Cocinando masculinidades: una aproximación a la configuración de identidades en varones que cocinan para su familia ; Cooking Masculinities: an approach to shaping identities in men who cook for their family ; Cozinhando masculinidades: uma aproximação à Configuração de identidades em machos que coz...
ilustraciones, fotografías, mapas, ; Este ejercicio investigativo tiene como objetivo comprender las maneras en que se configuran las masculinidades de varones heterosexuales mayores de treinta y cinco años pertenecientes a sectores medios de Bogotá que conforman familias nucleares biparentales y que cocinan para sus familias de forma cotidiana como parte de sus responsabilidades diarias. Para ello, me acerqué y conocí las trayectorias de vida en relación con la cocina de tres varones: Juan Manuel, Wilson y Alejandro, contemplando sus historias desde la infancia hasta el momento actual, para tomar de esta forma una fotografía detallada de un contexto que se mantiene cambiante y en construcción, y así permitirme aportar un matiz adicional al estudio de las masculinidades y a los estudios feministas y de género, desde la cocina y sus materialidades. Asimismo, presento el texto de este documento acompañado de imágenes que contienen las recetas ofrecidas por los entrevistados a lo largo de sus narraciones a modo de representar gráficamente su experiencia con la cocina. De esta manera, a partir de la comprensión de las relaciones que los varones establecen con la cocina, los objetos, las tecnologías y las personas, y las dinámicas y tensiones a las que se enfrentan los entrevistados, se reflejan tanto las rupturas como las continuidades del orden de género en sus identidades como varones y padres y la reconfiguración de los significados de la cocina y sus materialidades. (Texto tomado de la fuente) ; This research exercise aims to understand the ways in which the masculinities of heterosexual males over thirty-five belonging to middle sectors of Bogota that make up biparental nuclear families and that cook for their families daily as part of their quotidian responsibilities. To do this, I approached and knew about the life trajectories in relation to the kitchen of three men: Juan Manuel, Wilson, and Alejandro, contemplating in these their stories from childhood to the present moment, thus taking a detailed photograph of a context that remains changing and under construction, to allow me to add an additional nuance to the study of masculinities and feminist and gender studies, from the kitchen and its materialities. I also present the text of this document accompanied by images containing the recipes offered by the interviewees throughout their narratives to graphically represent their experience with cooking. In this way, based on the understanding of the relationships that men establish with cooking, objects, technologies and people, and the dynamics and tensions that interviewees face, are reflected both the ruptures and the continuities of the gender order in their identities as men and fathers and the reconfiguration of the meanings of the kitchen and its materialities. ; Maestría ; Magíster en Estudios de Género ; En primera medida, me interesa mencionar que antes de acercarme al trabajo de campo previo al inicio de la cuarentena, la propuesta era organizar el marco teórico que había construido en un principio, pues este era muy general para lo que realmente quería trabajar. Sin embargo, lograr consolidar en el marco teórico la información pertinente para iniciar el desarrollo de la tesis de maestría comenzaba a tornarse sin un horizonte ni un final claro. Ocuparme en la lectura de textos académicos de autorxs que por largos años han trabajado e investigado masculinidades en Colombia y otros países del mundo, me estaba permitiendo entender el amplio universo al que me enfrentaría al realizar el trabajo de campo y su análisis respectivo, pero al mismo tiempo, me estaba saturando y tal vez desviando del propósito real de mi investigación. Si bien, no podemos llegar al trabajo de campo sin tener un acercamiento a la teoría, me daba cuenta de que el marco teórico podría plantearlo no solo como un punto de partida, sino también como parte del proceso de recolección de la información, del análisis de ésta, en la escritura de la tesis y hasta en las correcciones que en algún momento tuve que hacer de este documento. Es decir, la construcción del marco teórico no presenta en realidad una temporalidad específica, es producto del proceso de lectura que se realiza durante el desarrollo de la tesis. Por ello, decidí comenzar a acercarme a los participantes de esta investigación para que en la misma medida en que mantenía una conversación con ellos, pudiera ir afinando algunos detalles de la propuesta metodológica inicial y al mismo tiempo, entender en diálogo con lxs autorxs lo que iba encontrando. Así que para ello, decidí comenzar con la búsqueda de los participantes, los cuales debían cumplir algunos criterios que definí a razón de mi pregunta de investigación: hombres heterosexuales mayores de 35 años, que conformarán familias nucleares biparentales con hijxs y que cocinarán más de tres veces por semana para su hogar previo a la pandemia. Mi interés se centró en la familia de tipo nuclear por considerarse históricamente como la ideal para ajustarse a los intereses económicos y patriarcales, pues sostiene la división sexual del trabajo en el hogar y asigna a la mujer aquellas actividades que suponen no tener algún valor en el mercado. Así que mi propósito inicial fue cuestionar la idea de familia nuclear, no solo porque ha dado continuidad a la subordinación de la mujer, sino también porque hace parte del entramado de instituciones modernas del Estado. Negándome al mismo tiempo a poner el foco en otro tipo de hogares o en varones de edades menores a los 35 años ya que considero puede haber más posibilidad de encontrar cambios en las relaciones de género en familias constituidas con parejas jóvenes y/o parejas homosexuales o no binarias, precisamente por una posible tendencia en estos grupos a cuestionar algunas formas de organización social y de género. Asimismo, busqué hombres que cocinarán la mayoría de las veces en la semana, ya que esto significaba poder analizar más acertadamente la relación entre hombres, masculinidades y cocina, considerando que ésta involucra actividades que requieren ser realizadas a diario para la sobrevivencia y el cuidado propio y de lxs otrxs, demandando el uso de experiencias, aprendizajes, imaginarios y significados basados en contextos específicos. A través de mis redes sociales emprendí la búsqueda de los participantes. Varixs amigxs compartieron la publicación que realicé en Facebook, en la que escribía los criterios que debían cumplir estos hombres y aclarando que el propósito sería investigativo. Obtuve aproximadamente 30 respuestas en las que me referían varías familias donde podía encontrar a mis participantes y 8 personas compartieron la publicación, por lo que pude encontrar más respuestas de recomendaciones en esas publicaciones compartidas. Sin embargo, al indagar a profundidad sobre el cumplimiento de dichos criterios, me encontré con que muchos de ellos vivían en hogares unipersonales o biparentales sin hijos, otros eran homosexuales o no cumplían con la edad que yo buscaba. A través de esta búsqueda logré encontrar a Juan Manuel, un recomendado de la amiga de una amiga que compartió la publicación. Me presenté con ella, le expliqué el propósito de mi investigación y así, me pasó el contacto de mi primer entrevistado. Pese a la mucha ayuda que recibí a partir de esa publicación realizada en Facebook, solo contaba con Juan Manuel, a quien llamé tan pronto me compartieron su número y se mostró bastante interesado en participar. Al continuar con mi búsqueda, un día hablando con una colega y amiga nutricionista sobre nuestra vida laboral, me recordó que en una conversación previa, me había hablado sobre su tío, un hombre que cocina todos los días y tiene dos hijos. Ella prometió hablar con su tío, contarle sobre la investigación y de acuerdo con ello, pasarme su contacto. A los pocos días, tenía su número de celular, me comuniqué con él y efectivamente, logré tener mi segundo entrevistado, a Wilson. Para el tercer y último entrevistado, la situación fue similar, mientras conversaba con una amiga, me contó que conocía a un hombre que cumplía con las características que yo buscaba. Mi amiga era amiga de su hija, así que ella habló con su padre, luego me comuniqué con él y ese mismo día, Alejandro aceptó participar. A continuación, daré una breve descripción de los participantes (Ver Figura 1-1), pues a lo largo de este documento, cuento más detalles de sus vidas: - Juan Manuel: Barranquillero, hace 3 años vive en el norte de Bogotá, tiene 40 años, es ex militar de las Fuerzas Armadas -FA donde duró 6 años, allí se especializó como enfermero y buzo, frecuentaba la cocina de la base militar en la que se encontraba para apoyar a los cocineros. Se retira de las FA debido a que decide casarse con una militar de más alto rango. Por el trabajo de su esposa, se trasladan constantemente de ciudad. Actualmente tienen dos hijas, una de 11 años y otra de 4 años. Él trabaja en una empresa como especialista en Salud y Seguridad en el Trabajo. Debido a la cuarentena se encuentra realizando teletrabajo. Juan Manuel cocina desde que tiene 10 años y hace 5 años cocina todos los días en su casa. - Wilson: Bogotano, vive en el sur de Bogotá, tiene 52 años, trabajó como mecánico desde niño y actualmente es taxista. Vive con su esposa y sus dos hijos, uno de 24 años recién casado y el otro de 21 años. El primero vive aún con sus padres debido a que está ahorrando para comprar un apartamento con su esposa. La pareja de Wilson es ingeniera industrial y administradora de empresas, su experiencia laboral ha sido en empresas fuera de la ciudad y los cargos que ha ocupado la mantienen con una alta carga laboral. Wilson cocina desde que tiene 8 años y en su hogar cocina hace 12 años todos los días de la semana. - Alejandro: Bogotano, vive en el norte de Bogotá, tiene 53 años, trabaja en una editorial de libros donde no tiene horario laboral, pues sale de su casa únicamente cuando lo requiere. Su pareja se dedica a cuidar a la esposa del papá de Alejandro, quien tiene alzhéimer, sin recibir remuneración económica. Viven con sus dos hijxs, la hija tiene 22 años y el hijo 21 años. Nunca cocinó en su infancia ni juventud, pues empezó a cocinar en su casa hace 6 años los fines de semana y dedicándose ahora a cocinar entre 4 a 5 días por semana. Figura 1 1. Ubicación de los participantes y de la autora en la ciudad de Bogotá. Trabajé únicamente con tres hombres debido a que mi interés no fue nunca contar con una muestra significativa para llegar a conclusiones universales ni generalizadas (Bassi, 2014), como suele suceder en las ciencias de la nutrición de donde provengo. En realidad, mi propósito ha sido conocer las trayectorias de vida de los entrevistados en relación con la cocina, desde su infancia hasta el momento actual, tomando de esta forma una fotografía detallada de un contexto que seguirá cambiante y en construcción, para así permitirme aportar un matiz al estudio de las masculinidades en los estudios feministas y de género, desde la cocina y sus particularidades. Con relación a las entrevistas para recoger las historias de vida, utilicé un formato guía en el que estructuré distintas preguntas abiertas que me permitieran orientar o ahondar en los relatos de los varones, basadas en los interrogantes que tenía previo a la entrevista y otras que se iban generando en el proceso de transcripción y análisis de la información, con el fin de darle profundidad a algunos temas que los entrevistados habían mencionado "a vuelo de pájaro" (Schütz, 1991, citado por Muñoz, 2003) y valían la pena ampliar. Sin embargo, la narración de la historia vivida por los participantes se dio de manera espontánea y fluida, me mantuve en atenta escucha, plateando solo algunas de las preguntas abiertas que tenía preparadas que no habían sido respondidas pero que tenían relación con lo que estábamos conversando, para con esto, motivar a los entrevistados a continuar narrándome sus vidas. Al iniciar cada entrevista, solicite a los participantes su autorización para grabar la voz, utilizando mi celular o el computador para ello. En total, realicé tres entrevistas con Juan Manuel que duraron entre una hora y media y dos horas y dos entrevistas de una hora con Wilson y Alejandro. Con Juan Manuel fue frecuente el uso de Zoom, con la cámara encendida todo el tiempo para lograr tomar apuntes etnográficos sobre sus expresiones, gestos, silencios y también para poder observar algo de su cotidianidad, que por supuesto se había modificado a causa de la cuarentena en la que nos encontrábamos. Con Wilson decidimos usar videollamadas por WhatsApp ya que él no conocía otras plataformas, de hecho, su hijo le ayudó a entender el funcionamiento de dicha aplicación y así poder tener una conversación continúa conmigo. Con Alejandro nos vimos tanto por WhatsApp como por Zoom, aunque con él tuve muchos más problemas de conectividad que con los demás entrevistados. A veces lo escuchaba entre cortado o por falta de práctica con estas plataformas, alejaba la cámara y el micrófono de su rostro y lo empezaba a escuchar muy lejos. Esto me implicó estar muy concentrada y más atenta de lo que debía, ya que cada vez que le pedía a Alejandro que se acercará el micrófono, se desviaba del tema que estaba tocando o se le olvidaba qué estaba narrándome. Definitivamente los problemas de conexión y el poco conocimiento de estas plataformas virtuales de comunicación por parte de los participantes y mía, me llevo a reflexionar sobre estas otras formas de hacer trabajo de campo a las que no hemos accedido, pues estamos acostumbradxs al contacto físico y visual con nuestros participantes, a tener interrupciones quizás, pero no del mismo tipo a las que se dan virtualmente, o a plantear metodologías que implican estar, compartir y/o involucrarse espacial y relacionalmente con el contexto que rodea a lxs sujetxs -excluyendo a algunas investigaciones de archivo o cuantitativas que no requieren específicamente del contacto con las personas-. No obstante, al cambiar el modus operandi de las investigaciones cualitativas para buscar otras formas de desarrollarlas y superar al mismo tiempo, las barreras que la pandemia por COVID-19 iba imponiéndonos durante el año 2020, me llevo a ver el uso de la tecnología como la oportunidad de explorar aquellas formas a las que pocas veces volteamos a ver, así como a darle continuidad tanto al trabajo de campo como al de escritura, pues el hecho de estar en casa redujo los tiempos que solemos utilizar en la movilización y el transporte de un lugar a otro, por ejemplo, permitiendo que algunas de las entrevistas las pudiéramos realizar después de las nueve de la noche o durante la jornada laboral. Por otro lado, quiero resaltar otras condiciones que atravesaron el trabajo de campo y que respondían de igual forma a la cuarentena obligatoria. Una de ellas tiene que ver con el traslado de la vida laboral a la vivienda, donde los límites entre lo privado y lo público se desvanecían o se transformaban para ser uno solo pero en conjunto, sumándole la escuela o el trabajo de lxs hijxs y la pareja. Así como la aleación entre el trabajo doméstico, de cuidados y del mercado laboral en términos espaciales y temporales. Otra condición fue la permanente socialización con algunos o todos los miembros del núcleo familiar y el aumento de los cuidados entre ellxs -por prevenir el contagio del coronavirus-, transformando de esta manera, las formas de relacionarse. En este sentido, reitero nuevamente mi idea de que los resultados de esta investigación son una especie de fotografía que capta las reflexiones de los tres varones y mías con respecto a su experiencia, significados, prácticas y representaciones de su masculinidad y la cocina, las cuales cuentan con distintos matices, entre esos, una pandemia por coronavirus que confinó al mundo en sus viviendas por un período de tiempo determinado y bajo unas condiciones diferenciadas según sexo, clase, raza, lugar de origen, etnia, entre otras. En el tercer capítulo retomo y amplío las condiciones anteriormente mencionadas que marcan en definitiva mi trabajo investigativo. Además, estas condiciones imposibilitaron al mismo tiempo mi interés por no solo conocer las historias de vida de los participantes, sino también entrevistar a las parejas de los tres varones, pues reconozco en principio que la construcción del género es relacional y es resultado de su interacción permanente en la vida cotidiana (Viveros, 2002). Por lo que, entrevistarlas me permitiría triangular la información ofrecida por los participantes en sus narrativas, así como contar con una perspectiva adicional sobre la configuración de las masculinidades en estos varones. Sin embargo, debido a la pandemia y en consecuencia a la cuarentena, la carga laboral de las parejas de los entrevistados aumentó, llevándolas a trabajar más de doce horas diarias, con apenas unos cuantos descansos para el almuerzo y la cena. Así que en las varias ocasiones que intenté contactarlas, no pudieron atenderme debido a que estaban ocupadas, estresadas y/o cansadas, llevándome a desistir finalmente de esta posibilidad. Continuando, la transcripción de las entrevistas la fui realizando cada vez que completaba una entrevista con los participantes evitando que se me acumularan, pues transcribir una y dos horas de entrevista fue una tarea bastante ardua y agotadora. Inicialmente evalué la posibilidad de no transcribir todas las entrevistas, sino de utilizar una rejilla en Excel con categorías para así, clasificar los temas de las grabaciones y anotar los minutos y segundos exactos donde se hablaba de ello, pero esto me generó dificultad a la hora de analizar la información. Así que pese al mucho tiempo que me tomó transcribir las entrevistas, esto me permitió poder acercarme nuevamente a cada una para lograr tener una comprensión analítica suficiente de cada relato de manera individual con el fin de reconocer los focos, los personajes, las reflexiones, las causalidades, los significados, etc., que le da cada hombre a su historia de vida (Muñoz, 2003). Al contar con la mayor parte de las entrevistas transcritas y analizadas por separado, comencé a identificar los nodos comunes que advertían un mismo modo de habitar el mundo y de narrar sus experiencias, así como los nodos que evidenciaban una diversidad en las formas de configurar su relación con la cocina. En varias ocasiones releí los relatos transcriptos, tanto para descubrir e interesarme por profundizar en algunas narraciones tal vez inadvertidas para mí al inicio y también para rememorar sus historias de vida que trazadas desde el presente, abarcan el pasado y el futuro, considerando claramente en este punto, que las transcripciones no son el relato en voz en sí mismo, pues se hace imposible transcribir los gestos y las expresiones que median la narración, aunque debo mencionar que intenté plasmar los silencios con puntos suspensivos o escribir las expresiones faciales que evidenciaba en los apuntes de campo que obtuve. Al mismo tiempo que recogía los relatos y los transcribía, aproveché otras formas de recoger información durante las entrevistas y a través del chat de WhatsApp. Por ejemplo la cartografía de la cocina la logramos realizar por este medio virtual con los varones, pues luego de que se levantó la cuarentena obligatoria, los participantes se vieron obligados a volver a sus oficinas o al taxi, en el caso de Wilson, haciendo que nuestra comunicación empezara a ser escasa a raíz de las múltiples ocupaciones de ellos. La importancia de realizar la cartografía de la cocina radicaba en el hecho de poder obtener una valiosa representación visual de lo que cada hombre considera de este espacio y sus objetos, así como sus características más profundas, pues la cartografía no se circunscribía a la delimitación del espacio físico, sino que se anclaba a las diversas tensiones y subjetividades que emergen de las relaciones socioculturales de quienes participan en este (Barragán, 2016). Por tanto, decidí acoger la propuesta metodológica que Andrea Gómez Mora (2017) implementó en su tesis de maestría titulada "¿Mujeres que vivimos solas?: habitando hogares unipersonales desde el género y las relaciones más que humanas", donde con base en unas preguntas, pidió a sus participantes que las respondieran a través de fotografías, para analizar con ellas la relación que estas mujeres mantenían con el espacio y los objetos. Las preguntas que formulé para este ejercicio fueron: - ¿En qué espacio(s) de la cocina suele permanecer cuando está cocinando? - ¿En cuál(es) espacio(s) de la cocina suele socializar con su familia? - ¿Qué parte(s) de la cocina le agrada(n) mucho? - ¿Qué parte(s) de la cocina le gusta(n) menos? - ¿Qué parte(s) de la cocina es (son) la(s) que más disfruta? - ¿Qué parte(s) de la cocina es (son) la(s) que poco disfruta? - ¿Qué parte(s) de su cocina cambiaría? - ¿Qué objeto(s) de la cocina es (son) más significativo para usted? - ¿Qué objeto(s) de la cocina le gusta(n) menos? - ¿Qué objeto(s) le resulta(n) más útiles en la cocina? - ¿Qué objeto(s) le resulta(n) más inútiles en la cocina? - ¿Qué o quién(es) lo suele(n) acompañar mientras cocina? - ¿Cómo se ve su cocina mientras cocina? - ¿Qué reflexiones le suscito contestar las preguntas a través de fotografías? A partir de las fotos enviadas por los entrevistados, forme un collage por cada pregunta respondida por los tres participantes para así poderlas analizar de manera conjunta, consolidando toda esta información en el último capítulo de este trabajo investigativo. Algunas de estas fotografías se encuentran a lo largo de dicho capítulo, acompañando la escritura. Por otro lado, otra de las formas que me permitió recolectar información de los entrevistados y ampliar el análisis, fue el diseño de unas plantillas - Diario de actividades, Diario de comidas y Recetas (Ver Anexo A)- que guiaban el ejercicio de memoria de los varones sobre lo que cocinaban a diario durante una semana, cómo lo cocinaban, cuánto tiempo duraban haciéndolo, las actividades que realizaban adicionalmente al cocinar y un registro de las recetas que para ellos, tenían un significado importante. En este último, la idea fue escribir el nombre de la receta, los ingredientes, la preparación, los utensilios utilizados para su elaboración y hacer algunas anotaciones para conocer quién les enseñó esa receta, cómo y dónde la aprendieron y qué recuerdos tienen con ella. Las plantillas fueron diligenciadas por los participantes y expuestos en una de las entrevistas que tuvimos, en la cual conversamos sobre las recetas y todo lo que esta alrededor de ello, como las formas de cocinar, de relacionarse con los ingredientes y los utensilios, lo que rodea el ejercicio de cocinar para ellos y los significados y representaciones que de ello emana. La medición del tiempo empleado por los varones no solo en la cocina, si no en otras labores, como el trabajo doméstico, de cuidados y laboral a través del diario de actividades que diseñé, me permitió entender la distribución del tiempo que estos varones realizan de las 24 horas del día en una semana. Mi propósito con este diario fue conocer las otras actividades que ellos realizan además de cocinar y trabajar, entre esas las de ocio, los tiempos que utilizan para cada una y en cierta forma, poder verificar la frecuencia con la que cocinan para su familia. Este instrumento así como presenta ventajas, también presenta varias dificultades a la hora de basarse en la información allí consignada por los varones, sobre todo porque es un instrumento que evalúa estos aspectos cuantitativamente, perdiendo de vista lo cualitativo que se encuentra detrás de la realización de distintas labores de mercado, domésticas y de cuidado; por eso la importancia de que sea únicamente una guía que acompañe otras técnicas como la entrevista. Una de las ventajas que encuentro del uso de estos instrumentos es que facilita la recordación de los entrevistados sobre las tareas que desarrollaron cada uno de los días de la semana, así como permitir que la investigadora identifique temas o aspectos en los que no se haya enfocado y sean de utilidad para responder la pregunta de investigación. Sin embargo, las desventajas son muchas más si se trabaja solo con este tipo de instrumentos, es decir si no se amplía la información recolectada a través de entrevistas, como ya lo mencioné. Pese a que las plantillas las plantee de forma abierta para no limitar la información que los entrevistados consideraran relevante anotar, fue frecuente que ellos excluyeran, obviaran o ignoraran algunas actividades que realizan en su cotidianidad, pero que por el mismo hecho de ser cotidianas, no las reconocen o no las consideran como válidas para escribirlas en el instrumento, como las actividades de cuidado que tienen que ver con salir de la cocina mientras se está cocinando para responder una pregunta que sus hijxs expresan con respecto a la clase virtual en la que están participando, o salir del trabajo y parar en una farmacia para comprar un medicamento para su hijx que esta enfermx en casa; por nombrar algunos ejemplos reales. O las tareas que se realizan en un tiempo más subjetivo como lo llama Carrasco (2005), difícil de cuantificar porque no se materializan en una actividad concreta pero si reclaman energía de la persona. Además, las tareas que se realizan en simultaneo son difíciles de evidenciar en este instrumento, pues los entrevistados preferían escribir la actividad principal que se encontraban haciendo en una hora determinada, por ejemplo, cocinar, sin plasmar que al mismo tiempo estaban lavando la loza y además estaban viendo una serie de televisión. En este sentido, el poder articular las plantillas con las entrevistas me permitió conocer en detalle información que no hubiese sido fácil obtener al usar solo una de las dos técnicas de recolección de la información, pues parte de las entrevistas se basaron en las plantillas que los varones lograron responder en una semana continua. Además de estas dos técnicas, también tuve la oportunidad de recibir una serie de fotografías que los entrevistados les tomaban a sus preparaciones. Algunas las tomaron antes de iniciar su participación en la investigación y otras durante el diligenciamiento de las plantillas. Durante las entrevistas también se conversó sobre las fotos enviadas, describiendo ingredientes, recuerdos y anécdotas asociadas a dichas preparaciones captadas en la fotografía. La información que obtuve tanto de las fotografías como de las plantillas las dejé claramente plasmadas en algunas páginas de este documento ya que lo consideré complementario al análisis desarrollado. Para presentar la información recolectada y el análisis que realicé de ésta en cada uno de los capítulos del documento, me pareció de suma importancia citar en mi escritura partes de los relatos a modo de respaldar mi análisis y de evidenciar como éste deriva de las narrativas de los entrevistados (Bassi, 2014). También quiero reconocer que lo que presento en este documento es un proceso creativo y colaborativo, resultado de la relación generada entre los entrevistados y yo, y no un proceso de autoría individual que solo me pertenece por ser la investigadora (Beorlegui, 2019). Una relación que de igual forma me dio mucho para reflexionar y es lo que traté de condensar y desplegar en el anterior apartado. ; Globalización, desigualdades sociales y políticas públicas