del juego de relaciones políticas europeas. Por otra parte, actuó como factor endógeno de la sociedad hispanochilena la percepción del mundo fronterizo no solo como un elemento diferenciador, sino como un cauce u oportunidad de servir al rey y cimentar un cursus honorum. La vida militar y la carrera político-administrativo propiciaron la movilidad social ascendente de unos hombres que, con espíritu ilustrado, quisieron reformar y racionalizar las estructuras de gobierno y administración. En repetidas ocasiones el paso por la capitanía general chilena fue fase previa a la promoción al virreinato peruano y momento de aplicación de políticas de infraestructuras y desarrollo regional. La fidelidad jugó un papel importante en aquel distante territorio y se plasmó en imágenes colectivas de lealtad. Volviendo a la realidad fronteriza desde Chile, un aspecto básico es el intercambio cultural entre agentes donadores y receptores en ambas direcciones. Tras el choque, los agentes fronterizos entraron en un largo periodo de contacto que terminó originando con sus múltiples transformaciones un cambio cultural. Una nueva cultura de frontera surgió en base a unos parámetros de comportamiento social compartidos relativamente por indígenas y españoles. El proceso de aculturación, sostenido en el tiempo pero con fases de aceleración y de estancamiento, va más allá de la mera integración del indígena en las pautas socioculturales españolas. Los métodos de los misioneros por asimilar o de los agentes de la administración civil y militar por controlar difieren no sólo por el diferente talante de las órdenes religiosas o de los funcionarios, sino por los momentos de actuación. La frontera era vista también desde la metrópoli. Una visión que podía llegar por los informes de hombres de frontera plasmando sus experiencias y aportando sus remedios, por los miembros de las múltiples expediciones ilustradas preocupados en el avance científico y la conservación del territorio o por las propuestas oficiales de la práctica de gobierno fronterizo. Gobernantes reformistas afrontaron la inclusión de la alteridad y la integración del limes chileno como prioridad, lo que alteraría la visión tradicional del otro e incluso de sí mismos. El estudio del hecho fronterizo chileno implica una gran complejidad metodológica respecto a la investigación a ambos lados del Atlántico y el cruce de testimonios. Asimismo, respecto del establecimiento de unas notas comunes y diferenciadoras que al tiempo que inserten el fenómeno en la casuística indiana y lo singularicen, presenten un análisis dual y paralelo de dos comunidades de desarrollo sociocultural dispar que chocan en un mismo espacio físico, que está vivo, en movimiento y flujo constante por la presión de la cultura donadora y que origina la resistencia de la receptora que merced a los elementos de integración queda asociada a una misma realidad compartida. La variedad de visiones y tiempos en la evolución de las mismas trae consigo la multiplicidad de relaciones que debemos observar y contrastar en sus testimonios. A la información de los españoles y criollos se suma la presencia de agentes externos a los vínculos originarios hispano-indígenas. Además, unos y otros ofrecen una división interna a tenor de sus intereses. Autoridades, militares, misioneros, colonos se relacionaban de distinto modo con el indio según sus objetivos. Incluso un último nivel de complicación lo ofrece la pertenencia a una u otra orden religiosa, al origen del gobernante o a la misión del extranjero. No cabe duda de que los métodos misionales diferían no sólo por la marcha del tiempo, sino por la pertenencia a la orden seráfica o ignaciana, por ejemplo. De igual modo, un gobernante o militar español no percibía el mundo indígena como lo hacía un extranjero, también dependía del tiempo de permanencia y grado de adaptación al país, y diferente visión ofrecía el criollo al peninsular. Por último, está la problemática de la visión del mapuche-araucano acerca del español. Si bien por condicionantes de su desarrollo cultural no contamos con textos directos, sí pretendemos analizar los testimonios indirectos de los misioneros, defensores del indio y compiladores de sus tradiciones, así como de los extranjeros que tomaron nota de su situación, quejas y actitud ante los hispanos. Además, debemos partir desde la percepción del propio pasado, es decir, desde el sistema de valores culturales y de conducta de los grupos que interactuaron en la frontera. Se hace imprescindible una consulta documental contrastada de opiniones diferentes sobre una misma realidad múltiple para intentar reconstruir los valores y patrones socioculturales de la dinámica fronteriza. La documentación archivística oficial ha pasado ya por un primer tamiz de elaboración consciente por el informante que ha transformado la realidad según el destino de la misma e incluso su valoración personal de los hechos; por ello debe filtrarse mediante la interpretación metodológica. Por el contrario, la información primaria que se originó sin fin prefijado, fruto de la interacción sociocultural fronteriza y con la finalidad de canalizar las relaciones entre comunidades, lo que no evita la exégesis, sí posee el valor de una relativa espontaneidad. Con la investigación sobre el indio de la frontera meridional chilena durante el siglo XVIII pretendemos adentrarnos en la realidad nativa por sí misma y en relación con la visión que tuvieron del mundo indígena los ilustrados españoles –peninsulares o americanos– y los europeos. En nuestro análisis utilizamos complementariamente los métodos del historiador y de la antropología, más exactamente la etnohistoria, mediante la consulta de numerosos repositorios archivísticos europeos y americanos y de una amplia bibliografía especializada, producto de la historiografía atlántica. Nuestra idea-clave es "frontera", entendida como marco físico y mental de confluencia de sociedades con niveles socioculturales dispares. Creemos que este concepto aporta una visión global del proceso superadora de mitos historiográficos y análisis compartimentados. Por otra parte, el estudio en secuencia de tiempo medio, permite valorar las continuidades; y lo que es más importante: los cambios. Pasar de una imagen de indio rebelde y de resistencia secular a otra en la que termina integrándose cuando no colaborando con los españoles. Tras un primer choque se establecieron mecanismos de relaciones en ambas direcciones de las que surgió una cultura de frontera que era fruto de la aculturación y del contacto prolongado y pacífico, aunque con episodios bélicos. Además, la historiografía chilena mantiene una visión más centrada en el marco geográfico concreto y en los agentes que actuaron en el mismo. Pensamos que desde una perspectiva mucho más amplia se observa la frontera en toda su dimensión en cuanto a espacio, actores y líneas de investigación, lo que enriquece el estudio histórico del área. Igualmente, la comparación entre fronteras meridionales y septentrionales permite situar en sus justos términos lo común y lo original local. De nuevo la historiografía chilena es reticente a los análisis comparativos indianos, lastre que actúa en la mayoría de los países hispanoamericanos e impide estudios de conjunto. Nuestra proposición contempla la frontera chilena del Setecientos, que ya ha superado el conflicto de centurias precedentes, dejando paso a un nuevo y consolidado sistema de relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Los parlamentos, las fluidas y complementarias relaciones comerciales, y los elementos culturales donados mayoritariamente por los españoles y adoptados por los indígenas, confirman un mundo de intercambios que dejaban atrás la dinámica de enfrentamientos. La sociedad mestiza de frontera, resultante de la confluencia del aporte hispánico y la herencia amerindia, gracias al conocimiento mutuo propició la síntesis de culturas en un espacio fronterizo. Como fenómeno complejo y en evolución, se dieron variadas actitudes indígenas desde la resistencia a la alianza. El mundo mapuche estaba fragmentado y en muchas ocasiones enfrentado. Las valoraciones de los ilustrados reflejan una nueva concepción del indígena y del medio. Las estrategias de subsistencia y las realidades políticas y socioculturales evidencian fenómenos de continuidad y de cambio que van a ser considerados de diferente forma, según los intereses del observador. Las interpretaciones, aun teniendo un común denominador, responden a una rica variedad de testimonios que cruzados fraguan una imagen del indio y una frontera novedosa en relación a siglos anteriores. La obra de misioneros, militares y gobernantes que con un nuevo prisma observaron al araucano, iba encaminada a la evangelización del indio, pero igualmente a su hispanización, entendida como transmisión de pautas de comportamiento social e individual: el sedentarismo que superara el nomadismo, rasgo claramente "bárbaro" a ojos ilustrados; la inclusión de los indígenas como vasallos efectivos de la monarquía y el control territorial soberano frente a la injerencia de potencias rivales. Todo ello configura un marco de nuevas relaciones. Las visiones confluentes de españoles y otros europeos acerca de la vida material y creencias araucanas desde la crítica ilustrada de la realidad, ofrecen además de un balance de recuperación etnográfica, un panorama de las propias creencias por contraposición a las ajenas. De hecho el "otro" sirvió para definir y tomar conciencia del "yo", pues la noción de diferencia o alteridad implica la de mismidad. No obstante, los comportamientos indígenas quedan matizados por el descubrimiento científico del hombre y su entorno, lo que revaloriza su papel y la necesidad de su conocimiento e integración. La visión del "otro" resulta mucho más enriquecedora y novedosa con la Ilustración que la mera observación del indio de frontera desde postulados de conflicto. Pretendemos igualmente observar el estado de la cuestión del hecho fronterizo chileno y su aportación a la conformación de su identidad y mitos nacionales. Una aproximación sin apriorismos condicionantes consagrados por el transcurso del tiempo, los cuales además deben ser matizadas a la luz de los resultados de la investigación histórica y antropológica sobre el papel del indígena en la sociedad colonial. Nuestra principal contribución va en la línea de reivindicar el espacio fronterizo chileno como un territorio de confluencia e intercambio, superada la visión de choque continuado frente a la complejidad de un fenómeno mucho más rico y cambiante. Respecto del indígena, se trata de rescatar la diversidad de sus respuestas y las valoraciones de los ilustrados que plasmaban esa nueva realidad desde premisas novedosas. Interrogando a los testimonios de españoles y extranjeros sobre sus estrategias de subsistencia, realidad política, estructura social y valores o patrones culturales, podremos captar las continuidades y los cambios de los aborígenes. Así como también las transformaciones en las visiones de los observadores europeos. Abordamos el análisis fronterizo desde un enfoque centrado en la existencia de varias fronteras a tenor de su propia evolución y de las distintas visiones de la misma, tan dispares como los intereses y objetivos de militares, civiles, pobladores o misioneros españoles y criollos; las actitudes de indios amigos o enemigos; y las percepciones de ambos por los extranjeros. Por encima de la frontera imaginada, la frontera real fue un proceso de confluencias y aportes variados que permite una clasificación tipológica gracias a su abundante casuística. Las visiones e interpretaciones del fenómeno fronterizo no se oponen, sino que se complementan; aparentemente cada una fija su atención primordial en un aspecto pero entre todas conforman un acercamiento al hecho fronterizo, un intento por vislumbrar sus complejas interrelaciones. Analizar la frontera chilena ilustrada en razón del cambio de percepción de la misma por parte de todos sus agentes puede ayudar a comprender los elementos de continuidad y su dinámica de cambio. Además, un enfoque maximalista de sus protagonistas y espacios puede superar tópicos anclados en una visión reduccionista. La frontera chilena temáticamente se ha circunscrito a la relación hispano-indígena, pero fueron más los agentes histórico-sociales que intervinieron y es necesario contar con sus testimonios; por otra parte, los marginados de la sociedad colonial o los indios amigos de la misma en cuanto agentes culturales de intermediación merecen atención con la finalidad de estudiar los puntos de conexión que terminaron imponiéndose en la vida cotidiana. Examinar el área y el fenómeno fronterizo interpretando su dinámica sociocultural propia partiendo del sistema de valores de las sociedades en contacto y del marco físico como condicionante en cuanto a la adaptación cultural del hombre al medio. Este enfoque nos podrá poner en el camino de la comprensión global de la frontera, física y humana, en cuanto espacio y proceso. Se trata de observar la frontera como territorio y como proceso desde variados puntos de vista, no sólo desde América sino también desde España, con un horizonte que contemple la diversidad indígena y sus respuestas al impacto o choque cultural; así como las relaciones que se establecieron y los resultados de las interacciones. El tiempo ilustrado resulta el más adecuado para hacer balance de las continuidades y de los cambios y fijar la naturaleza de la frontera y sus actores. Además, ese tiempo histórico presenció un intento planificado y general de ocupación de espacios no sólo por motivos internos de la sociedad colonial en articulación con el mundo indígena fronterizo, sino también por la presión de los extranjeros. El interés ilustrado por el indígena y el medio americano ofrece una abundante posibilidad de consulta documental de múltiples orígenes y finalidades que describen e interpretan desde la etnografía o la ecohistoria. Además, durante el siglo de la Ilustración y el reformismo se aplicó una política indiana que interrogaba al otro e instaba a su asimilación, reconocida ya su variedad étnica y en proceso de formación científica de su nueva imagen. La defensa y ocupación de la frontera, la relación directa con el indio y la convicción como instrumento de integración son elementos de una política de frontera ilustrada que en el caso chileno discurre por un pactismo entre comunidades de diferentes niveles socioculturales. A pesar de la supremacía española sobre la indígena en la segunda mitad del siglo XVIII, se busca no sólo el acatamiento de los postulados impuestos en los parlamentos sino también su reconocimiento como medio para solucionar conflictos y lograr la definitiva pacificación. La diplomacia no se desgajó de la acción a sangre y fuego cuando se consideraba necesario, pero sí ocupó un lugar importante en el entramado de relaciones. Posiblemente esta política intencionada y continuada de parlamentos o encuentros, de facto institucionalizada en medio de ceremoniales, reviste importancia no únicamente como paradigma de acercamiento y conocimiento, sino como vía compartida de resolución de conflictos y ejemplo extrapolable a otras fronteras americanas de parecida problemática étnica y espacial. De ahí que el estudio de los mecanismos desplegados en los parlamentos nos resulte una línea de trabajo primordial y base de hipótesis sobre la confirmación o negación de estos instrumentos político-jurídicos como ideas-fuerza para interpretar las relaciones fronterizas. La historia de la frontera chilena bajo el reformismo borbónico es, obviamente, una historia de contactos que se inician con la conquista y que van a tener una larga vida y amplia proyección. Una frontera dinámica que retrocede al empuje cambiante de los colonizadores, donde la confluencia de los protagonistas colectivos fue temprana y rápida para ralentizarse y alcanzar el estancamiento después. Al centrarnos en la etapa de finales del siglo XVIII buscamos el objetivo de interpretar la frontera cuando toma dimensión propia como espacio objeto de atención y adquiere ya unas características que le otorgan una marcada personalidad. ¿Podemos considerar sus parámetros culturales y sociales como herederos de la implantación hispana al tiempo que legatarios de los usos y costumbres de sus habitantes nativos? ¿Se observan elementos de continuidad que ceden ante los factores de integración que paulatinamente se van imponiendo? Los cambios traen en todo caso una nueva sociedad original y mestiza que tiene sus raíces en lo que un día fue un choque y que por obra del contacto prolongado y el progresivo conocimiento del "otro", plasmado en varias visiones, percepciones e interpretaciones, se transforma en un espacio sincrético fruto de un proceso de aculturación; enfoque global que consideramos nuestro verdadero objetivo. Como concepto básico y transversal del marco teórico y metodológico hemos situado la idea de frontera, en cuanto a espacio y proceso al mismo tiempo. Partimos de una introducción conceptual y metodológica acerca de las realidades de frontera y su dinámica, naturaleza y alcance; estableciendo puntos de convergencia y de divergencia en el marco de un tratamiento comparativo entre las fronteras a nivel universal y las fronteras indianas en particular. La teoría de las fronteras centra su atención en la periferia distante y marginal respecto al centro de poder metropolitano, de ahí la diversidad de enfoques según se contemple la frontera desde América o España. En todo caso nos parece que ambos proporcionan una visión complementaria. Como consecuencia de las premisas anteriores, utilizamos el método histórico stricto sensu: planteamiento de objetivos e hipótesis de trabajo, prospección archivística, selección, crítica, análisis e interpretación, para finalmente llegar a unas conclusiones fruto de la investigación que validen o no las hipótesis planteadas; de igual modo contamos complementariamente con los instrumentos de la etnohistoria como método. Establecemos tres tiempos que nos permiten analizar la evolución de la frontera sur chilena, en proximidad creciente Estos se corresponden al choque inicial entre españoles y araucanos, a los primeros contactos relativamente pacíficos y reglamentados, y al cambio cultural operado desde entonces y que desembocó en una nueva realidad. En cuanto al tiempo, se insertan sin delimitaciones precisas en los tres siglos de presencia española. Como ya hemos señalado, el momento histórico privilegiado por nuestra investigación es el siglo XVIII, con especial hincapié en su segunda mitad, por lo que dentro del período colonial la época ilustrada se nos presenta como la más acertada para establecer balances generales, y no sólo por la simple cronología, sino sustancialmente por la transformación de actitudes de los españoles y criollos y de los araucanos. Además, los fenómenos de continuidad y cambio, como hilo conductor de la investigación, muestran sus resultados coincidiendo con los prolegómenos de la Independencia. Respecto al cuerpo de la Tesis Doctoral y su contenido, queda estructurado en dos partes bien delimitadas en tres capítulos cada una, pero con una continuidad tan clara como necesaria: el medio físico y humano junto a las políticas de inclusión. Además, consideramos imprescindible que junto a la introducción y conclusiones figure un glosario de términos araucanos y un apéndice documental e índice gráfico, pues hemos prestado especial atención a las representaciones iconográficas y a la cartografía. Nuestro trabajo se estructura en seis capítulos, si bien el todo es más que la suma de sus partes. En primer lugar abordaremos el marco físico de la frontera meridional pacífico-americana en sus dos escenarios básicos: continental o Araucanía e insular o archipiélago de Chiloé. Poniendo énfasis, según ojos ilustrados, en sus recursos. Seguidamente, los grupos indígenas y sus divisiones internas, así como sus imágenes y representaciones por medio de la indumentaria y el lenguaje. Sin olvidar el contexto conceptual y metodológico acerca de la realidad fronteriza e indígena y su tratamiento por la historiografía chilena que nos introduce en la temática de la identidad y la variedad de corrientes historiográficas y líneas de investigación. Del mito configurador de la nacionalidad al estudio del paulatino roce que generó una realidad nueva alejada de simplificaciones. A continuación, las visiones cercanas y extrañas de la alteridad y los procesos socioculturales de integración frente al rechazo. En el cuarto capítulo, abordamos el cambio en la percepción del indio que de "salvaje" se pretende pase a "vasallo", y los esfuerzos del reformismo ilustrado fronterizo, teórico y práctico, por absorberlo. Todo gracias a una nueva interpretación del "otro" por parte de los misioneros y políticos ilustrados, fruto del pensamiento, las necesidades y los temores a la incursión foránea. La necesidad de su integración efectiva en la Monarquía mediante mecanismos simbólicos y estrategias de asimilación varias, entre las cuales destacamos el papel de las mujeres y agentes de mediación intercultural. También la obra evangelizadora de frontera llevada a cabo por jesuitas y franciscanos que, junto a las poblaciones y los caminos que reorganizan el espacio fronterizo, articulan las relaciones con el indígena. En el panorama de fronteras imperiales en expansión y su nuevo papel en las rivalidades europeas, no se puede soslayar la secularización de la frontera desde finales del siglo XVIII. Por último, la estratégica plaza de Valdivia, como paradigma central entre las dos fronteras septentrional y austral, la proyección transitoria del levantamiento andino tupamarista en la frontera de Concepción y la interacción étnica pactista vía parlamentos, especialmente útil a la hora de confirmar o no hipótesis de trabajo. Finalmente, la selección bibliográfica nos ayuda a entender un tiempo histórico concreto y nos sitúa en el estado de la cuestión. Así pues, respecto a las investigaciones precedentes, partimos de una bibliografía que encuadra el tema en su contexto histórico y nos presenta sus aspectos más amplios y esenciales, para acudir, posteriormente, en busca de una visión más profunda a una bibliografía especializada. Respecto a las fuentes utilizadas corresponden a archivos chilenos, peruanos y españoles, entre otros, en una amplia variedad documental, cruzando documentación de diversa procedencia y que, complementariamente, proporciona la base de este acercamiento a las fronteras chilenas del siglo XVIII tardío. Enfoque interdisciplinar y análisis que se nutre de miradas cruzadas locales, regionales y metropolitanas en íntima conexión con el contexto europeo y americano, siempre en línea con la renovación historiográfica de la denominada historia atlántica. El apartado de las siglas utilizadas en la presente Tesis Doctoral pone de manifiesto la gran variedad de fondos documentales y diversidad de instituciones archivísticas consultadas, casi siempre in situ, ya fuera en España o América. Tales fuentes han permitido profundizar con material inédito en el objeto de nuestra investigación, que continúa abierta y sujeta a crítica. Por último, aportamos una breve selección, pero significativa, de textos en el Apéndice Documental en orden cronológico y un índice de las ilustraciones que apoyan el texto y refuerzan su contenido de modo visual.