If the second term of the left in Uruguay lives up to its promise, complementing the first term's performance, the country will have developed a signature social democratic experience in the global South.
Mucho antes que los españoles, son los presidentes electos de la América hispana quienes probablemente guardan las referencias más útiles para anticipar el curso presidencialista de una democracia parlamentaria como la nuestra. El profesor uruguayo Jorge Lanzaro es uno de los primeros expertos en historia política y constitucional del centro presidencial en América del Sur y México, ampliamente seguido por sus publicaciones de ciencia política también en España.
Este artículo revisita la vieja democracia de partidos uruguaya - la más antigua y una de las pocas de América Latina retomando críticamente aportes señeros y propuestas propias, para señalar cambios y continuidades en el correr de cien años. Tratando de no caer en el excepcionalismo, el texto hilvana referencias comparativas, que encuadran la originalidad del caso uruguayo y permiten resaltar el potencial que su análisis tiene para la Política Comparada. La primera parte repasa el modelo genético y los rasgos típicos del régimen, que explican sus ventajas comparativas: los factores originarios, la matriz poliárquica, el presidencialismo pluralista, una democracia consociational sui generis, hecha de partidos políticos y no de clivajes sociales. La segunda parte aborda la gran transformación que sigue a la transición democrática de los 1980, mostrando un sistema de partidos que cambia sin desarticularse, recomponiendo su estructura plural y competitiva. El texto evoca la transición liberal de los 1990 y la reforma constitucional de 1996, el fin del bipartidismo tradicional, el perfil de predominante que alcanza el Frente Amplio y su debut con un gobierno de tipo social democrático, comparable a las social democracias "tardías" de Europa Meridional. En todos estos lances, la centenaria democracia de partidos uruguaya - que en su momento no pudo evitar la dictadura 1973-1984 - vuelve a hacer la diferencia y al cabo de un proceso histórico largo y gradual, termina acuñando una nueva norma política.
El debut de la izquierda uruguaya en el gobierno abre una alternativa de tipo social democrático en América Latina, que se suma a las experiencias del mismo género que surgen en Brasil y Chile (Lula da Silva, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet), en un estreno que puede compararse con los ejemplares europeos «clásicos» y «tardíos». El artículo establece las características distintivas de estas figuras «periféricas», que sobrevienen en el global south y a diferencia de otros gobiernos contemporáneos de la región, son protagonizadas por una izquierda institucional. A continuación el texto esboza un análisis comparativo del «potencial social democrático», que varía considerablemente en los tres países, en función de los recursos políticos de cada gobierno: legados institucionales, coeficiente de poder, «pilar» corporativo conformado con los sindicatos, conexión con otros sectores populares. En esta comparación, el gobierno uruguayo presenta los rasgos más propicios para desarrollar una alternativa social democrática «criolla».
El debut de la izquierda en Uruguay abre una nueva etapa y plantea nuevas interrogantes. La izquierda uruguaya nucleada en el Frente Amplio ganó las elecciones de octubre 2004 y su estreno en el gobierno –que se suma a las experiencias de Brasil, Chile y Argentina– implica una alternancia trascendente, aunque de perfil moderado, en el marco de uno de los sistemas de partidos más antiguos del mundo, que experimenta cambios considerables, pero preserva su alto grado de institucionalización y competitividad. Tal acontecimiento tiene repercusiones para el Mercosur y América Latina, que interesan a su vez a las relaciones con EEUU y Europa. Este artículo aporta claves explicativas del ascenso del Frente Amplio y esboza el escenario de gobierno que puede plantear el debut de una izquierda, que mantiene su identidad, pero ha hecho un recorrido hacia el centro.
Este artigo analisa a transição e a vitalidade atual do sistema partidário uruguaio. Após um período de crise, que culminou com o rompimento da democracia nos anos sessenta, nos anos noventa o sistema partidário recupera sua centralidade conduzindo o processo de transição democrática. Durante esse processo, observa-se o realinhamento do sistema partidário, que tende a tornar-se um sistema de multipartidarismo moderado, com o amadurecimento e fortalecimento da esquerda, representada sobretudo pelo Frente Amplio. O crescimento deste último deveu-se à sua capacidade de confrontar os partidos tradicionais e também por seu desenvolvimento como partido "catch-all", marcado pela reconversão ideológica e competição pelo centro, conforme aumentavam suas chances eleitorais. O crescimento do Frente Amplio implicou ainda, para os partidos tradicionais, o ingresso em um processo de aprendizagem de compromisso e participação em governos de coalizão e, para o processo de transição liberal, a formação de um quadro de distâncias ideológicas moderadas, sem polarização. Todavia, a clivagem esquerda-direita serve ainda de eixo para a competição eleitoral.